Capítulo 11
Me he equivocado. No me he acercado siquiera a la descripción de cómo es su apartamento. Estoy infinitamente lejos de lo que es en realidad.
—Vamos te voy a dar un rápido tour. —me dijo tomando mi mano. Me condujo hacia una escalera que hay en un lateral a mi izquierda y que aún no había visto. La escalera conduce hacia el piso inferior, y el pasamanos es transparente—. Sala de estar, comedor, cocina. —me va señalando en las direcciones a medida que menciona las diferentes estancias.
Los cristales panorámicos dominan el apartamento y captaron toda mi atención apenas entré. La inmensa sal de estar, con las paredes decoradas de color blanco y gris al igual que el elegante piso de mármol del apartamento, es para quitar el aliento.
Justo debajo de la escalera hay un enorme sofá en forma de medialuna, de color blanco, con mullidos cojines grises y blancos sobre este. Frente a él, una mesa maciza de mármol con forma de gota junto a la que está un asiento de mármol igual que la mesa, pero más pequeño. En el extremo opuesto al sofá una butaca casi negra junto a la que hay una mesita en forma de X sobre la que descansa un pequeño bonsái.
Me solté de la mano de Daniel y me adentré en el apartamento. Caminé hasta los cristales panorámicos. Debajo de nosotros se encuentra Londres completamente iluminada. Puede verse desde aquí La Noria del Milenio completamente iluminada y asombrosamente cerca. Es una vista absolutamente deslumbrante. En estos momentos creo que estoy con la boca abierta.
Aparto mi vista del panorama de Londres de noche y continúo admirando el apartamento. A mi derecha, incrustada en una columna de color blanco, hay una enorme mesa de mármol negro en la que caben ocho personas. Sobre la mesa hay varios jarrones estilo griego de color blanco, todos de formas diferentes. Frente a la columna donde está incrustada la mesa se levanta un enorme muro de color blanco en el cual están incrustadas las lámparas detrás de triángulos y otras figuras geométricas de diferentes tamaños. En la base de la columna hay una pequeña, aunque sofisticada chimenea.
Después de la mesa hay una barra de color dorado detrás de la que hay dos sillas negras. Sobre la barra hay un cuenco con frutas. Justo frente a la barra está la impotente encimera de la cocina de color plateado. En la parte de atrás de la escalera y junto a la barra hay macetas con enormes bambúes que se extienden hasta el techo del apartamento.
Me quedo mirando el techo. En el medio de la estancia formando figuras geométricas encajadas entre sí, de cristal con los bordes en dorado se encuentra la elegante iluminación de la estancia.
— ¿Qué te parece?
Por un momento me he olvidado que Daniel se encuentra conmigo. Estoy demasiado impresionada con tanta elegancia a mí alrededor.
—No es lo que esperaba.
—Imagino que no. Vamos te mostraré el piso superior.
Daniel tomó mi mano nuevamente y se encaminó hacia la escalera.
Al terminar la escalera hay una sala de descanso donde hay dos sofás iguales al del piso inferior, uno frente a otro, separados por una mesa de madera maciza.
Pero eso no es lo que más impresiona. En la pared de la derecha se encuentra el bar. La barra es de mármol y detrás de ella, el estante con las botellas se extiende hasta el techo. El suelo frente a la barra es transparente y de cristal con una piscina por debajo de este. Las luces que hay en el fondo de la piscina hacen que el agua con el movimiento se refleje en toda la estancia.
Del techo cuelgan cientos de figuras en forma de media luna, donde se reflejan las luces de la piscina y las que hay en el techo sobre la barra. Todas tienen la misma forma de los sofás, y son de color dorado.
Es sencillamente extraordinario.
La piscina continua hacia lo que supongo es la terraza que está separada de la sala de descanso por una enorme puerta de cristal transparente. Me dispongo a continuar hacia la terraza para explorarla, pero Daniel me llamó.
—Vamos, te mostraré la habitación, tendrás tiempo de ver la terraza más tarde.
Aparté la vista de la terraza y me giré hacia Daniel que ahora caminaba hacia el lado de la escalera donde hay una puerta junto a esta. La abrió y lo seguí dentro de la habitación.
Lo primero que vi al entrar fue la enorme cama que domina la estancia. Caminé hasta pararme frente a la cama. Sobre esta y colgando del techo, que era completamente negro, hay veinte lámparas, que al igual que las de la habitación anterior, cuelgan del techo. Pero estas son bombillas. Están divididas en cuatro filas, de cinco lámparas cada una. Exactamente alineadas sobre la cama.
