41- Percance en la cocina
Había pasado ya una semana, en la cual la convivencia con Blair había sido bastante entretenida, tenía a la parejita constantemente ocupados y si no estaba haciendo cualquier locura o investigando por todos lados estaba pintando con las ceras que la habían comprado y poniendo todo perdido.
Emily que adoraba a los niños y pensaba algún día tener hijos, pero con esa pequeña experiencia tenía claro que los niños eran muy monos, siempre y cuando no fueran tuyos.
Blair nunca hablaba de sus verdaderos padres, y ellos no habían querido preguntar por obvias razones así que ese tema no llegó a tocarse.
Sin embargo, más de una vez se había encontrado a ella misma observando a la niña de cerca e intentando imaginarse a sus padres, o preguntándose si los tendría incluso.
Esa mañana Blair se había despertado desanimada, se le notaba en la cara largona y los ojitos mirando a cualquier punto, perdidos.
De vez en cuando se quedaba empanada mirando al suelo y de repente se le aguaban sus cuencas azul celeste.
Emily odiaba verla así, había cogido un gran cariño por la menor en cuestión de días, por muy revoltosa y atolondrada que fuera.
La rubia le preparó su desayuno favorito y planificó una mañana espectacular, no obstante, la niña solo asintió distraída y decaída para seguir masticando su desayuno sin ganas.
No sabía muy bien qué hacer, pensando en eso se giró un segundo a sacar el pan recién tostado de la tostadora, cuando sintió un cambio en el ambiente.
Olía a quemado, a las ascuas después de una hoguera, así que suponiendo que eran las tostadas las sacó a toda prisa, pero estas estaban en perfecto estado. Luego salió humo, espeso y grisáceo, se esparcía por toda la cocina y era cada vez más negruzco.
Y al girarse se encontró con la niña echando humo por las fosas nasales.
De ella provenía el olor a ceniza.
Asustada por lo que pasaba con la niña cogió una toalla para alejar el humo de sus orificios, pero salía más y más.
No paraba.
-Blair- la llamó alarmada.
Sin embargo, ella no contestó.
Tenía la mirada perdida en ningún punto específico, no reaccionaba a sus gritos y la humareda era cada vez más espesa.
Con el poco control del agua que había practicado alguna vez miró fijamente el lavamanos de la cocina, haciendo que este tiemble y tras un buen rato de concentración lo hizo explotar en un gran chorro de agua dirigido a la niña.
Cayó en su cabeza, mojando su pelo, ropa, la cual estaba casi en llamas, y cara, que al instante dejo de expulsar humo caliente.
Al fin obtuvo una reacción de Blair, que al sentir el agua fría salto de su asiento asustada.
No tardó ni dos minutos en darse cuenta de la situación, el agua en el suelo, el humo por todos lados, la mirada asustada de Emily, y la tos contante de ambas.
En cuanto lo entendió todo se levantó rápido de la silla y dio unos pasos hacia atrás.
- ¿Qué pasa enana? - la llamó por el mote con el que la apodaba Axel.
Pero la pelinegra negó y siguió retrocediendo precavida, como si fuera a hacerla algo, como si tuviera que huir.
-No te voy a hacer nada, sino quieres explicarme que ha pasado no pasa nada. ¿quieres que te haga galletas?, aunque tal vez te intoxiques con ellas, pero podemos hacer chocolate caliente si te apetece.
Ella movió la cabeza a los lados en negación, al parecer volvían una semana atrás, donde nada más encontrarla con lo único que se comunicaba era con asentimientos de cabeza.
Mientras Emily trataba de hacerla hablar al menos un par de palabras Axel entró a la cocina al oler el humo.
La niña aprovechó la distracción para intentar escabullirse, pero antes de dar esquinazo el chico se interpuso.
- ¿Qué pasa? - preguntó confundido.
Emily iba a explicarlo cuando la niña la miró con ojos suplicantes, no quería que lo contara.
-Se me han quemado las galletas- usó su perfecta tapadera.
-Eres un peligro para la cocina, no deberías ni acercártela, sigo sin entender por qué te empeñas en cocinar cuando siempre lo dejas todo hecho un desastre.
- ¿Eso ofende sabes? Soy una perfecta cocinera, solo que mi don no se ha desarrollado aun, de todos modos, Blair y yo tenemos que hacer tarde de chicas- dijo poniendo una excusa para hablar con la nombrada.
-Eso me excluye, lo pillo, pasadlo bien chicas- dijo saliendo por la puerta puesto que tenía cosas que hacer.
Subieron juntas a la habitación por uno de los espejos, Blair temiendo lo que pasaría a continuación y Emily preocupada por ella.
- ¿Qué ha pasado en la cocina? - pregunto sin filtros. No le gustaba presionarla, pero tenía que saber la respuesta.
-He recordado una cosa- dijo desanimada.
Ella se agacho a su lado y juntas se deslizaron por la pared hasta acabar sentadas en el suelo.
-El día de mi cumpleaños- por la forma en la que lo dijo no quiso ni imaginar lo que la había hecho estar tan decaída toda la mañana.
- ¿Es hoy cariño? - pregunto con voz acicalada.
Ella asintió.
Emily, con cuidado, paso los brazos alrededor del pequeño cuerpo y apoyo la cabeza en su hombro.
-Felicidades preciosa- le susurro con cariño acariciándole el pelo.
Pero Blair seguía sin reaccionar.
- ¿Quieres hablar de lo que ha pasado en la cocina?
Pareció sopesarlo unos minutos, y al final después de un eterno silencio hablo.
-El día de mi cumpleaños mi mamá se durmió.
Ella trago saliva, con una muy mala sensación burbujeando en su estómago.
- ¿Cómo que se durmió?
-Se durmió, pero no despertó, papá dijo que mamá estaba muy cansada y que teníamos que dejar que descanse en paz, pero yo no quise, me quede en casa a esperar a que mi mamá se despertase, la llamé, la grité y le prometí no volverme a comer las galletas a escondidas si despertaba, pero no lo hizo, cuando acabó el día de mi cumple espere a que mi papá regresara, pero nunca volvió.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces?
-Casi dos cumpleaños.
Emily hizo todo su esfuerzo para no derramar sus lágrimas, ¿Cómo dejaban a una niña de en ese entonces cuatro años sola en una casa y en esas condiciones? ¿Cómo le diría que su madre probablemente no esté solo dormida y que seguramente nunca despertará?
No era capaz.
No podía decirle eso a una niña de seis años que se había pasado los dos últimos de su vida sola en una casa junto a su madre muerta, ahora entendía el olor a putrefacción nada mas entrar, y que además de cargar con la muerte de su madre y tener la esperanza de que esta despierte, y encima que su padre las abandonase, o eso suponía.
Ignorando el ardor en la garganta intento hablar sin que le temblara la voz, pero sus esfuerzos llevaron al fracaso cuando sintió su garganta ser apretada con un nudo tan fuerte que la dejo sin aire.
Los brazos que abrazaban a la niña la estrujaron y apoyó su cabeza en la cabellera oscura, igual a la de Axel.
- ¿Qué ha pasado en la cocina? -cortó el silencio la rubia una vez recuperó su habla.
-He perdido el control- su voz sonaba ida, como si no estuviera presente, al menos no su cabeza, su cuerpo estaba junto a ella, pero su mente en cualquier otra parte, seguramente en los recuerdos que Emily la había hecho memorar.
- ¿Y por eso salía humo de tu nariz y oídos y tu pelo parecía estar a punto de incendiarse? -pregunto ganándole la curiosidad.
-No soy humana, y por eso mi papá se fue, por eso durmieron a mi mamá.
Era una niña muy consciente de lo que había pasado, tanto que daba miedo, no podía desarrollar tal madurez a los seis no era justo para alguien tan pequeño.
- ¿La durmieron?
-Sí, los tipos malos.
- ¿Quiénes son?
-Hombres de negro que papá decían que eran malos, el día de mi cumple entraron a nuestra casa y después papá dijo que mamá se había dormido.
-Seguro que tu mamá está durmiendo en paz, ahora está en un lugar más bonito.
- ¿Mas bonito? ¿Pero cómo puede ser? si mama esta dormida, no puede moverse.
-Pero está teniendo un sueño muy bonito en un lugar mágico y preciso.
- ¿Y tú como sabes eso?
-Tengo mis trucos.
- ¿Cómo es el lugar?
-En ese lugar cuando llueve en vez de ser agua es purpurina, las plantas son mas coloridas y siempre se esta alegre, nunca hace frio y el verano dura todo el año, también hay brillos por todas partes, allí todo es brillante, además las mariposas es lo que más se ve.
-A mi mama le gusta los colores y el brillo, y también las mariposas- dijo aparentemente feliz de que se encuentre en un lugar tan especial.
-Pues es lo que más abunda allí.
- ¿Y cómo son las mariposas?
-Las hay de todos los colores y formas, desde amarillo, azul, verde, rojas, marrones, hasta pequeñas, grandes, unas con alas como las de un pájaro y otras similares a las hadas.
- ¿Y hay ángeles? En los lugares bonitos tiene que haber ángeles.
-Por supuesto que hay ángeles, se dice que sus alas son tan grandes que se alcanzan a ver a la distancia, y que su escudo dorado es tan reluciente que le hace competencia al sol, que sus largas y vivaces espadas las usan para proteger a la gente del lugar especial y que cuando emprenden el vuelo todo a su alrededor sale por los aires.
-Guau- la niña estaba alucinando, no podía creerse que hubiera un sitio tan maravilloso.
-Yo también quiero ir a ese lugar especial y estar con mama.
-Iras cuando llegue el momento, para eso te faltan muchos años.
- ¿Cuántos? -pregunto entusiasmada.
-Cuando seas muy mayor, además, ahora estas con nosotros, puedes estar un tiempo mas aquí y cuando seas mas mayor decidir qué quieres hacer.
-Cuando sea mayor quiero ir al sitio especial y quiero encontrar el final del arcoíris.
-Cuando seas mayor yo iré contigo a ver el final del arcoíris y robar las monedas de oro al duende verde, y tal vez no estoy cuando vayas al sitio especial, pero sabré que estarás feliz.
Con esa promesa sellada y pactada dio por finalizada la conversación, Blair apoyo la cabeza en su pecho mucho mas animadas que antes y así se quedaron un rato en un cómodo y natural silencio.
Así estuvieron hasta que Blair se quedó profundamente dormida, Emily la cogió en brazos, llevándola a la cama, allí la tumbó con cuidado, la arropó, y le dio un beso cariñoso en la frente.
Y antes de cerrar la puerta de la habitación y cerrar la luz, rutina de todas las noches, decidió quedarse por esa noche con ella.
Se tumbó, arropando a ambas y quedándose ella en una esquina de la cama, en cuanto la pequeña sintió el peso en la cama se arrimó a ella y la usó de almohada, al parecer tenia las mismas costumbres que Axel, Emily sin queja alguna correspondió el abrazo y cerro los ojos, dejando que la somnolencia la engullera lentamente.
Así fue cómo ambas durmieron juntas y abrazadas.
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