07 ✓
Contemplo sin parpadear el exterior, incapaz de moverme o articular palabra. Severamente aturdida por la mezcla de sentimientos que disputan en mi interior.
Sus manos se ciñen sobre mi cintura, dejando que su cálida respiración dé contra mi cuello.
¿Por uno se castiga a todos?
Los humanos hacen cosas imperdonables, atroces contra cualquier otro organismo vivo que esté por debajo de él en la cadena alimenticia. Si torturan, violan, despedazan, juzgan, dominan a su misma especie. ¿En verdad hay diferencia entre las bestias y los humanos?
—Tenemos que hablar—habla aún en la misma posición, erizando mi piel—. Y no me refiero a que solo me escuches volteando los ojos.
Quise insultarlo, desde el núcleo de mi mente imaginé rápidamente escenarios dónde lo hacía y terminaba rompiendo un vaso sobre su cabeza.
—Y yo tengo llamar a mi padre—repliqué con el mismo tono. Aparto la cabeza de su pecho, elevando la mirada—. Necesito que sepa que estoy bien.
Elijah pareció pensarlo una eternidad, sin hacer muchos gestos o murmurando, solo continuando con el lento vals. Hasta voltear al lugar por donde vino. Veo su cuello con más libertad, agradeciendo en silencio a la luz natural de la luna por dejarme ver la tinta plasmada en su piel.
—Vamos adentro.
Aún con las líneas de mi plan trazadas debo darme prisa, en cualquier momento todo se me volteará y lo perderé. Entrelaza nuestras manos mientras caminamos al salón principal, donde todos se encuentran platicando sin problemas, algunos bailan, las mujeres vuelven a tener su radiante sonrisa.
Aparta un mechón oscuro de mi rostro, rozando con la yema de sus dedos mi piel, dejando un corto camino caliente, haciendo que frunza el entrecejo. No soy capaz de ir en contra el ver su estado tan relajado, acompañado de una curva en sus labios finos.
—¿Quieres bailar?—pregunta. Niego con la cabeza sin cambiar mi expresión—Podemos hablar mientras lo hacemos—insiste.
—¿Y yo por qué querría hablar contigo?—inquirí déspota, lo miro de pies a cabeza.
—Porque sé que tienes muchas preguntas—afirma—, y nadie aquí te dirá algo relevante.
Estira su mano invitándome a que la tome. En realidad sé todo lo que me interesa, hasta un poco más, pero eso no evita que la curiosidad me invada, además de que necesito acercarme lo suficiente para que el confíe en mí. Lo miro detenidamente, especialmente en sus esferas verdes.
—¿Entonces?—pregunta con una sonrisa coqueta—Puedo espérate toda una vida, pero estaría bien que sea ahora.
Con lentitud tomo su mano, sin bajar la guardia a cualquier movimiento extraño. Caminamos al centro del salón donde bailan, llevando con nosotros más miradas curiosas. Volteo a otro lado cuando coloca su mano sobre mi cintura, dejando un espacio considerable entre nuestros cuerpos.
Nuevamente, como en los últimos días una pregunta abandona mis labios, casi de forma mecánica.
—¿Por qué estoy aquí?.
Elijah me mira unos segundos antes de responder.
—Porque te necesito en mi vida—responde—, y sé que no fue la mejor manera de acercarme a ti, pero no encontré otra.
—Claro que no fue la mejor manera, es estúpido que trates de justificarte con "Pero no encontré otra"—contra ataco indignada—. Secuestrar a alguien nunca es manera—Y como ya es costumbre guardo silencio, formulando una pregunta sin sonar tan directa. ¿Pero qué otra manera hay para hacerla? Presiono suavemente su hombro—. ¿Por qué te llaman Alfa?
Y su respuesta salió sin dudar.
—Es la manera en que llaman a su líder—contesta sin poder interés, mirando a un lado.
—¿Líder de qué?—insisto. Busco en su mirada un poco de verdad, guardando un suspiro cuando veo como su mandíbula se endurece.
No está en su naturaleza ser el segundo, mucho menos dar pie a qué alguien te rete o intimide, pero en aquel momento, en este momento, no ví dudar. Solo por un segundo. Lo que fue suficiente. Sujeto su mentón.
—Dijiste que responderás todas mis preguntas—mi mano sube un poco más, presionando sus mejillas.
Olvidé a las personas a nuestro al rededor cuando el negó con la cabeza de forma sutil, deshaciendo mi agarre.
—No, yo te dije que hablaríamos—aclara. ¿Entonces qué demonios hago aquí? Muevo hacía atrás mi cadera, marcando otros centímetros de distancia—. Pero ya que estamos aquí, creo que es mi turno.
Lame sus labios, robando mi concentración. Las orillas de sus labios quedan levemente elevadas, otorgandole el comienzo de una sonrisa divertida.
—Si pudieras ir a cualquier lugar, ¿a dónde irías?—su pregunta me deja confundida, no creí que preguntaría algo tan tonto.
—Al epíreo.
—A tu propio paraíso—muerdo mi labio inferior, conteniendo una sonrisa al saber que entendió—. ¿Dónde sería?
No lo proceso por completo cuando la respuesta sale por si sola, natural.
—Bélgica
—Es un lugar agradable, tienen de los mejores edificios renacentistas que podrías ver.
Fuera de generarme empatía, sus palabras quedaron flotando sin importancia. Es algo extraño como funcionan las conexiones en su especie, tan espontáneas y consumidoras. Y es todavía más complicado para mí el tener que soportar con un debate entre mi cabeza y lo que mi órgano más grande llora. Siendo confuso el acelerado desarrollo de sentimientos de un día para otro sin la necesidad de llevar una relación normal.
Así que no culpo a mi cuerpo de los malestares y aturdimiento con los que lucha para no caer en sus manos.
Reaccionando a las vibraciones de el suyo. ¿Eso en verdad es posible?
Jadeé en un suspiro cuando sus grandes manos presionaron mi cintura.
De entre los susurros y los pasos delicados unos sobresaliendo, haciendo acto de presencia con una velocidad impresionante.
—Alfa—la errática respiración de un hombre se suelta. Giro mi cabeza para verlo, observando pequeñas gotas de sudor sobre su frente arrugada, ojos redondos almendrados y parte de su rostro oculto por una frondosa barba castaña con algunas canas—. Alerta en la sección superior al noroeste de la frontera—escupe apresurado—, asumimos que son Kibliks.
Al escucharlo nombrar a los Kibliks frunzo el entrecejo aparentemente confundida. Maquinando rápidamente una pregunta apropiada para no desatar malentendidos. Los brazos de Elijah caen a sus costados, sin cambiar su expresión neutral.
Ambos parecen hablarse con la mirada, pues, el hombre barbón se va con la misma rapidez con la que llegó.
—Necesito que te quedes adentro—pidió sin rodeos—, surgió algo y no se cuánto tardaré.
—¿Qué ocurre?—pregunto, dando un paso atrás.
Me gustaría decir que lo supe apenas analicé sus ojos, o algo así, pero en cambio, su rostro era una completa tumba, volviendo a demostrar la faceta con la que lo ví al llegar.
Guardó un corto silencio, pues, sin darme respuesta se alejo, atravesando un camino que las personas en el lugar se molestaron en hacerle.
Tomando a los nombrados Kibliks de las palabras del barbón, puedo decir que ese es un nombre bastante insípido para un grupo de brujas y vampiros unidos por varias causas, o mejor dicho, obligados a unirse. Lo poco que pude rescatar del bajo mundo de su existencia es apenas algo para conocer su historia.
Ellos son los cazadores del nuevo mundo. Atacando pequeños asentamientos de seres mágicos, empezando por los más débiles, luego por guerreros, atacando a los más allegados al líder, hasta consumir todo.
Además de su antigua rivalidad a muerte con los licántropos.
Ignorando las miradas paso la mano por mi cabello, ansiosa.
Hay que ir.
Me lleva el diablo que sí.
La ausencia de Elijah no perturba la noche, no para ellos que continúan con radiantes sonrisas y movimientos agraciados. Así que no creo que la mía sea notable. Atravieso la sala minutos después, acercándome a la puerta principal.