Daniel le dio la vuelta a la cama y se dirigió hacia el otro extremo, justo frente a donde yo estaba. Ahí hay una puerta corrida totalmente hacia un lado.
—Este es el guardarropa—dijo dejando las maletas en el suelo—. Y por si necesitas usarlo, ese es el baño. —dijo señalando hacia su izquierda.
Giré mi vista hacia la derecha, donde él me señalaba. Y cuál fue mi sorpresa al descubrir el baño.
— ¿Tienes que estar bromeando? —me encaminé hacia el baño para verlo mejor de cerca. Es completamente de cristal transparente y tiene una perfecta vista de toda la ciudad mientras te bañas en la enorme bañera que se encuentra en medio de este. A la derecha hay una encimera con dos lavamanos y enormes espejos sobre ellos. Y a la izquierda está la ducha y el váter. Todo el suelo del baño está decorado en mármol gris y blanco—. En serio, un baño completamente transparente.
—Creo que él único que te va a ver desnuda aquí arriba seré yo.
Tiene razón en eso.
—Ponte cómoda, puedes acomodar tu ropa en el armario. Estaré abajo preparando algo ligero de cenar.
Daniel salió de la habitación.
Me senté en la cama y me quedé mirando fijamente la tina de forma oval y de color negro. Pero lo haré más tarde. Me levanté y me dirigí hacia el armario donde Daniel dejó mis maletas.
Y me senté en la banqueta que hay justo en cuanto entras debajo de un espejo de pared completo.
Esto no es un armario, es una habitación para guardar ropa. No sé por dónde comenzar. Entonces algo llamó mi atención. Hay una parte del armario en donde no hay ropa colgada. Un espacio entre tantos trajes de diseño y ropa cara. Las gavetas que había debajo, que abrían a presión, también estaban vacías.
Así que sin pensarlo dos veces me saqué el sobretodo que aún llevaba puesto y comencé a acomodar mi ropa en ese espacio. Y los zapatos los acomodé también en un espacio vacío que había en el armario. Una hora más tarde ya había terminado de acomodar todo en el armario. Salí de allí y me quedé mirando la enorme cama.
¿Cuántas mujeres han pasado por ahí? Y después miré hacia la tina. ¿O por ahí? Lo mejor será olvidarme de eso.
Así que salí de la habitación y bajé las escaleras. Pero mientras lo hacía no puede evitar mirar hacia la terraza. ¿Qué tendría de especial ese lugar que me llamaba tanto la atención? Terminé de bajar las escaleras, pero no encontré a Daniel por ninguna parte.
— ¡Daniel! —grité.
— ¡Estoy aquí! —exclamó asomándose brevemente por la encimera de la cocina.
Me encaminé hacia donde él estaba.
— ¿Necesitas ayuda? —dije recostándome a la encimera.
— No, ya terminé. — dijo poniendo dos platos con sándwiches sobre la encimera.
Cogí los platos y los llevé hacia la barra. Ya Daniel había preparado todo. Había dos vasos y en ese momento venía en mi dirección con un pomo con jugo de naranja.
—No quise preparar nada pesado por la hora.
Miré hacia afuera, si que estaba oscuro.
— ¿Qué hora es?
—Aunque no lo creas son las 12:30 am.
— ¿Eso quiere decir que en unas horas debemos ir a trabajar?
—Exactamente, así que lo mejor será comer, bañarnos y tratar de descansar algo.
—Creo que eso será imposible.
—Bueno debemos adaptarnos al cambio de horario, vamos a comer.
Daniel se sentó a mi lado y nos comimos el sándwich de media noche.
—Bien, hora de bañarnos. —dijo poniéndose de pie y tomando una de mis manos entre la suya.
— ¿Como mantienes tan limpio este apartamento?—le pregunté cuando íbamos subiendo las escaleras.
—Hay alguien de la agencia que viene a limpiar en el horario que estoy en el trabajo.
Terminábamos de subir las escaleras y me quedé mirando hacia la terraza.
—Déjame mostrarte la terraza. —me dijo captando mi atención mientras tiró de mi mano.
Y lo seguí con mucha curiosidad ansiosa por descubrir que es lo que me llamaba tanto la atención. Que es lo que hay después de la doble puerta de cristal.
