Y entonces cuando la noche cae,
la luna se cierne sobre el cielo estrellado,
un pastor junto a sus ovejas
rememora lo que ha pasado.

No era su hora,
ni su momento,
a pesar de eso,
ella se fue sonriendo.

Sonrisa a los males,
a los pesares llevaderos,
a aquellos que nunca
se anclaron a sus recuerdos.

Y en esa noche,
llena de bruma,
de entre la niebla,
aclaraba sus dudas.

¿Cuál era su motivo para sonreír?
¿No sentía el fracaso y su fin?
En medio de la playa formulaba preguntas,
esas que quedarían sin respuesta alguna.

Sí, ovejas en una playa,
que caminaban entre el agua,
¿era necesaria una explicación?
Tal vez todo era producto de su imaginación.

Alguien, que después de tantos males,
se volvió loco, explotó su coco.
Aquel que tenía ovejas que nadie más veía
y en el firmamento dibujaba sus días.

Ahí quedó,
encontró su perecer,
recostado en la arena,
le sonrió a su merced.

(The Writer)