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Capítulo 18

Los días han pasado a la velocidad de un caracol con asma. Estoy completamente expectante a lo que va a ocurrir o lo que puede ocurrir en cualquier momento. Veo cosas donde no las hay, como sombras extrañas o personas que, según yo, me observan en cada rincón. Estoy completamente paranoica y no puedo evitarlo.

Blake me ha dado clases todos estos días. Durante la noche aprendo a defenderme —cosa que ya manejo bastante bien— y durante el día también, pero físicamente. Ya sé manejar medianamente decente una navaja de defensa personal y como quitarme a alguien de encima, pero nadie me dice que en la práctica directa vaya a funcionar.

Ahora me encuentro en mi escritorio, estudiando para una pequeña prueba que tendré mañana en lenguaje, mientras Blake me envía mensajes insistentes para que le ponga atención.

Nos hemos hecho muy unidos, lo suficiente como para que a mamá le agrade tenerlo cerca y a mí también. Me hace sentir mejor, olvidarme sobre Adrien momentáneamente. El problema es cuando estoy sola o siento que algo me recuerda a él. Sí, de telenovela y todo.

Suspiro y me echo hacia atrás en el asiento. Me llevo los brazos a la nuca y miro al cielo, mientras el teléfono salta en la mesa con una nueva sacudida por un nuevo mensaje de insistencia. Bufo, molesta, y lo tomo entre mis dedos. Son unos veinte mensajes del susodicho y un par de April y Sam, quienes me están preguntando cosas sobre la materia.

Luego de mañana, comenzaré en sus sueños para practicar mis habilidades de control mental. Me gusta cómo suena cuando lo digo así, me siento poderosa.

Sacudo la cabeza y me levanto mientras contesto a mis amigos, dejando para último al insistente y molesto de Blake.

Yo: ¿Diga?

Blake: Te estoy hablando hace como media hora. Necesito que me acompañes a hacer algo.

Yo: No puedo, mañana tengo prueba.

Blake: Esto es más importante.

Yo: ¿Más que mi futuro?

Blake: No tienes futuro sin mí a tu lado ;)

Yo: Patético... ¿Qué quieres?

Blake: Paso por ti en 5 minutos y te lo explicaré todo.

Veo el reloj por encima de mi hombro y frunzo el ceño. Son las ocho de la noche, incluso tengo que comer en un momento. Pues nada, tendré que mentir.

Bajo las escaleras de dos en dos y llego a la sala, donde mamá habla por teléfono con Robert con una copa de vino en su mano, completamente relajada. Mañana se ha tomado el día y disfruta su noche sin tener que dormirse temprano.

—Mamá, Blake me ha invitado a cenar, ¿puedo ir? —le digo cuando corta el teléfono con una sonrisa embobada en el rostro. Parece adolescente.

—¿Blake? Ustedes últimamente parecen muy unidos, ¿tienen algo y no me has dicho? —pregunta, con el ceño fruncido.

—Sí, mañana es nuestra boda, pero no quería decirte para que no te molestaras en comprar un vestido, con lo que te tardas en elegir algo tan simple como tu ropa interior en la mañana... —Ruedo los ojos y me apoyo contra el brazo del sillón donde ella está sentada.

—Eso no contesta mi pregunta —dice, enarcando las cejas.

—No tenemos nada. —Además, tengo un amor rechazado por su mejor amigo.

—Eso no es lo que aparentan.

—Bueno, yo no aparento ser alguien muy habiloso, pero ya ves como Sam y April me preguntan toda la materia. —Me encojo de hombros y miro la televisión que está encendida, pero en silencio.

Ella lanza un suspiro y se levanta, agitando de un lado para otro el oscuro contenido de la copa que sostienen en la mano. Se pone a mi altura y me mira, sospechosa.

—Si tienes prueba, no deberías ir entonces —señala, apuntándome con la copa.

—Es por eso mismo, quiere que nos relajemos un rato con una hamburguesa y papas fritas.

—Deberías dejar las frituras, vas a engordar —susurra, intentando no irse hacia un lado.

No creí que pensaría esto, pero está ebria y eso me da risa. Sin embargo, esa puede ser la razón por la cual no me ha dicho un rotundo no. La ebriedad materna es algo muy favorable, cuando no es constante.

—Pues seré una gordita feliz —respondo, sacándole la lengua.

Suelta una carcajada y se encoge de hombros, para luego señalar la puerta de entrada.

—Confío en ese chico, puedes ir.

Asiento y me doy media vuelta, para cambiar mi ropa cómoda de estudio a algo que sea más todoterreno, ya que no tengo idea de a donde me va a llevar este niño. De edad mental le calculo unos diez, pero si se lo digo le heriría el orgullo.

Tomo por último la chaqueta, luego de ponerme los lentes de contacto, y bajo las escaleras cuando siento el motor de su motocicleta rugiendo fuera de la casa. Salgo dando un saltito desde la entrada al suelo y corro hacia donde está él.

—¿Tienes prisa? —pregunta, con la voz un poco sofocada por el casco.

—Mamá está un poco ebria. Cuando se dé cuenta de que me dejo ir, se enojará mucho. Quiero evitar estar aquí para cuando eso pase o estar antes de que eso pase —señalo, aceptando el casco que me está tendiendo.

Me subo como siempre, aferrada a su espalda, y él acelera el motor de una sacudida violenta. No tardamos en perdernos por las calles, alejándonos cada vez más de lo que a mí me resulta conocido.

Sorteamos un par de autos que van lento hasta que nos detenemos, en un lote aparentemente vacío. No sé cómo hemos llegado aquí, pero lo recuerdo. Es un lugar donde nadie nunca ha construido nada. Dicen que está maldito, inventan historias que saben a mitos urbanos más que a realidad.

—¿Qué hacemos aquí? —¿Y cómo llegamos? Estaba segura de que estábamos en terreno perdido para mí, pero al parecer no. Igual en la oscuridad todo se ve distinto.

—Tengo una pista de donde pueden estar estos tipos enmascarados y, con ellos, el ente —señala, bajando de la motocicleta y colocando el casco en el asiento.

Yo no tardo en seguirle, luego de luchar por poder sacarme el casco de la cabeza. Incluso estoy a punto de tropezar, pero me recompongo y lo sigo. No tengo idea de cómo puede ser que tenga una pista en este lugar, pero al parecer la tiene.

Lo veo detenerse un par de metros más adelante y yo no tardo en alcanzarlo, en mitad del terreno que parece tener muchos metros cuadrados. La oscuridad me pone piel de gallina, pero no digo nada.

Me sorprendo mucho cuando Blake enciende la linterna de su teléfono para mostrarme frente a él a Adrien, parado con las manos en los bolsillos. Lleva el cabello descuidadamente largo, ya que comienzan a verse sus raíces. Tiene ojeras profundas bajo los ojos y una expresión que me causa escalofríos.

—Vale —digo despacio, luego de un momento de silencio incómodo—, veo que te has decidido unir.

Dirige sus ojos hacia mí, como si recién se hubiese dado cuenta de mi presencia. Hace una mueca extraña y luego mira a Blake, quien baja la linterna al suelo para que no se encandile con la luz.

—Te seguimos —indica Blake y Adrien se da media vuelta.

Incluso tiene los hombros agachados y noto el peso de todo lo que tiene encima. Siento en el fondo del estómago un nudo, pero lo ignoro para concentrarme en el ruido de los pasos de Blake sobre la tierra.

—Aún no me dices donde te has quedado estos días —susurro.

—En casa de un conocido, no tienes que preocuparte. —Me guiña un ojo y sonríe.

—Sabes que puedes quedarte en mi casa cuando quieras, a mamá no le molesta —señalo con tranquilidad, pero la repentina tensión de Adrien me hace dar un leve respingo. Incluso se ha detenido, por lo que estoy a centímetros de chocar con su espalda.

