Capitulo 34: El juicio final parte 5
Sarah contempló el desolado panorama mientras el viento soplaba polvo y escombros a su alrededor. El cielo seguía atrapado en ese extraño color, sin una pizca de esperanza. Suspiró una vez más, sintiendo el peso de la devastación sobre sus hombros.
—Realmente se siente como si hubiera pasado una eternidad desde que todo esto comenzó— murmuró Sarah mientras se limpiaba la suciedad del rostro con una toalla húmeda. La desolación había arrasado con todo lo que solían conocer, dejando atrás solo ruinas y desesperanza.
Flock miró a su hermana, también suspiró mientras se limpiaba el polvo de su ropa. —Apenas ha pasado un poco más de un día—, le dijo con tristeza. —Es extraño cómo el cielo no cambia, nos hace perder la noción del tiempo—
El lugar en el que se encontraban era un paisaje desolador. Grandes escombros aplastaban carros destrozados y cuerpos sin vida yacían esparcidos por el suelo. Todo lo que solían dar por sentado ahora parecía tan lejano, como recuerdos de otra vida
Sarah continuó caminando, su cabello rubio ahora irreconocible por la sangre y la tierra que lo cubría. Suspiró profundamente, sintiendo el peso de la desesperanza en cada fibra de su ser. "Supongo que lo único que nos queda es aguantar", dijo con resignación, mientras el mundo a su alrededor parecía desmoronarse.
El aire quedó impregnado de los desgarradores llantos infantiles, desencadenando una oleada de emociones intensas que abrumaron a los hermanos. Un escalofrío recorrió sus espaldas y sus miradas se entrelazaron, incapaces de asimilar la magnitud de lo que estaban escuchando y el significado que ello conllevaba. La incredulidad y el temor se apoderaron de sus corazones.
Sin titubear ni un segundo, se lanzaron a una frenética carrera hacia la fuente de aquel angustiante sonido. Al llegar, sus ojos se encontraron con una desoladora escena: dos pequeños infantes lloraban desconsolados, rodeados por los escombros humeantes de lo que alguna vez fue un hogar acogedor.
Sarah luchaba por respirar mientras se aproximaban con pasos tambaleantes hacia los niños. Cada bocanada de aire parecía pesarle en el pecho, su corazón latía acelerado, lleno de miedo de que ellos no sean los únicos en haberse quedado atrás.
Flock se adelantó hasta uno de los pequeños, intentando dominar su propia angustia para brindarles apoyo—¿Por qué aún están aquí? — les preguntó con voz entrecortada —por qué no subieron a la nave que los llevaría a salvo a los refugios... —Sus palabras estaban cargadas de urgencia y desesperación.
Uno de los niños, se arrojó hacia Flock dándole un abrazo desesperado, sus sollozos entrecortados apenas le permitían articular las palabras—...íbamos a subirnos—balbuceó con voz entrecortada—Pero luego hubo una explosión...nuestro hermano se asustó y corrió hacia la casa, nuestros padres fueron tras él—el niño se aferró con más fuerza a Flock, buscando consuelo y protección —Escuchamos un avión y luego... nada—susurró, dejando entrever el silencio abrumador que siguió a aquel aterrador momento.
El otro pequeño, desolado y asustado, corrió hacia Sarah en busca de protección, sus brazos pequeños rodearon su cuerpo tembloroso mientras continuaba con la historia desde donde la había dejado su hermano—Cuando despertamos, nuestra casa estaba completamente destruida... Y nuestros padres y hermano no estaban por ningún lado— dijo con voz quebrada.
Flock inhaló profundamente, tratando de encontrar la calma necesaria en aquel momento, con el pequeño aún aferrado a él, tomó su radio y se comunicó —Aquí Flock, necesito una nave de extracción para evacuar a civiles en las siguientes coordenadas...—
Para alivio de los hermanos, no pasó mucho tiempo antes de que una nave emergiera del suelo, con su compuerta abierta, lista para recibir a los ocupantes. Los ojos de los pequeños se iluminaron con sorpresa y esperanza al verla.
Sin embargo, uno de los niños se separó del abrazo de Flock —No... no podemos irnos— dijo con voz temblorosa—Mi mamá, mi papá y mi hermano todavía están aquí— su hermano mayor expresó la misma determinación, negándose a abandonar a su familia.