Al salir a la terraza, allí no había mucho espacio. Hay un banco forrado y sobre éste varios cojines. La baranda alrededor del balcón es transparente dejando ver completamente la ciudad. El muro del apartamento está completamente cubierto por helechos y hiedra y de las piedras sobresalen unas diminutas lucecitas.
Pero eso no es lo que llamaba la atención de allí. La terraza es inmensa. Pero no hay espacio porque lo que dominaba aquella estancia no es otra cosa que el invernadero.
— ¿Lo tienes en tu apartamento?
—Pues claro, donde más lo iba tener.
—Pensaba que estaría en otro lugar.
—No dejaría mis plantas mucho tiempo lejos de mi.
— ¿Y todo este tiempo que has estado fuera quien ha atendido las plantas?
—Déjame mostrarte—Daniel se acercó y abrió la puerta del invernadero invitándome a entrar—. Adelante. —me hizo un gesto para que pasara. Dentro había mucho colorido. Todo tipo de plantas exóticas, en todas partes—. Tienen un sistema automatizado instalado, no necesitan mucho cuidado con respecto al agua. —me decía mientras me mostraba las diminutas mangueritas que alimentaban a las plantas como si fuera un gotero.
—Mientras estuve en Chicago alguien se encargaba de las malas hierbas, aunque no debí haber estado tanto tiempo fuera. —decía mientras acariciaba una planta.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque las plantas necesitan, cariño—abrió una bolsa que había en el suelo y tomó un poco de lo que sea que había allí y lo esparció en una maceta—...necesitan ser mimadas—dijo arrancándole una hoja amarilla a otra—...ya que cuando su dueño les falta por mucho tiempo pueden ponerse tristes—dijo mientras le echaba un poco de agua a otra planta—...necesitan amor.
Dejé de escuchar lo que decía. Creo que sus plantas y yo tenemos cierto parecido. Entonces una planta llamó mi atención. Está al fondo del invernadero. Es la más grande de todas y aparentemente la que menos llama la atención por estar apartada. Me dirigí hacia donde se encontraba la inusual planta. Al acercarme me percaté que era una planta de rosas. Tenía varias y eran de un color rojo intenso, casi negro.
—Veo que la has encontrado. —murmuró detrás de mi
— ¡Eh!
—La planta más especial de este invernadero.
— ¡Esta! ¿Qué tiene de especial una planta de rosas?
—No es cualquier planta de rosas, es la que da las rosas negras.
—Pero yo las veo rojas. —me giré hacia Daniel que se encontraba parado detrás de mí.
—Sí. Normalmente las da rojas, solamente en verano son negras.
— ¿Normalmente?
—Sí. He logrado adaptarle el hábitat para simularle un verano permanente.
—Para que las dé negras todo el año.
—Exactamente.
— ¿Y porque están rojas?
—Antes de irme desconecté ese sistema pues hay que tenerlo bien controlado. Pero ya que hemos regresado... —dijo dirigiéndose hacia un panel de controles ubicado en una pared, oculto por los helechos—...creo que lo mejor sería si lo conecto nuevamente. —presionó un botón en el panel.
Rápidamente la iluminación del invernadero cambió de una luz blanca a una amarilla, que daba más calor.
— ¿Ves ese botón que aún no se ha abierto? —me dijo señalando un capullo de una rosa que había en un extremo de la planta.
—Sí.
—Puede ser que, si tienes suerte, dentro de dos días se abra y sea de color negro. Ahora que tal si nos bañamos. —dijo tendiéndome la mano. Tomé su mano y salimos del invernadero rumbo a la habitación—. ¿Estas cansada del viaje? —me preguntó ya dentro de la habitación.
—Un poco.
Aunque había dormido todo el viaje, el cambio físicamente me tenía agotada.
— ¿Te apetece un baño de espuma? —me preguntó frotándome ligeramente los hombros.
Cerré los ojos ante la sensación.
—Hum. —un baño en de espuma no sonaba mal en lo absoluto.
—Espera, voy a preparar las cosas. —me dijo separándose de mí y regresando rápidamente. Me abrazó por detrás y me giró entre sus brazos, deslizó las manos hasta donde comenzaba la blusa y me la sacó por la cabeza mientras yo levantaba las manos. Hizo lo mismo con mis jeans deslizándolo hacia el suelo. Y después me quitó rápidamente el ajustador y la ropa interior. Ya me tenía desnuda completamente, era mi turno. Dirigí mis manos hacia su camisa, pero él me detuvo—. No, nada de tocarme hasta que haya terminado contigo—me dijo agarrando mis manos—. Ven, vamos a bañarnos.