Inspiro profundamente cuando se da media vuelta, con lo que su aroma a perfume me marea un poco.

—Tenemos que cruzar esa reja, pero en completo silencio. Si se dan cuenta de que los estamos espiando, entonces estaremos en graves problemas, ¿entendido? —Siento que esa pregunta va absolutamente dirigida a mí, en forma de regaño, pero la ignoro y retrocedo un par de pasos.

Blake asiente y mira curiosamente a la cerca de madera que se alza a la espalda de Adrien. Se acerca con decisión y me entrega su teléfono antes de trepar para ver por encima. Lo veo bajar con el ceño fruncido y sacudirse las manos en la chaqueta, antes de pedirme de vuelta el aparato.

—No veo nada sospechoso ahí, ¿estás seguro de que es este sitio?

—Los he estado observando un par de días, luego de seguir a ese auto extraño que te siguió el otro día a clases —afirma, acompañado de una mueca.

Dios, me da escalofríos verle. Incluso parece muchos años más viejo que la última vez que lo vi. En la escuela me evita completamente o eso siento, ya que no lo veo ni cerca de Blake cuando este se sienta a almorzar conmigo, Sam y April.

—Terminemos con esto —murmuro, jalando la manga de la chaqueta del pelinegro—. Recuerda que mañana tengo examen y mamá no estará ebria para siempre.

Adrien frunce el ceño y Blake asiente. Los tres nos dirigimos a la cerca y Blake me ayuda a levantarme por sobre ella para pasar al otro lado. Caigo pesadamente sobre unos arbustos y me restriego el trasero mientras me muevo para que caiga Adrien y Blake con elegancia. Deben tener práctica en lo de colarse a casas porque lo hicieron parecer coser y cantar.

Me hacen señas para que me acerque y caminamos hasta una ventana que está levemente iluminada. Es la cocina y le llega la luz del comedor, debido a que han dejado la puerta abierta.

Escucho con atención y oigo conversaciones al otro lado del cristal cerrado. Nos agachamos cuando vemos a alguien cruzar la luz, pero volvemos a asomarnos y veo un chico. Es de contextura delgada pero atlética, alto y con el cabello oscuro. Me da la espalda, por lo que no puedo ver su rostro, pero si oír su voz claramente.

—... no tenemos tiempo, ¿lo ves? Si no la tenemos para fin de mes, entonces tendremos que actuar sin ella. —Esa voz, ¿dónde la he escuchado?

—Sabemos dónde encontrarla, pero ya no suele estar sola —puntualiza alguien a quien no puedo ver, pero tiene la voz de alguien de muchos más años que ese chico.

—Ya, ese no debería ser un problema para nosotros —bufa, molesto, pasando su mano por su cabello lo suficientemente largo como para que sus hebras se enreden en estos.

Trago con fuerza y me separo de ellos, buscando una ventana en donde pueda ver su rostro. Solo encuentro una un poco más cercana, donde puedo ver una silueta sentada en un sofá, pero no puedo verla bien, ya queestá de lado.

Mierda, necesito acercarme más.

—No debemos llamar la atención. Eso no puede estar lejos y tenemos que tomarlo desprevenido. —¿Eso?

Me acerco más hasta que dejo de estar en la cocina y estoy directamente en la sala y comedor, donde ambos hombres están conversando, pero no miran hacia donde yo estoy.

—Claramente es más importante que una chica cualquiera —continúa el hombre.

Ahora puedo verlo con mayor claridad. Está sentado en un sofá color vino mirando a la nada mientras habla con el chico más joven. Sus ojos violetas me ponen la piel de gallina, los cuales decoran un rostro demacrado por el pasar de los años. Puedo apostar que se ve más viejo de lo que realmente es, aunque su cabello este muy canoso.

—Entonces puede que para ella sea muy tarde —dice el chico, justo antes de girarse en mi dirección y, cuando sus ojos violetas hacen contacto con los míos, siento un escalofrío recorrer mi columna.

Mierda, es el enmascarado de esa noche y me ha descubierto.

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