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6.- Una pesadilla o salvación

JHON

Las puertas del elevador se abren soltando un zumbido, las miradas caen sobre mí y me obligo a sonreír al personal que me saluda, ellos no tienen porque saber que prefiero estar en cualquier otro sitio, excepto aquí.

Ayer fue una mala noche, Sky apenas y durmió debido a los cólicos, no tenía nada en casa de medicamento para bebé por lo que tuve que salir cerca de las dos de la mañana en búsqueda de un medicamento adecuado que pudiera aliviar el dolor.

Respiro hondo y enderezo la espalda mientras camino hacia mi oficina. El ambiente está cargado con el murmullo constante de teclados y teléfonos, un sonido que solía ser música para mis oídos, pero que hoy solo me hace querer mandar a todos a callar.

Claire me espera frente a la puerta de la oficina, con una carpeta en una mano y un café en la otra.

—Buenos días, señor Cooper—dice, su tono profesional no delata ninguna curiosidad por mi ausencia en los últimos días, pero sus ojos lo hacen.

—Buenos días, Claire. —Tomo el café que me ofrece y lo agradezco con un leve movimiento de cabeza.

Ella me sigue al interior de la oficina, cerrando la puerta tras de sí. Mientras me dejo caer en la silla, me doy cuenta de lo desordenado que está mi escritorio. Parece que todo el trabajo que no hice en mi ausencia ha decidido esperar pacientemente.

—Tiene una reunión con el comité directivo en veinte minutos —dice mientras coloca la carpeta frente a mí—. Quieren discutir la propuesta para la nueva línea de inversiones. También hay un almuerzo programado con el señor Edwards y los representantes de GreenCorp, y...

Dejo el café sobre el escritorio y levanto una mano.

—Claire, detente. Por favor.

Su voz se desvanece.

—¿Todo en orden?

—Sí, solo...atenderé primero la reunión con el comité. ¿Puedes dejarme solo mientras tanto?

Ella asiente. Deja la carpeta frente a mí y se retira sin cuestionar más. Cierro los ojos y presiono mi sien.

Tengo la tentación de llamar a mi nana para preguntarle como siguió Sky pero lo que menos necesito ahora es tener la mente con mi hija, Sky está bien atendida, no tengo duda de eso, si no supiera que la dejé en buenas manos no podría prestarle atención a nada más.

Me tomo el tiempo para tomar el café, y responder ciertos correos de urgencia antes de tener que moverme a la sala para la junta con el comité. Sé perfectamente que es lo que tengo que decir, así que no necesito cargar nada más conmigo.

Claire ya tiene lista la presentación cuando ingreso a la sala, soy el primero en llegar así que hemos empezado bien.

Las juntas con el comité suelen hacerse regularmente para supervisar que las inversiones se estén canalizando de la manera más adecuada, los socios están preocupados todo el tiempo por su dinero, un error o sospecha que ellos puedan tener, puede orillar a que se retiren y con la advertencia de mi padre, eso es lo último que necesito.

Es como si todo mundo se hubiese decidido por hoy para cuestionarme, mi padre está presente, lo cual no me extraña pero su mirada deja muy en claro que es lo que espera.

—¿Cómo podremos estar seguros del retorno de la inversión? —inquiere uno de ellos.

—El plan de inversiones está diseñado para diversificar nuestros activos sin comprometer nuestra liquidez —digo con seguridad, pasando las diapositivas de la presentación—. Y si implementamos estas estrategias en los próximos seis meses, proyectamos un crecimiento del 15%.

— ¿Y si el mercado se vuelve inestable? —pregunta con un tono casi desafiante.

—Entonces ajustaremos las estrategias —respondo sin dudar—. Pero, si no tomamos riesgos calculados, otros lo harán y quedaremos rezagados.

La reunión se prolonga más de lo esperado, pero cuando termina, siento una pequeña chispa de orgullo. Los socios nunca son fáciles de tratar, pero he respondido a todas las preguntas, defendido mis ideas y, por primera vez en días, siento que puedo manejar esto.

Cuando regresa a mi oficina, Claire está ahí, con una sonrisa apenas perceptible.

—El comité parecía impresionado.

—Eso espero —respondo mientras dejo caer los documentos sobre el escritorio.

—Ah, y esto llegó para usted hace un rato. —Deja un sobre sobre la mesa.

Lo abro con cuidado, sacando una tarjeta que tiene escrita una sola frase:

"No te olvides quién eres."

Mi padre, sin duda. Una manera sutil de recordarme que todavía estoy bajo su lupa.

Suspiro, la imagen de Sky vuelve a mi mente.

—No me olvido, pero estoy empezando a descubrirlo —susurro, tomando un sorbo del café antes de regresar al trabajo.

(...)