Me tomó por la mano y me condujo hasta el baño. La tina estaba casi por la mitad. Daniel se separó de mí y se dirigió hacia la encimera del lavamanos. La presionó y esta se abrió. Sacó un frasco y regresó donde yo estaba. Abrió el frasco de gel de baño y lo vertió justo debajo del chorro de agua caliente haciendo que la espuma fuera aumentando cada vez más. Pero entonces algo llamó mi atención, no veía la llave del grifo de la tina. Daniel dejó el pomo a un lado y se paró frente a mí sonriéndome.
— ¿Dónde se cierra el grifo? —inquirí con curiosidad.
—Pasa la mano por debajo del agua.
Y al deslizar la mano por debajo del chorro cálido de agua esta se detuvo. Me quedé mirando aquello asombrada.
—Hazlo una vez más. —me pidió mientras se desabrochaba la camisa.
Lo hice nuevamente. Deslicé la mano por debajo del grifo y este se activó y comenzó a echar agua una vez más.
Asombroso.
—Todos los grifos funcionan de la misma forma, tienen un sensor de movimiento integrado—me giré hacia el que ya se encontraba sin camisa parado junto a mí—. Entra. —me ofreció su mano para ayudarme a entrar en la tina.
Tomé su mano y entré en el agua cálida sentándome en un extremo de la tina.
— ¿No vas a entrar?
— No me lo perdería por nada del mundo.
— ¿Qué es lo que no te perderías por nada del mundo? —le pregunté mientras el terminaba de desnudarse y yo lo miraba sin perderme un detalle. Daniel me sonrió, pero no de la forma que a mí me encantaba. Me sonrió como quien esconde un secreto y no lo quiere compartir. Apartó su ropa a un lado con el pie. Y me le quedé mirando fijamente la pierna—. ¿Cuándo te quitaste los puntos? —le pregunté mientras apartaba mi mirada de su pierna y la dirigía ahora a su rostro.
—Anoche antes de acostarme—pasó la mano por debajo del grifo y después entró en el agua. Se los había quitado el mismo, no me extrañaba. Daniel se sentó frente a mí con el agua hasta el cuello y cerró los ojos. Sus piernas rozaron las mías y las levanté para apoyarlas sobre las de él. Así estaba más cómoda—. La verdad es bastante cómoda.
— ¿A qué te refieres? —pregunto con curiosidad.
—A la tina.
— ¿Nunca la habías utilizado?
—No, nunca llegué a hacerlo.
¿Eso quiere decir que soy la primera mujer que se baña en su tina?
— ¿Desde cuándo tienes este apartamento?
—Casi cuatro meses. — ¿cuatro meses y nunca había utilizado la tina? —. En realidad adquirí el apartamento antes de que estuviese terminado. Me mudé unos días antes de marcharme a Chicago.
— ¿Soy la primera mujer que metes en la tina? —inquirí con curiosidad.
Daniel me sonrió antes de abrir los ojos y mirarme fijamente.
—Eres la primera mujer que entra al apartamento en general.
— ¿La primera? —pregunto impresionada.
—La primera.
Daniel cierra los ojos nuevamente y yo hago lo mismo. Lo mejor es no continuar indagando más. Con ser la primera en algo para él, me es suficiente. Y sonreí para mis adentros mientras me relajaba con la espuma, la cálida agua y el delicioso aroma a uva que emanaba de ella.
Abrí mis ojos al sentir movimiento en el agua. Daniel había cogido una esponja y ahora le estaba vertiendo gel.
— ¿No te quitarás las gafas? —me preguntó mientras sentí su mano agarrar una de mis piernas.
Y la verdad que en este momento deseaba poder ver bien y no tener que usar las gafas todo el tiempo. Tengo dos opciones en este momento. Me las quitaba y no podría verlo. O me los dejaba puestos, aunque se mojaran. Sonreí.
—No quiero dejar de verte. —le dije sinceramente.
Daniel me sonrió.
Me levantó la pierna por encima del agua y comenzó a deslizar la esponja por la pierna hasta la altura del muslo. Al llegar ahí se detuvo y regresó nuevamente hasta el empeine. Realizó la misma operación con la otra pierna y cuando terminó. Soltó la esponja en el suelo.
Y entonces con sus manos comenzó a masajear los dedos de mis pies. Cerré los ojos, disfrutando como sus manos me acariciaban. Los volvía a abrir cuando sentí las manos de Daniel explorando por mis muslos. Primero una pierna, después la otra. Mi respiración comenzó a acelerarse. No volví a cerrar los ojos. Disfrute cada momento viendo como su ceño se fruncía mientras masajeaba profundamente.
—¿Te gusta? —asentí con la cabeza.
— ¿Donde aprendiste a dar masajes?
—Hace unos años. Ven, date la vuelta—dijo tomando mi mano. Me giré y me senté entre sus piernas. Daniel comenzó a masajear mis hombros apartando el cabello a un lado. Puedo sentir su miembro presionando contra mis nalgas—. No creo que te pueda dar un masaje como es debido aquí, sería mejor en la cama.
—Pues vamos a la cama. —respondí en un jadeo mientras sus manos fuertes presionaban mis hombros.
—Terminemos el baño entonces. —me dijo mientras dejaba de masajear mis hombros y recogía la esponja del suelo.
Le vertió gel nuevamente y comenzó a lavarme el cuello, los hombros, la espalda. Sus manos bajaron por mis caderas y después las paso al frente, hacia mi vientre. Soltó la esponja y deslizo sus manos suavemente, subiendo hacia mis senos mientras los masajeaba y apretaba ligeramente. Me mordí el labio inferior en un intento desesperado por contener un gemido. Su cabeza estaba apoyada en mi cuello y podía sentir su respiración acelerada mientras sus labios rozaban mi piel.
Pero por más que me gustara que el continuara, yo también quería bañarlo. Así que me giré entre sus brazos y me senté a horcajadas sobre él. Daniel me miro entrecerrando los ojos.
— ¿Que planeas?
—Nada. —contesté inocentemente mientras cogía la esponja.
Deslice la esponja por sus hombros bajo su atenta mirada. Tome uno de sus brazos y lo lave, y después hice lo mismo con el otro. Después comencé a lavar su pecho. Las alas doradas rojizas del fénix. Solté la esponja y deslicé mis dedos por sus cicatrices, apenas imperceptibles. Quité el gel de su hombro con mis manos y besé la cicatriz de su hombro. Sentí como a Daniel se le escapaba el aliento. Puedo sentir su miembro duro entre los dos, presionando contra mi vientre. Continúe dando besos en su pecho ahora hacia el otro lado.
—Creo que será en otro momento. —dijo enredando sus manos bajo mis nalgas y levantándose de repente. Pegué un grito mientras el salía de la tina cargándome como si no pesara nada. Caminó hacia la cama, puso una rodilla y después sentí mi espalda apoyándose en medio de esta—. Ahora, vamos a terminar ese masaje.
Me dio la vuelta rápidamente haciendo que quedara boca abajo en la cama. Se sentó sobre mis nalgas y comenzó a frotarme los hombros y la espalda. Se bajó de mí y masajeo mis piernas, y después subió nuevamente. Se sentó sobre mis piernas y comenzó a masajear las nalgas. Las apretaba, deslizando los pulgares por el interior de estas, rozando mi sexo, haciéndome estremecer. Repitió el mismo movimiento, una y otra vez haciéndome perder la cordura. Entonces sentí como me daba una nalgada.
— ¡Hey!—me apoye en los brazos y gire mi rostro para verlo.
Daniel me sonreía. Me tomó por la cintura y me acostó boca arriba, sentándose sobre mí nuevamente, inmovilizándome.
Sus labios se dirigieron hacia los míos, mordiéndolos, tirando de ellos mientras su lengua exploraba mi boca. Bajó dando besos por todo mi cuello, mientras yo enredaba mis manos en su cabeza. Sus labios bajaron entre mis senos, excitándome, no puedo soportarlo más. Lo necesito dentro de mí urgentemente.
Tiro de su rostro hacia el mío y abro las piernas invitándolo a entrar. Ni siquiera me ha tocado entre las piernas, y estoy a punto del orgasmo. Daniel se inclinó sobre mí, se acomodó ente mis piernas y entró en mí de una sola vez. Enrede mis piernas en su cintura, presionando sus nalgas con los talones para que entrara más profundo. Puedo sentir su miembro caliente e inmóvil palpitando en mi interior.
Daniel se movió.
¡Dios!
Se siente tan diferente a las otras veces. Vuelve a envestir. Todo es mucho más intenso. Las sensaciones son totalmente distintas. Puedo sentir el ansia de Daniel en cada envestida, en la forma en que su dedo pulgar se desliza por mi labio inferior. Entonces en la neblina de sensaciones me percato porque se siente todo tan diferente. Debo decir algo, pero no puedo detenerlo, no puedo hablar, no cuando lo veo tan excitado sobre mí. Es la primera vez que lo veo de esta forma. Tomó una de mis piernas y la subió sobre su hombro, sosteniéndola ahí, mientras continuó embistiendo. Entonces subí la otra pierna. Daniel sostuvo mis dos piernas y comenzó a embestir cada vez más rápido.
De esta forma entraba mucho más profundo. Me aferré fuertemente a la sábana de la cama mientras mis paredes se apretaban cada vez más alrededor de su miembro, cada vez más duro en mi interior. Las manos de Daniel se aferraron fuertemente a mis piernas.
— ¡Kate! —grita mi nombre entre jadeos. — ¡Kate!
Dejé de escucharlo en el instante en que lo sentí llenándome completamente. Aferré mis talones a sus hombros mientras me dejé ir también en un delicioso y estremecedor orgasmo.
Mi cuerpo convulsiona con la explosión del orgasmo más arrasador de mi vida mientras Daniel se desploma a mi lado después de varias envestidas más.
Respira entrecortadamente. Mi pecho baja y sube. Intento normalizar mi respiración acelerada. Tengo los ojos cerrados. Pero puedo sentir la respiración errática de Daniel a mi lado. Estamos así varios minutos, sin decir nada, solo escuchando el ritmo de nuestra respiración.
—Finalmente has logrado tu objetivo. —me dijo haciendo que abriera mis ojos.
Me giré hacia él. Daniel me miraba muy serio.
— ¿De veras? ¿Y cuál es ese? —inquiero con curiosidad mientras deslizo mi mano por su torso desnudo. No tengo idea de que está hablando.
Daniel se giró más inclinándose sobre mí, haciendo que quedara acostada en la cama debajo de su cuerpo. Sus labios a centímetros de los míos, su mirada ardiente en la mía.
—Has logrado que por primera vez en mi vida pierda el control.
— ¿De veras?
—De veras. Y antes de que lo preguntes estoy consciente de que no usamos protección. Creo que eso fue lo que hizo que perdiera el control.
—Sabes que no tienes que preocuparte por eso, estoy tomando las pastillas.
—Lo sé, desde hace más de una semana si no me equivoco, pero jamás había perdido el control de la situación como hoy.
No sé si esto es algo bueno o malo.
— ¿Y eso es malo?
—Especialmente para ti.
— ¿Por qué? — No me contestó. Solamente me sonrió con esa sonrisa de niño travieso. Esa que hace que se le formen los hoyuelos que tanto me gustan. Inclinó su rostro hacia mis labios y me besó en la comisura. Cerré los ojos. Deslizó la lengua tentativamente por mis labios y yo me derretí debajo de su cuerpo. Se separó de mis labios cuando yo entreabría los míos. Abrí los ojos y me encontré con su sonrisa radiante y una mirada pensativa—. ¿Qué estás pensando?
—Estoy pensando si debería dejarte o no dormir esta noche.
No me dejes, no me dejes. Me grita mi interior. Además, ya he dormido en el avión, no estoy muy cansada. Pero sé que, si no descanso, aunque sea dos horas me levantaré peor en la mañana.
—No sé si pueda dormir después de dormir en el viaje.
—Creo que sí, además conozco un método infalible para lograr conciliar el sueño.
— ¿Me cantarás una canción? —le pregunté mientras el reía a carcajadas.
—No, no te cantaré. —me dijo mientras acercaba sus labios nuevamente a los míos, sonriendo perversamente—. Pero tú si gritarás. —dijo cubriendo con sus labios los míos.
Y me rendí con un gemido ante su beso voraz.
Sala de estar
Recibidor
Terraza, le hice las modificaciones para ubicar el invernadero
Habitación
Baño
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Espero les guste este capítulo. ¿Que les pareció el apartamento?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.
Xoxo
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