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Rutina

Cuando salí de la ducha me puse la toalla al rededor de mi cuerpo y con otra envolví mi cabeza. Me miré en el espejo de cuerpo entero y sumí la barriga. Adentro - afuera. Adentro - afuera. Tenía que hacer dieta y ejercicio si quería recuperar mi vientre plano.

Fui al closet y busqué algo que me hiciera ver sexy. Hacía mucho tiempo que no tenía pareja y esa noche tenía ilusiones de que alguien me ofreciera una copa y me entretuviera con una conversación agradable, por lo menos.

Busqué algo llamativo, con escote, pero sobre todo que me hiciera resaltar sobre Lily. A pesar de que era mi mejor amiga y la quería como a una hermana, no podía evitar pensar que si no me acompañara esa noche tal vez sería más fácil para mí encontrar a mi príncipe azul, o por lo menos alguien con quien tener una segunda cita.

Una hora más tarde estaba sentada en la discoteca con Andrea y Martina, Lily todavía no había llegado. El ambiente era agradable, el sitio estaba muy de moda; siempre veíamos ahí gente atractiva e interesante y esa noche no era la excepción. Por eso nos gustaba tanto ir ahí.

Habíamos decidido seis meses atrás, cuando Andrea se divorció, que saldríamos todos los viernes, aprovechando que ahora todas estábamos solteras. No lo hacíamos para conseguir pareja, solo para recordarnos que ser soltero tiene sus ventajas: no tienes que pedir permiso a nadie para divertirte con tus amigas y puedes conocer gente especial con la que no te gustaría tener nada especial.

—¿No te parece que Lily se está demorando hoy más de lo normal? —preguntó Andrea.

—Ya la conoces, se habrá quedado atrapada en la peluquería —respondí sin ganas.

—Sí, o tal vez enredada en las sábanas de algún compañero de oficina, la muy desgraciada —Todas nos reímos ante el comentario de Martina, pero yo me sentí mal. Martina tenía a Lily en muy mal concepto, siempre hablaba de ella como si fuera una zorra que se acostara con todos. Creo que la envidia hablaba por ella.

Lily nunca estaba interesada en ser la más hermosa, y eso la hacía aún más atractiva. Tenía un cuerpo atlético que conservaba desde sus días de patinadora juvenil. Siempre tuvo el busto grande, una piel canela muy suave, el cabello liso y largo y unas facciones perfectas. Aunque no era muy alta, siempre sabía vestirse con elegancia y se veía imponente. Además era extrovertida y tenía una risa que encantaba a la mayoría de hombres que conocía.

Martina en cambio era más baja, algo robusta y su cara era de lo más estándar. Por lo general no llamaba mucho la atención, pero lo que le faltaba físicamente le sobraba en inteligencia y ambición. Era una abogada importante, y una de las jefas más temidas de la firma, por eso sus jefes la amaban.

La música se puso cada vez mejor, y los tragos no paraban a nuestro alrededor.

Eramos tres mujeres solas en una mesa y muchos hombres nos miraban, pero yo no veía ninguno que me llamara la atención; siempre tuve unos gustos algo peculiares respecto a los hombres, nunca encontraba atractivo al típico hombresote que les gustaba a mis amigas, y por lo general a ellas no les gustaban mis parejas.

Fui al baño por tercera vez en menos de quince minutos, haciendo un poco de equilibrio para no caerme de los altos tacones que estaba usando, además el licor y yo nunca hemos sido muy buenos amigos y ya estaba algo bebida. Cuando entré al baño, noté que había cosas que no había hace un momento cuando fui por última vez, como un orinal. ¡Oh, Dios mío! ¿Había entrado al baño de hombres?

Siempre pasaba lo mismo, bebía un poco más de la cuenta y terminaba donde no debía. Menos mal esa vez no fue la cama de algún idiota que después no me podía quitar de encima. Esa vez solo había llegado hasta el baño equivocado.

Antes de salir, revisé que no hubiera nadie que pudiera darse cuenta de mi error. Pegué la oreja a la puerta tratando de escuchar si había muchos hombres afuera haciendo fila para entrar pero no escuché nada.

Decidí reunir toda la valentía que tenía y me atreví a hacer el ridículo con la frente en alto; abrí la puerta tan fuerte que golpeé a alguien. Noté a un hombre alto y delgado que se sobaba la nariz. No podía ver muy bien su cara y solo me atreví a decir ¡perdón! en voz baja y salir caminando tan rápido como me permitían mis altos tacones.

Llegué a la mesa donde se encontraban mis amigas y vi que Lily aún no había llegado.

