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Capítulo XLVIII: De rodillas

Chaeyoung podría anotar mentalmente, e incluso en un viejo papel, los mejores momentos de su vida y ese estaría entre ellos. Peleándose codo a codo, quizá, con el primero. Con el mejor.

Sostener a su hija, a su bebé que hacía siete horas atrás había nacido, contra su pecho y sentir la tranquilidad que ella le transmitía, su respiración apenas costosa, y sus dedos empuñados, retenidos bajo su cuello como si de allí no se quisiera separar; era sin duda unos de los momentos favoritos de sus últimos años y de sus últimos meses. De sus últimos días incomparablemente.

Su camisa estaba abierta y su hija resguardada en su pecho, como lo había indicado el médico. Debía traspasarle calor, tranquilidad y ayudarla a mantener un ritmo constante en su respiración. Ella acariciaba su espalda, cubierta por una manta color celeste y la oía dormir.

Chaeyoung se movía de un lado a otro, en un pequeño círculo y casi en silencio para no alterar sus sueños y despertarla. Era la segunda vez que sostenía a un bebé y hasta minutos atrás no tenia idea de cómo hacerlo. Sin embargo, más allá de las órdenes del doctor, apenas tomó a Heejin entre sus brazos, algo en su interior coordinó hacia afuera y lo entendió todo con rapidez.

Y ahora simplemente no quería que la alejaran de ella. Ni siquiera Mina, que no paraba de llamarla y pedirle que se la entregara, un momento si quiera, para poder tenerla unos minutos.

— Chaeyoung —murmuró la rubia y ella simplemente continuó besando la cabeza de su hija. En parte le gustaba oírla refunfuñar y quejarse. Pero en parte aún mayor, le gustaba disfrutar esos segundos de ella y su hija— sabes que soy su otra madre ¿cierto?

— Shhh...vas a despertarla ―estaba de espalda pero podía imaginársela rodar los ojos. Y eso le gustaba. Le gustaba fastidiar a su esposa casi tanto como hacerle el amor.

— Quiero cargarla también.

— Literalmente aún no puedes cargarla. Todavía estás en la cama —bromeó ella observándola por sobre su hombro. Se le había permitido retirar a la recién nacida de su incubadora con la única condición de mantenerla en un solo sitio, caluroso y con ella o Mina para brindarle confort. Así que se dirigió con Minju en brazos hasta el cuarto donde su esposa pasaba las últimas horas antes de ser dada de alta.

— Que graciosa. Eres tan graciosa que estoy riendo en el suelo...que me la traigas, Chaeyoung —Repitió entre dientes.

Esta vez lo hizo. Giró sobre sus talones y rodeó la camilla. Allí, como en el momento del parto, se detuvo en el mismo lugar y pasó uno de sus brazos en toda la espalda de la niña. Sin embargo, cuando quiso alejarla, hizo el intento de despertar mientras se quejaba.

Chaeyoung se mantuvo intacta y, para cuando Heejin volvió a cerrar los ojos y dormir, la retuvo contra su regazo y bajo su cuello. Miró a Mina y pareció no molestarse, porque las observaba con una sonrisa y sus ojos perdidos, maravillados en las dos y su interacción.

— Esto es como mirar mi película favorita. Una y otra vez —murmuró la rubia— te ves encantadora con nuestra hija en brazos —sus mejillas se sonrojaron e intentando quitar el pudor, regresó a su pequeño bailoteo de un pie a otro en su lugar— quién te viera ahora. Dejaste atrás aquello de tus gritos y órdenes y una bebé tiene control sobre ti.

— Mi familia tiene control sobre mí. Ustedes me tienen de rodillas y pareciera que me controlan sin siquiera quererlo. Y ahora que lo pienso, eso es un tanto injusto —Mina rió.

— No me digas.

— Estoy hablando en serio...es como si ustedes me ordenaran ahora y yo los obedeciera sin chistar.

— Eso es bueno, mi amor. Créeme —una media sonrisa se curvó en ella, con obviedad y algo de resignación gustosa. Y siguió luego la línea de mirada de la rubia que, sin apartar el brillo, cuidaba el sueño de Beom-gyu y Olivia en el sillón a un lado de la puerta.

