El Valor de Soñar
Capítulo 25:
—Amiga, ¿cómo estás? —preguntó Fer, que por su tono de voz parecía que no había dormido. Se levantó de la cama y se sentó a mi lado.
—Estaba viendo la nota, donde Joe dejó su correo —expliqué con la voz apagada, y le mostré la nota—. La encontré dentro de su chaqueta —le mostré la chaqueta y ella me miró extrañada.
—¿Así encontraste a Joe, verdad? —me preguntó mi amiga, y yo asentí.
—Sabes, lo más curioso de todo es que recién me doy cuenta de esto —agregué, extrañada, mostrándole el otro lado del papel, donde estaba la dirección—. ¿Tú crees que...? —tanteé, dudosa, y la miré con complicidad.
—Vos que conoces mejor a Joe —articuló Fernanda, tomando el papel y leyéndolo—. ¿Crees que él lo puso a propósito? —interrogó, pensando y mirándome esperando una respuesta.
—Creo que Joe no estaba muy sorprendido cuando le escribí la primera vez —le conté mientras pensaba—. Sabiendo cómo es Joe, siento que él me está diciendo algo con esto —comenté, confesando mi sentimiento.
Fer y yo fuimos a la cocina porque teníamos sed. Ella contó que extrañaba muchísimo a Nick y que desde que volvimos a hablar, ella deseaba volverlo a ver algún día. Pero es tan difícil encontrar una manera de que vengan o de que nosotras vayamos allí.
Mientras pensábamos y deducíamos si Joe había sido tan torpe para olvidarse su chaqueta o si la dejó intencionalmente para que yo la encontrara, sentí que algo estaba cambiando. Sabía que, de alguna manera, esto era el comienzo de algo nuevo.
Guille estaba entrando a la casa y me vio sentada en el sofá, mirando la tele. Fer seguía en la cocina.
—¿Qué pasó, pequeña? —preguntó, algo preocupado.
Respiré hondo, abrazando mis piernas y mirando fijamente la pantalla—. Estoy cansada de todo esto —respondí con la voz entrecortada—. Solo quiero que todo cambie —mi voz era apenas un hilo y escondí la cara entre mis rodillas.
Guille se paró frente a mí y se agachó para estar a mi altura—. Quiero que sepas que cualquier decisión que tomes, yo voy a estar aquí para defenderte —declaró con un tono cómplice. Lo miré, extrañada y agradecida.
En ese momento, la voz de Joe Jonas resonó en mi mente: «¿Te atreves a soñar?", "A veces uno debe tomar riesgos». Las palabras de Joe y las señales que la vida me estaba dando me dejaban muda.
Mientras Fer y yo estábamos en el sofá, mirando la tele con insomnio, mi mente no dejaba de dar vueltas. Quizás fue lo que dijo Joe, o Guillermo, o lo que pasó antes con Gastón. O tal vez estaba harta de esperar sentada en ese sofá, viendo la tele todo el día, esperando que algo cambiara. Como Joe solía decirme cuando pasaba mucho tiempo sin hacer nada: "Lola, piénsalo...". No sé, pero seguí lo que mi corazón decía. Por primera vez, sentí que podía cambiar algo. Me levanté del sillón y miré a Fer.
—Sabes —empecé, sintiéndome un poco como Joe, debo dejar de juntarme con él—. Estoy cansada de esperar —protesté en voz suave. Fernanda me miró, dudosa—. Pensarás que es una locura —aclaré antes de continuar—, pero ¿y si vamos a nuestro lugar feliz? —sugerí de golpe. Fer me miró sin entender—. Ya sabes, ir a donde éramos felices —corrobore con dudas, solo tenía un destino en mente.
—¿Tú dices de irnos literal? —cuchicheó Fer con tono animado. Asentí, y vi que la idea le gustaba—. Pero, ¿cómo haremos para que tú puedas viajar? —dijo, tocando su mentón con el dedo índice.
Escuché un carraspeo proveniente del pasillo. Vi a Guillermo, lo miré asustada por si nos había escuchado, pero él me llamó. Fui junto a Fer hasta donde estaba Guille, y de repente un papel se "cayó" de sus manos.
—Yo me iré a dormir, espero que no cometan ninguna locura, niñas —comentó, girando sobre sus talones y dirigiéndose a la puerta de su habitación. Antes de entrar, me miró con determinación y, quizás, un poco asustado. Me guiñó un ojo, como si me incitara a que lo hiciera.
Recogí el papel que Guillermo literalmente me entregó en las manos. Era un certificado a nombre de un tal Christian, con permiso para viajar acompañado de una persona mayor de "esta parte está borrada y cambiada" 16 años. «¿Christian?» su nombre resonaba en mi cabeza, ese nombre con el que he soñado desde que tenía 9 o 10 años, o quizás más. Esto quizás también despertó esa loca idea, pero era la mejor locura que alguna vez cometería.
Eran la 1:30 a.m. Esta idea no me dejaba en paz, así que nos dirigimos a nuestro armario. Saqué una valija, un bolso y otras cosas que necesitaba. Si es lo que están pensando, yo no pienso quedarme ni un solo día más en este lugar. Abrí el lugar secreto donde guardaba mis cosas. Mientras Fer terminaba sus maletas, miré mi habitación, los posters, y no lo pensé dos veces. Quité uno por uno, guardando todo lo de los Jonas en la bolsa que Fer me trajo de Nueva York. Ella me pidió que la ayudara con los suyos, y así lo hicimos rápido, solo queríamos los posters, CDs y demás que teníamos de ellos.
