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Capítulo 4

Pansy

—¡Estúpido Whiddon! Cuando salga de la enfermería voy a convertirlo en un murtlap y lo arrojaré al lago.

Podía escuchar a Draco despotricar contra Spencer. También veía a Granger ignorarlo mientras se concentraba en llenar unas macetas con tierra y abono para comenzar el encantamiento. Como siempre queriendo ser la mejor en todo.

—¿Qué demonios haces, Granger?

—Preparo las macetas para el encantamiento. Mientras tu pierdes el tiempo algunos nos preocupamos por mantener nuestro nivel académico —soltó la sangre sucia. Casi me dieron ganas de lanzarle una col mordedora para enviarla a la enfermería a ella también, pero Draco me ganó de mano y se encargó del asunto a su manera—: Pues si supieras algo de pociones entenderías mejor este encantamiento —bufó, decepcionado.

—¿De qué estás hablando? Estamos en herbología...

—Mira, rata de biblioteca, puedes haberte devorado todos los libros de Hogwarts, pero es obvio que no entiendes nada de pociones ni herbología. Yo sí, porque soy mejor que tú. —Granger comenzó a enrojecer de indignación ante las palabras de Draco—. Cuando haces pociones, no siempre tienes los materiales a tu disposición y debes encargarte de recrearlos —continuó explicándole él—. Yo poseo mi propio laboratorio de pociones y también mi propio invernadero. Es la única manera de aprender a trabajar con las plantas que necesitarás para cada poción y para conocer mejor la flora mágica.

Hermione se veía atribulada, pero no podía dejar de escuchar lo que Draco le decía. Evidentemente, él sabía más que ella del asunto y eso la tenía al borde de una crisis nerviosa.

—Este encantamiento se llama herbivicus y hace que las plantas crezcan o florezcan más rápido y más sanas que de forma natural. ¿Ves?

Con un leve movimiento de su varita, lanzó el hechizo sobre la maceta y al cabo de unos segundos un enorme tulipán naranja creció en su lugar.

—¡Oh! ¡Pero qué maravilla, señor Malfoy! Excelente trabajo. 10 puntos para Slytherin —otorgó Sprout con admiración y orgullo.

—¿Ahora lo entiendes, Granger? Así se hace un buen trabajo y se mantiene el nivel académico. —Estaba tan concentrado explicándole el encantamiento que no se dio cuenta que le había tomado una de sus manos para mostrarle el movimiento exacto que debía hacer para que le saliera perfectamente. Cuando reaccionó, la soltó como si se tratara de una tetera hirviendo y la volvió a mirar con desprecio—. Ahora ponte a trabajar, ya me cansé de mantener a flote este equipo. Y más te vale que lo hagas bien o haré que Sprout te quite 100 puntos por tonta.

Mientras Granger parecía un tomate de lo roja que estaba, yo sonreí orgullosa de que Draco la hubiese puesto en su lugar.

—Pansy... ¿lo hacemos juntos o prefieres que practiquemos por separado? —La voz de Harry me hizo recordar que no podía escapar de mi realidad, aún estaba aquí con él—. Yo no soy tan bueno como Malfoy en esto, pero si lo hacemos juntos, podemos conseguirlo.

Debo haberme sonrojado, estoy segura, pero no pude evitar mirar los labios de Potter mientras me hablaba. Sonrió de repente y quedé hipnotizada.

«No sonrías, por favor, Potter. No puedo con tu sonrisa.»

—¿Pansy, sigues aquí?

—¿Eh? Claro, ¿dónde más iba a estar? Solo estaba... estaba repasando el encantamiento mentalmente.

—Está bien, entonces, ¿qué dices? ¿Lo intentamos?

Moví la cabeza afirmativamente, pero en lo único que podía concentrarme era en lo mucho que me sudaban las manos y lo difícil que era mantener firme mi varita. Sentía que se resbalaría de un momento a otro entre mis dedos y caería al suelo junto con mi dignidad.

«Contrólate, tonta», me reprendí, mentalmente, mientras aferraba mi varita con fuerza y pronunciaba el encantamiento.

—¡Herbivicus!