Preocupada, le escribí un mensaje de texto para asegurarme de que estaba bien y que iba a venir, ella me contestó:
Nena, lo siento, estoy atrapada en el tráfico. Dile a las demás que empiecen a beber sin mí.

«Sí, claro, como si fueran a esperarte», pensé.

—¿Has hablado con Lily? Me parece muy raro que se demore tanto —exclamó Andrea al sentarse a mi lado.

—Me acaba de enviar un mensaje diciendo que se demora porque está atorada en el tráfico.

—Pues respóndele que si se demora más va a llegar a pagar la cuenta —Me reí por el comentario de Andrea y miré a mi alrededor a ver si veía a un hombre alto y delgado sobándose la nariz.

—¿Buscas a alguien? —preguntó.

—No, solo que entré al baño equivocado y al salir le di con la puerta a un hombre en la cara.

Andrea soltó la carcajada y Martina la observó preguntándole de qué se reía. Cuando Andrea le contó, Martina hizo un gesto de estar acostumbrada a escuchar que me pasaran ese tipo de cosas.

—Déjame adivinar ¿demasiado licor?

—Ya sabes cómo es, la pobre Sofi no aguanta un par de cócteles.

Observé a mis amigas entre enojada y divertida por sus comentarios y sentí que alguien se sentaba a mi lado. Cuando volteé para saludar a Lily, me quedé fría al darme cuenta de que no era mi amiga sino el hombre al que casi le partí la nariz con la puerta del baño.

—O eres la mujer más fuerte que se ha equivocado de baño, o eres el hombre más sexy que he visto en falda —dijo, y extendiéndome su mano, se presentó—. Mucho gusto, me llamo Antonio. ¿Y tú?

—Sofía —respondí devolviéndole el gesto con algo de timidez e inseguridad.

—Dime Sofía, ¿siempre entras al baño de hombres en los bares?

—Lo siento Antonio, creo que he bebido más de lo que soporto.

—Descuida, y disculpa que te diga que tienes unas pésimas amigas si te dejan beber más de lo que puedes.

Lo miré algo divertida, pero sobretodo avergonzada porque me había seguido hasta mi mesa. Eso solo podía significar que había llamado su atención, aunque tal vez por las razones equivocadas.

Al tenerlo a mi lado pude observarlo un poco mejor. Tenía el cabello muy oscuro, una nariz perfecta —menos mal no la arruiné—, una barba incipiente, y una bella sonrisa. ¡La noche por fin se ponía interesante!

—¿Quién es tu amigo? —cuestionó Andrea mirando a Antonio y me di cuenta de que a ella también le deleitó la retina.

—Se llama Antonio y lo acabo de conocer. Antonio, ellas son mis amigas Andrea y Martina —
—dije para seguir las convenciones sociales del caso.

—¿De dónde lo conoces? —preguntó Martina.

—Del baño de hombres —murmuró Antonio cuando vio que abrí mi boca para contestar. Mis amigas se miraron y rieron con ganas.

La noche transcurró entre más y más licor, y Antonio no se apartó de mi lado en ningún momento. Me contó que era un arquitecto que trabaja en un nuevo proyecto de vivienda revolucionario. Yo por mi parte le hice saber que era una publicista que últimamente estaba más ocupada de lo normal trabajando en la campaña de la nueva marca de computadores que va a ser la competencia de Apple y que se suponía que iba a cambiar todo lo que conocíamos sobre computadores.

A él le llamó la atención mi profesión y dijo que su empresa acababa de abrir una licitación para promover el proyecto de vivienda que estaban desarrollando y que podría enviarme la documentación relacionada si quería participar en el proyecto. Mi espíritu ambicioso salió a la luz nadando en un mar de licor, y le dije que me encantaría. Me pidió el número telefónico y el correo electrónico y cuando le iba a dar una tarjeta, oí a Lily llegar saludándonos de una manera muy efusiva.

—¡Chicas! —exclamó alargando mucho la a—Por fin llego, creí que me tendría que quedar a vivir dentro de mi carro. ¿Y éste quién es? —Nos saludó Lily, mirando fijamente a Antonio.

—"Éste" tiene nombre. Mucho gusto, soy Antonio.

—Mucho gusto, soy Lily.

A partir de ese momento, entendí que la noche seguirá siendo solitaria. Lily y Antonio no dejaban de mirarse y hablar uno con el otro, ignorando a todos los demás. Esto ya era una rutina, siempre quien me llamaba la atención se interesaba en Lily, así que como ya estaba acostumbrada, el resto de la noche lo dediqué a bailar con mis amigas.

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