Capítulo 30
CAPÍTULO 30.
Verónica se sobresaltó y dirigió su mano hacia Pólvora la quitarle el teléfono. —¿Encontraron a Cristal? ¿La encontraron? ¡Díganme, por fa...!
—Shh... —La interrumpió Pólvora empujando su entrometida mano que sujetaba fuertemente su teléfono, antes de mirarla de mala gana—. Sí, ya estamos en camino, no dejen que se vaya... —Verónica le abría los ojos a Pólvora para que le dijera, cuando colgó el teléfono.
—¿Qué pasó? —decía sobresaltada.
—Al parecer ya la encontraron.
Verónica se frotó las manos sonriente y las entrelazó mirando hacia arriba.
—Gracias, Dios mío, muchas gracias mi señor misericordioso. Amén. —continuó riendo provocando que Pólvora se diera con la palma de su mano en la frente.
***
El señor Hansel llegaba de su tiro al blanco a su casa, tirando la puerta al entrar, como siempre. Su bolso en la mesa y su frente empapada de sudor. La joven Cristal se asomaba por la columna de la cocina, admirando al recién llegado desde las sombras, como la camisa se impregnaba en su espalda mojada y remarcaba sus músculos.
—¡Hansel! ¡Hansel! —Cela se acercaba rápidamente hacia Hansel con los brazos redoblados. El chico se sentó en el sofá mientras se quitaba los zapatos.
—Dime, Cela. ¿Qué sucede?
—Adivina qué.
—No sé, dime tú. No estoy dentro de tu mente. —Se levantó para dirigirse hacia ella.
—Ay, Hansel, por favor no seas tan... seco. Muéstrate expresivo.
—¿Cómo se supone que me voy a mostrar expresivo? Soy así, siempre lo he sido desde pequeño y lo sabes.
—Pero en este caso no, aquí tienes que ser expresivo porque es algo que me hace feliz... —Hansel la miró de mala gana.
—¿Qué hago?
—Mira, vamos a repetirlo todo. —Ella avanza hacia él y lo sienta en el sofá—. Tú estabas aquí —Le ofrece el zapato—, con el zapato en la mano. Tómalo.
—Cela...
—Tómalo —le ordenó.
Resoplando y por medio de risas tomó el zapato. —¿Vale, y ahora?
—Ahora yo voy para donde vine y vamos a repetirlo todo. —Cela avanza hacia las escaleras—. Yo vengo, me detengo aquí, y te digo "Hansel, adivina qué" —Hansel rió y se puso la mano en la cara—. Así mismo como te ríes quiero que me respondas "¿Qué adivino, Cela?" Sonriente, carismático y alegre. ¿Entendiste?
—Sí, entendí...
—Ahora espérame que vuelvo. —La señora Cela avanzó a las escaleras, subió cinco escalones y se colocó sus manos en la cintura—. ¿Listo?
—Si...
Cela bajó rápidamente las escaleras de la misma forma que antes y sonrientemente se colocó sus manos en la cintura. —Hansel, adivina qué.
El chico se levantó del sofá, muy feliz y extendió las manos al aire. —¿Qué adivino, Cela?
La mujer se acercó a él. —Muy bien hecho, mi niño
—¿Ya me lo puedes decir, señora? —acentuó "señora".
—¡Ay, no seas aguafiestas! —Hansel resopló—. Alguien viene en dos días a visitarte...
—¿Quién?
Cela sostuvo una sonrisa en sus labios y después de observar la reacción de Hansel lo soltó: —¡Sabrina!
El rostro del chico se iluminó. —¿Sabrina? —La mujer asintió—. ¡Hace años que no nos vemos! ¡Qué alegría!
—Sabía que te iba a gustar la noticia.
—¿Gustar? ¡Qué va! ¡Me ha encantado! —Se abrazaron—. Te soy sincero: la extraño.
—Oh mi niño... —La mujer sonrió y lo abrazó—. Me alegra saberlo que se lleven tan bien, yo también la extraño.
Una voz a las espaldas de estos dos carraspeó.
Cristal, quien lo había escuchado todo, se encontraba de brazos cruzados frente la escena.
—Oh, Cristal... —Hansel soltó a Cela y tomó los zapatos.
—Deben estar muy felices ya que viene su anhelada "Sabrina". —La chica hizo comillas en el aire mientras hablaba como una total celosa.
Ella no sabía de la existencia de Sabrina, tampoco qué era para Hansel. En este momento deseaba saber quién era exactamente la infiltrada o no podría estar tranquila.
Hansel sonrió y se dirigió a ella. —¿Qué sucede, Cristal?
—¿A mí...? Nada. —Miró hacia Hansel—. Y si me sucediera creo que a usted no le importaría. Al final, el tema de esta tarde es Sabrina, ¿no?
—Cristal...
—¿Qué desea?
—Llévame esto al cuarto y arréglame mi cama.
—Pudiera arreglar solo una, pero si tiene invitados...
—¿Invitados? ¿Cómo quién?
—Am... no sé. A veces... se queda gente aquí...
—Sabrina no duerme conmigo, Cristal.
—¿En serio? —Hansel asintió—. Ah, no duerme con usted.
—Dormirá en otro cuarto, ya te lo dije, es un hecho.
—No tenía que hacerlo, ojalá y durmiera con usted.
—Si quieres la llamo y se lo digo.
—No... Da igual. Debe tener muchísimo espacio, la comprendo. —Cristal se voltea—. Ah, ¿le apetece que vaya ahora o debe decirme otra información?
—Como quieras, hazlo y yo... mientras me ducho. —Hansel se dio la vuelta y Cristal sonreía interiormente.
***
La policía estaba hecha un lío, la detective Monsolini acompañaba a la muchacha encontrada impidiéndole su paso.
—Todavía no entiendo qué estoy haciendo aquí. ¿Me pueden explicar? —La chica gritaba a cuatro vientos y no dejaba que la tocaran ni siquiera por el hombro. Vestía ropas negras, apretadas y su rostro acompañaba un maquillaje excesivo.
—No antes de que expliques cómo escapaste de la casa...
—¿Escapar de la casa? ¿Yo? Si me acabo de mudar...
—No te hagas la que no sabes, después de la fiesta desapareciste por completo.
—Esperen. ¿Me están tomando el pelo, verdad? —Mira hacia todos lados—. ¿Dónde están las cámaras? las escondieron muy bien.
—¡Ya está bueno de fingir, Cristal! —La chica la miró incrédula y palabras iban a salir de su boca, cuando un ruido de unas puertas cerrarse ferozmente hicieron saltar a todos en la comisaría.
—¿Dónde está? —gritaba Verónica como maniática desde afuera, mientras Pólvora la tomaba del brazo para evitar cualquier desastre.
—¡Calma, Verónica! Estese quieta, por favor.
—¡Suélteme, Pólvora, por favor!
Entre tantos forcejeos y actos la chica encontrada miraba la escena perpleja, en su rostro resaltaba confusión. Miró a la detective con el ceño fruncido y las palmas en dirección al techo. —No entiendo nada...
—¡Está ahí! —Pólvora la toma por la cintura, impresionándose Verónica de las fuerzas que tenía la muchacha—. ¡Cristal, en donde te habías metido, cielo! Tu madre y tu padre han venido desde España desde la noche en que te fuiste, Cristal. La policía lleva más de un mes buscándote, no sé cuánto cabello se me ha caído con la preocupación.
—Eh... ¿Puedo...? —Verónica la interrumpe.
—No, no puedes, déjame hablar a mí —decía con ojos llorososos—. El día que te rompí las pinturas fue uno de los peores de mi vida. Nunca me he lamentado tanto por un hecho desde que te escapaste, hasta llegué a pensar que te había pasado algo malo... —La mujer lloraba en las mientras todos contemplaban la escena, hasta que unas palabras hicieron a Verónica detener sus lamentos para levantarse y mirar a la muchacha irónicamente.
—¡Que yo no soy Cristal...! ¡Yo me llamo Patricia y no soy la chica a la que están buscando!
Todos de repente soltaron murmuros en el salón.
¿Cómo?
¿Eh?
¿No eres Cristal?
¿Entonces, quién eres y por qué te confundieron?
Feliz Año Nuevo a todos.
Les deseamos las Hermanas Lenas
Les regalamos un siguiente capítulo.
¡Pasen! Que la historia se pone buena.
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