En el centro de la maceta creció una pequeña planta con hojas mustias. Suspiré decepcionada, estaba claro que tendría que hacerlo nuevamente.

—No te desanimes, es nuestro primer intento, a mi tampoco me salió la primera vez. —La voz de Harry invadió mis oídos con toda su dulzura. Nunca tuve tanta envidia de su estúpida novia—. ¿Te parece si releemos los apuntes otra vez y practicamos un poco más antes de que acabe la clase?

—Sí, es lo mejor —coincidí, sonriéndole. Luego me di cuenta y volví a ponerme seria. Espero que no se haya dado cuenta.

A pocos metros de allí:

—Señor Malfoy, permítame unas palabras. —Draco asintió, intentando ocultar su desgano—. Como habrá notado, a la señorita Granger le cuesta un poco aprender el encantamiento. Le propongo que le ayude para aprenderlo y perfeccionarlo en lo que resta de la semana.

—¿Qué? ¿Yo ayudar a esa... a... a Granger?

—Por supuesto, señor Malfoy. No confío en nadie más para esto. Ahora es su compañera y es responsabilidad de ambos conseguir una buena puntuación para su nivel académico. Y cuando me refiero a un buen puntaje, quiero decir... muy bueno.

Draco sopesó la situación unos segundos y a pensar de que su boca quería decir mil veces no, que ni en sus mejores pesadillas ayudaría a Granger. Su cabeza lo hizo razonar la importancia de obtener un buen puntaje para impresionar a su padre. Fue entonces que, a regañadientes y fingiendo una sonrisa complaciente, Draco respondió:

—Será un honor instruir a Granger, profesora Sprout.

Más tarde, cerca de las mazmorras:

Draco salió de su habitación y se encontró frente a la enorme sala de Slytherin, repentinamente una polilla entró en esta y se puso a dar vueltas alrededor de él. Intentó deshacerse de ella, pero no pudo, hasta que se dio cuenta de que la polilla estaba hechizada y que posiblemente fuera un mensaje. Tomó su varita del bolsillo de su túnica, y apuntando al insecto, conjuró el hechizo antitransformación:

¡Reparifarge!

Pocos segundos después, el insecto perdió su forma y fue revelándose como un trozo de pergamino con un mensaje escrito en él:

«¿Podemos vernos, Malfoy? Estaré fuera de tu sala común a las ocho en punto de la noche. Si no sales, asumiré que tu respuesta es no. H. Granger.»

—¿Qué quiere Granger a esta hora? —Consultó su reloj y vio que pasaban dos minutos de las ocho. Frunció el ceño e hizo un bollo con el mensaje, pero luego, cuando iba a arrojarlo a la chimenea, decidió guardarlo en uno de los bolsillos de su túnica y salir al encuentro de la gryffindor.

Cuando asomó su rostro fuera de la sala común no tardó mucho en hallarla. Estaba a pocos metros de la entrada, restregando sus manos con nerviosismo mientras echaba miradas furtivas al salón de pociones como si temiera ver salir a Snape de un momento a otro.

Se acercó sigilosamente a ella y cuando estuvo lo suficientemente cerca, le dio pequeño tirón de la capucha de su capa, atrayéndola hacia él y apoyándola contra la pared.

—Si te paras ahí te verán, Granger, ¿qué quieres?

Draco estaba tan cerca que podía oler claramente su perfume y su aliento. Su piel despedía un olor dulce con una nota picante, una mezcla fascinante entre bergamota dulce y ropa recién planchada. Era tentadoramente delicioso.

—Sprout... —exhaló de repente y volvió a callar. Reaccionó con sorpresa y se enderezó para no verse tan afectada—. Sprout quiere que hagamos la presentación para la próxima clase y cuando le expresé mis dudas sobre el encantamiento me dijo... me dijo que tú me ayudarías a aprenderlo. ¿Es... Es verdad?

Draco elevó una de sus platinadas cejas y sonrió, haciendo una mueca de satisfacción.

—Puedo decir que te tengo en mis manos en este preciso momento, ¿no es así, Granger? ¡Quién lo diría!, la sabelotodo me necesita para aprender un encantamiento.