—Luna—la voz se un hombre interrumpe mi huida. Giro sobre mis talones, relajando el rostro para suavizar la situación—, ¿se le ofrece algo?.
—a grandes pasos pasa por mi lado, bloqueando la salida. Eleva la barbilla perfectamente afeitada, frunciendo sus ligeras cejas esperando respuesta.
—Saldré a tomar aire—explico con voz suave, ladeando una sonrisa—. Y no soy "Luna", me llamo Lucy.
Asiente y luego niega rápidamente, entre abriendo la boca.
—El Alfa dió indicaciones de que no podía salir sola, bajo ninguna circunstancia, hasta que él llegue.
Ahora es mi turno de asentir, haciendo un pequeño puchero con los labios, aguadando la mirada. Suspirando—Oh, ya veo—muerdo mi labio inferior, cruzado mis manos por delante—, creo que será en otro momento.
Ajusta su chamarra, dejando a la vista un extraño símbolo dorado con detalles verdes. Es como una copa con una flor, con esos colores, en ella unas letras en cursiva que no veo bien. Rasca su nuca, soltando un pesado bufido.
—Pero si quiere puedo salir con ustedes—sugiere, evadiendo la mirada—. Solo serán unos minutos, pero es mejor a nada.
—¿En serio?—ensancho una sonrisa—¡Gracias! No tardaremos mucho.
El hombre, que bien podría ser un guardia, se gira para abrir la puerta, haciéndose a un lado para dejarme pasar. Me abrazo al sentir el frío tocar mi piel desnuda, temblando por los hombros. El sonido de las hojas chocar unas contra otras le da a la noche un ambiente solitario y pacífico. Bajamos los escalones, el llendo por delante y yo a unos pasos de distancia.
—¿Cómo te llamas?
—Ernesto señorita—responde entrecortado. Lo veo casi fundirse en su chamarra. Al parecer no se muy gustoso del frío.
—Es un nombre muy bonito, me recuerda a un vecino que todos los fines de semana hacía parrilladas—rio levemente.
Estiro mis dedos pese al entumecimiento repentino, girando también mis muñecas. Siento el corazón bombear con rapidez cuando veo un montón de largas varas metálicas a la orilla del camino, junto a ellas cajas y tablones de madera. Detengo el paso, mirándolo alejarse.
¿No se supone que ellos tienen un super olfato o algo así?¿No nota la distancia?
Me agacho sin dejar de ver su espalda, por si voltea, tiento la fría vara de metal, usando mis uñas meto mano por debajo de una de ellas, sujetandola. El aire azota con más fuerza cuando me pongo de pie, avanzando entre pequeños brincos y pasos apresurados al hombre.
No lo procese lo suficiente cuando tome todo el impulso que pude con mis manos y levanté mi arma. Creo que el tampoco, pues, giró su cabeza en el momento exacto para darle de llenó en la cara. Con el cuerpo entumecido y la mente nublada volví a dar otro golpe, derribando. La pequeña voz en mi cabeza que normalmente me acompaña desapareció cuando dejé caer otra vez la vara sobre la cara de Ernesto.
Hasta recobrar los sentidos. Nuevamente la vara cayó, solo que ahora al piso a su lado. Mis manos tiemblan exageradamente, mirando mi vestido salpicado de sangre y el cuerpo inmóvil del hombre.
Corre, corre y ve a buscarlos.
Retrocedí aún impacta de mis actos, buscando soporte. El corazón podía verse intentar salir por mi garganta. Tenté la superficie de un árbol, haciendo crujir el suelo, incentivo suficiente para girar y empezar carrera. Empiezo a correr en un destino fijo, el escenario que imaginé en mi cabeza es totalmente diferente. Aparto todas las ramas que puedo con mis brazos, recibiendo rasguños. Los tacones se entierran en el pasto, haciendo más complicado el paso. Al pasar un buen rato dejo de sentir las mejillas, jadeando con fuerza por el dolor en mi abdomen.
Estoy por detenerme cuando veo pequeños destellos de luz, aprieto un el paso, apenas viendo como algunos árboles tienen manchas rojas. Podría ser el término del territorio.
