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CAPÍTULO 2

( SEPTIEMBRE, 1985 )

FLECHAZO
un término metafórico
del enamoramiento
inmediato que se
produce por el
encuentro con una
persona desconocida

     Mudarse a América fue una decisión drástica. No podía aspirar demasiado con sus ahorros pero, fue para cumplir sus sueños de una vida más cómoda y libre. Pero lamentaba la muerte de su hermana cada día, ya habían pasado cinco años desde entonces. Ella fue participante de la manifestación prodemocracia en las calles de Gwangju, el 18 de mayo, junto a otros manifestantes que reclamaron al dictador Chun Do Hwan por la ley que en su momento, dejó inconforme a los civiles.

    Murió sin haberse despedido. Es decir, inesperadamente.

    Por esa razón, tras haber estudiado inglés con un profesor particular, y llenado su cuenta de dinero luego de esmerarse mes a mes en su empleo, se marchó. Necesitaba una independencia que no podía aspirar en Corea.

    Algunos lo llamaron poco nacionalista, lo contemplaron soberbiamente cuando empacó y se fue sin despedirse de nadie. Tal como su hermana. Sus padres lloraron por su partida, resentidos porque otro hijo se iba tan lejos. Sin embargo, cuando arribó en Nueva York hace un par de días, las miradas de rechazo y poco aprecio por sus rasgos, no las pasó desapercibidas. Iba a ser díficil adaptarse a un nuevo mundo, estaba seguro de ello.

    Aunque había escuchado de coreanos truinfar y haberse graduado de las mejores universidades americanas, a un costo que aparentemente, significaría perder la identidad cultural. O eso pensaba que sucedería con el pasar de los años. Él se equivocaba.

    Las costumbres y tradiciones se mantuvieron vigentes en las comunidades asiáticas desde que arribaron los primeros inmigrantes, con grandes barrios que simulaban ser una ciudad en una versión pequeña bajo los nombres de Chinatown. Afortunadamente, ha encontrado un lugar en donde caer allí, también un trabajo que cubriría sus gastos. Fue una excelente oferta, el dos por uno por haber descubierto en las páginas de un periódico, que el dueño de un restaurante coreano llamado King of Ulsan, buscaba un mesero y alquilaba un dormitorio en el barrio de Flushing —donde estaba el barrio chino más habitado, seguido de Manhattan—, en Queens.

    Era mejor que pagar el alquiler de un piso, la parte económica fue lo que lo hizo hundirse en frustración. Su nuevo jefe, Nam Joon Ki por fortuna, era comprensible sobre ello y propuso un margen de tiempo para no vaciar sus bolsillos tan rápido mientras se estabilizaba; además, le resultó cómodo trabajar junto a alguien que hablaba en su idioma. De haber sido en un restaurante chino, habría tenido mayores complicaciones.  

    El señor Nam era arrollador en el ámbito social, agudo en su intuición cuando se conocieron en la entrevista y lo aceptó de inmediato. Fue mucho más desenvuelto que su propio carácter e incluso visualizaba la sensualidad con la que se movía, todo un experto en ese plano pese a que, no pareciera ser atractivo a primera vista. Lo compensaba su encanto, eso hacía un equilibrio. Además de tener años trabajando en el barrio chino, esto lo apreció por la manera natural en la que se desenvolvía con sus clientes. Fue fácil congeniar, descubriendo por él que sus horóscopos eran compatibles cuando el año de su nacimiento fue expuesto. En la primera impresión, había creído que habría tenido intenciones de contratarlo sin pagarle ni un dólar. Claramente juzgó mal.

    Después entendió porqué era tan cautivante cuando hablaba: nació bajo el año de la serpiente, el signo más enigmático y filosófico. Por lo que pensó en tener prudencia al tratar con su jefe, porque aún si fuese la persona más tranquila, reservaba con potencia sus sentimientos y planes. De que no podría ser capaz de mentirle por su aguda intuición con las personas. En cambio él, bajo el signo de la cabra, era más comprensivo y un poco tímido en ciertos aspectos, aunque jamás débil. 

