A varias millas de distancia, Ethan intentaba conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en Katheryn ningún solo segundo del día y se sentía mal por Sam. Ella no merecía que estuviese pensando en otra chica cuando le había prometido estar a su lado e intentaría descartar a Katheryn de su vida, lo cual no se acercaba a la verdad. Seguía amándola. Seguía necesitándola.
Había releído cien veces su último mensaje “Discúlpame” después de la abrupta llamada finalizada a la fuerza.
Vaya estupidez.
Abandonando las fuerzas para poder dormir, se levantó de la cama y descalzo, se deslizó fuera de la habitación en dirección a la cocina para beber un vaso con leche fría. Su estómago le reclamó con un gorjeo la innecesaria urgencia por beber algo tan frío pero no le importó. Bebió medio litro de leche y salió al porche. Donde las luces de sus vecinos estaban apagadas. Y donde solo él había mantenido la única luz encendida en el porche en todo el vecindario.
México le agradaba. La gente era amistosa y sus pieles le enloquecían. Parecían hechos de caramelo, aunque también había personas rubias que eran mexicanos. Había de todo tipo y eso le agradaba. Pero le agradaría más tener a Katheryn a su lado para admirar las bellezas de aquel país. Pero ella se encontraba con Thorsten Staggs y pensar en ello le hervía la sangre.
Cansado, se sentó de golpe en una de las escaleras del porche y se dedicó a observar el cielo estrellado.
Sus ojos verdes esmeraldas le faltaban tener el brillo de antes. El brillo de verla frente a él. El brillo de cuando la abraza, de cuando la besaba. Y cuando la vio por primera vez y supo que por ella estaba dispuesto a dar la vida.
Meneó la cabeza y sonrió con tristeza.
-¿Qué voy a hacer con mi vida?—se preguntó—daría mi inmortalidad con una persona mortal para poder envejecer y morir. Estoy estancado.
Recordó haber visto las cuatro películas de Crepúsculo y al fin logró entender la desesperación de una de las mujeres vampiro, de una tal Rosalie que le tenía envidia a la boba de Bella por ser mortal. Él estuvo de acuerdo con ella: Estaban estancados sin poder envejecer y de no poder tener hijos y mucho menos nietos a quién consentir.
Aunque lo de los hijos era una pregunta incógnita. Jamás lo había intentado.
Había tenido relaciones sexuales con Sam desde que le prometió volver a quererla pero procuró usar protección. Pero cuando estuvo con Katheryn, le valió un cuerno usar protección y al parecer ella no quedó embarazada.
Eso no aclaraba nada pero daba que pensar.
Los Elegidos estaban malditos por miles de maldiciones. No se hubiera sorprendido que en las noches pudieran convertirse en un animal, tipo chupa cabras deseosos de sangre. Se rió ante semejante tontería. En México, esa leyenda o mito era muy popular.
Media hora después, comenzó a cabecear sobre sus hombros y volvió dentro.
Se durmió al instante que tocó la almohada y al sentir los cálidos brazos de Sam sobre su pecho. Al menos aquel gesto, le agradaba.
***
Thorsten y Katheryn regresaron a Transilvania por sus cosas. Prepararon una minúscula maletita con ropa para una semana. Él le había dicho que el lugar al que irían era caluroso y que no necesitaba llevar nada abrigador, solo una sudadera por si acaso. Le hizo caso y aguardó en la puerta doble hoja a que él bajara de su habitación.
Estaba nerviosa.
Muy nerviosa.
Como su teléfono tenía la batería completa, aprovechó a mandarle un mensaje de texto a Owen, que quizá lo vería más tarde:
Cachetes sonrojados, ¡Buenos días! Dijiste que me llamarías hace dos semanas y no lo has hecho. Estoy tentada a borrarte de mis contactos.
Lo envió con una sonrisa lobuna en el rostro. Estaba de muy buen humor que quiso molestar a todos sus amigos.
Comenzó a teclear a lo loco.
Sdajjsakjasdjkfdhjfdjkdfkjdjaksfdkfdhjfjhfdsjsfdkjkdfjhfdsjksfdjfjkjksdlkjsdfhjlklalskdkjfdsjsfdjfdljfsdsgkjfsdljghjgfkjsfjjkffjkfsdjlkdjksfdhfywfuijdaalsakjshjsjkasjsjlksajsdasaksjsalkjsakksaljksadksajkdkjsajsdlkasljkdslkjsadljdljdljkdsljkdsljk.
Apretó el botón de Enviar a todos mis contactos. Buscó enseguida el número de Ethan y lo descartó de la lista. Se los envió a todos, menos a él, por supuesto.
Aun no estaban en términos de amistad y eso podría confundirlo y empeorar las cosas con Thorsten.
Volvió a sonreír cuando fue enviado. Se imaginó el rostro de Heidi contraído de perplejidad al ver el texto y el de Luke con las cejas levantadas hasta casi el nacimiento de su pelo. A Owen con su lunar contraído en una mueca de sorpresa. A Ben con los ojos entornados y mostrándoselo a Brenton y Brenton riéndose al ver que él tenía el mismo mensaje.
Incluso saboreó la carcajada de cada uno de ellos al darse cuenta de su treta.
Thorsten bajó minutos después con una mochila sobre el hombro. Se había cambiado de ropa. Su abrigo había desaparecido de su cuerpo y fue sustituido por una camisa floja con dibujos de flores, muy al estilo Hawái. Traía puesto un pantalón pesquero hasta la pantorrilla y sandalias abiertas, donde mostraba sus perfectos pies bronceados. Incluso sus malditas uñas eran preciosas; bien recortadas y rectas.
-¿Mi atuendo te da alguna idea de a donde quiero llevarte?—le preguntó con sorna. Ella arqueó las cejas.
-¿Hawái, tal vez?—moderó la emoción en su voz. Pero fue inevitable. Él asintió con galantería— ¿Hablas en serio? ¿Hawái?
-Síp. Estoy cansado del frío y de la lluvia—se encogió de hombros—necesito un cambio de paisaje por unos días solamente. Andando.
-Pero yo no tengo ropa adecuada para ir. De hecho toda mi ropa es de frío—se mordió los labios con vergüenza.
-Voy a comprarte ropa necesaria, Honey—avanzó hacia ella—andando.
-Dame un segundo para que suba a mi habitación y…
¡PUM!
Thorsten la cogió de la cintura y la besó con fiereza en los labios, dejándola muda. La besó primero con rudeza y luego con delicadeza y ternura, nada propio de él. Pero eso bastó para que ella quedara embobada y asintiera sin decir una palabra.
-¡Te está gustando besarme!—le riñó con las mejillas rojas a reventar cuando entraron al auto.
Él solo sonrió y se abrochó el cinturón.
-Tus labios fueron creados para ser besados y no solo para verlos moverse cuando peleas conmigo.
-¿Por qué dijiste que habías esperado más 151 años para besarme?
-¿Cuándo dije eso?—se hizo el desentendido.
-Ayer. En mi habitación. Antes de besarme—dijo mecánicamente.