Guardé mi diario, mi cancionero, la guitarra que me regaló Kevin, la chaqueta de Joe. Entré a la habitación de Guillermo y saqué mi laptop y el cargador con cuidado. Todo lo hice rápido, sin olvidar nada. Me llevé toda mi documentación que Guillermo me había dado una vez.
Cuando salimos, despacio y sin hacer ruido, ahí estaba Fer, esperándome en la puerta de un taxi.
—Espera, ¿a dónde vamos? —preguntó antes de subirse al auto.
No dije nada. Me subí al auto y el chófer puso todo en el baúl, excepto el estuche de la guitarra. Mi ángel se iría conmigo por ser especial y frágil.
—¿Qué piensas que pasará? —preguntó Fer, mirándome seria ya dentro del taxi.
—Vamos al aeropuerto, por favor —le indiqué al conductor y este arrancó—. No sé, pero quiero arriesgarme y averiguarlo —decidí por una vez en mi vida.
—¿Qué destino? —preguntó Fer, no muy segura.
—Casa —susurré, mirando por la ventana. Mi vista se centró en la hermosa luna que hoy me acompaña, como todas las noches. Ella es mi compañera y testigo; sin ella yo me sentiría muy sola.
La escuché hacer un sonido con su boca—. ¿Y si mejor...? —sacó el papel, el cual era cómplice de esta travesura, o quizás quien la ocasionó—. ¿...averiguamos a dónde nos lleva esto? —sugirió con una mirada cómplice y con ganas de aventura.
Al llegar al aeropuerto, Fer sabía exactamente qué hacer. Nos dirigimos a la ventanilla para presentar o comprar pasajes. Le di un poco de mis ahorros para que pudiera comprar el suyo. Yo iba a comprar el mío cuando, al abrir mi pasaporte para entregárselo a la recepcionista del aeropuerto, ella me miró con seriedad, pero amable.
—Sos menor, no puedes volar a menos que traigas un certificado —explicó.
—Sí, lo tengo —le contesté, un poco molesta porque siempre soy demasiado pequeña para todo, pero para otras cosas soy demasiado grande. No lo entiendo. Le mostré el certificado que tenía y la señorita lo verificó con cuidado.
—Muy bien, entonces que tengas un excelente vuelo, Lore —dijo con una sonrisa, entregándome mis documentos—. ¿A dónde viajarán? —preguntó mientras llenaba los datos de los billetes.
Estaba por responder cuando Fer presentó su certificado también, por si acaso.
—New Jersey, Estados Unidos —mencionó mi hermana de la vida con decisión, mirándome.
En el avión, Fer y yo nos miramos con emoción.
—¡Yo escojo el lado de la ventana! —gritamos al unísono, pero yo fui más rápida y gané.
—¡Ufa! —se quejó Fer, riendo—. Luego me lo cambias.
Una azafata con una sonrisa perfecta, como en las películas, nos interrumpió:
—Prepárense, despegamos en 4 minutos. Por favor, abróchense los cinturones.
Me abroche el cinturón y miré por la ventana. El avión empezó a moverse, y sentí una mezcla de emoción y nervios. Fer, a mi lado, estaba emocionada también, pero más tranquila. Mientras el avión despegaba, las luces de la ciudad se hicieron más pequeñas, y pensé en todo lo que nos esperaba en New Jersey.
Fer suspiró.
—¿Qué crees que pasará cuando despierten todos y vean que no estamos? —preguntó con voz suave.
La miré y respondí con firmeza:
—Realmente no me importa. Yo quiero seguir e interpretar las señales que la vida, el destino, Dios o el universo me dieron. Quiero dejar de tenerle miedo a todo y, por una vez, arriesgarme —dije, sintiendo una paz interior mientras el avión despegaba y la adrenalina se apoderaba de mí. Creo que es la mejor sensación que he sentido.
Fer sonrió y dijo:
—Bueno, ahora solo nos queda un destino y es...
—¡New Jersey! —proclamé riendo nerviosa, levantando los brazos como si me hubiera liberado de una pesada carga que llevaba desde hacía muchos años.
Sabía que este dinero algún día me serviría para algo bueno.
Mientras el avión se dirigía a nuestro destino, Fer se quedó dormida y yo encendí la luz de mi asiento para escribir en mi cuaderno.
«Sentí que me llamaba esa magia hoy, un sitio en confusión ¿quién lo sabrá?» escribía, soñando despierta con lo que vendría más adelante. Dejé de escribir un momento para tocar la chaqueta que llevaba puesta, la que había comenzado todo, la que quizás me haya salvado de la oscuridad. Coloqué una mano en el bolsillo y sentí otro papel en él. «¿Qué es esto?» pensé mientras suspiraba. Leí lo que el papel decía, y mi corazón comenzó a latir más rápido cuando vi la dirección de mi casa. Me quedé pensando en por qué Joe tendría esta dirección. ¿Quizás para no perderse? Del otro lado, el papel tenía escrito mi nombre y la frase "no olvidar". Una corriente recorrió mi cuerpo entero, enviando choques de felicidad a cada parte de mí. Guardé la nota en mi diario y la puse dentro del compartimiento secreto donde también tenía mi pendrive. Cerré mi cuaderno y apague la luz, luego levanté la pequeña cortina de la ventana.
Miré al exterior y vi un cielo lleno de estrellas, prometiendo nuevas aventuras y sueños por cumplir. Me acomode en mi asiento, dejando que la emoción y la esperanza me envolvieron mientras el avión seguía su curso hacia nuestro destino.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro