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Capítulo 35

La risa del chico llena mi habitación, al parecer el tema desagradable de Hera a quedado a un lado, y le he logrado convencer de lo que es.

—Joder — se queja con cara preocupada —. Mi madre me está llamando.

Esas bien podrían ser malas noticias si no viviese aquí.

—Contesta.

—¿Y si se da cuenta? Tengo los ojos muy rojos.

—Eso que importa — río sonoramente —. Te está llamando, no ha tocado la puerta para verte.

—Tienes razón — acepta y no hace más que provocarme más risa.

Eliot acepta las llamada y veo que pone el altavoz.

"—¿Bueno?

—Hola, cariño,
¿cómo estás?

—Estoy bien, mamá, ¿y ustedes cómo están? — veo que intenta concentrarse tanto como le es posible.

—Todo bien por aquí,
¿estás ocupado?

—Un poco, estoy con una amiga.

—Con una amiga — repite con voz pícara e intento no reírme.

—Así es, madre, una amiga.

—Quiero que termines la universidad antes de darme nietos — sentencia y veo las mejillas de Eliot ponerse rojas.

—¡Madre!

—Ponte un condón.

—No puedo creerlo — musita escondiendo la cara tras una de sus manos.

—Hablo en serio.

—Madre, ya basta, por favor.

—Te llamo luego, dejaré que sigas en lo tuyo.

No estoy haciendo nada.

—Salúdala de mi parte, podría venir a la fiesta del próximo fin de semana.

—Bien, lo haré.

—De acuerdo, cuídate, cariño".

Tu madre es tan atenta — observo un poco sarcástica.

—Ni lo digas.

—Se escucha linda.

—Lo es — afirma mirando su teléfono —. Demasiado.

—Que bien, mi madre es un poco más del tipo desalmado.

Eliot ríe con ganas por mi idea.

—¿De verdad?

—No quieres conocerla.

—Yo creo que sí.

—No sabes lo que dices, en verdad, no quieres conocerla.

—¿Crees que me odie?

—A veces creo que hasta a mi me odia, así que podría esperarlo.

—No creo que te odie.

—A veces parece que aborrece al mundo entero — confieso recordando las multiples veces en las que ha demostrado eso mismo desde que tengo memoria.

—Un amigo necesita que baje un momento — explica —. ¿Quieres ir conmigo, o prefieres esperarme aquí?

—Iré contigo — decido, pues no deseo quedarme sola.

—Bien, vayamos.

Nos volvemos a poner de pie, aunque esta vez noto que a ambos nos cuesta trabajo y nos tambaleamos ligeramente cuando estamos parados.

Me adelanto a abrir la puerta y dejo que Eliot salga primero.

Para este punto veo el lugar con más personas, pues como es viernes, todos ya comienzan a entrar y salir hacia fiestas y otros planes de fin de semana.

Las escaleras son un claro obstáculo para ambos, aunque creo que más para el chico, pues yo ya me sé las dificultades y cómo afrontarlas.

Dejo que él se tome del barandal y yo decido bajar lo más rápido que puedo sin correr ni ponerme en peligro, pero con la suficiente velocidad para no darle tiempo a mi cerebro de dudar en bajar otro escalón o no.

Ambos nos concentramos tanto en la acción, que cuando llegamos abajo buscamos más escaleras por unos segundos, hasta comprender que ya estamos en el pasillo principal. 

Nos adentramos entre la cantidad saturada de personas como es costumbre aquí, y aunque Eliot es tan grande que podría abrirme paso sin perderse de mi vista, decide tomarme una mano, posiblemente para que el que no me pierda sea él.

Cuando nos acercamos a la salida, caigo en cuenta de que afuera está lloviendo. No tan fuerte, pues seguramente apenas ha comenzado.

Salimos del edificio sin preocuparnos por mojarnos, seguimos sin soltarnos de las manos y prácticamente le sigo, pues no me ha dicho a dónde nos dirigimos.

Mi ropa comienza a mojarse, porque aunque la lluvia aún no se convierte en una tormenta, las gotas son grandes y el aire le ayuda a mojar con mayor facilidad lo que está a su alcance.

—No hablabas en serio — suelta Eliot irónico y comienza a reírse una vez que nos detenemos.

—¿Podrías quitármela de encima? Estoy mojándome — responde una chico que está tirado en el aparcamiento en el apartado de motocicletas.

Lo peor en sí no es eso, sino que, por muy imposible que suene, tiene dos motos encima y no puede quitárselas.

Eliot se quita de mi lado y baja de la acera. Toma uno de los vehículos y lo alza sin dificultad alguna, aún cuando puedo estar segura que esa cosa pesa hasta más del doble que él.

Una vez que la ha acomodado en su espacio correspondiente, levanta la otra y le da la mano al que sigue en el suelo.

—¿No te he dicho que solo puedes manejar una a la vez? — inquiere Eliot irónico y se burla del chico.

—No te burles, ya suficiente tengo con los diez minutos que estuve en el piso — se queja el chico tomando la moto en lugar de Eliot y acomodándola en otro lugar —. Gracias por rescatarme, estoy seguro de que si no fuera por ti me habría quedado ahí el fin de semana entero.

Esbozo una sonrisa por el comentario, y no porque sea algo exagerado, sino porque es lo más probable en realidad.

—Siempre al rescate.

—Gracias — repite —. ¿Y quién es tu amiga?

—Es California — me presenta haciéndose a un lado y poniéndose junto a mí.

—Con que tú eres la famosa California — comenta el chico mirándome con asombro —. Eliot me ha hablado demasiado de ti desde que te conoció. ¿De verdad entraste a lucha?

—Sí, lo hice — afirmo comprendiendo que realmente fue una locura mía hacerlo, y todos están plenamente conscientes de ello.

—Que valiente — denota —. Eres de las chicas rudas entonces. Y no hay muchas así por aquí.

—Seguro que sí, solo que a diferencia de mí, ellas son inteligentes y saben valorarse a sí mismas — ambos chicos ríen y yo me pongo a pensar que esa fue de las primeras ideas un tanto estúpidas que se me cruzaron por la mente cuando recién llegué aquí.

—Creo que deberíamos irnos — sugiere el chico cuando la llovizna se torna más intensa y ya comienza a convertirse en la tormenta que pronostiqué.

—Así es — acepta Eliot —. Ten cuidado e intenta no tirarte más cosas encima.

—Lo intentaré.

Nos separamos y ambos comenzamos a correr en dirección al edificio del que salimos hace unos minutos, pues cada segundo que transcurre, las cosas se ponen más feas aquí afuera.

Mientras mas nos acercamos al lugar, noto que no somos los únicos que intentan desesperadamente resguardarse en la residencia, y eso provoca que comience a formarse un caos que no acabará nada bien.

El sonido de la lluvia se intensifica a tal grado de que todos los demás sonidos son casi imposibles de percibirse, e incluso intentar comunicarse con el otro es una misión imposible de conseguir.

Pero ambos estamos tan mojados que tomamos la sabia decisión de no apurarnos más, pues ya no podemos estar más mojados y en la entrada del edificio el caos ha comenzado.

Aún cuando creí que el sonido no podría ser más ensordecedor, granizo me demuestra que no era lo suficientemente fuerte lo que oía.

Las risas de todos se hacen presentes, e incluso podría jurar que nosotros fuimos los primeros.

Aún hay chicos que intentar entrar a la residencia, cosa que ya me parece imposible, pues los chicos han cerrado la entrada con ellos mismos.

Veo que un tipo corre del aparcamiento a la entrada, y justo ahí resbala y termina en el piso. Como le veo reírse de sí mismo, me siento con la libertad de reírme también, y un momento después me veo riendo con Eliot sin poder parar.

Lo peor del caso es que a la vida no le basta haberle puesto el pie a un chico, y decide ocuparlo de obstáculo para los demás.

Apenas transcurren segundos cuando los accidentados ya son más de cinco, y por muy crueles que podamos parecer, no logramos dejar de reír.

Todo a nuestro alrededor ya se torna color blanco, y el granizo baja aún más la temperatura.

—¡Vamos a entrar! — grita Eliot para que logré escucharlo, y apenas consigo comprender sus palabras.

Nos movemos de donde estamos y avanzamos los últimos pasos con calma, pues ya vimos que intentar entrar como bólido no resulta una buena idea.

Los que siguen en el piso están con severos ataques de risa, contagiando al resto de presentes y haciendo por primera vez un momento divertido en Umbra.

Eliot me toma de la mano y comienza a abrirnos paso entre todos, cosa que por increíble que parezca no le resulta difícil, y aún cuando hemos dejado las risas atrás, nosotros continuamos riéndonos como si el momento de las caídas se repitiera constantemente en nuestras mentes.

Puedo jurar que el pasillo está mojado completamente, y los afortunados que están secos aquí adentro tienen que irse con lentitud para no hacerla de trampeadores y acabar secando en piso con sus cuerpos.

