—¿Mamá...? — preguntó una voz infantil, entrando a la habitación de sus padres.

Luego de haber escuchado gritos.

Se asoma y ve la habitación desordenada, muebles tirados y pedazos de vidrios esparcidos por el suelo.

Nota a su madre tomar vino desde la botella, su feromona tienen olor a vainillas, y está esparcida por la habitación. Sentada en el suelo en un rincón de la habitación.

Se acerca a ella un poco preocupado y ella levanta su cabeza para mirarlo, al escuchar sus pasos.

—Mi niño... ¿No deberías estar tomando una siesta? — susurró y extendió su mano derecha para tocar su mejilla con cariño.

—Mamá...

—No te preocupes, mamá, está bien. Tu padre está así por el embarazo, sabes que se siente como un inútil al no poder hacer su trabajo y que tenga que dejarle la responsabilidad a esta Alfa —dijo en un tono cansado, pero aun así trató de evitar que su querido hijo Alfa vea su tristeza.

—Mamá, ¿Y papá? — preguntó un poco preocupado.

Su padre es un Omega fuerte, pero aun así, está preocupado por estar embarazado.

—No te preocupes por eso, él está bien. Está descansando en el anexo.

—¿Con Lyell?

Y esas dos simples palabras provocaron que su madre mostrara una expresión de horror. Quien, al notar su expresión, sonrió incómoda.

—Mi niño, ve y descansa. No deberías de exponerte de esta manera, estás enfermo. Hazle caso a esta señorita, ¿sí, mi amor?

Él asintió para luego acercarse y darle un abrazo, como el niño obediente que es, se alejó y salió de la habitación. Al cruzar con la puerta, empezó a toser.

El poder divino que lleva en su sangre lo hace enfermar bastante. Debido a una maldición de una bruja verde.

—Alan, ¿qué haces aquí? — preguntó, levantó la cabeza al escuchar la voz de su padre.

El Duque Boga; Aller Michelle. Un Omega hermoso, poderoso y peligroso. A pesar de su apariencia sumisa, es una persona que no dudara en blandir su espada hacia aquellos que se atrevan a desafiarlo. Por algo es el Presidente de la ciudad de Gato.

—¡Papá, tienes que descansar!

El Duque solo lo miró con ojos fríos y con una mirada seria y aterradora. El pequeño de seis años lo miró preocupado, ignorando el hecho de que su propio padre lo estaba despreciando.

—Alan, sé un buen niño y vete a tu habitación— dijo. Su tono se volvió más autoritario—. Necesitas descansar y no molestes a tu madre, como Alfa, tu deber es cuidarte bien para que tu futuro Omega tenga hijos sanos.

El pequeño se quedó callado y sin decir ni una palabra se marchó a su habitación. Con un sentimiento de amargura y decepción, él no desea pasar por la misma situación otra vez.

Recuerda con claridad cómo su padre lo ignoró algunos días luego de que él le haya insistido en jugar con él, aun sabiendo que estaba muy ocupado. Y solo volvió a dirigirle la palabra para hacer una promesa: siempre debe ser obediente y hacerle caso, sin cuestionar nada.

Al entrar, sus lágrimas salieron y un sollozo salió de sus labios rojos. Para papá, él es molesto porque nació enfermo y por esa razón que su padre decidió tener otro hijo, no quiere que un Alfa enfermo esté manejando los negocios familiares.

El pecho le aprieta y le duele mucho. ¡Si no estuviera enfermo, sus padres no tendrían que pelear! ¡Y su papá no se sentiría molesto!

Se limpió sus lágrimas con su brazo de derecha con un sentimiento de ira y rabia. No le gusta, esta sensación que lo está ahogando.

Rabia, tristeza, amargura, decepción y molestia lo hicieron sentirse incómodo... Pero, ¿tal vez sus padres volverían a estar unidos si él cumple con la promesa?

¡Sí, es una buena idea!

Y con este nuevo pensamiento, se subió a su cama para acostarse. De ahora en adelante hará todo lo que papá diga para ya no ser más una carga.