Flock se acercó a la nave y presionó varios botones en el panel del interior, una luz se proyectó escaneando los escombros, y en el monitor apareció la desgarradora frase —Sin señales de vida— con una señal, su hermana se acercó y también lo leyó.
Sarah miró hacia arriba, luchando contra las lágrimas que amenazaban con desbordarse—Sabes que no se irán, ¿verdad?— le dijo a su hermano con voz entrecortada—es una suerte que aún no hayan sido encontrados por algún soldado enemigo... pero esa suerte podría acabarse si siguen aquí—.
Flock suspiró, compartiendo el peso de la difícil decisión—¿Sabes lo que tenemos que hacer, ¿verdad?— preguntó a su hermana, quien asintió con determinación.
Ambos hermanos volvieron a abrazar a los niños con ternura, se miraron a los ojos, intercambiaron una señal silenciosa y, en un acto doloroso pero necesario, golpearon a los niños en la nuca. En cuestión de segundos, los pequeños perdieron el conocimiento.
Flock levantó a uno de los niños inconscientes y lo colocó con delicadeza dentro de la nave.—Lo siento—susurró, acomodándolo cuidadosamente en el interior de la máquina.
Sarah hizo lo mismo con el otro niño, sintiendo un profundo pesar—Perdón... tal vez si hubiéramos venido antes, no habrían tenido que pasar por esto—murmuró mientras lo acomodaba cerca de su hermano.
La nave se cerró y se hundió en la tierra, llevando a los dos niños hacia el refugio, la nave descendió en el refugio llamando la atención de todos lo que no se encontraban en sus habitaciones, tres mujeres y un hombre vestidos de blanco se acercaron a la nave empujando dos camillas, cuando llegaron a la nave tomaron a los niños y los pusieron en las camillas antes de llevarlos hacia donde los curiosos supusieron que había un hospital.
°°°°
Jaiko observó la escena a través de la ventana, sumida en pensamientos y preocupación, finalmente no pudo contener su curiosidad y dirigió una pregunta a su madre—Me pregunto qué está pasando ahí arriba?—indagó, buscando respuestas en los ojos de su madre.
La señora Gouda soltó un largo suspiro, cargado de preocupación y gratitud—Es imposible saberlo... Solo Dios sabe la clase de infierno que está desatándose ahí arriba, solo por protegernos—respondió con voz temblorosa, el temor de perder a alguien querido se reflejaba en sus palabras, y la inmensa gratitud hacia aquellos que luchaban para mantenerlos a salvo se hacía palpable.
El señor Gouda sonrió, compartiendo el sentimiento de agradecimiento—Siempre debemos estar agradecidos con Nobita y el resto... Gracias a ellos, podemos estar tranquilos aquí—afirmó con convicción, una sonrisa unida se formó en los rostros de la familia, pero Gigante permaneció en silencio, sin unirse a la expresión de gratitud.
—Nunca les agradeceré nada— murmuró Gigante con enojo, desafiando la mirada de incredulidad de sus padres y su hermana—Yo no les pedí que hicieran nada de esto. ¿Por qué debería agradecerles?— expresó con resentimiento.
El señor Gouda se acercó rápidamente a su hijo, con una mirada llena de ira y le lanzó un puñetazo en el rostro—¿Acaso piensas que esto es alguna clase de juego?—le preguntó con enojo, agarrándolo por el cuello de la camisa—Participar en una guerra no es un juego... La guerra es el infierno, lo menos que podemos hacer nosotros, que nos quedamos atrás refugiándonos, es estar agradecidos— afirmó con firmeza.
Gigante permaneció en silencio cuando su padre finalmente lo soltó—Lo vi...—susurró con voz temblorosa—Con un aparato de Doraemon, vi cómo Nobita y sus amigos asesinaban a personas... No parecía algo tan difícil—agregó con una seguridad que solo aumentó la ira de su padre antes de que la situación escalara a la violencia, el señor Gouda decidió retirarse, seguido por su esposa.
