Estados Unidos, 1939 (Parte 1)
—Estúpido, las cosas que dices me parecen estúpidas — le decía con voz enojada, no importaba cuánto intentara hacerle ver a su hermano lo que investigaba, siempre terminaba de la misma forma.
—No lo es — decía mostrando la libreta — Nuestra bisabuela creía en esto, dejó en esta libreta toda la investigación que logró realizar en su poco tiempo de vida, creo que deberíamos
—A mí no me metas en estas cosas — repuso yéndose de ahí, cerró la puerta con enfado al salir.
El joven Kong, se quedó un rato mirando la puerta, odiaba cuando su hermano gemelo se portaba así, realmente quería que escuchara porque cuando leyó todo lo que su antepasado dejó, supo que lo que sentía tenía una explicación.
Por años había estado un limbo, porque él no veía a su hermano Kang con ojos de fraternidad, si no como algo. Estaba enamorado de su propio gemelo y eso no estaba bien. Sin embargo, al leer lo que relataba Mirai, su bisabuela que fue geisha muchos años atrás, tuvo la sospecha de que estaba sucediendo de nuevo...
Si tan sólo su hermano mostrara algún interés por él y no solamente ese odio que le demostraba cada que podía.
¿Por qué Kang lo odiaba? ¿Por qué lo evitaba de esa forma? No lo sabía, posiblemente él era el único que tenía esos extraños sentimientos, que no sabía por qué tenía si no recibía afecto alguno de su parte.
Suspiró, al menos él sí haría caso de lo que había pedido su bisabuela.
***
Los años volaron, cada quien tomó su rumbo y cuando se vino a dar cuenta, se encontraba en un frío museo al otro lado del mundo, en América, Nueva York.
—Nos honra tener a tan gran historiador de China en nuestro museo — le decía el director del museo, el señor Rooselvet — Mi abuelo fue uno de los fundadores, pero le presentaré a otro compañero suyo — le encaminó por todo el pasillo, sus ojos iban de un lado a otro viendo cada pieza que exhibían, toda la historia de esa parte del mundo estaba ahí — Aquí está, señor Zhang, déjeme presentarle a nuestro nuevo colega, el historiador Dao
El joven chino se encontró con un rostro que extrañamente le hacía eco en su memoria, como si no fuera la primera vez que se veían.
—Un placer conocerlo, señor Dao — le tendió la mano, lo miró dudoso por algunos segundos hasta que la estrechó.
—Yo los dejo, estoy seguro que usted es el indicado para enseñarle el museo — el señor Rooselvet se fue de ahí dejándolos a solas.
—Usted, se me hace algo conocido — fue lo primero que se atrevió a decirle, el chino ladeó la cabeza.
—¿En serio? Yo siento lo mismo — y sonrió mostrando sus hoyuelos — Déjeme darle un recorrido por el museo, quizá así refresca su memoria
Aceptó en silencio y le siguió mirando su espalda, sintiendo que realmente lo había visto en otro lugar, sólo que no encontraba en dónde.
—Lo primero del museo es la parte de la prehistoria — le dijo de repente fungiendo de guía — El museo recientemente tuvo una nueva adquisición, encontramos los restos de dos cavernícolas en un río, creemos que se murieron en una pelea — señaló la vitrina en la que se encontraban un par de huesos.
Los ojos de Kong miraban aquello y sentía que algo se movía en su interior.
—Luego está Egipto, siento una fascinación por el faraón Ptolomeo XIII, quien fue esposo de Cleopatra — su cabeza daba vueltas al ver aquellos adornos brillantes, el oro resplandecía en sus pupilas y sentía que todo se difuminaba. Caminaba como mera cosa de instinto y escuchaba todo lo que le decía — Los vikingos y los caballeros que peleaban en justas... ¿nunca le ha gustado?
Asintió mientras veía en los dos lados del cuarto diferentes armaduras, parecía caer en un encantamiento.
—Esto nos llegó recientemente, unas cuantas cosas de México, pero lo más asombroso fue este pergamino rescatado de un cadáver en Puebla — le señaló el retrato hecho a una mujer indígena de la época y abrió enormemente los ojos al ver lo muy parecida que era a su hermano Kang — Sigamos con el recorrido — le llamó para que se despegara de la vitrina en donde el retrato era expuesto — Tenemos algunos cuadros de las primeras presentaciones de Romeo y Julieta — pasaron junto a las pinturas, vio dos rostros que le eran más que conocidos y a Shakespeare, siempre gustó de sus obras, sentía cierta familiaridad con ese personaje, como si hubiese sido su amigo — Oh, más retratos, de la realeza francesa, supongo que conoce a María Antonieta...es una lástima que todos sus descendientes hayan muerto — ahí colgado en la pared se encontraba el retrato de un adorable niño de cabellos rubios.
No sentía parecerse a él, pero había algo en los ojos pintados al óleo que le hipnotizaban, susurrando algo en su alma.
—Ah...Japón, ¿no tendrá ascendencia nipona? Yo tenía un tatarabuelo que era de ahí...gustaba de ver a las geishas — alzó la vista para toparse con los ojos del hombre que le había dado ese extraño recorrido y lo supo.
"Un hombre se apareció delante de mí y me contó la historia de los Dioses, sobre nuestra maldición. No volví a verlo jamás, pero recuerdo sus suaves hoyuelos"
—Usted...usted es — no podía articular aquello, eran meras historias que su ancestro escribió vagamente.
—Sí, Dao Kong, yo soy ese hombre que años atrás visitó a Mirai, tu bisabuela — le dijo mirando hacia donde estaba un kimono exhibido.
—Pero, eso fue hace años, ¿cómo es posible que tu cuerpo siga joven? — Preguntó con cautela, estaba alucinado de verlo, no creía que fuera posible.
—Porque este no es mi cuerpo, es prestado — respondió bajando la vista — sígueme — se encaminó hacia otro cuarto, le siguió de cerca queriendo escuchar su explicación.
Al cuarto que entraron, era de historia griega, figuras representando a los dioses griegos en mármol se extendían por la habitación y varias armaduras también.
—Mucho se ha hablado sobre nosotros, sobre los dioses, pero muchas cosas se han inventado a lo largo de los años — el señor Zhang posó su mano sobre una estatua — Nos denominamos Inmortalis, seres que no envejecemos y que vivimos siempre en diferentes mundos y tiempos. En esta época me llamaron Chronos...dios del tiempo, sin embargo, aquello no me define completamente, todos los Inmortalis viajamos en diferentes épocas y realidades. Yo no tengo un cuerpo real, así que tomo prestado alguno a mis vástagos, la familia Zhang ha sido mi linaje más destacado y por ello tomo sus cuerpos prestados en algunas ocasiones
—Entonces, el señor Zhang no sabe que está usando su cuerpo — él negó con la cabeza y luego pasó sus dedos por el fino mármol, caminó más hacia otra estatua.
—Hefesto, así le llamaron a él en Grecia...él es el dios que se enojó en la historia que le conté a Mirai — declaró mirando a la estatua sin vida.
Kong recordó la historia a la que se refería, según eso, era el dios que maldecía a cualquier pareja que se cruzase en su camino.
—Lamento que las cosas hayan terminado así, cuando vi a Mirai y a Kaori en esa casa de té, lo supe...que estaban malditas por él, intenté solucionarlo, pero sin el amuleto que creé años atrás cuando mi fuerza era respaldada por las oraciones de los creyentes, nada pude hacer — se acercó al joven que le escuchaba atentamente — Pero, esta vez podré ayudarte a encontrar ese amuleto
Bajó la vista, todo eso significaba que...Entonces todo comenzó a cuadrar en su cabeza, cada época que vio en el museo, era una vida que había tenido años atrás. Él había sido Mirai y Kaito...su hermano.
—Imposible...nosotros somos...hermanos — le dijo en un susurró conteniendo las lágrimas, el señor Zhang le tomó de los hombros.
—Pero, tú lo ves diferente, ¿verdad? Ante tus ojos no es igual a ti, tiene otro aspecto físico y por eso te ha extrañado que sean gemelos, es porque están destinados, se han reencontrado tantas veces y han muerto otras más...Lo único que lograron tus ancestros al tener un hijo en esa época, fue unir más sus destinos, pero esa no es la solución
—¡¿Entonces cuál es?! ¡¿O acaso tenemos que morir nuevamente?! — Gritó desesperado — ¡Dime cómo encontrar ese amuleto!
—Un acto de amor verdadero lo atraerá a ti, ya les dije — Kong se quedó callado, ¿qué significaba eso?
—¿Acaso morir tantas veces por el otro no lo ha sido? — él negó ante su pregunta.
—Si crees que morir por alguien es amor verdadero, todo este tiempo has estado mal...vivir por alguien en cambio sí lo es — frunció el ceño, realmente no comprendía lo que le estaba diciendo — Mirai atrajo el amuleto un poco, estoy seguro que sólo se necesita un poco más para lograrlo, lo que debemos hacer es ir por tu hermano
—Él...no quiere verme, se ha enlistado al ejército y no lo he vuelto a ver — su rostro se ensombreció al decir aquello y el señor Zhang lo notó, sólo que un dato se le vino a la cabeza.
—¿En qué año estamos? — Preguntó de repente sacándolo de ese estado, ahora parecía realmente preocupado por algo.
—Es 1939 — abrió los ojos enormemente.
—Oh no — murmuró sabiendo lo que se avecinaba — Debemos darnos prisa y regresar a China
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