Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo siete.

Aeropuerto de Gran Canaria, era en el sitio en el que nos encontrábamos. En cuanto bajamos del avión nos dirigimos a un bar chiquitito que había fuera de la base aérea. Una vez dentro del bar, tomamos asiento y nos pedimos unos calamares a la romana más dos cervezas bien frías. Félix bebió un sorbo y cogió aliento.

—Cómo lo necesitaba —cogió un calamar y se lo metió en la boca.

—Tendremos que coger alojamiento en algún hostal, ¿no? —le pregunté mientras me comía un calamar.

Él negó con la cabeza y yo hice una mueca.

—No.

—En algún lugar tendremos que quedarnos —le dije con las ideas fijas—. Tengo que dejar las maletas.

—Tu ya tienes alojamiento —me comentó mientras se acababa la cerveza.

—¿A dónde? Si no hemos reservado nada —le cuestioné confundida.

—En casa de tu amor, Pablo.

Al escuchar su nombre y la locura de la que me acababa de informar, me atraganté pero por suerte con un trago de cerveza lo solucioné.

—Pero... qué... ¿no se lo habrás dicho que vendríamos? —recé para mis adentros que no fuese así.

—No, pero tengo claro que te quedarás con él —anunció firme.

—Pero como tienes claro eso, si tengo un alto porcentaje que me mande a freír pomelos en cuanto me vea enfrente —exclamé.

Terminamos los calamares y las bebidas. Nos miramos fijamente y sin perder el hilo de la conversación.

—Sé lo que digo —dijo seguro de si mismo.

—Pero yo no sé lo que dices, estás ido como un garbanzal —me crucé de brazos como una niña pequeña.

—Por fin en Gran Canaria —me cambió de tema el muy capullo—. ¿Quieres algo más antes de coger el bus?

—No, gracias. Pide más si tienes más hambre —le seguí el juego—. ¿A dónde tenemos que coger el bus?

Me señaló a través de la ventana una parada de bus que teníamos justo al frente.

—Qué guay —me fijé en una tienda que había al lado de la parada. Era una tienda de barrio de comida y otros artículos. Ya sabía dónde encontrar el elixir de los dioses que tanto le gustaba—. ¿Podemos ir un rato antes de coger el bus? Quiero entrar en aquella tienda —se la señalé.

—Si, claro —miró la hora—, nos quedan cuarenta y cinco minutos libres.

—No me llevará mucho tiempo, lo prometo

—Tranquila —se levantó del asiento sin coger su mochila—. Voy al aseo, pago y nos vamos —se quedó pensativo—. Oye, ¿quieres venir y me esperas fuera del aseo? Es para que no te quedes sola.

—Te espero aquí, no te preocupes —le respondí aunque ya tenia mi plan muy bien calculado.

—No tardo —se fue alejando y cuando me di cuenta que no me podía ver. Fui a la barra del bar, pedí la cuenta y pagué. Segundos después cogí las maletas y lo esperé junto a nuestras pertenencias —incluida su mochila—.

Félix me vio y me hizo una señal para que me esperase, según vi se paró a pedir la cuenta pero por la cara que puso, ya debieron de decirle que estaba pagada. Era lo mínimo que podía hacer después de como se portaron conmigo. A pasos gigantescos se acerco a mí y me miró con el ceño fruncido.

—Ejem, menos mal que te ibas a estar quieta —me regañó.

—Mejor acostúmbrate a que nunca lo voy a estar —le guiñé un ojo—. Es lo mínimo que puedo hacer por ti después de venirte conmigo para acompañarme, me pagáis el avión, me dais techo me invitáis y me tratáis como si fuera de la familia. Te aviso que no es lo único qué voy a hacer por vosotros.

—Gracias pero no hacemos nada por algo a cambio, Indi.

—Lo sé, y ahora vamos que quiero entrar a la tienda —empecé a tirar de mis maletas cuando noté que me quitaba del hombro su mochila y además, me arrebató mis maletas.

Cruzamos la calle y él se quedó en la parada mientras yo me encontraba en el interior de la tienda. Directamente fui a por una botella de Arehucas, un paquete de platanitos de chucherías y una caja de bombones personalizada —llevaba su nombre y el mío unidos junto un corazón y una de nuestras fotos. Aparte, le cogí la misma a Félix y a Eva pero con sus nombres, una foto de los dos y el símbolo del infinito—. El chico que me atendió me lo puso en una caja de regalo y luego en una bolsa. También hizo lo mismo con lo de mis amigos—todo quedó de película—. Después de esto, pedí dos napolitanas de crema y almendras —una para Félix y otra para mi— y pagué la cuenta. Posteriormente salí y me reuní con Félix.

—¿Qué has comprado?

Abrí una esquinita de la caja y cuando lo vio, la volví a cerrar.

—Qué detallista ella, le va a encantar —sonrió.

—Y a ti te va a encantar esto —le acerqué su bolsa y su napolitana.

—¿Y esto? —abrió los ojos como platos.

—Ábrelo y lo descubrirás —le dediqué mi mejor sonrisa ilusionada.

—Me encantan las napolitanas, gracias, menudo postre —abrió la caja y sacó el corazón mientras se comía la napolitana. Si decían que los hombres no lloraban pues el mito se acababa de romper porque Félix se emocionó mucho—. Buah, me encanta y estoy seguro que a Eva también. Muchas gracias, hermana.

