Capítulo 10
Una ligera brisa atravesaba las calles de París aquella mañana, acariciando las hojas de los árboles que bordeaban el Sena. Clara y Jacques habían pasado la noche hablando sobre el futuro y sus sueños, reafirmando su compromiso mutuo. La tensión de los días anteriores había disminuido, y se sentían más unidos que nunca. Sin embargo, aún quedaban muchas preguntas sin respuesta sobre Henri y su misterioso pasado.
Mientras se dirigían a la librería Shakespeare and Company, Clara no podía evitar sentirse inquieta. Había algo en el aire, una sensación de anticipación que no podía explicar. Al llegar a la librería, se encontraron con Sylvia, la dueña, quien les dio la bienvenida con su usual sonrisa cálida.
—Buenos días, Sylvia —dijo Clara, tratando de disimular su nerviosismo—. ¿Hay alguna novedad?
Sylvia asintió, con una expresión enigmática en su rostro.
—De hecho, sí. Hay un hombre que ha estado preguntando por ustedes. Dice que tiene información importante sobre Henri.
Clara y Jacques intercambiaron una mirada de sorpresa y curiosidad. Sylvia los condujo a una pequeña sala de lectura en la parte trasera de la librería, donde un hombre mayor los esperaba. Tenía el cabello canoso y una barba bien cuidada, y sus ojos reflejaban una sabiduría y tristeza profundas.
—Buenos días —dijo el hombre, poniéndose de pie al verlos entrar—. Me llamo Louis. Era un amigo cercano de Henri.
Clara y Jacques se sentaron frente a él, estudiándolo con atención. Louis parecía sincero, pero la desconfianza inicial era inevitable.
—Encantada de conocerte, Louis —respondió Clara, tratando de sonar amigable pero cautelosa—. Nos gustaría saber más sobre ti y tu relación con Henri.
Louis asintió, sacando un pequeño diario de su chaqueta.
—Entiendo su desconfianza. Pero les aseguro que todo lo que les diré es cierto. Este diario pertenece a Henri. Me lo confió antes de desaparecer. Contiene detalles sobre su vida y su amor perdido, cosas que nadie más sabe.
Clara tomó el diario con manos temblorosas, sintiendo el peso de la historia que contenía. Jacques se inclinó hacia adelante, mirando a Louis con ojos escrutadores.
—¿Cómo podemos estar seguros de que lo que dices es verdad? —preguntó Jacques, su tono serio y desafiante.
Louis suspiró, comprendiendo la necesidad de pruebas.
—Entiendo sus dudas. Pero si leen el diario, verán que contiene información que solo Henri podría haber escrito. Además, pueden verificar algunos de los eventos y lugares mencionados.
Clara abrió el diario, comenzando a leer en voz alta. Las primeras páginas describían la juventud de Henri, su pasión por la literatura y su amor por una mujer llamada Isabelle. Las descripciones eran vívidas y llenas de emoción, transportando a Clara y Jacques a otra época.
Mientras leía, Clara sintió una conexión profunda con Henri, como si estuviera compartiendo sus pensamientos más íntimos. Jacques, por su parte, observaba con creciente interés, sus dudas iniciales comenzando a desvanecerse.
—Esto es increíble —murmuró Clara, levantando la vista del diario—. Pero aún necesitamos verificar esta información.
Louis asintió, mostrando una ligera sonrisa.
—Por supuesto. Pueden empezar por los lugares mencionados en el diario. Henri y Isabelle solían encontrarse en un café cerca de Montmartre, y también hay referencias a un pequeño parque donde solían pasar las tardes.
Clara y Jacques intercambiaron una mirada decidida.
—Iremos a esos lugares —dijo Jacques—. Pero antes, necesitamos saber más sobre ti, Louis. ¿Cómo conociste a Henri?
Louis se reclinó en su silla, su mirada perdida en el pasado.
—Conocí a Henri en la universidad. Ambos estudiábamos literatura y rápidamente nos hicimos amigos. Compartíamos una pasión por los libros y las historias. Cuando Henri conoció a Isabelle, vi cómo su amor por ella lo transformaba. Era una relación intensa y hermosa, pero también complicada. Cuando Isabelle desapareció, Henri quedó devastado. Fue entonces cuando me confió su diario, diciéndome que algún día alguien encontraría la manera de descubrir la verdad.
Clara y Jacques escuchaban atentamente, sintiendo la sinceridad en las palabras de Louis. Aunque aún quedaban dudas, decidieron seguir las pistas del diario.
Al día siguiente, Clara y Jacques se dirigieron a Montmartre, un barrio conocido por su ambiente bohemio y artístico. Encontraron el café mencionado en el diario, un pequeño y acogedor lugar con mesas de madera y una decoración vintage. Se sentaron en una de las mesas junto a la ventana, observando a la gente pasar.
—Es increíble pensar que Henri e Isabelle solían sentarse aquí —dijo Clara, mirando a su alrededor.
Jacques asintió, sacando el diario y releyendo las entradas relacionadas con el café.
—Según esto, solían venir aquí todos los jueves por la tarde. Quizás podamos hablar con el dueño y ver si hay algún registro de ellos.