    Igualmente se sentió intimidado cuando lo vio recostado en el umbral de su dormitorio, había dejado la puerta abierta. Tan ensimismado en estuvo, que apenas notó su sombra, entregó una reverencia rápida. La risa del otro heló su sangre y se quedó sosteniendo su mirada negra, ya que por primera vez había puesto interés en lo que estaba haciendo. Siempre se encontraban durante el desayuno, donde el trato era cordial y por supuesto, en el trabajo.  

    Esa mañana en particular, era diferente. Quizá porque le resultó todo un misterio su razón de invadir su espacio, como el de traspasar esa línea para verlo husmear entre los estantes de sus objetos personales. Su sombra abarcaba todo el espacio de una manera íncreible debido a su altura, al menos había tenía todo ordenado, no le gustaría ofrecer una imagen contraria ante él. ¡Si hasta lo respetaba por su negocio tan próspero! 

    —¿Te gustaría venir a una fiesta conmigo? —propuso él.

    Abrió su mandíbula sin saber qué responder. Incluso se vio nervioso por la idea de salir precisamente, con su jefe. No era como si aquello fuera malo, aún no pensaba que estuviera listo.

    —Podría ayudarte a encontrar amigos —siguió comentando—, y estoy seguro que te agradará el club Siren. ¿Qué me dices?

     —Yo... —Tragó—. ¿Sería después del trabajo? 

    —Claro, considerando que mañana tienes el día libre. —Encogió sus hombros al decirlo casualmente—. Es una buena oportunidad.

     ¡Claro! ¡Sí! Tenía libre... Lo malo de tener a un jefe viviendo bajo el mismo techo, era que conocía su agenda del derecho y del revés. Sonrío mostrando su fila de dientes, casi una mueca torcida y evitando sudar. No era desagradable, solo era inesperado. Sumó también que Nam Joon Ki era astuto, esperó hasta ese día para proponerlo, siendo entonces incapaz de negarse para no quedar entre ambos, un posible y futuro malentendido. 

    Tomó valor y aceptó. ¿Qué más habría hecho si no?

    No dejó de contar la hora desde ese momento. Sabía lo fácil que era salir en las calles a esas horas, no imaginó que sería tanto. Podrían circular libremente, contrario a los toques de queda. Era tan distinto a su país, que no imaginaba cuanto. 

    No escribió los pedidos con prisa para que no se notara su ansiedad, saludaba y sonreía a los rostros de los comensales que tan bien lo recibieron desde su primer día. La mayoría hablaba en inglés, encontrándose entre chinos y japoneses, contando con pocos coreanos por la competencia que tenían debido al restaurante que estaba enfrente. Aunque juraría con solo olerlo, que la cocina del señor Nam acariciaba no solo las pupilas gustativas, también el alma. Se cuestionó por eso, el porqué el señor Nam no tenía una esposa o una pareja, tampoco parecía haber indicio de una amante desde que se instaló. 

    Tuvo tantas preguntas que aún seguían dando vueltas en su cabeza. ¿El señor Nam respondería sus dudas o solo evitaría hacerlo como ha estado haciendo? Apretó el lápiz, quedó pensativo, hasta que despertó por la voz presurosa de Joon Ki y aceleró su ritmo. 

• • •

    Limpió las mesas, las dejó impecables. El último cliente se retiró del lugar después de oagar la suma total de la cuenta y con él, se llevó la fragancia del guisado de carne que había comido. Cerraron a las diez, una hora propicia para salir a beber y descansar luego de una larga jornada.

    La mano pesada de Joon Ki apretó su hombro, comorendió lo que intentaba decir en silencio: que ya había limpiado cuatro veces esa mesa. 

     —Vas a desgastar tu mano y el trapo —advirtió entre risas, certero en lo que leyó de su expresión—. Yo terminaré de acomodar lo que falta, puedes adelantarte.

    Lo bueno de trabajar en King of Ulsan, era que solo debían subir las escaleras que conectaban con el piso de arriba. Se despidió de su otro compañero, quien poco hablaba con él por ser el novato. Tal como se lo pidió: se adelantó, rondándole en la cabeza si el señor Nam era de Ulsan.