Una vez que logramos llegar a las escaleras nos soltamos y subimos rápido, corriendo sin importarnos que tenemos las mismas posibilidades de caer aquí que allá abajo por lo mojados que venimos, y con el peligro de morir aquí en las escaleras.

Entramos al pasillo de Eliot y corremos, vamos más rápido hasta llegar a su habitación.

Seguimos riendo a pesar de haber dejado totalmente atrás los incidentes, e incluso puedo asegurar que reímos por costumbre y ya ni siquiera por el motivo inicial.

Eliot se quita la playera empapada y la echa al suelo. Hago lo mismo al notar que estamos solos y ambos nos deshacemos de todo lo que llevamos encima a excepción de nuestra ropa interior. Que por mala suerte también se ha mojado.

A pesar de mi estado divertido y aletargado, empiezo a tiritar y me froto un poco los brazos aunque no solucione nada en realidad.

—¿Estás bien? — pregunta Eliot sacudiéndose el cabello mojado.

—Tengo frío — respondo sin dejar a un lado el tono divertido en mi voz.

—Ven — Eliot avanza hasta mí y me abraza.

La sensación es un tanto extraña, pues el roce de nuestras pieles mojadas me causa algo de gracia, aunque no le suelto mientras nos lleva hacia el baño.

Me envuelve con una toalla y vuelve a abrazarme después. Una acción que me resulta tierna y me provoca ganas de abrazarlo también.

—Fue divertido — comenta riéndose de nuevo.

—Completamente — acepto —. Todo se salió de control en un minuto.

—Creo que un minuto es demasiado, pasaron segundos cuando ya se estaban cayendo en la entrada.

Y volvemos a reír al recordarlo. Creo que la intensidad de la lluvia nos tomó por sorpresa a todos.

Me muevo para poder volver a abrir los brazos, y así poder rodear al chico con ellos.

Aunque intento cubrirle también con la toalla, por muy grande que esta sea, no es suficiente para cubrirnos a ambos, por lo que apenas logro tapar hasta sus hombros mientras él me rodea la cintura y acaba pegándome bien a su cuerpo.

La cercanía entre ambos me pone nerviosa, pero no son los nervios que siento habitualmente cuando estoy metiéndome en problemas o mi vida corre peligro; estos me parecen unos nervios mas graciosos y un poco incómodos.

Las cosquillas en mi estómago se hacen presentes y terminan provocándome un escalofrío que hace sonreír a Eliot.

Y su sonrisa me hace sonrojarme.

Esto está mal, por un momento deseo ser tragada por la tierra.

Pero al aceptar que eso no va a ocurrir, me atengo a mi realidad.

Echo para atrás unos mechones de cabello del chico, dejándole el rostro libre y observando a profundidad sus ojos azules.

Aunque sé que lo hago por impulso, termino dando el primer paso y lo beso.

De igual forma sé que iba a pasar, para qué esperar.

Noto que le he tomado por sorpresa, pero no pierde la oportunidad y no se da un solo segundo de espera antes de corresponderme.

Mis nervios siguen ahí, sin embargo, de alguna forma, estar besándolo me permite ocultarlos mientras soy consciente de que Eliot debe estar sintiendo la misma inquietud que yo.

Me alza del piso y me hace sentirme más pequeña de lo soy. Da la vuelta y nos lleva hasta su cama, me quedo hincada sobre ella y sigo pegada a Eliot.

Una de sus manos me toma de la nuca con cuidado, y la otra se posa sobre mi cadera.

Decido retroceder ligeramente y hago que Eliot suba a la cama conmigo.

Esta vez pone ambas manos en mi cadera, y aunque no lo dice, de alguna forma presiento que busca autorización para tocarme de una manera más atrevida.

Tomo la mano que sostiene mi cadera, y la guío hacia abajo, dándole paso a que me toque sin pena.

Hago que el chico se recueste en la cama y sin separarme de sus labios, me subo a él con cuidado.

El rumbo que nuevamente tomó mi fiesta privada, resultó ser parecido a la primera vez.

Solo que ahora, creo que no se verá interrumpido por las apariciones sorpresivas de mi madre.

Si llegase a venir, no podría encontrarme, y dado que también me he dejado el teléfono en la habitación, no hay forma en la que algo nos interrumpa ahora.

De hecho, siendo objetiva, esta vez no habrá nada que pueda evitar que lo que comenzamos Eliot y yo ocurra.

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