-Ah. Bueno. Quería besarte pero no era prudente hacerlo cuando eras apenas una niña de diez años.
-Me convertiste a los veinte—le recordó.
-Te convertí a los veinte pero desde que tenías diez años te había estado observando en secreto. Te protegí de varios accidentes al igual que tus hermanos. Así que por eso no era prudente besarte a los diez años, ¿o sí? Eras una nenita preciosa y no quería asustarte ni robarte la inocencia del primer beso de tu vida.
Katheryn sintió que algo caliente le recorrió todo el cuerpo. ¡Él la acechaba desde pequeña! No dijo nada, y esperó a qué él hablara.
-Desafortunadamente—prosiguió él, acomodándose en el asiento—presencié tu primer beso a los quince años con ese chico, ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Colton—hizo una mueca al pronunciar su nombre y sacudió la cabeza—quise matarlo por besarte pero no podía. Así que no tuve más remedio que seguir esperando a que tuvieras una edad prudente para poder convertirte.
Katheryn, atónita al escuchar que Thorsten había presenciado su primer beso, palideció.
-¡Estuviste cuando di mi primer beso! ¡Me acosabas!—se sintió desnuda ante él—incluso cuando…
Él gruñó.
-No lo digas o me enfadaré de verdad—le advirtió y ella asintió.
Katheryn habría querido reprocharle que también él estuviera presente cuando hizo el amor con Ethan pero prefirió quedarse callada durante un minuto. En serio que no quería hacerlo enfadar.
-¿Puedo preguntarte algo, pero sin que enloquezcas?—preguntó dos minutos después. Él ya estaba más tranquilo, solo estaba esperando a que ella le dijera si ya podían irse.
-Hazlo.
-¿A qué se refería Ethan ayer cuando dijo que yo le había dicho a la cara que ya no lo quería y que yo te amaba a ti?
Vio que el cuerpo de Thorsten se ponía rígido y apretaba el volante con bastante fuerza, algo en el auto crujió.
-Le hice ver una cosa irreal—admitió con la respiración agitada—dijiste que no querías que él supiera donde estabas en ese momento.
-¿Te hiciste pasar por mí?—alzó la voz con cólera.
-No precisamente.
-¿Por qué lo hiciste? ¡Por qué! ¡No tenías ningún derecho!—le espetó.
-¿Cuántas veces tengo que repetirte que me perteneces?—contraatacó, con toda la calma que pudo reunir.
-¡Eso no es justo! No puedes ir por ahí alejando a las personas que me quieren.
-Era el trato.
-¡Sí! Pero las cosas no funcionan así, ¡No quiero que hagas cosas a mis espaldas y menos en mi nombre!
-¡De acuerdo!—exclamó abrumado— ¡No quiero enfadarme! Realmente no quiero. ¡Cálmate ya!
Ninguno de los dos añadió nada.
¿Quieres ir conmigo a Hawái, si o no?
Azorada, giró el rostro para verlo. Él estaba con la cabeza recargada al respaldo con los ojos cerrados.
¿Tú quieres que te haga compañía en esa playa?
¡Diablos! Por supuesto que sí, Honey. ¡No quiero enojarme! Créeme que es totalmente difícil estar controlándome como lo estoy haciendo.
Pierdes el control por cualquier cosa que hago o digo.
No he perdido el control en Londres.
Espero que así sea estos días en Hawái.
¿Entonces, podemos irnos ya?
No sé que estás esperando, Thor.
**
Owen despertó con cierta rigidez en las articulaciones de los brazos y hombros. Había dormido en mala posición porque Clara tenía un resfriado terrible y se habían dormido acurrucados el uno con el otro, pero él se llevó la peor parte. Dejó a Clara enroscada entre las sabanas y entró al baño.
Echó de menos la presencia de todos en aquel departamento. Echaba de menos las tontas palabras de Katheryn. Clara y él habían invadido su departamento.
Pero bajo la orden de Katheryn.
De regreso a la cama, buscó su teléfono y se sorprendió ver dos mensajes de ella. Arqueó las cejas y abrió el primero.
Soltó una carcajada. ¿Qué ella estaba tentada a eliminarlo de su agenda? ¡Ja! Y sus mejillas no estaban sonrosadas todo el tiempo.
Abrió el segundo y lo primero que pasó por su mente fue que de seguro ella estaba ebria y por accidente se lo envió. Y lo segundo fue que de seguro era alguna nueva locura. Sonrió con demencia y le envió el triple de letras.
Cuando ella lo viera, reiría y quizá ese sería un nuevo código para hablar. Sin embargo, quería verla.
Necesitaba verla y hablar con ella largo y tendido.
Comenzaba a preocuparle que Clara empezara a sospechar sobre él y su manera de no envejecer ni un poquito.
Después de haberle enviado el mensaje tonto, comenzó a redactar otro, pero esta vez normal, con palabras coherentes:
Durante las dos semanas pasadas estuve incomunicado. Clara cogió un resfriado terrible y por poco tuvieron que hospitalizarla. Pero ya está bien, no te preocupes.
Quiero verte en persona, Kath. En serio.
Mensaje enviado.
Estupendo, pensó, ahora, a preparar el desayuno.
**
Como llegaron antes del inicio de clases, aun estaban en vacaciones. Tendrían alrededor de quince días libres en aquel internado antes de iniciar las clases y Jack se sentía maravillado, pero Charlie se sentía aburrido.
Le costaba trabajo hablarle a los demás. En cambio su hermano, ya había hecho diez amigos. Seis de ellos chicos y cuatro chicas. Fantástico.
Y él era el único chico nuevo solo en todo el internado.
Se vio tentado a llamarle a Katheryn para que regresar a recogerlo pero se deshizo de la idea en seguida.
-Tú debes Charlie Levis.
Dijo alguien a sus espaldas, y a juzgar por el tono cantarín y dócil de la voz, supuso que era una chica. No se tomó la molestia de volver el rostro, solo asintió y se encogió de hombros.
-Me llamo Diane Nicholas—sintió su cuerpo muy cerca del suyo. Se había sentado junto a él a una distancia corta.
Pero él no dijo nada. Mantuvo sus ojos casi mieles en el horizonte, donde terminaba la colina y empezaba el océano a varios metros abajo.
-¿Qué haces aquí solo?
-Nada interesante.
-¿Quieres ver algo sorprendente?—sintió que le tocaba la mano pero no se apartó.
-¿Cómo qué?—volvió el rostro hacia la chica y se quedó pasmado. ¿Por qué no la había visto antes? Era hermosa. Su pelo rizado y rojo le hizo ahogar las palabras—perdón por ser tan mal educado—le sonrió con timidez. Sus ojos de Diane eran totalmente grises, muy distintos a los de su hermana y de Dorian. Eran angelicales.
-¡Bah!—dijo ella sonriendo y mostrando una dentadura adornada de brackets rosas— ¿quieres venir o no?
-Por supuesto—alardeó sonrojado.
Diane se levantó de un salto y le extendió la mano. Él la tomó y se puso de pie. Ella apenas le llegaba a la nariz. Era diminuta para él y eso pareció agradarle.
Comenzaron a caminar en dirección a la punta de la colina. El olor a hierba inundó las fosas nasales de los dos.
-¿Qué edad tienes?—Diane le preguntó.
-Tengo once—mintió.
-Oh, tenemos la misma edad—le dio un apretón de manos—es estupendo. Yo también soy nueva.
-¿En serio?—el interés en su voz le avergonzó.
-Bueno, no tanto como tú. Entré en mayo—suspiró riéndose—me sorprendió verte sentado sin hacer nada y heme aquí. Salvándote del aburrimiento.
-No estaba muy aburrido…
Los ojos grises de Diane parpadearon con incredulidad, pero Charlie rompió a reír, dejándola perpleja. Luego, ella acabó esbozando una sonrisa tímida.
Llegando a la orilla, se detuvieron a aspirar el aire impregnado de la brisa del océano a sus pies. Era un atardecer perfecto.
-¿Por cuánto tiempo te quedarás aquí?
-Supongo que hasta tener la mayoría de edad—no estaba seguro pero esperaba que sí. Si Diane estaría hasta esa fecha, él sin duda se quedaría con ella en ese lugar— ¿y tú?
-Me iré a los diecisiete años—le aclaró con algo de tristeza, Charlie parpadeó—quizá antes. No lo sé.
-Sería una lástima que te fueras antes. Perdería a una amiga.
Pero solo había un pequeño problema: Charlie jamás envejecería. Seguiría siendo un pequeño niño de diez años por el resto de su vida. Pero decidió no pensar en eso. No quería pensar en Diane de adolescente.
Lejos de ahí, estaba Jack, sentado entre Kelly y Cadi, formando un círculo de once chicos en total.
Llevaba pocas horas ahí y ya era popular. Él siempre lograba ese tipo de cosas en todos lados al que iba. Y Kelly era la persona más linda de todo el internado, y también Cadi, solo que con menos belleza pero con más ingenio para las bromas para chicos.
-Propongo que esta noche hagamos una acampada en nuestra habitación—dijo Cadi riéndose y componiendo sus aparatos de ortodoncia. Greg, uno de los chicos que formaban el grupo, le ayudó a ponérselos en su lugar, ella sonrió y siguió hablando— ¿Qué dicen? Recuerden que esa es la tradición de nuestro grupo: Darle la bienvenida al nuevo miembro.
-Suena estupendo—agregó Frederick, el miembro más reciente; que había entrado apenas el mes anterior y estaba entusiasmado—quiero revivir lo que pasó el día en el que me dieron la bienvenida.
-¡No se diga más!—chilló Kelly, cogiendo a Jack de la mano—Bennett, hoy será una gran noche en nuestra habitación.
Jack sonrió ampliamente, enviándole un guiño seductor y todos comenzaron a hacer ruiditos típicos: ¡Uyy!
Sonrojada, Kelly ocultó el rostro en su cabello sin soltar la mano de Jack, que se había afianzado a la suya con firmeza.
-¡No se diga más!—dijo Cadi sonriendo, Greg la ayudó a pararse. Todos se pararon enseguida—preparen sus cobijas, cojines y demás. Kelly, Lucy, Candace y yo nos haremos cargo de las demás cosas—dio una palmada—muevan el trasero, chicos.
Jack miró estupefacto a Cadi y su gran personalidad. Se odió por haberla tachado de fea e insignificante. Se sentía el centro de atención de ese grupo.
Apenas lograba diferenciar el nombre de sus nuevos amigos:
Gregory, mejor llamado Greg, era un chico súper alto de piel morena y de hombros anchos que tenía un extraño apego a Cadi, contaba con unas largas pestañas y tupidas cejas negras que contrastaban con sus ojos mieles.
Frederick, era un chico extremadamente pequeño, incluso del mismo tamaño de Charlie. No le llegaba ni si quiera a la ceja. Era muy rubio, apenas podía abrir los ojos cuando el sol estaba sobre su cabeza. Sus ojos eran del color del cielo.
Zac, el más gracioso del grupo por lo que Jack observó. Aunque su sentido del humor no encajaba con su apariencia. Era delgaducho y a la vez musculoso. Su piel estaba bronceada al igual que su cabello. Sus ojos eran extremadamente negros. Y tenía una cicatriz en la barbilla que lo hacia lucir aterrador. Pero no lo era.
Damon, el típico chico metrosexual. Incluso tenía el nombre de uno de los personajes de una saga de libros de vampiros. Incluso se parecía bastante al actor que lo encarnaba en la serie. Solo que tenía los ojos verdes en vez de azules y su voz era muy aguda, parecida a la de Kelly.
Peter, era el gordito del grupo. No tenía ningún cabello en la cabeza porque decía que su cabello era una mierda. Entró al grupo por pura casualidad; ayudó a Kelly cuando esta estaba siendo regañada por la directora y desde ese momento, ella lo metió al grupo y fue aceptado rápidamente por ser su héroe.
Bruce, el famoso ex novio de Kelly. Aunque Jack no le agradaba la idea de hacer amistad con el antiguo chico de la chica que le gustaba pero fue amable con él y viceversa. Por desgracia, Bruce era demasiado atractivo pero al evaluarlo, se percató que entre ellos ya no existía nada, solo amistad y se relajó.
Candace, la chica negra del grupo. Su cabeza llena de rastas la hacia lucir genial, incluso era muy hermosa y sin decir de su agradable sentido del humor. Ella encontraba el ritmo en cualquier parte.
Lucy, la más alta de todas. Tenía la piel pálida y suave. Su cabello era café dándole a chocolate y sus ojos parecían dos avellanas incrustadas en su anguloso rostro. Su defecto era que se sonrojaba bastante.
Cadi, la chica ortodoncia. La poco atractiva del grupo pero de un carisma impresionante. Con solo una mirada te hacia callar o abrir la boca de más. Jack no tuvo que volver a pensar en ignorarla nunca más.
Y por último estaba Kelly. Kelly, la más hermosa de todas. La rubia de ojos azules que parecía haber salido de una fabrica de muñecas perfectas. La de sonrisa amigable y seductora.
Jack apenas podía salir de su asombro de pertenecer ya a ese grandioso grupo.
**
-¿También les envió el mismo mensaje Katheryn?—preguntó Heidi con los ojos pegados a la pantalla de su teléfono mientras todos desayunaban huevos revueltos.
Brenton y Ben asintieron sin abrir la boca.
Luke ni si quiera había visto su teléfono y cuando leyó el mensaje, frunció el ceño y soltó una risotada.
-Creo que Katheryn no tenía nada que hacer—apretó el botón de reenviar el mismo mensaje a ella.
-¿Qué tal si está en peligro y apenas logró escribir eso?—Heidi siempre lograba encontrar el lado malo de las cosas y Luke rodó los ojos con irritación.
-Princesa, por favor.
-¡Pudo haberle pasado algo estando con el bruto de Staggs!—alardeó sobresaltada—voy a marcarle.
-Recuerda que la diferencia de horario es elevada. Piensa que tal vez esté dormida.