¿Al menos sabes qué harás?
Me detengo entre los árboles marcados, es mejor estar dentro a todavía más expuesta. Limpio las gotas de sudor sobre mi frente, pensando en qué hacer. No puedo quedarme aquí y perder mi oportunidad, pero tampoco exponerme, ¿y si no son ellos?
Pero entre todo, el crujir de las ramas me alerta, tratando de ver más allá de un metro.
—Humana.
Susurra una jocosa voz entre la oscuridad, miro a todos lados, tratando de ubicarla. Su risa burlona y chillona me provoca escalofríos. Es como la de una anciana, pero más jodida.
—¿Qué hace una pequeña humana tan sola?—pregunta sobre mi oído. Tiro un golpe atrás.
—Estoy buscando a tu líder—anuncie sin titubear.
La risa del Kiblik vuelve, más cerca, pero más corta. No conozco su naturaleza, mucho menos como salir bien librada.
—Podría usar tus bellos ojos para un conjuro o ponerlos en un collar—tira de mi cabello—. Tu cabello me gusta, lo cambiaré por el mío.
Solo puedo pensar en una mata gris quebradiza y seca. Paso saliva, calculado el camino de la conversación. La maldita solo juega. Pero yo no.
—Yo no juego, bruja—asumo irrespetuosa su especie, al no escuchar queja, sigo—, puedes llevarme como un miserable pedazo de carne, porque para más no seré útil—confieso a medias—, o puedes tener más, mucho más.
Guarda silencio, no más risa de loca. Tal vez mis problemas se solucionen si ella me toma por demente y me mata se una buena vez.
Es irreal como mi cuerpo reacciona cuando un aullido lejano se hace presente, conmocionando mis nervios. Apesar de eso, solo muevo mis pies y mantengo expresión tranquila.
—Si tu oferta es buena, saldrá.
La espesura del bosque parece hacerce más pequeña, concentrándose entre los huecos a la vista. Miro a los lados, esperando a ver algo.
No me tembló la voz al condenar a la manada.
—Te daré toda esta manada.
El viento que revolvía mi cabello cesó de golpe, callando hasta al más pequeño animal. Miro atrás, buscando la luz que me guío aquí, pero nada. Nuevamente tiran de mi cabello, solo que ahora apartandolo de mi cuello.
—¿Y qué quiere la Luna a cambio de su valiosa información?—sisean sobre mi piel expuesta. Sin saber por qué me hace cerrar los ojos, sintiendo la varonil voz acariciar todo mi cuerpo.
—Que acabes con todo—pido, girando la cabeza a mi lado, como si un hilo me impulsara a hacerlo. Entre abro los ojos, topandome con unos ojos rojizos brillando entre la oscuridad—, con todos.
Un potente aullido vuelve a resonar, más cerca. De esa mancha distinguida se oscuridad empieza a emerger algo, o más bien, alguien. Un hombre. Da el primer paso, llevando con sigo la oscuridad, ¿qué demonios? En un parpadeo la cercanía es casi nada, sosteniendo mi mano.
Reacciona, maldita sea muévete.
Quiero hacerlo... No, realmente no quiero.
—Sellarás un pacto, querida.
Las piernas me tiemblan y dejo de sentir frío. Empiezo a sentirme mareada, perdida. Creo que me sostiene, creo. El mute a nuestro al rededor parece irse, dejando el acelerado golpeteo de alguien acercarse.
—Ya lo creo—balbuceo.
Y sin aviso su cuerpo desaparece, dejándome caer. Parpadeo con pesadez, queriendo enfocar a nueva silueta que aparece. No puedo gritar de frustración cuando veo a una gran bestia negra.
—Mi Luna.
¿Puedes dejar de estar en mi cabeza?
. . .
[ Aquí comienzan los trazos de Lucy y todo el embrollo.
¿Qué les ha parecido? Tengo dudas sobre eso, llevo rato queriendo publicarlo pero no estaba del todo convencida. Díganme en los comentarios que les pareció;).
Ya son más los que leen este intento de historia y espero que les guste tanto como a mi, nos leemos en el siguiente capítulo ♥️. ]
Lin ☁️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro