Jueza: SenioritaRMDeJeon

Había una vez, una chica que no creía en los cuentos de hadas.

Elina no vivía en un reino muy, muy lejano. Tampoco tenía la piel tan blanca como la nieve ni el cabello tan negro como la noche, y mucho menos tan largo como para dejarlo caer por una torre.

Ella no esperaba encerrada en un castillo a que llegara su caballero de brillante armadura, ni se enfrentaba a dragones o a brujas, ni podía romper hechizos con un beso de amor verdadero.

Al contrario, ella tenía la piel bronceada, el cabello castaño por debajo de los hombros, y unos profundos ojos verdes. Era hermosa, pero no lo suficiente como para que un espejo mágico la declarara como la más hermosa de todas. La chica era lista, una estratega con el potencial suficiente para participar en una guerra, y llevar a honor a su familia y a su nación, o abrirse camino por el mundo y cumplir sus sueños. Pero en lugar de eso, Elina estaba atrapada ocho horas diarias, seis días a la semana, en un trabajo que la estaba consumiendo lentamente. Uno en donde había más problemas que soluciones y en donde los mejores días eran los días de pago, y los peores cuando tenía que presentar su declaración de impuestos. Todo por un sueldo que apenas le permitía llegar a fin de mes.

En ocasiones, seguía recordando los cuentos de hadas que su madre le leía cuando era una niña, justo antes de irse a dormir. Pasó años pensando en que si soportaba algún tiempo de trabajo duro y esfuerzo, finalmente su hada madrina aparecería frente a ella con una zapatilla de cristal que cambiaría su vida. Se dió cuenta demasiado tarde de que estaba equivocada.

Elina ya estaba resignada a que nunca habría ningún príncipe que le regalara una biblioteca, que saltara de su barco al océano para enfrentarse a la bruja del mar, o que estuviera dispuesto a pelear contra un dragón, por ella. Porque la vida real era un veneno peligroso para el amor de verdad, mucho más que cualquier manzana o rueca.

Ella era una chica común, en un lugar común, viviendo una vida común, llena de una monotonía asfixiante. Y le aterraba la idea de que su vida no fuera más que un destello destinado al olvido.

Pero una mañana, una ardilla se acercó a ella mientras esperaba en la estación del metro. Elina se convenció de que el pequeño roedor a su lado, solo ansiaba unas migajas del pan que ella solía comer cada día antes de ir al trabajo, para poder aguantar la jornada laboral, y no porque tuviera alguna conexión especial con los animales o algo parecido. Más tarde, un hermoso arcoiris se asomaba desde la ventana de su pequeño despacho, y cuando por fin salió del trabajo, una mariposa de vividos colores anaranjados se detuvo en su manos. Pequeños sucesos que por si solos podrían no haber significado nada, pero que en conjunto parecían de esas señales del universo encargadas de guiar a la protagonista hacia su destino.

El cierre perfecto fue cuando en la noche, desde la ventana de su apartamento, pudo vislumbrar una brillante estrella, que parecía indicarle que había algo más allá del mundo que conocía, y que tal vez, la idea de poder vivir en un cuento de hadas podría no ser tan descabellada.

Ella podía equivocarse e interpretar todas esas señales como algo que no eran. Pero aún con esa posibilidad en mente, a la mañana siguiente hizo sus maletas, tomo los ahorros de toda su vida, presentó su renuncia en su trabajo y tomó un vuelo hacia alguna parte del mundo. Acababa de terminar con todo lo que había construido, pero jamás se sintió más viva.

Esa mañana parecía un día diferente, de aquellos que empiezan con un había una vez, y que esperaba que terminara con un y vivieron felices por siempre.

No sabía que era lo que el futuro tendría para ofrecerle, y era un misterio para todos, incluso hasta para ella misma, pero estaba ansiosa por descubrirlo.

Editorial: BookPromotionO