-Tonterías, Lucrecio.
Brenton y Ben dejaron de comer y alzaron la vista en Heidi. Jamás le habían escuchado decir el nombre completo de Luke, por más enfadada que estuviera. Y al parecer, él tampoco.
-¿Me dijiste Lucrecio?—preguntó, incrédulo.
-Sí—graznó, marcando el número de su amiga a toda velocidad—voy a llamarle.
Pero el teléfono de Katheryn estaba fuera del área del servicio. Y eso la estresó.
-No contesta.
-Es lógico. Debe estar dormida.
-Su teléfono está fuera del área de servicio.
-Tal vez fue a dar un paseo con Staggs—terció Ben con una sonrisa en los labios pero Heidi lo fulminó con la mirada, y su sonrisa desapareció enseguida—ya, solo era un chiste.
-Un chiste de mal gusto—carraspeó ella.
-Deberías estar tranquila—argumentó Brenton un segundo después con los ojos en blanco—Katheryn está bien. Si de verdad estuviera en peligro, hubiera llamado. Tan solo fue una broma que hizo. Típico de ella.
-Confío en que así sea—dijo por fin, dándose por vencida—pásame las tortillas, por favor, Luke.
***
Llegaron en un segundo a Hawái. Pero Thorsten quiso esperar a que atardeciera para ir al hotel. Estuvieron varias horas en medio de un claro, a la orilla del mar donde no había ninguna persona, solo ellos.
Katheryn se saboreaba del agua fresca que estaba a solo unos centímetros de su piel pero por culpa de él, no logró llevar nada adecuado para nadar.
En cambio, Thorsten se sentó en la arena a admirar la vista del extenso océano que se extendía más allá de su campo visual. Sus pies estaban remojándose en el agua.
-Por tu culpa no tengo ropa para meterme a nadar—se quejó a su espalda. Él sonrió y le hizo señas para que se sentara a su lado. Y lo hizo.
Se sentó junto a él y contemplaron juntos como el sol se ponía. El atardecer de por si era precioso, pero teniéndolo a él a un lado, era como un sueño.
De nuevo Katheryn aprovechó a mirarlo de perfil. Tenía el ceño fruncido por el sol, sus ojos grises parecían casi transparentes por el reflejo sola. Su nariz estaba elevada y aspiraba profundamente sin apartar los ojos de enfrente. Su cicatriz seguía ahí pero menos aterradora. Y sus labios estaban curvados hacia arriba, no sonreía pero tampoco estaba serio. Estaba relajado.
-¿De nuevo observándome?
-Solo un poco. No te emociones—le dijo.
Él sonrió completamente y la miró directamente.
-A la luz del atardecer tu cabello se ve más hermoso que de costumbre.
Dos ráfagas de aire les alborotaron el cabello a los dos. Pero Katheryn sabía que él había creado aquellas ráfagas pero no dijo nada, prefirió sonreírle y recargar la cabeza en su hombro, con los ojos fijos en la puesta de sol.
Cuando el sol apenas era un trocito rojo a lo lejos de donde terminaba el océano, ambos decidieron tele transportarse al estacionamiento del hotel de Hawái. El Jetta quedó llenó de barro cuando avanzó por un estrecho sendero de agua que recorría todo el lugar hasta desembocar al mar.
Thorsten se encontró con un botón del hotel quién alegremente llevó a estacionar el auto a un lugar mejor y llamó a sus colegas para que llevaran su diminuto equipaje a sus habitaciones.
-Por supuesto, señor Staggs—le dijo el botón sonriendo—las llaves de su habitación están justo en la recepción.
Katheryn, con los ojos estrechados, lo observó durante un momento.
-¿Qué?—dijo él sonriendo.
-Estoy segura que esto lo has estado planeado a mis espaldas, ¿o me equivoco?
-Pues algo así. Este viaje lo planeé para mi solo. De hecho tenía en mente dejarte de ver por un tiempo hasta que pudieras aclarar tus ideas con respecto a tu ex prospecto. Pero cambié de idea.
-Vaya. Así que ahora quieres estar alejado de todos pero no de mí… ¡Genial!—dijo con sarcasmo. Él se echó a reír.
Katheryn estaba alegre de que Thorsten comenzaba a sonreír y a reírse a menudo.
Antes verlo hacer alguno de esos gestos era para pedir un deseo.
Y sus mejillas no podrían haberse sonrojado más: a Thorsten le dieron las llaves de una suite matrimonial, ósea para parejas recién casadas. Y Katheryn era llamada señora Staggs.
Pero a él no parecía importarle. Incluso le agradaba oír el “Señora Staggs” cada que los botones los saludaban en los pasillos.
La habitación constaba con una cama King sise, suficientemente amplia para dormir a mil millas de distancia. Pero lo que realmente se le apetecía era nadar y no tenía bañador.
La luna brillaba a través del balcón como diciendo La noche es joven. Métete al agua y olvida todo lo demás.
Y estaba dispuesta a hacerlo. Fuera, en el primer piso, estaba la gigantesca piscina donde personas nadaban felizmente relajadas, algunas estaban en la orilla sentadas en una silla reclinable charlando animadamente. Eran las siete de la noche.
-Quisiera ir a nadar pero no tengo bañador—volvió a quejarse.
Thorsten, que estaba quitándose la camisa floreada y la sustituía por nada, se quedó a medio vestir y la miró.
-¿Quién te dijo que no tienes bañador?
La pregunta pareció no tener sentido. Katheryn arqueó una ceja con indignación.
-Si tuviera bañador, créeme que desde hace mucho tiempo estaría nadando pero no—colocó sus manos en sus caderas.
-Busca en tus cosas—le ordenó con diversión—te espero en la piscina.
Con la boca abierta, lo vio desaparecer en la puerta.
Vaya estúpido.
Estaba loca si iba y buscaba algo que no estaba entre su ropa. Pero por si las moscas se deslizó hacia los pequeños cajones del buró y rebuscó entre sus cosas. Se sorprendió ver seis tipos de bañadores de dos piezas. Todos muy atrevidos. Se mordió el labio inferior al colocárselo sobre la blusa. Le quedaba a la perfección, pero, ¿Cómo había sabido su talla?
Se decidió por el color azul que consistía en amarrar cada uno de los extremos. Se ruborizó al ver su reflejo en un espejo de cuerpo entero. Todo bien, su cuerpo sensual pero su desastrosa cara lo arruinaba. Tenía milenios desde que la última vez se había maquillado, pero, ¿Qué importaba?
Intentó desenredar su cabello con los dedos y echó otro vistazo a su figura.
Thorsten definitivamente era tan diferente a Ethan. Ethan jamás la habría dejado ir de esa manera a la piscina. Estaba segura que la hubiese obligado a bajar con una toga puesta.
Abandonó a Ethan de su mente y salió de la habitación con una toalla enrollada a la cintura.
