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¡Salvados por un pelirrojo! Su nombre es Shanks.


No sé cuánto tiempo ha pasado, la comida del pequeño cofre se ha acabado, solo nos queda agua. El sol está irradiando mucho calor, estoy sudando y respiro muy, muy lento. Hace días que no hablo, no porque no pueda, si no que ¿para qué? Mi papá está tendido en el suelo y se cubre con su capa, le ha dado una enfermedad extraña debido a tiempo en demasía en el mar, tiene un salpullido muy grande. No puede moverse bien, y heme aquí, sentada viendo el horizonte, mis brazos ahora parecen ramas de árbol seco, mis ojos están muy grandes y lagrimosos, con ojeras y mis labios resecos. Tengo hambre, abro la caja y saco un frasco de agua.

—Papá... —susurró mientras lo muevo. No me responde. Lo acomodo boca arriba y lo destapo de la capa, con las pocas fuerzas que me quedan lo reincorporo de la cabeza y le doy agua. Lo vuelvo a dejar acostado e intento sorber agua, me la acabé. La colgué en la veleta junto a las otras botellas y ya vacíos, observé la caja y quedaba otro contenedor, pero al abrirlo sale agua sucia y tierra. Se acabó. Es todo. Ya no hay agua, de comida sacaba peces crudos pero ¿ya para qué? Creo... que no puedo llorar, sobreviví para nada.

Desperté, estaba en una cama con varias vendas, la habitación tenía varias camas y hamacas, el buró al lado mío está lleno de pastillas y medicamentos. No está mi papá, trato de caminar pero mis piernas no responden.

—Oye, esos tipos son algo extraños, ¿no?—me asusto al oír la voz de un hombre extraño fuera de la puerta.

—¿Extraños?—le responde otra voz, más cálida, no sé porqué me da una sensación acogedora, trato de pararme y cuando lo logro camino hacia la puerta con temor, hay un espejo en el camino. Mis labios están bien... mi cabello sigue maltratado y mi cara muy flaca pero curiosamente, siento que me veo un poco mejor.

—Si, ¿no los has visto? Tienen orejas de gato. Como esas personas que -

—Tienen orejas de animal, ¿eso va a ser que no los tratemos bien? —interrumpió, sigo avanzando con algo de dificultad.

—No claro, que no, solo me pregunto si serán de aquellos que el Gobierno ha tratado de localizar. —llego a la puerta y la abro despacio, me oculto un poco.

—¿Q-Quiénes son ustedes...?—tartamudeo un poco, me ven sorprendidos, son personas de aspecto bastante extraño, no son civiles comunes. Uno de ellos se acerca a mí, era pelirrojo con un sombrero de paja. Retrocedí un poco pero al mirar hacia el fondo veo el mar, no estamos en una isla, ¡es un barco! Y al mirar más hacia arriba observo ¡velas pirata!

—¡Aléjate pirata!—le grito mientras retrocedo más, sin embargo él hace caso omiso y entra en la habitación.

—Oe, tranquila, no te vamos a hacer nada. —me dice y se agacha para estar a mi altura. —Sólo quiero hacer unas preguntas. —me sonríe.

—¡Cállate, la de las preguntas debo ser yo! ¿¡Son peligrosos!? ¿¡Son malos!? ¿¡Adónde me llevan!? —le digo nerviosa y asustada, desde siempre me han advertido de los piratas, son malhechores, la escoria del mar.

—Tranquila, luego te diremos quien somos... pero al menos dime, pequeña, ¿cuántos años tienes...?—no me deja de sonreír, levanto una ceja extrañada y me alejo más al punto de estar atrás de la cama, lo más alejada que puedo de él.

—Tengo cinco años. —digo y apenas termino se escuchan las risas de los tripulantes.

—¡Fallaste, capitán! ¡Fallaste! —le dicen sus compañeros y el pelirrojo tiene cara de angustia.

—Oigan vamos, solo fue por un año ¡no es gran diferencia! Seguro le encantará conocerla de cualquier forma. —se voltea a mi y me da una sonrisa cálida. —Siempre le gustó conocer gente.

—¡No quiero conocer a nadie! —digo enojada. —¡Devuélvanme a dónde pertenezco!—les ordené ya un poco más con confianza.

—¡Ese es el problema! —me dice y se cruza de brazos. —¿Te encontramos en... una balsa? Tú estabas desmayada y tu padre está muy enfermo, lo mejor sería que te quedaras con nosotros unos días hasta que lleguemos a la isla para curarlo a él y a ti. Y de paso nos hablas de que estabas haciendo ahí.

—Es que...yo... mi hogar...—los recuerdos vienen a mi mente como un huracán en una isla pequeña, mi corazón late y mi piel se eriza. No me siento nada bien, tengo nauseas.

—¡Niña! —es lo último que logro escuchar.

[LIL LUFFY]
Fui al bar de Makino para beber un poco de jugo, había estado entrenando con mi abuelo en la jungla, eso era un dolor de cabeza para mí, no puedo ser muy listo pero sé que debería estar jugando y comiendo, ¡no intentando suicidarme! Mi abuelo se había ido hace poco así que traté de relajarme un poco mientras Makino me consolaba un poco. Oigo una voz conocida... ¡Es Shanks!

-¡Makino, creo que llegó Shanks! —dije entusiasmado corriendo hacia la puerta, pero Shanks la abrió primero, me detuve al instante pero al ver que tenía una mirada seria.

Había llegado con una niña entre sus brazos, y sus compañeros cargaban a otro hombre, Shanks estaba preocupado, Makino no sabia que estaba pasando al igual que yo, rápidamente le preguntó si había un lugar donde podían estar esas dos personas. Makino asintió y los llevó detrás de la taberna, después de unos minutos Shanks se sentó conmigo.

—Hola, Luffy. —me saludó con unos pequeños golpes en la cabeza, y se quitó su sombrero.

—Shanks ¿quiénes eran ellos? —pregunté curioso. Solo pareció suspirar.

—No lo se... —se encogió de hombros. —pero quiero que intentes hablar con la niña ¿si? —eso me sorprendió pero de mala gana respondí.

—¿¡Eh!? ¡Shanks! ¿¡Porqué tengo que ser yo!? —lo dije mientras refunfuñaba, yo tengo libre albedrío.

Shanks se rió fuerte, de repente el ambiente pesado parecía desaparecer. —Luffy, pero es para una buena causa. Ademas si vas a ser el rey de los piratas, necesitas una reina, ¿no crees que es una buena oportunidad? —se estaba riendo, supe al instante que decía eso de broma. Pero eso tenía sentido para mí.

—¿Necesito una reina? —dije pensando sobre ello, pero la verdad es que me daba mucha flojera buscar una. Shanks asintió entre risas. —Mmm, ¡ok, ya lo decidí! ¡Ella será mi reina!

Me dirigí decidido al cuarto donde se hallaba y cuando abri la puerta ella estaba sentada en la cama viendo al horizonte. Respire hondo.

—¡Hola!

Fin del capítulo.

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