El dueño del café, un hombre mayor llamado Pierre, se acercó a su mesa con una sonrisa amable.
—Bonjour, ¿puedo ayudarles en algo?
Clara y Jacques se presentaron y explicaron su búsqueda. Pierre escuchó con interés, sus ojos brillando con recuerdos.
—Recuerdo a Henri e Isabelle—dijo finalmente—. Solían venir aquí hace muchos años. Eran una pareja encantadora, siempre riendo y hablando sobre libros. Pero un día dejaron de venir, y nunca supe qué les pasó.
La confirmación de Pierre les dio a Clara y Jacques un impulso de esperanza. Agradecieron al dueño y se dirigieron al pequeño parque mencionado en el diario. El parque era un lugar tranquilo, con bancos y árboles frondosos, perfecto para pasear y leer.
Se sentaron en un banco, leyendo más del diario de Henri. Las entradas describían con detalle sus encuentros con Isabelle en el parque, sus conversaciones sobre la vida y sus sueños compartidos.
—Puedo entender por qué Henri amaba tanto este lugar —dijo Clara, sintiendo una conexión con el pasado—. Es como si su espíritu aún estuviera aquí.
Jacques asintió, su mente trabajando rápidamente.
—Necesitamos seguir investigando. Cada pista que encontremos nos acercará más a la verdad.
Los días siguientes estuvieron llenos de investigaciones y descubrimientos. Clara y Jacques visitaron bibliotecas, archivos y hablaron con personas que habían conocido a Henri e Isabelle. Cada nueva pieza de información confirmaba las entradas del diario y les daba más detalles sobre la vida de Henri.
A medida que profundizaban en la historia, Clara y Jacques comenzaron a darse cuenta de que la relación de Henri e Isabelle era más complicada de lo que habían imaginado. Había secretos y desafíos que habían enfrentado, similares a los que ellos mismos estaban experimentando.
Una tarde, mientras revisaban documentos en una biblioteca antigua, Clara encontró una carta oculta entre las páginas de un libro. La carta estaba firmada por Isabelle y dirigida a Henri. Al leerla, Clara sintió una oleada de emociones.
—Jacques, escucha esto —dijo, su voz temblando—. Isabelle escribe sobre su amor por Henri y cómo tuvo que irse por razones que no podía explicar. Habla de un secreto que debía proteger, algo que la mantuvo alejada de él.
Jacques se inclinó hacia adelante, su expresión grave.
—Esto cambia todo. Si Isabelle tenía un secreto tan importante, quizás hay más que no sabemos.
Clara asintió, sintiendo una mezcla de esperanza y desesperación.
—Necesitamos encontrar más cartas, más pistas. No podemos detenernos ahora.
Mientras continuaban su búsqueda, Clara y Jacques se encontraron con más personas que recordaban a Henri e Isabelle. Cada nuevo encuentro les daba más piezas del rompecabezas, pero también traía más preguntas.
Finalmente, una noche, mientras revisaban las últimas entradas del diario, Clara encontró una referencia a una casa en las afueras de París. Henri había mencionado que era un lugar especial para él e Isabelle, un refugio donde podían estar juntos sin preocupaciones.
—Jacques, tenemos que ir a esa casa —dijo Clara con determinación—. Siento que ahí encontraremos las respuestas que buscamos.
Jacques asintió, su resolución tan fuerte como la de Clara.
—Vamos mañana. No podemos detenernos ahora.
Al día siguiente, se dirigieron a las afueras de París, siguiendo las indicaciones del diario. La casa era antigua y estaba un poco deteriorada, pero aún conservaba una belleza nostálgica. Al entrar, Clara y Jacques sintieron una atmósfera de paz y tristeza al mismo tiempo.
Exploraron la casa, buscando cualquier cosa que pudiera darles más información. En una de las habitaciones, encontraron una caja de madera antigua. Al abrirla, descubrieron más cartas, fotografías y un pequeño cuaderno.
Las cartas y las fotos revelaron más sobre la vida de Henri e Isabelle, sus sueños y los desafíos que enfrentaron. El cuaderno, escrito por Henri, contenía sus pensamientos más íntimos y su amor eterno por Isabelle.
Clara y Jacques se sentaron en el suelo, rodeados de los recuerdos de Henri y Isabelle, sintiendo una conexión profunda con ellos. Sabían que habían desenterrado una historia de amor verdadera y que su propia relación se había fortalecido en el proceso.
Mientras salían de la casa al atardecer, Clara tomó la mano de Jacques, sintiendo una nueva esperanza.
—Hemos descubierto tanto, Jacques. Y sé que aún hay más por encontrar. Pero ahora, siento que estamos más cerca de la verdad y de nuestro propio futuro juntos.
Jacques asintió, apretando su mano con suavidad.
—Lo estamos, Clara. Y lo haremos juntos, pase lo que pase.
Con cada paso que daban, Clara y Jacques sabían que estaban escribiendo su propia historia, una historia de amor, desafíos y descubrimientos, inspirada por el pasado pero firmemente arraigada en su presente y futuro juntos.
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