Le sonrió a uno que otro chico que pasó por su lado. Recorrió los pasillos del hotel con total elegancia hasta que llegó al primer piso, y salió a donde muchas personas nadaban, charlaban y bebían con armonía. Buscó a Thorsten con la mirada y lo encontró no muy lejos, sentado a la orilla de la piscina más grande, donde solo seis personas—sin incluirlo a él—nadaban muy alejados. La mayoría de personas estaban en las piscinas más pequeñas o fuera del agua. Contó alrededor de cincuenta almas distribuidas en total.
Caminó con pasos lentos hacia él. Estaba segura que ya se había percatado de su presencia.
-Ya estoy aquí—le dijo, sentándose a su lado, aun con la toalla alrededor de su cintura. Él se volvió para verla. Sus ojos brillaban de algo que no supo describir. Aun estaba seco y parecía estarla esperando para meterse al agua.
Hasta en ese momento, Katheryn volvió a apreciar su asombroso cuerpo desnudo de la cintura para arriba. Buscó alguna señal de las cicatrices pero no encontró nada más que piel lisa y perfecta.
-¿Te ha gustado los bañadores?—le preguntó sin parpadear.
-¿Cómo supiste mi talla?
-Simple intuición—se encogió de hombros.
-Oh, por supuesto—dijo con ironía—bien, pues me meteré.
Se quitó la toalla y se sumergió en la piscina, donde todo su cuerpo se erizó por lo fría que estaba el agua pero era placentera. Lo vio a través del agua que él la observaba detenidamente. Al salir a la superficie, lo vio a él arrojarse al agua.
Ella se alejó y comenzó a nadar a sus anchas, mientras que él permaneció en la orilla, viéndola.
Katheryn nadó, dio vueltas, e incluso salió y se trepó al trampolín y dio un súper clavado.
Thorsten solamente la veía, sin parpadear y eso la irritó demasiado.
-¿Por qué demonios estás mirándome tanto?—le espetó de mal humor—se supone que debes disfrutar el momento.
-Estoy disfrutando del momento.
-No es verdad. Solo estás ahí, viéndome. Eso no es disfrutar.
-Yo disfruto viéndote.
Se limpió el agua del rostro y lo agarró de los brazos, al principio él se negó pero al final cedió a que ella lo arrastrara hasta el medio de la piscina, donde la luna se reflejaba.
-Yo no disfruto que me veas. Quiero disfrutar nadar contigo.
-¿En serio quieres que nademos de verdad?—el tono de su voz avisaba problemas. Problemas en los que ella deseaba estar involucrada.
-Sí.
-Entonces acompáñame y nadaremos de verdad. Solos tú y yo.
**
Cadi y Kelly organizaron la acampada en su habitación y como ellas eran las únicas que compartían la habitación, fue más fácil. Aunque el problema era que los varones tenían que encontrar la manera de interceptar las puertas del edificio de las chicas antes de que la prefecta pasara a hacer su ronda. Jack se las ingenió para trepar por los muros del edificio, y lo hizo con gracia. Ser inmortal le daba algunas ventajas a su ego. Comenzó a escalar desde la puerta con la ayuda de Greg, quién lo ayudó a llegar a la primera ventana y luego Jack hizo de las suyas para seguir subiendo hasta la quinta ventana, donde se encontraban las chicas.
-Por Dios, ¿has subido desde fuera?—le preguntó Kelly impresionada.
-No fue sencillo pero ya estoy aquí—barrió toda la habitación con los ojos llenos de curiosidad—así que esta es su habitación.
Las otras dos chicas estaban sentadas sobre unos sillones en forma de mano, hablando de cosas de chicas. Mientras que Cadi esperaba a los demás chicos en la puerta.
Kelly se sentó con Jack en una de las camas para poder platicar con él antes de su ceremonia de bienvenida.
-Contigo ahora somos once en el grupo—dijo ella con una sonrisita—a Bruce extrañamente le agradas.
-Es sorprendente. Aunque no entiendo porque “extrañamente” le agrado.
-El odia a cualquier chico que se me acerque, odia a cualquier chico que no sea del grupo.
-Pero ahora soy del grupo.
-Sí, pero cuando te lo presenté aun no lo eras.
Ambos volvieron el rostro hacia Cadi, que estaba rígida y pálida. Tenía los labios apretados y maldecía en voz baja.
-¿Qué pasa, Cadi?—le preguntó Kelly con voz protectora.
Lucy y Candace dejaron de hablar y centraron su atención en Cadi.
-La estúpida prefecta ha cogido por sorpresa a Peter en la puerta del fondo—musitó— ¿Qué vamos a hacer ahora? Él daría la señal para que los demás subieran.
-Tengo una idea—dijo Lucy de repente y se sonrojó enseguida cuando Jack la vio—voy a salir y fingiré un desmayo. Candace puede ir conmigo, Cadi puede ir por Peter y Kelly, podrás dar la señal.
Una idea estupenda.
-¿Y qué hago yo?—preguntó Jack.
-Te quedarás oculto aquí. Mejor si te metes bajo la cama—le explicó Cadi—no correrás ningún peligro. Eres nuevo.
Él le sonrió en complicidad y se ocultó bajo la cama. Oyó el paso de todas y la puerta cerrarse.
A esto se refería él cuando dijo que quería estar con personas de su edad corporal. Quería sentirse un verdadero adolescente. Quería enamorarse aunque sea una vez.
Tyler comenzó a vagar por su mente en ese momento, lo había dejado solo en su habitación y era probable que comenzara a ladrar pero no tenía cabeza para el perro. Solo tenía cabeza para su fiesta de bienvenida en el internado Haventoor.
**
Ella no pudo evitar chillar de emoción. El océano a las siete y media de la noche era perfecto. Thorsten la había llevado caminando hacia la playa privada del hotel, donde podías pasar la noche si querías. Katheryn no quería soltarse de él pero tuvo que hacerlo para arrojarse al agua. Él la siguió y se adentraron en la refrescante agua, que parecía color petróleo en vez de azul.
-Entonces no querías nadar frente a esas personas—le dijo chapoteando. Él le arrojó agua a la cara y comenzó a nadar a mar abierto. Ella lo siguió.
-No me gusta presumir—le oyó decir.
-No, lo que sucede es que te gusta tener privacidad cuando quieres ser tu mismo, ¿no?
-Diste en el clavo—asintió.
-Tu manera de ser me frustra.
-Soy diferente. Eso pasa.
-No. Tú eres Thorsten Staggs, eso pasa.
Él se acercó a ella lo suficiente para tocarla pero no lo hizo, se quedó estático a veinte centímetros de distancia.
Viéndola con el pelo pegado al rostro, se dio cuenta de cuan perfecta era. Sencilla, inteligente y hermosa.
En esos momentos deseó tener un corazón caliente latiendo dentro de su pecho y un alma para poder amarla de verdad.
-¿En qué piensas, Thor?—le tocó la frente, haciéndolo reaccionar.
-El cielo no tiene estrellas y la luna no se ve tan grande como cuando el cielo está estrellado—se apresuró a decir. Vio el cielo en ese instante y estaba en lo cierto—tú eres como la luna, Honey.
-¿Cómo la luna?—ladeó su cabeza con cierta perplejidad.
