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Capitulo 35: El inicio del final parte 1

"No todos están en los refugios", pronunció Sarah a través de las radios, sus palabras resonando en el aire y sembrando el miedo en el corazón de aquellos que aún luchaban en medio del caos. Los edificios, una vez majestuosos, ahora eran meros montones de escombros, recordatorios sombríos de la devastación que había ocurrido. Saber que podría haber personas atrapadas en medio de ese desolador paisaje golpeó duramente la moral de quienes se afanaban en proteger a los demás.

En otro rincón, Lewa y sus acompañantes sonrieron ampliamente, convencidos de que había llegado el momento de unirse a la batalla. Pero su presencia desató la destrucción sin distinción de bandos. La muerte alcanza a cualquiera que tuvo la mala suerte de cruzarse por su camino.

"Señor, creo que disfrutará de la sorpresa que le tenemos preparada", resonó una voz en la pierna de Diego a través de la radio. Diego esbozó una sonrisa mientras se pasaba la mano ensangrentada por su cabello, peinándose con una mueca de satisfacción.

—Espero que valga la pena... —respondió con un tono glacial que habría helado a cualquiera. Sin embargo, el militar al otro lado de la línea no mostró ninguna reacción, manteniendo la calma imperturbable.

"Le aseguro que lo es", respondió con una seguridad palpable, convencido de que lo que estaba a punto de mostrarles sería de su agrado y más.

Diana contempló el lugar con sorpresa. Lo que antes había sido el majestuoso domo de una de las piscinas olímpicas más grandes del país yacía ahora reducido a escombros desolados.

—¿Estás seguro de que es por aquí? —inquirió, dirigiendo una mirada inquisitiva a Diego, quien asintió con determinación.

A medida que se acercaban, los lamentos y llantos de adultos y niños resonaban en el aire, llenando el ambiente de tristeza y desesperación. El militar que los había convocado se precipitó hacia ellos, mientras que los otros cinco miembros de su equipo mantenían sus armas apuntando al fondo de la piscina, alertas a cualquier amenaza.

—Síganme, por aquí —instó el militar, guiándolos hasta el borde de la piscina. Una vez allí, la escena que se desveló frente a ellos fue desgarradora: quince personas, siete adultos y ocho niños, apiñados en un rincón de la piscina seca, buscando desesperadamente un resquicio de protección.

Tom, con una sonrisa siniestra en el rostro, rompió el silencio—Parece que el último asalto está a punto de comenzar —murmuró en tono oscuro, obteniendo asentimientos de los demás presentes.

Nozomi suspiró, evaluando la situación con serenidad—Me parece bien. En este punto, su resistencia mental debe estar agotada... Si logramos atraerlos aquí, ninguno de ellos luchará con todas sus fuerzas por su iluso deseo de protegerlos —concluyó, consciente de la estrategia que se gestaba.

Lewa asintió sombríamente, sus ojos brillando con malicia. Habían preparado meticulosamente las cámaras, apuntándolas directamente hacia la piscina convertida en trampa mortal. Tomó su radio con firmeza, su voz resonando con un tono siniestro y amenazante: "Necesito que hagan exactamente lo que les digo..."

En cuestión de diez minutos, las cámaras estaban estratégicamente posicionadas, capturando cada detalle macabro del lugar. Los hábiles hackers habían superado las barreras de seguridad de todos los medios audiovisuales existentes, incluso los del refugio que el enemigo había construido con tanto esfuerzo.

En el refugio, la tensión se elevó hasta límites insoportables cuando la pantalla de la televisión se oscureció abruptamente. El corazón de cada espectador se aceleró al presenciar la aterradora imagen de los escombros y las quince figuras heridas y aterrorizadas.

"Mi nombre es Lewa..." anunció con una sonrisa orgullosa que heló la sangre de todos los presentes. "Creo que ya se han percatado de mis invitados." Su sonrisa se desvaneció, dejando a la vista una expresión implacable. "Ha llegado el momento de ponerle fin a esto", susurró con una promesa macabra en su voz. Sus palabras estaban dirigidas a cinco personas específicas, y su advertencia resonó como un eco lúgubre en el aire. "Tienen treinta minutos para llegar... o pagarán un precio desgarrador. Cada cinco minutos de retraso, una vida será arrebatada sin piedad... No se atrevan a llegar tarde a la fiesta." Con una mirada penetrante, Lewa se volvió hacia el militar a su lado y le arrebató el arma, desprendiendo una aura de peligro y despiadada determinación.

°°°

Doraemon sintió un escalofrío penetrante que recorrió su espina dorsal mientras metía las manos temblorosas en sus bolsillos y sacaba cada máquina con la que intentaría transportar a aquellas personas a los refugios. —No funciona... —murmuró con voz entrecortada, sus palabras envueltas en un rastro de pánico y desesperación.

Tamako se acercó con cautela, sus ojos reflejando el terror que los envolvía. —¿...Qué haremos ahora? —le preguntó en un susurro, apenas capaz de controlar el temblor en su voz. Doraemon rápidamente sacó una caja de herramientas y comenzó a desarmar la puerta mágica con movimientos frenéticos.

—Al parecer, este lugar está protegido por un campo de fuerza... Si puedo mejorar la puerta para que supere ese obstáculo... podré traerlos de regreso —susurró Doraemon, sus palabras arrastradas por el eco de la incertidumbre. Sus manos se movían a una velocidad vertiginosa, convirtiéndose en borrones difusos.

—¿Crees que serás capaz de hacerlo antes de que transcurran los 30 minutos? —le preguntó Nobisuke, con temor palpable, consciente de que si fracasaba el plan Doraemon sentiria mucha culpa.

Doraemon negó con la cabeza, su voz apenas un susurro en medio del caos creciente —No sé si seré capaz... —murmuró sombríamente—, pero... ¿qué otra opción tenemos? —añadió, su voz carente de esperanza, mientras continuaba desesperadamente con su tarea.

°°|

Nobita y los demás escucharon la siniestra amenaza, sus corazones latiendo desbocados en sus pechos. Sin embargo, estaban a más de una hora de distancia del lugar, pero eso no les impidió desplegar todas sus fuerzas en una carrera frenética. Sus figuras se desvanecían en distorsiones por la velocidad , mientras sus pies desgarraban el suelo, dejando un rastro de destrucción y un eco ensordecedor.

Tom dejó escapar una risa sádica y retorcida. —Han pasado los treinta minutos, y no veo rastro alguno de ellos por aquí —declaró con malicia, su mirada disfrutando del miedo palpable que emanaba de sus cautivos.

La mujer luchó en vano por contener las lágrimas, temiendo asustar aún más a los niños —No permitan que vean esto... —suplicó con voz quebrada, mientras los adultos cercanos abrazaban a los niños y les tapaban los ojos en un intento desesperado de protegerlos de la macabra escena que se desarrollaba frente a ellos.

Nobita, junto a Sophia y los demás, se encontraron en algún punto del recorrido y continuaron corriendo desesperadamente hacia el lugar con la esperanza de salvarla.

Lewa contempló el acto de la mujer con repulsión, sus ojos llenos de crueldad. —No importa cuánto se esfuercen... al final del día, se convertirán en adultos que solo se preocuparán por sí mismos, sin importarles el resto —sentenció, acercando la boquilla del arma a la nuca de la mujer con una amenaza palpable en el aire. —¿Algúnas últimas palabras? —le preguntó con un tono de voz cargado de malicia, sabiendo que el momento de enfrentarse a la muerte suele revelar la verdadera naturaleza de los seres humanos. Esperaba que ella comenzara a culpar a todos por no haberla salvado, disminuyendo aún más la moral de sus enemigos.

La mujer levantó su mirada con todas sus fuerzas hacia una de las cámaras, su rostro mostrando una sonrisa inquietante en medio de su miedo abrumador. —No es culpa suya... —pronunció con una voz enigmática, enfureciendo a Lewa. En un instante, este apretó el gatillo con ferocidad. El sonido ensordecedor del disparo se mezcló con el estremecedor estruendo del cuerpo sin vida de la mujer al caer al suelo, llenando el lugar de un terror palpable y un aroma a muerte.

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