Sospechas
Volví con Penny, y me quedé esperando en el vestíbulo hasta que los chicos volvieran.
Le comenté a Penny la invitación que me había hecho Ryan al café, así como le comenté los motivos por los que les dije que no.
A pesar de que ella fuera muy relajada y graciosa, ella comprendía esas situaciones. Me había contado varias anécdotas de ella, que tuvo problemas en la universidad con sus amigos debido a esos tipos de dilemas.
Con lo poco que le dije me comprendió al instante. Me contó otra de sus historias, pero esta fue de cuando empezó a estudiar en la universidad. Que al ser la nueva estaba muy sola, y que si no quería pasársela en el almuerzo con el aire como su única compañía ella tenía que hacer algo. Y cuando un grupo de amigos la quiso integrar a ella, aceptó sin dudarlo.
Por desgracia la aceptaron, pero no porque les cayera bien, sino todo lo contrario. La despreciaban por los pinches motivos que son sacados del culo que no tienen ni una base para sentir ese desprecio, y querían burlarse de ella y hacerla ver como alguien que jamás quedaría con un grupo como el de ellos.
Me dijo que habían puesto adentro de su taquilla una bolsa repleta de canela y chile a pocos centímetros de estallar por una aguja que habían colocado junto al explosivo. Y cuando abrió su taquilla, la internaron en el hospital durante dos semanas, examinándola para verificar que sus ojos no hubieran sufrido daño permanente.
A los bromistas los suspendieron definitivamente de la escuela, y los padres de cada estudiante que participó en la broma lo pagaron caro, siendo internados cada uno en diferentes reclusorios juveniles (y creo que me había dicho que el mayor, al colegio militar).
Su historia me hizo pensar en las diferentes intenciones que podían tener ellos conmigo. No parecía que fueran de esa clase de sujetos, sobre todo Ryan. Pero nunca está por demás el tener si quiera unos cuantos límites.
Después de su historia, me puse a reflexionar quién de ellos podía ser el más sospechoso para ejecutar un plan contra mí. La respuesta no tardó nada en llegar. Christie, tendría que ser Christie.
Mis sospechas de ella podían ser muy precipitadas pues solamente la he visto dos veces, pero de todos ella era la que más desprecio mostraba por mi presencia.
Siendo honesta, yo quiero ser su amiga, pero dudo que llegue el momento en el que las dos estemos siquiera en la misma sintonía.
Todos estaban volviendo e iban cruzando la puerta. Su tiempo de almuerzo fue más corto de lo que pensé, o tal vez lo digo porque el pensar en ellos me hizo perder la noción del tiempo.
En fin. Cuando todos volvían, llevaban una donut en la mano, un vaso de café blanco con una tapa plástica verde con borde café, o un panqué de chocolate o vainilla entre las manos. Todos llevaban algo, excepto Christie.
Tal vez no tomaba café, o era alérgica a alguno de los ingredientes de las donuts o panqués. No sabía el motivo por el cual ella no llevaba nada, pero aún sabía que ella sentía un inexplicable desprecio hacia mí.
Luego de que todos entraran, salí del vestíbulo y empecé a acompañarlos. Y mientras iba caminando entre Blake y Max, volví hacia Christie, que estaba hasta atrás de todos ellos. Cuando su mirada encontró la mía, los rayos del sol chocaron con sus lentes estilo hipster bloqueando de mi vista la implícita mirada de recelo que chocaba con la mía.
La mirada era sutil, pero yo la percibía con perfecta claridad. Algunos sentirían esas miradas de una forma inquietante y nada más; yo la percibía como una corriente eléctrica que recorría todo mi sistema.
Volví nuevamente hacia el frente. Max me entregó una donut de chocolate con chispas del mismo sabor. Ese fue un gesto muy adorable de su parte, pues esas eran mis favoritas. Y mientras le daba un mordisco a la donut, no podía dejar de pensar que de todos ellos Christie, era mi peor amenaza en el grupo.
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