     Sería demasiado vanidoso si el nombre del establecimiento fuera por él. Igual, ¿debería sorpenderse?

     Se dio una ducha rápida, lo suficiente para no gastar todo el agua caliente. Buscó entre sus cosas alguna prenda que sirviera para encajar; dudó de manera eterna y sacó tantas ropas del armario como pudo.

     ¿Qué estilo funcionaría mejor? ¿Sus pantalones acampanados? ¿Su camisa estampada? Le encantaba esa, era un color crema con figuras de rosas pequeñas, seguramente  lo mejor que iba ponerse para destacar en la discoteca. 

    Una vez que repeinó su cabello hacia atrás, se topó en el pasillo con el señor Nam. Este lo contempló con desaprobación, creando una mueca disconforme a la vez, la primera que veía. Constantemente daba una imagen simpática.

     —Oh... No, no, no —enfatizó varias veces, e inspiró aire—. ¿Así irás vestido?

     Él se admiró algo desconcertado por ello. Abrió la boca para replicar con un: pues si. El otro se adelantó.

     —¡Esa ropa es muy de los setenta, Tae Hyuk!

      —Oh —murmuró.

      Era la ropa que trajo y tenía, reflexionó con pena. Hasta que fue arrastrado hacia el dormitorio del mayor y un nuevo conjunto le fue entregado en sus brazos tras una búsqueda rápida. De inmediato fue a cambiarse, entendió a lo que se refería al mirarse en el espejo.

     Era un pantalón de vestir menos vistoso, cómodo para bailar. Una camiseta con una americana de una tonalidad pastel, algo que no hubiera elegido nunca. Los empresarios que vio por la calle, cuando aún residía en su ciudad, usaban camisa y corbata en el traje, mucho más entre americanos. Con esa nueva apariencia, conseguió una más despreocuoada. Sonrió frente al pequeño espejo, intentaba asimilar su nueva apariencia.

     —Te ves como Sonny Crocket  —comentó Joon Ki divertido, al terminar de acomodarse su chaqueta negra, levantó su pulgar en aprobación.

    —¿Quién?

    —El detective de Miami Vice —confirmó—. Algún día veremos juntos la serie.

     La falta de dinero había hecho que pasara por alto, que la televisión ofrecía buen entretenimiento. Agradeció que fuera generoso con él, iba a vivir con menos problemas teniéndolo como su mentor.

    Y como ambos ya estaban preparados, marcharon rápidamente en el vehículo. La belleza de este lo enmudeció, ¿cuánto habrá trabajado para conseguir semejante lujo? Tuvo miedo de preguntar, controló su lengua pero el señor Nam alardeó un poco de ello con facilidad.

     Era un Ferrari Testarossa, explicó el mayor, modelo deportivo que salió hace relativamente un año. De carrocería no sabía nada pero, podía oler el lujo en el interior. Era evidente que no fue nada barato.

    —Son ahorros de años, ya era hora de darme un capricho.

      En secreto, a él le habría gustado derrochar el dinero de esa forma.

    —A mi me parece que trabaja con la mafia —bromeó Tae Hyuk, ofreciendo una explicación alternativa al dinero que guardaba.

   La tensión creció cuando vio su seriedad, eso lo hizo sudar levemente, decidió entonces mirar por la ventana hasta que escuchó la risa de su jefe. Lo que dio a entender que también bromeaba o usaba la psicología a su favor. Porque no era novedad que habían inmigrado las mafias al suelo americano. 

    —De ser cierto —murmuraba riendo—, te habría enviado con mis jefes luego de engañarte con la entrevista de trabajo.

    —Tiene sentido —respondió él—. O quizá ahora me está secuestrando para que vendan mis órganos... Por eso me tuve que poner bonito.

    —Oh, eso no—replicó con júbilo al deguir el juego—: No te habría ni prestado mi americana favorita. ¡La mancharían de sangre!

    —¿En serio?

    Lo sorprendió ese detalle. Joon Ki era más excéntrico en la medida que hablaban. Ni era normal que mencionaran algo serio como un secuestro, similar a hablar del clima.

    —Sí. Aunque tendría que haberte drogado si fuera un mafioso, así sería más silencioso nuestro viaje. 