La mirada de decepción en los ojos de Jaiko se clavó en Gigante mientras ella hablaba con tristeza en su voz—Has estado con Nobita desde que eran niños... Y, sin embargo, parece que no lo conoces— expresó con pesar, recuerdos vívidos de Nobita brindándole su ayuda con sus mangas llenaron su mente—Él es una persona buena, si realmente es verdad lo que dijiste, estoy segura de que eso está lastimando su corazón—agregó, su voz suave y cargada de compasión—No puedo creer que desprecies su esfuerzo de esa manera—susurró con voz entrecortada, era evidente que para ella, la actitud de Gigante era una traición a la amistad y al apoyo que habían compartido a lo largo de los años.
°°°°
Dekisugi miró incrédulo a Shizuka, su mente tratando de procesar las palabras que acababa de escuchar—¿Qué quieres decir con que se terminó?—preguntó, con la esperanza de haber entendido mal, sin embargo, la tristeza se apoderó de su voz mientras añadía—No... No lo entiendo, estábamos bien—.
Shizuka soltó un tembloroso suspiro, dejando escapar la carga emocional que llevaba consigo—Estábamos bien... hasta que empezaste a comportarte de manera extraña cuando Nobita regresó—explicó, sin emitir un tono de reproche, pues sabía que ambos tenían su parte de culpa en la situación—Creí que las cosas mejorarían con el tiempo, pero el hecho de que hayas tratado de matar a Nobita no puedo pasarlo por alto—
La sorpresa se reflejó en el rostro de Dekisugi mientras trataba de encontrar palabras para justificar sus acciones —Creí que había quedado claro que lo hice por nosotros—balbuceó, pero sus palabras se desvanecieron en su mente cuando vio la expresión de enojo en el rostro de Shizuka.
Shizuka le dirigió una mirada incrédula y sus palabras cortaron como cuchillas—Por nosotros... Tú mismo confesaste que la única razón por la que lo hiciste fue porque estabas celoso", le recriminó, sabía que ya no podía afirmar ser amiga de Nobita, pero el hecho de que Dekisugi le hubiera hecho daño de esa manera había acabado con cualquier sentimiento de amor tenía por él, con pesar entendió que la amistad que una vez compartió con Nobita probablemente nunca sería la misma—Esto se acabó— concluyó, dándose la vuelta y regresando al apartamento de sus padres, dejando a Dekisugi con un corazón lleno de pesar y remordimiento.
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Sueño se encontraba en el mayor debate que alguna vez hubiese tenido: —...¿soy importante?— murmuró para sí mismo, incapaz de aceptar que se había convertido en un mero personaje secundario y que la persona a la que siempre menospreciaba ahora era el protagonista principal.
El silencio en su habitación resultaba aterrador. Sus padres habían salido hace más de 30 minutos en busca de Sunetsugu, su hermano menor. Él sabía que una vez que regresaran, todas las mentiras que había dicho se revelarían, algo que sinceramente le causaba pavor.
Lo que más había tratado de evitar finalmente sucedió: su hermano llegó y comenzó a hacerle preguntas sobre por qué no había acompañado a Nobita, a pesar de que siempre afirmaba ser el más fuerte del grupo.
Suneo rió nerviosamente y mintió descaradamente: —Soy muy importante... Mi importancia es tal que, por el bien de la guerra, debo permanecer escondido—.
Aunque su hermano ya no era un niño, estuvo a punto de creerle, de no ser porque el señor Honekawa interrumpió con total autoridad —Deja de mentirle a tu hermano—paralizando a ambos hijos—La razón por la que tu hermano y nosotros estamos aquí es porque ninguno tiene importancia en todo esto—
Suneo miró la decepción reflejada en el rostro de su hermano y luego dirigió una mirada incrédula a su padre.
El señor Honekawa miró con dureza a su hijo. —Ya eres casi un hombre, creo que ya va siendo hora de que dejes de mentir sobre tus cualidades— afirmó con firmeza, sabía que alguien que siempre mentía no podría tener un buen futuro—Nobita, a pesar de sus debilidades, ha demostrado valentía... No te pido que seas como él, todos somos distintos....sé que hay una versión de ti que será capaz de ganarse la admiración de todos sin necesidad de mentir—concluyó, con esas palabras se fue con su hijo menor, sin darse cuenta de que el mundo de su hijo mayor se había desmoronado.
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