Eran pasadas las 6 a.m y, por mucho que desearon ver a su hermana más de cerca, el sueño los venció antes, cuando Chaeyoung esperaba por Heejin en la sala de neonatos. Ahora dormían al parecer de manera cómoda, Olivia sentada, bien erguida contra el respaldar y su brazo izquierdo sosteniendo su rostro. Beom-gyu estirado, casi sin importarle tener sus dos piernas sobre los muslos de su hermana y sus brazos colgaban, casi rozando el piso.

— Le dolerá el cuello cuando despierte — aseguró la rubia al ver la rara e incómoda posición en la que el niño dormía. Chaeyoung asintió, divertida de solo imaginarlo y que así suceda— ¿por qué no los llevas a casa?

— No querrán irse. Quieren conocer a su hermana aún y no se irán sin hacerlo.

— Estoy segura que si los cargas hasta el auto ni lo notarán ―Chaeyoung negó ligeramente. Su objetivo era llevarse a los tres juntos, a los niños y a Mina para una pequeña sorpresa y un nuevo cambio para todos. Sabía que a Heejin debían dejarla unos días en la clínica, así que luego de hacerlo, regresaría con ella— No hubiese creído nunca que esto pasaría. Así, tan rápido. Ni siquiera nos dio tiempo a planear algo.

— ¿Algo cómo qué?

— No lo sé. Su cuarto ¿quizá? Comprar su cuna, elegir el color adecuado...su ropa.

— Usará ropa muy pequeña —murmuró ella ilusionada, imaginando sus dedos dentro de alguna prenda antes de pagar y llevarla a casa— tendremos tiempo para eso, Mina —zanjó el tema y la rubia asintió, posiblemente imaginándose lo mismo.

Detuvo sus movimientos cuando la niña reinició los de ella. Heejin sacudió apenas sus pies y ella la alejó hasta verle el rostro: su llanto comenzó con esfuerzo y sus ojos se abrieron preocupada.

Chaeyoung tragó saliva nerviosa, con miedo y mirando cada rincón de su hija ¿es qué había hecho algo mal mientras la sostenía y por eso despertó? Quiso regresarla contra su cuello mientras acariciaba su espalda pero sus gritos aumentaron.

Mina rió y finalmente volteó a verla. No veía nada gracioso en esa situación.

— Solo debe tener hambre —dijo la rubia estirando sus brazos dámela.

Y al parecer su esposa tenía razón. Cuando Heejin pegó su boca al pecho de su madre, su llanto se opacó y comenzó a oírse el sonido succionando de su lactancia. Parecía feliz, una sonrisa atravesaba sus labios mientras descansaba ahora entre los brazos de su otra madre. La que más conocía momentáneamente por haber vivido con ella sus primeros meses.

— ¿Lo ves? —continuó Mina— no debes preocuparte por nada, Chaeyoung. Harás siempre todo bien.

Quiso inclinarse y besarla, agradeciéndole de tener esa oportunidad de aprendizaje con ella. Pero otro grito se oyó y esta vez era Olivia, que despertaba a su hermano para conocer a la pequeña. Se prendió la camisa otra vez mientras los oía avanzar y les dio un segundo la espalda hasta terminar.

Los oyó correr y los vió golpearse contra la camilla emocionados, observando con fascinación lo mismo que ella.

— ¿Te duele? —le preguntó Olivia, acariciando la cabeza de Heejin. Mina negó ligeramente, aunque sí, algo de incomodidad sentía― ¿puedo cargarla?

— No, yo quiero cargarla primero —dijo Beom-gyu empujando con su cadera a la castaña.

— Yo llegué antes. Tú estabas dormido.

— Pero yo soy el mayor y soy niño. Tengo más fuerza y la cargaré bien.

— ¡Yo también la cargaré bien!...¡Mamá!—exclamó mirándola y Chaeyoung rodó los ojos. Solo sus hijos podían ser los únicos niños en pelear a plena madrugada.

— ¿Pueden bajar la voz? —les pidió mirándolos seriamente. Mientras discutían, Heejin apretaba sus ojos y movía sus pies y brazos, signo de que el ruido estaba perturbándola aquí dentro no se grita. Estamos en una clínica.

— Él comenzó —susurró Olivia.

— Además, la cargarán ambos ―aseguró Mina, haciendo sonreír ilusionados a los dos— Pero deben esperar a que termine de comer.

Ambos niños asintieron y continuaron con sus ojos en la pequeña hermana que iban a tener que cuidar ahora. Chaeyoung los notó acompasados, ansiosos porque el momento de tenerla entre sus brazos se acercara. Incluso la pierna izquierda de Beom-gyu se agitaba fuertemente contra el piso.

Curvando una sonrisa, ocupó la silla a un lado de la camilla y estiró sus brazos hasta cubrir el abdomen de su esposa. Se recostó allí, para acariciar de manera fantasmal a Heejin y esperar impacientemente como sus otros dos hijos: el turno por volver a cargarla.

Llevaba solo cinco minutos fuera de la clínica, quizá menos. Con su pie en el acelerador y su familia en el auto, esperando porque encendiera, y ya quería regresar al interior.

Le habían dado el alta a Mina e iba a llevarla a casa. Pero su hija estaba aún dentro de una incubadora, acostumbrándose a que allí pasaría los próximos días. Y no quería dejarla sola por mucho que el médico y las enfermeras se comprometieron a ejercer su trabajo.

Ella era su madre y consideraba que no debía despegarse de Heejin por mucho que debiera hacerlo.

— Tengo hambre —le dijo Olivia pateando su asiento― ¿puedes arrancar ya? —le dio una última mirada al edificio y movió la palanca de cambios. Incluso mientras se alejaban del estacionamiento, lo observó por el espejo retrovisor.

— Chaeyoung... Chaeyoung debes estar tranquila —insistió la rubia dejando una mano en su muslo— volveremos en un rato ¿de acuerdo? —agitó la cabeza. Casi caprichosa, cual niña cuando le niegan algo.

— Tú debes descansar, lo dijo el médico.

— Y Beom-gyu se quedará contigo —agregó Olivia— yo regresaré con Tzuyu.

— ¡No! Yo también quiero volver ¡no es justo que solo tú la cargues!

— No podemos dejar a mamá sola. Y por mamá me refiero a Mina ―insistió la pequeña.

— Por mi no deben preocuparse —dijo Mina dedicándoles una mirada— Pueden volver ambos pero —alzó apenas la voz cuando los dos intentaros dar un salto-se ducharán y cambiarán su ropa antes.

— No quiero que te quedes sola, Mina—este tipo de situaciones quizás iban a empezar a presentarse. Sonaba algo ridículo, tal vez, para alguien más. Pero en su cabeza no le gustaba cómo se veía el elegir a alguien de su familia y apartarlo un momento, solo para elegir a alguien más y pasar más tiempo con el podría solo pasar unas horas con Heejin y volver a casa por la noche. A dormir contigo agregó con timidez y la rubia le sonrió dulcemente.

— Puedes hacer cómo tú quieras. Además solo será por hoy, hasta que mi cuerpo se recupere.

Asintió, mientras doblada y apretó los labios frente a los murmullos sorprendidos del resto.

Debía doblar muchas cuadras después. Y hacia el lado contrario.

Había entrado a otro vecindario, con las calles más anchas, más espaciosas que el barrio dónde ella vivió desde su independencia y dónde había pasado los últimos días con su familia.

Y esa era la pequeña sorpresa que tenía preparada para ellos. Hubiese deseado que Heejin estuviese allí, por mucho que no entendiera lo que iba a pasar o lo nuevo que la rodearía. Porque el momento hubiese sido más especial, más íntimo y perfecto si la pequeña hubiese ingresado a su lado, en los brazos de Mina.

Descendió la velocidad y se detuvo finalmente frente a una casa. Grande, se distinguía con claridad los dos pisos que la formaban y estaba ubicada de lado izquierdo, con un gran patio frontal y con solo unas pocas casas vecinas.

Parecía tranquilo. Un lugar en que no se oían los ladridos de perros ni gritos ajenos. Llevaban algún tiempo hablando del tema con Mina, de conseguir otra casa y mudarse de su antiguo departamento. Y ella lo había estado haciendo, tranquila y a su tiempo y en realidad estuvo a punto de adquirir otra. Pero tras el adelanto de Heejin, una cercana a la clínica era lo ideal.

Se echó contra su asiento y se quitó el cinturón de seguridad. Volteó a verlos y Sana miraba hacia todos lados, intentando entender y no saltar de emoción si una de esas viviendas estéticamente adineradas era suya ahora.

Olivia pareció distinguirla, porque su rostro estaba pegado a la ventanilla y en dirección a ella. A esa casa de un color similar a su piel, algo amarillenta y con un costoso césped a sus costados y en una pequeña porción adelante también, marcando el camino hasta la puerta.

— Es esa ¿cierto? —preguntó golpeando con su dedo el cristal. Chaeyoung asintió, orgullosa y satisfecha de sus gestos-carajo, Chaeyoung. Es un maldito palacio.

— Ni lo digas. Es hermosa, Chaeyoung no... ¡Olivia, el vocabulario! —se auto detuvo Mina antes de quitarse el cinturón. Pero los niños ya habían abandonado el coche y corrían hacia la entrada no era necesario que lo hicieras.

— ¿Y por qué no? Llevo años ahorrando dinero. Y sabes que hablo de una cantidad grande...si no lo gasto para ustedes entonces nunca se gastará. Quiero compartírselo... ¿te gusta? —Mina asintió, por supuesto que le gustaba. Cualquiera que la viera, quedaría encantado con esa residencia.

— Me encanta —se estiró hasta ella y la rubia rodeó su rostro. Sus manos cálidas, su boca sobre la de ella y observándolos, esperando porque ella avanzara y los reclamara en un beso.

Se inclinó apenas y lo hizo. Sabía que la rubia aún estaba algo agotada y no quería hacerla perder tiempo. Con una mano en su cintura, intensificó el contacto como nunca podía negarlo sin importar el lugar dónde estuviesen.

El sonido característico de sus bocas al chocar, su cabeza moviéndose en dominio y la de Mina respondiendo y el calor que subía desde su interior hasta sus mejillas, eran otros de los mejores momentos que podría anotar al lado de cargar a Heejin. Ni una línea más arriba ni una línea más abajo. Al lado, una con otra.

— ¿Tienes las llaves? —con su boca abierta sobre la de su esposa, Chaeyoung se alejó apenas y volteó a su ventanilla. Una insistente Olivia movía la palma de su mano esperando por lo pedido.

— Enseguida vamos ¿pueden dejar su ansiedad solo dos minutos?

— ¿Y pueden ustedes dejar de besarse todo el tiempo? No seríamos ansiosos si ustedes dejaran de hacerlo ¡vamos, muévanse!

Rodó los ojos y le dejó un último beso a Mina. Se bajó y rodeó el coche para ayudarla a hacerlo. Con sus dedos entrelazados, caminaron hasta la puerta, donde sus hijos peleaban por entrar primero y seguramente para escoger la habitación más grande.

— No van a entrar si no se calman —les advirtió al ver unos empujones entre ellos— además hay un cuarto para cada uno que yo misma elegí.

— ¿Qué? —se quejaron ambos en un grito— no puedes escoger mi cuarto —agregó Olivia.

— Ni el mío —La apoyó Beom-gyu.

— Pues que pena, porque ya lo hice —quitó las llaves de su pantalón y abrió. Les cedió el paso y ambos corrieron escaleras arriba.

Ella en cambio rodeó la cintura de su esposa y caminó a su lado, cerrando tras ellas e intentando guiarla al sillón.

— No quiero sentarme —La contradijo la rubia— ¿por qué no me muestras lo que has comprado? —sus mejillas se tornaron rojas y sin saber la razón. Pero apretó más el agarre con Mina y, tratando de mantener un ritmo lento y seguro, subió el primer escalón, siguiendo los pasos de sus hijos.

— Tiene una piscina. Oh, mierda, es la piscina más grande que vi en mi jodida vida... ¡tiene una piscina! —ellas apenas estaban llegando al ultimo cuarto, al final del pasillo, cuando oyeron los gritos de Mina.

Tras ingresar, la descubrieron con ambas manos sobre una pared de cristal, observando hacia el patio trasero la gran piscina que tanto alardeaba.

— ¿Y por qué este cuarto no tiene una cama? Quiero que este sea mi cuarto.

— No —Fue la simple y corta respuesta de Chaeyoung mientras veía a Mina caminar dentro de el& tú ya tienes el tuyo. Jihoon el de él y este veremos con Mina más tarde en que lo podemos ocupar —Mina alzó los hombros, desinteresada mientras caminaba hacia ella.

— Aquí lo importante es que hay piscina —pasó a su lado y Chaeyoung rió. Ladeó apenas la puerta y llegó a la rubia, que ocupaba el lugar de Olivia segundos atrás.

— ¿Qué sucede? —preguntó abrazándola.

— ¿No crees que es un tanto peligrosa? La piscina. Es grande y al parecer bastante honda.

— Está cubierta y vacía ahora, Mina. No la usarán hasta el verano.

— ¿Qué tan seguro es lo que la cubre?

— Muy. Lo probé yo misma lanzándome y aquí estoy.

— Uhm ¿estás segura?—Chaeyoung hundió el rostro en su cuello.

— ¿Estás diciéndome mentirosa? —La besó. Jugueteó de manera infantil con besos en todo su cuello y la oyó reír. Tomó las manos de Mina, mientras continuaba en su burbuja de diversión y las separó, elevándola hasta dejarlas sobre esa pared transparente. Se pegó a su espalda y mordisqueó su oreja, liberándole un suspiro que pretendió ignorar— Podría ser nuestro cuartito de amor —susurró bajando con más besos.

— ¿Cuartito de amor?

— Ajá...las paredes son a prueba de sonidos. Aquí podrías gritar todo el tiempo mientras te tomo —la oyó jadear y sonrió victoriosa. Entrelazó una de sus manos y la otra la bajó por todo su torso, sus pechos y llegó a su pantalón deportivo. Sin problemas, sus dedos se deslizaron en el interior y Mina se golpeó contra ella, cuando apretó su clítoris y se encorvó gimiendo— Sí, será nuestro cuartito de amor.

La giró y atrapó su boca. Le rodeó la cadera, con posesión y los brazos de Mina pasaron tras su cuello, con el mismo objetivo. Era como una guerra por dejar el dominio en claro, el orden predispuesto y la pertenencia hacia la otra.

Era como esa sensación de felicidad que solo se puede vivir una vez.

— Quiero ducharme —se separó la rubia, con un poco de sudor en su frente. Chaeyoung llevó el pulgar a su mejilla y la acarició, sonriéndole mientras asentía— ¿puedes ayudarme?

— Claro que sí, mi amor. Ahora y cuando quieras —tomó su mano y la guió fuera de la habitación, cerrando y caminando a la otra punta del pasillo. Allí, el cuarto que compartirían, esperaba por Mina, para que lo conociera.

Todo era violeta, cálido, casi claro y se miraba hasta clásico. Una habitación grande, con una cama en el centro, muebles, una televisión y Mina no pudo evitar caminar directo a una de las paredes: una cuna se detenía contra ella. Blanca, baja y con algunos osos de felpas de distintos colores.

Hasta un cojín en forma de corazón, con una pequeña declaración de amor en dos palabras, llevaba al pie la inicial de su nombre.

— Ese es para ti —le dijo Chaeyoung cuando lo tomó— Bueno, en realidad...todo lo mío es para ti.

Mina volteó, observándola acercarse y se alejó justo cuando quiso abrazarla. A un costado, con la mirada sorprendida de su esposa, se cruzó de brazos y alzó una ceja.

— Es bueno escuchar eso porque...tengo una pequeña duda sobre algo que te pertenece y quiero que me aclares —Chaeyoung frunció el ceño. No podían tener dudas sobre la otra, no ahora que todo marchaba bien, perfecto y no había nada que pudiese obstruirlo.

— ¿De qué hablas?

— ¿Has traído las cajas de la mudanza? —negó ligeramente. Iba a hacerlo días después, incluso cuando Heejin ya estuviese en casa porque la nueva adquirida tenía suficiente muebles como para regresar los antiguos. Mina sonrió misteriosamente.

— Genial, cuando las traigas, me avisas que debo mostrarte algo. Algo sobre lo que debes responderme.

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