—No me faltéis nunca —espeté agradecida.

Félix me abrazó como pudo y yo también.

—Ni tu a nosotros, mil gracias —se alejó un pelín de mí—. La guardaré para enseñársela al volver a mi churri.

—Me parece perfecto —contesté.

Un autobús se acercó —a la vez que me comía mi napolitana. Adoraba el cuscurreo de esos daditos crujientes de almendras— a la parada y paró. El cartel iluminado mostraba la Vega de San Mateo y de repente miles de mariposas revolotearon en mi interior. Ya estaba mas cerca de la felicidad o del dolor. «Ya estoy mas cerca de ti, pequeño». Nos subimos en el transporte publico y fuimos mirando el paisaje durante todo el trayecto. Después de un buen rato, llegamos a la Vega de San Mateo y todo me pareció precioso y muy especial. Si estuviéramos en Sevilla , cantaría Sevilla tiene un color especial —canturreé mentalmente— pero como ese no era el caso, lo cambié por La Vega de San Mateo tiene un color especial. ¡No llevaba ni diez minutos y ya me encantaba!

Un tiempo después, bajamos del bus y pillamos un taxi destino a una calle que no me sonaba ni papa. Encima desconocía hacia donde nos llevaba. «cada vez estoy mas cerca de ti».

—¿A dónde vamos? —le pregunté en el mismo instante que contemplaba el paisaje.

—Al trabajo de Pablo —me comunicó sin mas y casi me da un síncope.

—¿Qué? —abrí los ojos como platos—. Estaras de coña, ¿no?

Observé como le enviaba un mensaje a Eva, seguramente la estaría avisando de nuestra ubicación —aunque creía que ya la había avisado nada mas llegar y ahora mismo estarían hablando como cuales tortolitos—.

—No —me dedicó una media sonrisa y ya no sabía si era para mí o para la chica que estaba detrás de la pantalla.

—Vinimos para que lo veas, ¿no?

Asentí y no sabía para que si no me estaba mirando como yo a él.

—Pero... —estaba tan en blanco que no sabía que responder. Los nervios empezaron a florecer cada vez más rápido.

—Pues a eso vamos, a verlo —no me dejó ni acabar la frase.

—Yo creía que iríamos mañana —dije nerviosa.

Soltó una carcajada.

—Indi, aprende que para que dejar para mañana lo que puedes hacer hoy.

El taxi paró en la entrada de una calle, Félix pagó —y esta vez no me adelanté por los nervios que me invadieron. No contaba con verlo tan pronto y mucho menos hoy— y salimos de su interior junto a mis maletas, las bolsas y su mochila.

—¡Joder! Esto no me lo esperaba, no sé ni que decirle si me lo encuentro de frente —me quejé.

—Pues mira, tienes... —miró el reloj que llevaba en su muñeca— media hora para pensarlo. Transcurrido ese plazo, saldrá por... —empezó a andar hasta quedar en frente de un edificio, aunque estabamos en la acera opuesta, y sin avisar puso el stop.

La repentina parada hizo que me chocara contra él y de la rabia que me dio, le di un golpe no muy fuerte en su hombro.

—¡Au! —exclamó y fijó su mirada en mi—, duele.

—No seas quejica, que eso lo tendría que hacer yo —me hice la indignada y Félix se rió de mi—. Ni siquiera te rocé.

—Joder con la muyaya —se arrascó la nuca—. Bueno, ¿ya has pensado en lo que le vas a decir?

—No —le respondí.

—Vamos a sentarnos aquí —me señaló un banco que estaba algo escondido detrás de un árbol. Era el sitio perfecto para vigilar la entrada sin que nadie se percatara de que estábamos allí.

Arrastró mis maletas y se sentó en el banco de madera, guardó lo que yo le había regalado dentro de la mochila y se quedó mirándome.

—Ven, tranquila que aquí no nos verá —me hizo una seña para que me sentara, estábamos frente a la edificación dónde se suponía que se encontraba Pablo.

—¿Y si ya se fue? ¿Y si tiene que quedarse más y no lo sabemos? —le consulté.

—No se fue, estará a punto de salir —miró de nuevo la hora y luego me miró a mi.

—Y ahora, ¿qué se supone que tenemos que hacer? —reaccioné después de unos segundos de silencio.

—Yo quedarme aquí sentadito observando la novela, tu tendrás que cruzar la calle y cuando salga, darle un buen morreo y le pides que se case contigo —sonrió—. Así ya tendríamos el feliz para siempre, lo único que os faltaría es la cienaga y los mini ogritos.

—¿Nos estas llamando Shreek y Fiona? ¿Qué falta de respeto es esa? Si... él puede ser modelo de portada de revista —le gruñí y le di un codazo—.

—Bueno, él si puede ser modelo pero tu tienes más pinta de Fiona que de otra cosa —se carcajeó.

—Te odio —le dije de cachondeo.

—Mira que te dejo aquí sola y te las apañas, ¿eh? —me desafió.

—Como te atrevas, te comes la caja de bombones de una sentada y con chapa incluida —ahora la que sonrió fui yo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro