Desgracia
Fui hija, fui esposa y fui madre.
Tuve una infancia tranquila, pero mi matrimonio fue de las peores decisiones que considero he tomado en mí vida a pesar de muchas cosas.
Me casé profundamente enamorada aunque era una niña de 18 años y mi ahora esposo un hombre de 20. Ya estaba embarazada cuándo lo hice. Era mi primer y único novio, era mí amor y con el que iniciaría a partir de ese día, una familia. Tuvimos una hija, linda, especial, inteligente, audaz, por la que decidí dejar mis estudios soñados para cambiarme a otros en los que pueda estar más cerca de ella.
Mi esposo y yo nos graduamos y seguimos construyendo nuestro futuro, sin embargo, recuerdo que antes de hacernos novios me hicieron la advertencia que no escuché: "Es un mujeriego, ¿estás segura de lo que haces?" Lo que no me advirtieron es que era un hombre violento, sumamente machista, un completo patán.
Cuando nuestra hija tenía 10 años tuvimos un segundo hijo, un niño brillante, noble, cariñoso, el cual mi esposo detesta inexplicablemente, pero años más tarde tuvimos un tercer hijo el cual es extrovertido, perspicaz, adorable, haciendo que el segundo quien tenía apenas 7 años, quedara casi desterrado de la familia.
Un buen padre, dirían todos. Pero lo que yo veo es un padre que llama mongólicos a mis hijos, que le dice "víctima" a mí hija y que me llama "bruta e inútil" cada vez que puede, un hombre que insulta a mi madre y le llama "payasa", un hombre que me humilla y me hace quedar mal ante otras personas. Pero es un buen padre y un marido como todos los hombres, infieles y machos.
Un día, me ahorcó a tal punto que si no fuera por mi hija quién sabe qué será de mi, y todo fue porque la defendí a ella, su padre estaba ebrio y ella se negaba a darle un beso.
Mi hija, ella tiene años pidiéndome que me divorcie, pero no puedo, no tengo como hacerlo, no tengo el dinero, no tengo nada para una vida sin él. No puedo vivir sin él.
Sigo enamorada, desilusionada sí, pero no puedo dejar de pensar en él, en cómo apoyarlo, en cómo complacerlo, en cómo hacer que nuestras vidas sean más fuertes y que seamos felices como pudimos hacerlo hace muchos años atrás.
Mi hija tiene miedo, miedo de su padre, de mí y de los patrones erróneos que pueden repetir sus hermanos por culpa de su padre. Yo no quiero que mis hijos sean así en un futuro, quiero que sean fieles, respetuosos, pero su padre y su familia paterna les hace pensar que eso no es de machos, la costumbre de ellos es andar como don juanes con cuánta mujer se consiguen.
Estoy dolida de no poder controlar a la familia que tengo, mi hija cada vez menos quiere compartir con nosotros, mis hijos... son mi único escape y quiénes por estrés a veces trato con desespero, preocupación y caigo en los gritos. El mayor de los niños odia a su padre, el pequeño, tiene poca consciencia de lo que pasa a su alrededor como para discernir qué sucede realmente.
Quise con todas mis ganas hacer crecer una familia, añoro mantener una familia referencia como muchos lo han hecho, diciendo que somos unidos e increíbles pero no, no somos eso, me duele no lograr ser lo que la sociedad, mis costumbres y mis ganas me imponen que sea.
Hoy, luego de que me digan payasa, luego de otro fin de semana con mi esposo ebrio, escribo esto, esperando que la suerte me cambie la vida mas no mi zona de confort.
Quizá no he sido la mejor madre, recuerdo haber tomado parte del discurso y de las ofensas de mi esposo como mías y habérselas dicho a mis hijos, pero forma parte de intentar mantenernos como un equipo, sin que uno desautorice al otro, pero bueno, son cosas que como pareja y como mujer se debe hacer, supongo.
Dios les dé la fuerza a mis hijos de poder lograr todo lo que yo soñé, Dios les dé la fuerza a mi hija de poder ayudar a sus hermanos lo que yo no logré ayudarlos, Dios le dé la fuerza a las futuras generaciones de evitar cometer los mismos errores que yo y que la mía. Dios o lo que quiera que sea, pero que no maten, violenten, humillen y dañen a nadie más, sea hombre o mujer, por personas tan desalmadas y frívolas como mi esposo, el cual sigo amando profundamente.
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