-Sí—señaló la luna con el dedo—eres igual de brillante cuando estás rodeada de las personas que amas pero te vuelves pequeña y casi sin vida cuando no tienes a nadie a tu lado.
De haber sido de día, él hubiera visto sus mejillas arder de pena.
-¿Y cómo me ves ahora, Thor? ¿Brillante o sin vida?
-¿Te refieres en este momento?
-Sí.
-Te veo grande, preciosa y luminosa.
Ahora recordaba que en el libro de La Vida, él también había empleado palabras similares a las que decía. Él era muy filósofo y algo romántico. Incluso algo poético.
-¿Por qué dices que no puedes amar?—le preguntó de repente.
Él no respondió.
-¿Thorsten?
-No tengo corazón, ya te lo he dicho.
-Puedes tener uno si así tú lo deseas. No es necesario que tengas un corazón verdadero dentro de ti para poder querer a alguien.
-Dices eso porque naciste con uno. Yo nací vacio y así seguiré siempre. Seré un alíen, como dirían los de tu especie, seré un alíen con apariencia humanoide sin un corazón ni alma.
-¿Alguien que no tiene corazón hubiera tenido deseos de besar a un humano así como tu habías estado deseando besarme?
Esa pregunta le cayó de sorpresa.
-No lo sé. Quizá es porque tu belleza es infinita y un jodido ser alienígeno como yo no pudo contenerse.
-Que no seas de este mundo no quiere decir que seas un alíen.
-¿Cómo me llamarías entonces?
-Thorsten Staggs, el dios de trueno y mí creador—dijo con firmeza—y básicamente mi dueño.
Ambos soltaron una carcajada.
-¿Ves porque no puedo apartarte de mi mente? Es por la simple razón de ser como eres.
Katheryn no entendía ni una sola palabra. Ella siempre había sido así, arrogante, pretensiosa, torpe y algo caprichosa.
No entendía que era lo que a Thorsten le llamaba la atención de ella.
Su mente comenzó a pensar en la mera posibilidad si Thorsten le había hablado de la misma manera a otra Elegida diciéndole que era la última y diciéndole que era especial y que ella era una más.
-Oh, por favor—dijo él con la voz endurecida— ¿Crees que estoy jugando contigo?
-Es una posibilidad. Hasta que yo no sepa todo sobre los Elegidos, tendré mis dudas.
-Jamás he besado a ninguna Elegida, solo a ti y a Juno.
Cuando él pronunció el nombre de Juno, Katheryn lo miró bruscamente.
-¿Qué estás diciendo? ¿Besaste a Juno? ¿Por qué?—le gritó, sorprendida de su voz.
-Juno Weber fue mi novia y por eso fue que la convertí en Elegida sin saber exactamente lo que hacía.
-¡Besaste a Juno!—fingió vomitar—no lo puedo creer. Y todavía dices que fue tu novia, ¡Qué horror!
-Oye, era una chica lindísima.
-No me gusta ella. Me cae mal o bueno, me caía mal. Pero ha muerto, ¿no?
Él meneó la cabeza en negación y ella se horrorizó.
-Tranquilízate—dijo enseguida—como Juno fue la primera Elegida, le tocó poderes sorprendentes, creo que todos los poderes que yo poseo y después de que terminé con ella y desaparecí del mapa, comenzó a envenenar las mentes de los otros Elegidos, diciéndoles que por ser la primer Elegida, debían temerle y le creyeron. Yo estuve ausente por un tiempo en Brasil y me odio por haberlo hecho. Ya que ella y Paul, con el tiempo, se encargaron de ir inventando la famosa regla de Los Elegidos deben matarse los unos a los otros. Mientras que yo, todo idiota y estúpido, gozaba del sur de América sin saber lo que ella había hecho. Hasta que hace un año comencé a sentir su presencia y su poder incrementarse. Ahí fue donde yo intervine justo a tiempo de que matara a tu adorado Ethan y acabara con todos ustedes. Ni si quiera podía asimilar que no quedaba ningún maldito Elegido vivo, solo el ciclo de ustedes y me escandalicé. La envié a Escocia, le borré la mente y la hice mortal. Ahora estudia como hija de una familia adinerada. No sabe y tampoco sabrá nunca más que fue Juno Weber. Ahora su nombre es Natalie George.
Procesando la información, Katheryn apenas podía respirar.
-¿Ahora ya puedes estar tranquila?
-¿Quieres decir que, tú tienes el poder absoluto hacer mortal a los Elegidos?
-Sí. Pero no estoy orgulloso de ello.
-Me pregunto si alguna vez piensas hacérmelo a mi y a mis hermanos.
De pronto, sus ojos se entristecieron y suspiró profundamente.
-¿Quieres que te vea morir siendo una anciana?
-Es lo normal en las personas, Thorsten.
-Pues me niego rotundamente a verte envejecer y morir.
-¿En realidad piensas que vivir sin envejecer es vivir? Mírame, Thorsten—le exigió y él obedeció—no puedo llevar una vida tranquila sin tener que preocuparme de mis vecinos o de las personas humanamente normales que conozco. Tengo que abandonar donde vivo para que nadie sospeche de mi anormalidad. ¿Crees que eso es vida? Ahora piensa en mis hermanos. Ellos siempre serán unos niños, ¡Unos niños! Ni si quiera tienen la edad suficiente para besar a una chica.
-Jack tiene la edad suficiente—la interrumpió.
-Sí, pero Charlie no. Es un hombre atrapado en el cuerpo de un niño.
-Escucha—le dijo él a modo de advertencia—no quiero verte morir, Honey. En serio, no quiero.
-Es el ciclo de la vida. Naces, creces y mueres. Así debe ser.
-Tengo el poder suficiente para alterar ese estúpido ciclo vital de la tierra.
-Pero es mi vida de la que estamos hablando.
-Y es porque se trata de tu vida que me niego a dejarte morir.
Ella se alejó nadando a varios metros de distancia pero Thorsten la siguió muy de cerca.
-Quiero hacer un trato contigo—dijo él en un jadeo.
-¿Sobre qué?—le espetó.
-Lo único que puedo ofrecerte es que yo le quite la inmortalidad por un tiempo a tus hermanos. Solo hasta que tengan la edad suficiente de sentirse como verdaderos hombres, después, volverán a ser inmortales, ¿te parece?
Era una idea tentadora.
-Tendría que hablar con ellos al respecto—se mordió el interior de las mejillas.
Pero de inmediato recordó lo que Thorsten le había comentado en la cafetería; sobre un tipo que había entrado a la tierra con el fin de llevárselo de vuelta a Krosper pero no sin antes asesinar a los Elegidos.
-Pero, ¿si no quieres que muera, no moriré de todas maneras cuando ese sujeto que ha venido desde Krosper me encuentre?
-¿Quién te ha dicho que dejaré que te toque un pelo?—graznó molesto, como si en ese momento aquel sujeto se aparecería de la nada en medio del agua.
Katheryn se encogió de hombros, dando por finalizada la conversación con respecto a los Elegidos. Y notó que su piel estaba arrugada y muy parecida al de una pasa. Pero no tenía intención de salir del agua.
