Capítulo 35: Vuelvo a verte
Por fin es miércoles.
Miro la pantalla de mi celular, y el reloj indica que son las dos y cuarto para ser exactos. Mi frecuencia cardiaca salta de noventa pulsaciones a ciento diez por minuto. ¿La razón? Cierta personita de nombre acuoso, vuelve al instituto hoy.
Aún no lo he visto, pero compartimos la próxima materia que está a punto de comenzar. Suena el timbre, y el alumno que ocupa su lugar, se levanta y sale del salón. Acto seguido, River aparece en el umbral de la puerta, y las mariposas en mi estómago revolotean enloquecidas.
Nuestras miradas se encuentran, y siento el calor subir hacia mis mejillas, mientras él me regala su mejor sonrisa torcida para luego bajar esos ojos azules infinitos hacia su mochila. Observo embobada como los músculos de sus brazos se contraen mientras se la ajusta al hombro, abriéndose camino para llegar a su asiento.
Una vez sentado justo al lado de mi banco, Miss. Ortiz entra al aula, y da por comenzada la clase de Literatura pasando la lista. Intento prestar atención a la materia, es mi favorita después de todo, pero las cortinas se balancean bajo la suave brisa, y una fragancia que conozco muy bien se cuela por mi nariz, haciendo trizas mi precaria concentración. Conozco ese aroma como el dorso de mis manos inquietas.
Me atrevo a echar un rápido vistazo en su dirección, agradeciendo al cielo por mi aguda visión periférica. Puedo sentir la mirada de Lorna, Micaela y Teresa perforando agujeros en mi cuello húmedo de los nervios.
«No seas cobarde, Alba. Es tu novio y lo puedes mirar todo lo que se te antoje. Esas diablas pueden irse bien a la mierda».
Trago con dificultad, pero persevero. Lo veo balanceando su cabeza al son de una melodía proveniente de sus auriculares. El movimiento causa que sus rulos caigan desordenadamente sobre su puntiaguda nariz, y juro que tengo que luchar contra las ganas de levantarme y abrazarlo. Me arden los labios de ganas de besarlo.
No debería estar escuchando música: si la profesora lo atrapa, puede que lo envíe a la dirección, y dado que recién acaba de volver de su suspensión, no puede darse el lujo de llamar la atención.
Mi pecho se contrae ante la idea de tener que pasar más tiempo separados. ¿Y si lo suspenden de nuevo? ¿Y si sus padres lo castigan durante un mes entero? ¿Y si después de esa segunda y eterna penitencia, se enoja conmigo y decide que ya no quiere una novia problemática y rara como yo?
Los pensamientos siguen llegando, arremolinados y catastróficos. El salón de clases gira a mi alrededor, el zumbido de mis oídos se sale de control, y siento lo que vendrá después.
«Basta, Alba. Basta ya, o tu torbellino te llevará lejos».
No quiero desaparecer, así que me agarro del borde de mi escritorio para evitarlo. Intento respirar profundo, concentrarme en las cosas que me rodean. Cuento las palabras que tiene cada verso del poema que estamos copiando del pizarrón. Enumero sus líneas, y pienso en el significado de sus metáforas.
Funciona. Lentamente, mi cuerpo se relaja y mi mente se aclara.
Hay un zumbido debajo de mi libro de poemas. Miro a River, y lo veo escribiendo un mensaje con una sonrisa pícara jugando en la comisura de su boca. Muerdo mi labio inferior, soy un manojo de hormonas enardecidas.
«Ayúdame, Virgen de la cordura, no me abandones mientras me muero de deseo».
Mi estómago salta alocado al mirarle esos dedos tan largos y elegantes que tiene, y cómo se mueven con facilidad al escribirme. Recuerdo sus manos sobre mi piel, dentro de mí...
«Ay, mujer. Por el amor de Dios, controla tus pensamientos».
Ya sé... Estoy en un salón de clase. Recibiendo educación. Crucial mi futuro académico... que es muy importante. Sí. Eso... ¿A quién engaño? Mi cerebro me sigue mandando imágenes de River semi-desnudo y de su—
«¡Alba! ¡Criatura desubicada! Rápido, haz otra cosa para distraerte de tantos pensamientos pecaminosos».
Voy a arder en el infierno, lo tengo claro.
El celular sigue vibrando, extiendo mi mano y lo agarro antes que Miss. Ortiz me lo confisque. Lo silencio, temblando del terror que me atrape.
Trago una risita, y miro hacia delante. Por suerte, la profesora está inmersa en su análisis literario, tan perdida entre las capas de significados ocultos del poema "The Road Not Taken" de Robert Frost, que las vibraciones de mi celular pasan desapercibidas.
River ríe por lo bajo, y guarda su celular en el bolsillo trasero de su jean oscuro. Le queda tan bien...
¡Maldito seas, nenito acuoso!
Son las cinco de la tarde, y las clases terminaron por hoy. Nos encontramos en el pasillo como habíamos quedado. Juro que cada vez que lo tengo cerca, creo en lo imposible.
Caminamos rumbo a la reja de salida uno al lado del otro, rozándonos los hombros al andar. Las miradas de rabia y desaprobación aún permanecen. Los ojos de Lorna me atraviesan, y muy a mi pesar me duele su odio infundado. River se da cuenta, y desliza sus dedos en mi mano izquierda.
—No le prestes atención, nenita. Solo nosotros somos importantes —me susurra, y el mundo se derrite bajo su mirada colmada de promesas.
Entrelazo mis dedos con los suyos, con el corazón galopando en mi pecho, y una sonrisa de oreja a oreja.
«Chúpate esta mandarina, Lorna. Vuelve a los confines del infierno donde perteneces, demonia».
Llegamos al estacionamiento, aún tomados de la mano. Ahora que lo noto, la mochila de River parece más abultada que de costumbre, no tengo idea que tiene allí dentro.
—¿Lista, nenita? —me pregunta, para luego darme un beso suave que afloja mis rodillas.
—¡Salgamos de aquí! —le contesto, entre risas porque sigue besándome el cuello y el crecimiento de su barba me hace cosquillas.
Mientras nos alejamos hacia no sé donde, caigo en la cuenta de que no he hablado con papá en todo el día. Intento traer su voz, pero se mantiene silencioso. Por unos segundos, su falta me quita el aliento.
Y por alguna misteriosa razón, se me viene a la mente el poema de esta tarde y las palabras de mi profesora.
—"The Road Not Taken" o "El camino no tomado" expresa a la perfección ese deseo tan humano de querer elegir más de una cosa al mismo tiempo, y como eso es imposible.
Ella tiene razón, en la vida hay que decidir. Y este poema es un canto al momento sublime de la indecisión. Hacer esto o aquello... Allí donde todo es posible. Allí donde he estado escondiéndome para no tener que elegir entre ellos. Allí donde nada malo ocurre, pero donde no podré quedarme eternamente.
Tarde o temprano, voy a tener que enfrentar una encrucijada tan dolorosa que me dejará en pedazos. Pero justo ahora, con el viento en el rostro, el motor rugiendo bajo mis piernas, y mis brazos alrededor de su cintura, soy invencible...
Y quiero creer que los milagros existen.
N/A
¡Holi! Si supieran lo mucho que me está gustando escribir para ustedes... En serio, no se hacen idea.
Buenooo, estemmmm, se viene el calorcito... Solo eso voy a decirles.
¡Los adoro!
Me encantaría que estuvieran conmigo en Insta, Twitter y TikTok: soy NodaOrtiz en todozzz
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