A media tarde le hago una llamada a mi nana para asegurarme que todo está en orden. Cuando me asegura más de una vez que así es, puedo concentrarme por completo en el trabajo.

Mantenía la esperanza de no volver demasiado tarde a casa pero parece que eso no será posible. Aunque aún me quedan varias horas, es evidente que los pendientes acumulados me tendrían aquí hasta tarde, antes eso no hubiese significado un problema pero ahora todo es tan distinto.

No hay nada urgente por lo que me quedo en la oficina intentando agilizar todo cuanto me es posible, hasta que Claire llama.

—Señor Cooper, su padre desea reunirse con usted en la sala de juntas principales.

Frunzo el ceño.

—¿Ahora?

—Sí, señor. Dice que es importante.

Suelto un suspiro, cada que mi padre utiliza el término "importante", rara vez es algo que me gusta.

—Voy para allá.

Guardo los documentos en la computadora y salgo de la oficina, al llegar, mi padre ya se encuentra al otro extremo.

—¿Querías verme?

—Siéntate, John —dice sin levantar la vista.

Me siento frente a él, cierra la computadora y me lanza una mirada fría.

—¿Y bien?

—La junta con el comité fue bien, ellos están satisfechos —dice. —Pero hay unos temas que me gustaría tratar.

—Bien, ¿Cuáles son?

La puerta de la sala de juntas se abre antes de que pueda darme una respuesta, y entra una mujer que parece hecha de pura determinación. Lleva un traje perfectamente entallado, con un maletín que sostiene con firmeza. Su cabello está recogido, dejando al descubierto un rostro que podría derretir hasta al oponente más terco en una negociación.

Sus ojos son casi tan fríos como los de mi padre, pero mantiene una expresión cortés mientras se aproxima.

—Permíteme presentarte a Katherine Moore. Será tu asistente personal adicional.

—Katherine Moore, un placer conocerle, señor Cooper.

Hay algo en su voz que me descoloca. Es profesional, pero hay un matiz en su tono, una especie de desafío implícito. Al estrechar su mano, siento la fuerza de su agarre. No es alguien que esté aquí para ser pasado por alto.

Rompo el agarre y me giro a mi padre.

—Asistente personal adicional —repito —. Esto es una broma, ¿no? Claire ya trabaja para mí, no necesito personal extra.

—Katherine tiene una trayectoria impecable. Ha rescatado proyectos al borde del desastre y liderado equipos que otros daban por perdidos.

—Aunque preferiría no tener que rescatar nada aquí —dice con un toque de humor, que no hace más que irritarme.

—Yo no necesito que nadie me rescate—miro a mi padre —. Si tienes algo que decirme, dilo directamente. Esto es innecesario. Además, ¿qué pasa con Claire? ¿Vas a despedirla?

—Claire seguirá manejando tus asuntos administrativos, pero Katherine estará aquí para apoyarte en áreas donde claramente necesitas... supervisión adicional.

—¿Supervisión? —repito, incrédulo—. Esto debe ser una broma.

Katherine sonríe, y no es una sonrisa nerviosa. Es del tipo que parece decir "he lidiado con peores".

—No es una broma, señor Cooper. Estoy aquí para asegurarme de que su trabajo sea más eficiente y menos... caótico.

Mi padre interviene antes de que pueda replicar.

—Katherine tiene una trayectoria impecable. Es meticulosa, disciplinada y completamente confiable. Justo lo que necesitas para evitar que tus recientes... circunstancias interfieran con tu desempeño.

Sé que está hablando de Sky, aunque no se molesta en mencionarlo directamente.

—¿Mis recientes circunstancias? —inquiero con irritación—. ¿Así es como lo llamas?

—Es exactamente lo que son —responde él, sin inmutarse—. Y no pretendas que no están afectando tu capacidad para mantenerte enfocado.

Antes de que pueda responder, Katherine interviene con una voz tranquila pero firme.

—Señor Cooper, entiendo que esto pueda parecer intrusivo, pero estoy aquí para facilitarle las cosas, no para complicarlas.

Mis ojos se vuelven hacia ella, tratando de medir si habla en serio o si simplemente está siguiendo el guion de mi padre.

—¿Facilitar? —mi tono es un poco más brusco de lo que pretendía—. ¿Sabes siquiera en lo que te estás metiendo?

Katherine mantiene mi mirada sin titubear.

—Sé exactamente en lo que me estoy metiendo, señor Cooper. No estaría aquí si no fuera así.

Esa respuesta me toma por sorpresa. No hay arrogancia en su voz, solo una confianza serena.

—Muy bien, Katherine —digo al fin, recargándome en la silla—. Ya que parece que mi padre ha decidido esto sin consultarme, ¿por qué no me dices cuál es tu plan brillante para manejar mi vida?

Ella cierra la carpeta que tiene frente a sí con un movimiento meticuloso y me mira con calma.

—Mi plan no es manejar su vida, señor Cooper. Es ayudarlo a manejarla usted mismo, de la mejor manera posible.

Suelto una risa. Eso se parece mucho a lo que un coach motivacional diría.

—Tienen mucho que hacer —interrumpe mi padre—. Katherine, confío en que sabrás manejarlo. John, espero que estés a la altura.

Mi padre se marcha sin más, dejándome a solas con esta mujer que, aparentemente, será mi sombra de ahora en adelante.

Katherine toma asiento sin esperar una invitación, abriendo su carpeta con la eficiencia de alguien que está acostumbrada a tomar el control.

—Bien, señor Cooper. Creo que deberíamos empezar por discutir sus prioridades actuales.

—Mis prioridades están claras —respondo, dejando caer mi peso en la silla frente a ella—. No necesito ayuda para hacer mi trabajo.

—Eso es debatible —responde, alzando una ceja—. Pero no estoy aquí para discutir. Estoy aquí para asegurarme de que todo funcione. Propongo que comencemos revisando su agenda y estableciendo prioridades claras para esta semana.

—Propón lo que quieras —respondo, cruzando los brazos—, pero no voy a aceptar que me trates como si no supiera lo que hago.

Ella levanta una ceja, una leve sonrisa en sus labios.

—No lo haría, señor Cooper.

El tono de falso profesionalismo me irrita más de lo que debería.

—Bien, tengo ciertas reglas para trabajar con alguien —respondo con firmeza —la primera y la más importante, no interfieras si no es necesario. Sé como hacer mi trabajo, no necesito que todo el tiempo estés detrás de mí.

Katherine arquea una ceja, como si hubiera esperado exactamente esa respuesta de mí. Su postura no cambia; sigue tan firme como al entrar.

—Entendido —responde con una calma que roza la provocación—. Pero también tengo mis propias reglas, señor Cooper. La primera y la más importante: si comete un error, no espere que me quede de brazos cruzados.

Su respuesta me deja un segundo en silencio. Su tono no es desafiante, pero tampoco tiene la sumisión que espero de alguien nuevo en mi equipo.

—¿Qué parte de "no interfieras" no entendiste? —pregunto con una sonrisa que no llega a mis ojos.

Ella no se inmuta, simplemente inclina ligeramente la cabeza como si estuviera evaluándome.

—La parte en la que asumes que estoy aquí para hacerte la vida más difícil. No estoy para interferir, estoy para asegurar que las cosas salgan bien. Si eso te molesta, tal vez deberías preguntarte por qué me asignaron a este puesto.

Eso sí que es un golpe bajo, y no puedo evitar tensar la mandíbula.

—Me asignaron porque confían en mi capacidad, no en tu actitud defensiva —continúa, mientras coloca su maletín sobre la mesa y empieza a sacar documentos—. Y, por cierto, no soy de las que están "detrás" de nadie. Prefiero estar al frente, asegurándome de que no tropiecen.

No sé si quiero aplaudirle por su audacia o mandarla al diablo.

—Déjame dejar algo claro, Katherine —pronuncio su nombre con lentitud, inclinándome un poco hacia ella—: llevo años trabajando en esta empresa, y conozco cada rincón de ella mejor que nadie. Si estás aquí para reemplazarme, que quede claro que no lo permitiré.

—Qué suerte la mía entonces, porque no estoy aquí para eso. Estoy para complementarte, no para reemplazarte —responde con un leve encogimiento de hombros—. Aunque, claro, eso dependerá de ti.

No sé si es el agotamiento acumulado o simplemente su forma de hablar, pero algo en ella me está haciendo perder la paciencia más rápido de lo habitual.

—¿Complementarme? —repito con una carcajada sarcástica—. Genial. Veamos cuánto tiempo dura eso.

—Lo suficiente para que dejes de verme como una amenaza y empieces a verme como una ventaja —responde con una seguridad que parece casi peligrosa.

Es un intercambio que claramente ninguno de los dos está dispuesto a perder, y por primera vez en mucho tiempo, me doy cuenta de que tengo a alguien frente a mí que no piensa ceder.

Termina de ordenar los documentos, y me mira.

—Oh, y regla número dos —responde con una sonrisa, acercándose un poco más—: no intente intimidarme, señor Cooper. Soy mejor en eso.

Echo la espalda hacia atrás y sonrío genuinamente esta vez. Es más que evidente: ella no es alguien que retroceda, y yo nunca he sabido ceder.

Sí. Esto va a ser interesante.

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¡Hola, hola!

Ha pasado tiempo, lo sé.

Peeeero hemos vuelto. ¿Qué les parece la aparición de Katherine?

Para quienes leyeron la primera versión se habrán dado cuenta de que esta es muuuuuuy diferente. ¡Espero les esté gustando muchísimo!

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