-¿Quieres ver un espectáculo?—le preguntó Thorsten cerca de su oreja. Ni si quiera lo había visto acercarse.
-¿Eso incluye relámpagos y rayos?
-No.
-Entonces sí.
Thorsten se sumergió por completo en el agua y tiró de las piernas de Katheryn hacia abajo, ella se sambutió hasta el fondo y él la cogió de la mano. Comenzaron a nadar hasta el mar abierto, se sorprendió no sentir la necesidad de salir a respirar pero estaba segura que Thorsten tenía algo que ver, así que se dejó llevar por él.
Podía ver perfectamente bien debajo del agua gracias al reflejo de la luna. Un sinfín de pececillos corrían por sus vidas cuando ella pasó asustándolos con la mano.
La negrura del agua se fue haciendo cada vez más clara y comprendió que la luna estaba más brillante que minutos atrás. Podía ver absolutamente todo. Los corales, bancos de diminutos peces paseando y una que otra estrella de mar pegada a la arena sin moverse.
Sintió algo raro en el tobillo, era un pedazo de alga que se afianzó a su piel sin querer despegarse. Lanzó una patada y liberó su pie. Siguieron nadando sin necesidad de llevar aire a sus pulmones. Pero el espectáculo apenas comenzaba.
Thorsten se detuvo sin soltarla y le señaló un punto lejano.
Delante de ellos, a unos cuatro metros de distancia, se encontraban aproximadamente cien medusas que brillaban como pequeños faros de luz formando letras.
Parpadeó, leyendo cuidadosamente cada una de las letras hasta que formó la palabra: KATHERYN y un trío de ellas formó un pequeño corazón.
Abrió la boca para gritar pero un hilillo de burbujas salió de ella.
Miró a Thorsten y se dio cuenta que él también estaba mirándola.
Cuando ambos cruzaron sus miradas, el tiempo no supo si detenerse o seguir su curso. Algo en ellos comenzó a florecer. Algo inexplicable.
Salieron a la superficie y Katheryn no le tiempo a Thorsten de reaccionar, cuando ya lo tenía enganchado en sus brazos susurrándole Gracias, es lo más bello que he visto en mi vida.
-Pensé que esos animales no me obedecerían pero me equivoqué. Son sumisos—rió.
-Muchas gracias—repitió una vez más.
-¿Ahora crees que soy estúpido, arrogante e idiota?—la miró por encima del hombro.
-Eres comestible. Eso es lo único que puedo decirte.
-¿Comestible? ¿Debo preocuparme?
-Debes cuidarte de ahora en adelante las mejillas porque son muy comestible. Podría mordértelas en cualquier momento—bromeó.
-Andaré con cuidado entonces—vaciló— ¿quieres regresar ya? Mi piel está arrugada, igual a la de un anciano y no me gusta.
**
Jack tuvo su fiesta de bienvenida como pensó que sería.
Damon se encargó de darle una taza de café con pastillas para dormir a la prefecta y así no escuchara el ruido de la música de la habitación de las chicas. Incluso le dio pastillas para dormir a las dos prefectas del piso superior por cualquier cosa.
Lucy robó con ayuda de Peter, comida del gigantesco refrigerador de la gran cocina y lo subieron a la habitación, donde, todos comenzaron a comer y a poner música. Jack fue el que más lo disfrutó.
Jamás había estado en una reunión como esa y deseó que la noche jamás terminara, más porque se pasó la mayor parte del tiempo hablando con Kelly.
Bruce apenas los miró, ya que estaba demasiado ocupando hablando con Candace que ni si quiera miró a su antigua novia coqueteando con Jack.
Zac robó el vino finísimo de la directora y lo compartió con todos, y al cabo de media hora, todos reían sin parar a causa del poco alcohol ingerido.
Gregory intentaba a toda costa tener la atención de Cadi pero ella apenas le hacia caso. Su atención estaba centrada en Lucy.
Jack sospechó que tal vez a Cadi no le gustaban los hombres, pero decidió no juzgarla.
Y Frederick se la pasó todo el rato danzando graciosamente con Damon al ritmo de la canción que hizo a Justin Bieber saltar a la fama, Baby.
En otro caso, Jack los hubiera golpeado y obligado a cambiar de canción pero vio que a Kelly le gustaba, desistió. Incluso se sorprendió moviendo los pies cuando Bieber decía: Baby, Baby, Baby, Baby. Aunque absolutamente toda la canción dijera lo mismo.
-¿Te gusta Justin?—le preguntó Kelly de repente.
-No mucho. Prefiero sus canciones más recientes.
-A mi no. Prefiero al Bieber de dieciséis que al de veinte—suspiró agobiada—en fin, ¿Crees que estaremos en la misma aula?
-¿Acaso no todos los del grupo estamos en la misma aula?
-No—resopló—Cadi, Lucy, Candace, Bruce, Peter y yo, estamos solamente juntos. Frederick, Greg, Damon y Zac están en un grado más avanzado. Tienen dieciséis años, casi diecisiete.
-Pero, Cadi tiene dieciséis, ¿no?
-Sí, pero ella apenas los cumplió.
-Vaya, espero que estemos juntos. O al menos con ellos.
-Hay muchísimas aulas. Haré changuitos para que estés conmigo—cruzó sus dedos de las manos en forma de cruz y Jack rió.
En el edificio de al lado, Charlie miraba por la ventana el extenso océano que se perdía a la distancia, deseoso de poder ver de nuevo a Diane Nicholas antes de irse a la cama. Sin embargo, estaba molesto. Jack se había escabullido a la habitación de unas chicas y se olvidó completamente de Tyler y él mismo tuvo que ir por él. Su compañero de habitación se asustó al ver al perro junto a su cabeza.
Intentó reñir con Charlie pero él le prometió que no haría nada, que solo sería por esa noche. El chico, de nombre Gilbert, asintió con los ojos inflamados por el sueño. Era dos años mayor que Charlie y parecía tampoco tener amigos.
Mientras acariciaba la parte trasera de las orejas de Tyler, suspiró, cogió su chaqueta y se dirigió a la puerta. El perro lo siguió.
-No puedes venir—le dijo—volveré en un minuto. Lo prometo.
Tyler lo miró fijamente y se sentó frente a él, queriendo dar a entender que lo había entendido.
Charlie sabía que era una locura lo que estaba por hacer, pero aun no habían comenzado las clases, así que no podría ser expulsado solo por ir a visitar a su nueva amiga al edificio de al lado, donde, en alguna habitación, su hermano se encontraba festejando con sus nuevos amigos de cinco horas de conocerlos. Bien por él. Le deseaba suerte, porque algo le decía que su hermano estaría involucrado en serios problemas al comienzo de las clases normales.
A paso torpe, burló al prefecto que vagabundeaba los pasillos y saltó fuera del edificio, en busca de la puerta del otro. Donde no había nadie.
Entró con sigilo y de repente paró en seco. No sabía en que habitación se encontraba. Sintiéndose un estúpido, giró sobre sus talones dispuesto a irse.