    Lo último lo hizo reír, también lo consideró una sutil sugerencia de que la conversación, deberá terminar allí. Lo cual lo volvía confuso, ¿Joon Ki siempre debía empezar y tener la última palabra?

      Era inesperadamente complejo. O tal vez cínico.

     Arribaron en el centro de Manhattan, un hervidero de discotecas y establecimientos nocturnos. La noche tenía un estilo de vida luminoso y ruidoso. Otro color al de la vida diurna. Era su primera vez. El cartel que anunciaba el nombre: Siren, grande e iluminado, como la larga fila de gente, lo llenó de sensaciones nuevas.

      Extrañamente, Joon Ki no ocupó un lugar en esa fila y accedió inmediatamente al saludar al vigilante. Se llevaban bien a simple vista. Prefirió guardarse las preguntas, las que enseguida olvidó al ver la cantidad disparatada de personas en el lugar.

    El sonido de la música era de calidad, las luces de colores creaban figuras difusas en la pista. Y la ecuación terminaba con la opulencia de las prendas de los clientes que se divertían. Comprendió el porqué la insistencia de Joon Ki sobre cambiarse. Había enormes pantallas, todo exclamaba glamour; y, existía un lugar exclusivo en la planta superior. La zona que él compararía con la Corte Real de la era Joseon: Muy alta y dedicada para gente importante.

    No obstante, era simple la cuestión: si se pertenecía, será alguien, o si quería serlo, había que estar ahí.

    Bailar le gustó siempre, desde pequeño. Sus pies siguieron el ritmo y acompañó a Joon Ki a la barra sin entender que miraba o haría a continuación. Lo fue comprendiendo —un poco— cuando lo paró antes de proseguir.

    —Espera... —anunció en coreano, hablaba por encima de la música—: Creo que ya es hora de que sepas la razón por la que te traje.

    Tragó, la incertidumbre apretó su garganta al temer lo peor. Recordó la conversación del automóvil, encima el señor Nam que expresó aquella sonrisa tan maliciosa que empeoró su pensamiento.

    ¡Traficaba con personas!

     ¡Debía huir!

    Sin esperar lo que dirá, intentó irse. Para su mala racha, la mano del hombre presionó su hombro como usualmente hacía, manteniéndolo anclado en el sitio. Su instinto reclamó pero, su lógica dictaba que no era posible. No entre tantos testigos haría algo así que, calmó sus rídiculos nervios.

     —¿Ves las dos damas que están en la barra? —preguntó a gritos, mientras las mostraba indirectamente con su cuerpo—. Son las hermanastras Golden, casi nunca se separan cuando vienen, también son las mejores bailarinas de Siren pero rechazan a quienes no les lleguen a la altura.

     Íncreible, pensaba.

    —Y estoy aquí porque...

    —Quiero que distraigas a Karen —pidió Joon Ki—. Ella es endemoniadamente buena pero no es mi estilo. Prefiero a Vanessa.

     Abrió la boca, replicando:
     —¡Apenas conozco el estilo americano! Yo no haré esto. ¡Usted solo me trajo porque quería usarme!

    La risa de su jefe le pareció una burla. ¡Lo que faltaba!

    —¡No se ría! ¡No me parece gracioso!

    —Bueno... —dijo todavía divertido—. A ella le van los ritmos latinos, estoy seguro en que te enseñará algún paso... si es que eres un virgen del baile.

    Y un carajo, concluyó. Se mordió la boca, pretendiendo irse más decidido que nunca. Lo abandonó al señor Nam con la dignidad que aún creía tener... y retrocedió tan pronto recordó que no sabía el camino de regreso, todo a falta de conocer las calles. Estaba atrapado en Siren.

     —Se ha aprovechado de mi ingenuidad —murmuró enfadado—. Me va a deber una grande.

     —Tan ingenuo no eres, que serás capaz de pedirme algo a cambio.

    Con eso dicho, los dos se aproximaron hacia ellas. Fueron prudentes al pedir algo de beber. Tae Hyuk no evitó contemplarlas. Eran como diosas. Han visitado el plano mortal, entonces bajaron a ver el mundo y cuando el amanecer naciera, desaparecerían sin dejar rastro.

     Karen Golden.

    La admiró reticente, reconoció que su aire latino creó un conflicto en su mente. Admitía incluso que su vestido rojo provocó que su mirada se perdiera en sus contornos, en el camino de su cuello y sus cabellos castaños. Era mucha mujer para él. Una belleza que no encontraría en su país. ¿Y si no llegaba a siquiera agradarle debido a sus éstandares?

    Su perfume lo percibió en la medida que se acercaban, fue una explosión floral y cítrica. Sabía que Joon Ki era más experimentado en el acercamiento, ya que se deslizó semejante a su signo de la serpiente y la sonrisa de galán le salió sola.

    —¿Usted de nuevo? —preguntó Vanessa, fingió una exagerada sorpresa—. Ya le dije que estamos en niveles diferentes.

    —Y ser dueño de un restaurante, ¿no me hace prácticamente un empresario?

    Los contempló de forma tímida. No quiso entrometerse en el tema, solo bebió del trago de a sorbos pequeños. Karen lo admiraba intrigada, quien tampoco acotaba. ¿Estaría acostumbrada a sus discusiones?

     —Seguro —replicó ella con desdén—. Ni siquiera ha ido a la universidad. Tengo licenciatura en psicología, sé perfectamente que usted no me conviene con una mirada.

    Se aguantó la risa, casi escupió el licor contenido en su boca. La mirada de Joon Ki en cambio, fue tenaz.

    —Y yo tengo licenciatura en vivir de forma inteligente —argumentó mordaz—. ¿Acaso cree que el intelecto de una persona se mide con haber ido a la universidad? Ahí no le enseñan a vivir.

    La psicóloga apretó la mandíbula. No tuvo respuesta y mantuvo su altivez intacta. Tae Hyuk se apuró en beber, sintiéndose fuera de lugar e inhibido entre tanta fiereza en el ambientr. No sabía que esperar de ello pero, juraba que Joon Ki metió la pata hasta el fondo.

    —Uuuh —irrumpió Karen—, creo finalmente supo te callarte, Nessa.

    La mencionada negó, cambiando su vista para conectarse con su mirada. Entendió la atracción de Joon Ki por Vanessa. Poseía una piel cuidada, unos rasgos felinos, una coleta alta y el porte de una mujer inalcanzable con ese vestido plateado de lentejuelas. Sonrió sin querer, inspirado por las fragancias refrescantes de ambas.

    —Necesito ir al baño —balbuceó Vanessa—, ¿me aconpañas, Karen?

    Dejaron a los caballeros, perdiéndose entre el mar de cuerpos. El pequeño codeo de Joon Ki lo despertó de su aturdimiento, el pecho le palpitaba muy rápido

    —¿Ves? —comentaba de nuevo en coreano—. ¡Son puro encanto!

    —Eh... Sí, lo son —afirmó.

     Y tan encantadoras que no regresaron en toda la noche. Tuvieron que pagar sus bebidas aunque, su mayor aseguró que no fue una batalla perdida, sino una victoria. Ellas abandonaron  bastante temprano, jamás lo habían hecho antes, los hombres eran quienes solían dejarlas en la suya. Por eso, prometió que volvería a traerlo porque esa noche, percibió las miradas sobre él al bailar. Su talento innato lo posicionó alto. Conoció celebridades y deportistas que desconocía, recibiendo de ellos números que aceptó torpemente con una reverencia.

    Era lo superficial; en los rincones más oscuros, había actividad sospechosa que él prefirió ignorar.

NOTAS DE LA AUTORA

    ( 1 ) Miami Vice, una serie popular de los años ochenta. Su emisión comenzó en 1984 y acabó en 1990.

     ¿Han sentido el déjà vu entre la actualidad y el pasado? ¡Espero que lo hayan notado y vayan haciendo sus comparaciones! ¿Ya saben quien es quien de los personajes femeninos? Lo he dejado muy fácil. Entonces, ¿qué personajes le han agradado hasta el momento? 

KIM TAE HYUNG COMO KIM TAE HYUK

KIM NAM JOON COMO NAM JOON KI

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