—Si te vas a poner arrogante mejor me voy, Malfoy. Ya tuve suficiente de ti por hoy —musitó ella, sintiéndose humillada. Le dio un pequeño empujón para alejarlo un poco y así poder irse.

Pero no contaba con que Draco la tomaría de un brazo y la acercaría un poco más a él. Clavó sus grises ojos en los de ella y frunció el entrecejo como si estuviera reprimiendo un insulto, luego ese gesto se suavizó un poco y aflojó su agarre para que no se sintiera amenazada.

—Está bien, Granger, veo que quieres la respuesta corta... Sí, voy a ayudarte con el encantamiento, pero no creas que lo hago porque me gustas, así que, no te ilusiones.

—Yo no he dicho nada de eso, jamás mencioné que yo te gustara. ¿Por qué te gustaría? —Hermione lo miraba un tanto confundida.

Draco se veía un poco perturbado, pero no podía leer sus pensamientos, así que, no imaginaba lo que estaba pasando por su mente en ese momento.

—¿Eres tonta? Te estoy diciendo que no me gustas, Granger. ¡Deja de ser tan ridícula! —La chica se sentía aún más apabullada que antes. ¿Por qué él insistía tanto con algo que ella ni siquiera había pensado?

Se alejó de ella un par de pasos y se dio la media vuelta para volver a entrar a la sala común, luego, adoptando nuevamente su actitud arrogante le avisó que le enviaría un mensaje por la mañana para comunicarle dónde y cuándo se reunirían para estudiar. Antes de que Hermione pudiera decirle algo se apresuró a entrar en su sala y le cerró la puerta en las narices.

—¡Gra...! —Hermione quedó a medio camino de su agradecimiento. ¿Quizás lo había juzgado mal?

Se mordió su labio inferior con un poco de culpa. Tanto pelearse con Draco había agudizado la costumbre de ser displicente con él cada vez que hablaban.

Respiró profundamente y se encaminó a su sala común mientras su cabeza seguía preguntándose si debería ser más amable con Draco la próxima vez que se vieran.

Al día siguiente, en clase de pociones:

Por alguna razón desconocida, el trío dorado llegó tarde a las mazmorras, al entrar todos los miraron sorprendidos, Draco y el resto de nosotros ahogamos un par de risitas burlescas —excepto por Harry, yo disfruté mucho riéndome de Weasley y Granger—; Snape, por su parte, tampoco desaprovechó la oportunidad de hacer uso de su humor sardónico:

—¡Vaya! ¡Vaya! Gracias por venir y honrarnos con su presencia. —El profesor arrastraba las palabras, mirándolos con desaprobación—. ¿Quieren pasar o prefieren que traslademos la clase al pasillo? —Los tres arrastraron sus pies y se acomodaron en la parte de atrás del salón, escondiéndose lo más que pudieron.

—¡Weasley! —exclamó Snape. El chico pelirrojo se había echado a dormir en su lugar y sus ronquidos hacían temblar los frasquitos de pociones que se hallaban en los estantes de atrás—. ¡Despierte, grandísimo inconsciente! —bramó a continuación y el chico trató de enderezarse, apoyándose en Harry.

La razón era que Hermione los había obligado a quedarse despiertos casi toda la noche para acompañarla a estudiar todo sobre el la transformación completa, pues según sus teorías, McGonagall podría sorprenderlos en cualquier momento con un examen sorpresa y era mejor estar preparados. Así que, con esa excusa, los arrastró hasta la sala de artefactos en donde estuvieron hasta pasadas las cuatro de la madrugada practicando una y otra vez el complejo conjuro de magia avanzada.

Cuando ya la clase estaba terminando, los tres se dispusieron a redactar sus informes para entregarle al profesor Snape. Era obvio que no llegarían tiempo si los hacían por separado, por eso, Harry tomó la iniciativa de pedirle ayuda a Hermione.

—Lo siento, Harry, pero creo que hoy tendrán que arreglárselas solos. Tengo un día muy ocupado. —La respuesta de ésta lo dejó perplejo.

Era la primera vez que ella se rehusaba a ayudarlos. Aún así, junto con Ron se las ingeniaron para hacer el informe lo mejor posible.

Cuando la clase terminó, entregaron sus informes al profesor y salieron de las mazmorras para ir cada uno a su próxima clase. Cuando estaban subiendo las escaleras, Malfoy alcanzó a Hermione que iba más adelantada y le tendió su cuaderno de clase para que tomara algo que había dentro de él.

—¡Toma, Granger! No llegues tarde o me iré —le susurró y, riendo burlonamente, se fue con Crabbe y Goyle a su clase de Astronomía.

—¿Que te dio ese idiota? —le preguntó Ron, apareciendo por detrás.

—Nada, unos apuntes que le presté.

Harry y Ron se detuvieron en seco y se giraron para mirarla. ¿Desde cuándo ella le prestaba apuntes a Malfoy?

—No pregunten —dijo la chica y salió delante de ellos con algo de prisa.

—¡Qué no preguntemos, dice! —vociferaba Weasley, abriendo los brazos y mirando a Harry que se hallaba tan sorprendido como él—. Ahora resulta que nuestra mejor amiga tiene buen trato con Malfoy, intercambian apuntes y ¿no podemos preguntarle nada?

—Creo que están enamorados... —murmuró una voz risueña a pocos pasos de ellos.

Los chicos levantaron la cabeza y vieron a Luna Lovegood, cargando varios libros entre sus brazos, dispuesta a ir a su clase de pociones. Pero antes de que ella pudiera avanzar un paso más hacia las mazmorras, se pararon frente a ella y comenzaron a interrogarla:

—¿Que dices, Luna? —le preguntó Harry, incrédulo de lo que había escuchado.

—Que Hermione y Draco deben estar enamorados.

—¿Pero, en qué te basas?

—En muchas cosas —respondió casi como si fuera un mensaje cifrado—. ¿Acaso no notaron cómo Draco la mira en todas las clases? —Ambos chicos lo negaron, pero se pusieron a pensar que quizás no lo habían notado—. Anoche los vi hablando juntos fuera de la sala común de Slytherin. Él la sostenía muy cerca suyo y le decía cosas al oído.

—No, estás equivocada. No puede ser... —negaba Ron un poco dubitativo.

Luna había ido a las mazmorras a llevar un encargo que le había hecho Flitwick para Snape, como el despacho de éste se encontraba junto a la sala común de Slytherin; Luna había visto toda la escena cuando Hermione hablaba con Draco, pero había mal interpretado aquel encuentro como el de dos enamorados.

Lovegood se despidió de ellos muy risueña y siguió camino a su clase. En tanto, Harry y Ron quedaron pensativos.

—Será mejor que le preguntemos a Hermione cuando la veamos otra vez. Esto tiene que ser una confusión —pensó Harry.

Más tarde, en la siguiente clase:

Cuando alcanzaron a Hermione ella estaba cerca de las escaleras que derivaban en el aula de Defensa contra las artes oscuras.

—Herms —la llamó Harry—. ¿Podemos preguntarte algo? —Ella asintió.

—¿Qué sucede entre tú y Malfoy?

—¿A qué se refieren? —preguntó ella con la cara desencajada.

—Bueno... ¿acaso él... te gusta? —se animó a preguntarle Ron.

—¿QUÉ? ¿Están locos o aspiraron algo extraño en las mazmorras? ¿Cómo se les ocurre algo así?

Los chicos se miraron sin saber qué responder, ella notó que iban a seguir interrogándola, pero no tenía tiempo para responderles en ese momento, pues si no se daba prisa, llegaría tarde a su encuentro con Malfoy. Decidió escaparse de ellos, apresurándose a subir las escaleras y desapareciendo con rumbo desconocido.

—¿Adónde va? Tenemos clases, perdimos toda la noche practicando el bendito hechizo y, ¿ahora se va? —se quejaba Ron que ya no entendía nada.

—¿Crees que nos está ocultando algo? —le preguntó Harry.

—Mientras no sea que de verdad está enamorada de Malfoy... —razonó Ron, quedándose pensativo.

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