-¿Charlie?
Se sorprendió escucharla muy cerca. Volvió la cabeza en todas direcciones.
-Aquí arriba—lo llamó desde el tercer piso. Su hermosa cara sobresalía de la ventana.
-Hola, Diane—le dijo sonriendo.
-¿Qué haces en mi edificio?—le devolvió la sonrisa.
-Quería verte antes de irme a la cama—se ruborizó.
-Oh—se acomodó el cabello detrás de las orejas— ¿Por qué no subes? Los del quinto piso están dando una fiesta y han dormido a los prefectos de casi todo el edificio.
-No sé si pueda…-dudó.
-Anda, nadie se dará cuenta—metió la mitad de su cabeza a su habitación—Jenny se ha dormido. No se va a enterar de que viniste a verme.
Asintió sin pensarlo.
-Iré en un minuto—dijo y entró corriendo de nuevo al edificio.
**
Sam cocinaba mientras que Ethan cambiaba de canal el televisor. No había casi nada interesante que ver y estaba pensando seriamente en contratar cablevisión. Eso de hablar español se le hizo hábito. Ni si quiera había vuelto a hablar ingles, solo en los mensajes con Katheryn. Ni si quiera recordaba la última vez que sus otros amigos dijeron algo en sus lenguas natales, menos Heidi, ya que ella era francesa.
-¿Ya viste? La novela de Lo que la vida me robó llegará a su fin en unos pocos días—dijo Ethan con los ojos agrandados—que fraude.
-Todo lo que inicia llega a su fin algún día—dijo Sam como respuesta. Estaba absorta en los chilaquiles que apenas le prestaba atención.
Pero había un doble sentido de sus palabras y Ethan lo notó y no dijo nada más sobre el tema.
Vio un rato más televisión y luego se sentó a la mesa con Sam para comer.
La cabellera rubia de ella estaba despeinada y apenas sujeta por un pequeño pasador. Ethan le recogió el cabello del rostro y se lo acomodó detrás de las orejas y nuca.
-Muchas gracias—le agradeció ella con los ojos puestos en su plato.
-Tu cabello es indomable—le respondió él—no agradezcas. Me gusta tocarlo.
-¿Has hablado con Katheryn últimamente?
Ethan ya había comenzado a comer cuando ella le soltó la pregunta repente. Se quedó viéndola un segundo y después respondió lo más tranquilamente posible.
-¿Te sigue preocupando que siga queriéndola?
-Sé perfectamente que sigues queriéndola.
-Y no lo niego—le aclaró—pero he decidido no forzarla a nada conmigo. Ella ama a Thorsten Staggs, ya te lo he dicho.
-A veces pienso que sí ella te llama y te dice Dejé a Thorsten, ven ahora a mi cama, me dejarías botada y te largarías.
Los ojos verdes esmeraldas de Ethan brillaron de algo llamado dignidad.
-Quizá me sorprendería escucharla, no lo niego—replicó—pero tengo algo que tal vez nadie tiene.
-¿Qué cosa?—quiso saber, ahora si mirándolo fijamente.
-Dignidad.
-Vaya. ¿Estás diciéndome que tienes dignidad suficiente para no arrastrarte a ella una vez más?—el veneno en su voz sacó a Ethan de onda, que incluso se enfadó. Algo que nunca había hecho tan deliberadamente. Pero Sam la había sacado de sus casillas en tan solo un segundo.
No respondió para no herirla con lo que quería decirle desde hacia mucho tiempo. Prefirió mantenerse en silencio.
-Eso pensé. Buen provecho, Quin—le espetó y retiró su silla con el plato intacto. Pero Ethan tenía su auto control destrozado y ahora él estaba encolerizado con ella, que ni si quiera se dio cuenta que la había sujetado de la muñeca con demasiada fuerza hasta que ella chilló de dolor.
-Lo siento—la soltó y parpadeó—no quise hacerte daño.
-¡Eres un estúpido!—le gritó dándole una bofetada en la mejilla con bastante fuerza, que hizo que él viera estrellitas negras y echó a correr en dirección a su habitación.
Las ganas de comer se esfumaron de su estómago. Guardó la comida en la nevera e intentó tranquilizarse.
Sam estaba en lo correcto. Él estaría como ella si Katheryn decidiera volver a su lado y le dijera que aun quería a Staggs.
A regañadientes se vio obligado a tirar su dignidad por la basura e ir por Sam para pedirle disculpas, incluso de rodillas de ser necesario.
Abrió lentamente la puerta de la habitación y la encontró sollozando de espaldas a él. Estaba acurrucada en la cama con las sabanas encima. Parecía una niña. Tal y como recordaba cuando la vio por primera vez. Cuando se conocieron, Sam estaba casi en la misma posición llorando en las afueras del pueblo envuelta en una frazada llena de costuras y parches. Y él al verla, se enamoró de inmediato y le prometió jamás hacerla sufrir o dejar que alguien la dañara.
Y ahora, siglos después, estaban en las mismas, solo que él ya no la amaba y que él había sido el causante de su llanto.
-¿Sammy?—le susurró con cariño su apodo. Ella dejó de sollozar y se enroscó en las sabanas, ocultando toda su cabeza—por favor, perdóname.
-No quiero hablar contigo y tampoco verte, Ethan. Vete.
-Me salí de control hace unos minutos—se frotó el puente de la nariz con cansancio—no me gusta discutir contigo, Sam, en serio.
-Claro, no te gusta discutir—dijo ella con la voz apagada— ¡Casi me rompes el brazo!
-Perdóname—repitió.
-No.
-¿Qué hago para que me perdones?—se acercó y la abrazó por encima de las sabanas. Ella se retorció como un gusano pero él no se apartó.
-Nada. Solo aléjate de mí.
Con la paciencia al borde del colapso, Ethan logró quitarle la maldita sabana de encima y la inmovilizó en la cama con él encima de ella. Los ojos casi verdes de Sam se abrieron como platos cuando él se inclinó y la besó de repente.
Fue un beso forzado. Pero segundo después, Sam comenzó a llorar de nuevo en medio del beso, sabiendo que Ethan intentaba quererla pero que su corazón seguía con Katheryn Levis. Y tal vez lo seguiría estando siempre.
-No me beses para remediar tus actos—le dijo cuando se separaron pero él no se movió de lugar. Seguía sobre ella, presionando su cuerpo con el suyo.
-Te beso porque quiero—agregó con los ojos en llamas—no me iré con Katheryn. Te di mi palabra y la cumpliré.
-Pero la echas de menos—observó.
-Entonces haz que la olvide por unas horas—volvió a besarla y esta vez fue correspondido por ella.
Hicieron el amor durante horas.
Sam pensando solamente en él.
Ethan pensando solamente en Katheryn y se odiaba por haberle dicho que la hiciera olvidar, cuando más presente la tenía en la mente.
Era un maldito bastardo al fantasear con Katheryn teniendo a Sam en sus brazos.
Le rogó al cielo que en un día, no muy lejano, por fin lograba arrancar a Katheryn de su corazón y así poder vivir feliz con Sam.
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