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CAPÍTULO. 08

07

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Media hora después, Jungkook detuvo el coche frente a un edificio de piedra, situado en las afueras de la ciudad. Jimin alzó las cejas con curiosidad, evaluando el lugar con atención. Jungkook, notando su reacción, sonrió con satisfacción al darse cuenta de que era la primera vez que alguien lo llevaba allí.

El restaurante se llamaba "El Bosque Encantado", en honor a su patio interior repleto de árboles, enredaderas y guirnaldas de luces. Bajo este mágico dosel natural, se distribuían una decena de mesas redondas adornadas con manteles elegantes y pequeñas velas dispersas por doquier. Entre la exuberante vegetación, se escondían figuras de pequeñas hadas y duendes, añadiendo un toque de fantasía al ambiente.

El camarero los condujo hacia el lugar asignado, guiándolos a través del mágico patio interior del restaurante. A pesar de la nevada, un robusto toldo de madera cubierto con paredes de cristal protegía el área, impidiendo que la nieve invadiera el espacio. Además, estufas de exterior proporcionaban un calor reconfortante. Jungkook observó atentamente a Jimin, notando cómo su expresión transitaba de la incredulidad al asombro en cuestión de segundos. Cuando finalmente se sentaron, Jimin clavó sus grandes ojos marrones, abiertos de par en par, en Jungkook.

—¿Cómo es posible que no conociera este lugar?

—Es mi secreto mejor guardado. No sé por qué no se ha vuelto más popular en la zona, la verdad. Pero a mí me viene bien así, puedo traer a las personas que me interesan y sorprenderlas.

—Ah, ya veo —asintió Jimin—. Entonces este es el secreto de Jeon Jungkook para conquistar a sus presas.

—No lo expresaría de esa manera. Tengo muchos otros encantos, pero supongo que ayuda —respondió Jungkook con una sonrisa, complacido consigo mismo.

Jimin rodó los ojos, evitando el gesto exagerado, y tomó la carta para revisar el contenido. Al notar la variedad de platos, sus labios se curvaron en una sonrisa. Jungkook le indicó que pidiera para ambos cuando el camarero se acercara, y así lo hizo, seleccionando varios platos del menú.

—Bueno, Jimin... ¿cómo va todo hasta ahora? —preguntó Jungkook una vez que el camarero se hubo alejado.

—Pues bastante bien —respondió Jimin, aunque su gesto de frotarse las manos indicaba que estaba nervioso.

—Imagina que soy ese arquitecto con el que vas a quedar el sábado —Jungkook se inclinó hacia adelante, arqueando una ceja con determinación—. Acabamos de sentarnos en la mesa del restaurante y hemos pedido la cena. ¿Qué harías ahora?

—¿Pedir al camarero que se apresure con la botella de vino? —Jimin soltó una risa nerviosa.

—Sí, ¿pero cómo romperías el hielo? —insistió Jungkook.

—No estoy seguro... —Jimin se mordió el labio—. Supongo que sacando algún tema de conversación.

—Bien, ¿cuál?

—¿Trabajo?

—Es un comienzo. Pregúntame algo sobre mi trabajo.

La risa de Jimin le cosquilleó el estómago.

—Perdona, es que todo esto me parece un poco… absurdo.

—¿Te parezco absurdo? —preguntó Jungkook fingiendo indignarse.

—Tú no, ¡la situación!

—¿Por qué?

—Es evidente que esto no es una cita real, cuesta hacerse a la idea —dijo él encogiéndose de hombros.

—Bien, pero finjamos que es real, venga, ¿qué me preguntarías sobre mi trabajo?

Jimin alzó las cejas, divertido, jugó con el dobladillo de la servilleta y asintió.

—A ver, Jungkook, cuéntame, ¿en qué artículo estás trabajando ahora?

—Pues mira, Jimin, me alegra que me lo preguntes, porque ayer mismo estuve fuera de la ciudad haciendo un reportaje sobre…

La noche transcurrió veloz para ambos. Sus conversaciones fluían sin cesar, mientras la luz de las velas envolvía el ambiente en una atmósfera íntima y especial. Jungkook se divirtió tanto que, por un momento, olvidó que aquello no era una cita real, sino una cita fingida, y que el chico que tenía frente a él, riendo sus bromas, no era alguien con quien pretendiera acostarse, sino Jimin, el dulce amigo de su hermano menor, al que solo veía como un amigo también. Porque, claro, solo lo veía así, ¿verdad?

Cuando Jungkook finalmente se percató, se encontraron solos en el tranquilo patio, iluminado por una luz tenue y acompañados por una suave música de fondo. Jimin se echó a reír, cubriéndose la cara con las manos, y Jungkook, contagiado por su risa, estalló en carcajadas junto a él.

—Entonces ¿fuiste tú el que esculpiste penes a los muñecos de nieve del concurso anual del pueblo durante la noche hace tres años?

—No me juzgues, estaba borracho.

—Dios, ¡culparon a Han por eso! —dijo Jimin riendo con las mejillas encendidas.

—Él se declaró culpable, ¿para qué iba yo a contradecirlo? Además, ni siquiera lo multaron. 

—Así que Jeon Jungkok es un delincuente que vive al margen de la ley…

—Bueno… todos cometemos alguna locura de vez en cuando. 

—Supongo —dijo Jimin encogiéndose de hombros.

—¿Y qué locura has cometido tú, Park Jimin? 

Los ojos de Jungkook y Jimin se encontraron bajo el parpadeante resplandor de las velas. Jimin se disponía a hablar, pero antes de que pudiera decir algo, el camarero se les acercó para informarles que estaban a punto de cerrar.

Jungkook se dio cuenta de que se estaba divirtiendo tanto que había perdido la noción del tiempo. Hacía años que no cerraba un restaurante con alguien. Insistió en pagar la cuenta, a pesar de la insistencia de Jimin en compartir los gastos. Juntos, regresaron a la ciudad en el coche, acompañados por un cómodo silencio mientras escuchaban canciones de rock en la radio. En un momento dado, Jungkook bajó el volumen y miró a Jimin de reojo.

—No has respondido mi pregunta anterior.

—¿Qué pregunta? —preguntó Jimin saliendo de su ensoñación.

—¿Qué locura has cometido tú? 

Jimin tardó en responder, pero cuando lo hizo, acompañó su respuesta con un ligero movimiento negativo de cabeza.

—Creo que ninguna, no soy un chico impulsivo ni disfruto haciendo temeridades. Probablemente, lo más loco y temerario que haya hecho en mi vida haya sido comerme un bote XXL de helado de vainilla con nueces de una sola sentada —confesó.

Jungkook rió.

—No me lo creo. Seguro que tienes un montón de anécdotas interesantes que contar.

Jimin guardó silencio por unos instantes mientras reflexionaba. Luego:

—Una vez, bailé desnudo sobre la nieve en el patio trasero de tu casa —declaró de repente, como si acabara de recordar la anécdota.

—¡¿Qué?!

—Fue una de esas noches que Hobi y yo nos quedábamos a dormir con Yoongi. Jugamos a verdad o reto y Hoba me retó a hacer eso.

—¿Y dónde estaba yo y por qué no lo vi?

—Eran las dos de la mañana así que probablemente estuvieses durmiendo. 

—Así que me perdí el espectáculo...

—No te perdiste nada, verme desnudo no es para nada un espectáculo. —Jimin movió la mano restándole importancia.

—Pues a mí seguro que me lo hubiera parecido. Y uno de los buenos, además…

—Para ti sería un espectáculo ver desnudo a cualquiera…

—Eso no es cierto. Ver desnuda a mi hermano o mi madre no sería un espectáculo, sería una pesadilla —dijo haciendo una mueca de asco.

—Ellos no cuentan, son de la familia.

—¿Y qué me dices de Bonnie? La verdad es que preferiría no tener que verla nunca sin ropa.

Jimin se rió pensando en la propietaria de la tintorería, que ya rozaba los setenta.

—Para su edad no está nada mal.

—No, pero hay cosas que no necesito ver. A Bonnie desnuda es una de ellas.

Jimin asintió y desvió la mirada hacia el exterior, observando los copos de nieve que danzaban sin cesar en el aire. En ese momento, Jungkook habría deseado poder leer su mente, saber qué pensaba en ese instante.

Llegaron a Seúl cerca de la medianoche y estacionaron en la avenida principal. No les llevó mucho tiempo llegar al edificio que compartían.

—Gracias por la cita ficticia más maravillosa del mundo —dijo Jimin sacando las llaves de su bolsillo.

—Gracias a ti, la pasé genial.

—Ojalá las citas de verdad salieran igual de bien —dijo él soltando un suspiro.

—Solo es cuestión de encontrar a la persona indicada.

Y por alguna extraña razón, Jungkook pensó que alguien cómo él podría ser la persona indicada. ¿Alguien como él o él? Trago saliva con fuerza.

—¿Sabes una cosa? —preguntó consiguiendo que Jimin le mirara intrigado—. Teóricamente la cita aún no ha terminado. Hemos ido a cenar, te he acompañado a la puerta de casa como un caballero y… ¿ahora qué?

—Ahora… ¿nos despedimos? —preguntó Jimin un poco desconcertado.

—¿Y cómo lo hacemos?

—Es la primera cita, así que con un beso en la mejilla bastará.

—Oh…

Jimin dejó que Jungkook se acercara, lo tomara de la parte baja de su espalda y le besara suavemente en la mejilla. Jungkook se dijo que olía bien, muy bien. Demasiado bien. Jodidamente bien. Los labios entreabiertos de Jimin eran una tentación demasiado fuerte como para no querer pecar de lleno.

—Estoy pensando que, a lo mejor, la cita ha ido tan bien que un beso en la mejilla se queda corto —dijo sin dejar de mirar sus labios—. Y si esto va a ser un entreno, es mejor que sea lo más fiel posible de la realidad.

Entonces sí, Jimin levantó la mirada y leyó en sus ojos la aprobación. Asintió con suavidad y se pasó la lengua por los labios. Aquella fue la invitación que Jungkook necesitó para acortar los centímetros que separaban sus bocas y besarlo.

Sus labios encajaron con una naturalidad que volvió loco a Jungkook. Los labios de Jimin eran cálidos y suaves, perfectos. Subió la mano de la parte baja de su espalda hasta la nuca para profundizar un poco en el beso. Mierda, como le estaba gustando besarlo… Dejándose llevar por aquel beso, metió la lengua dentro de su boca. Sus salivas se entremezclaron en un baile de lenguas suave y delicado.

Oyeron un ruido subir por el hueco de la escalera. Alguien acababa de entrar en el edificio y con su ruido había roto el hechizo que mantenía vivo ese beso. Se separaron, se miraron a los ojos y, durante unos segundos, se observaron como si se estuvieran viendo por primera vez.

—Bueno —dijo Jungkook apartando sus manos del cuerpo de él—. Creo que el entrenamiento ha salido perfecto.

Jimin no dijo nada, se limitó a seguirle con la mirada mientras él sacaba las llaves de su bolsillo, abría la puerta y se despedía con la mano.

Cuando Jungkook cerró la puerta tras de sí, soltó un bufido nervioso.

Pero ¿se podía saber por qué diablos había hecho aquello? Se trataba de Jimin, por el amor de Dios, no era uno de sus ligues. 
Sin embargo, no pudo evitar tocarse los labios y sonreír como un idiota al pensar en el beso y en Jimin.

Oh, oh, ¿se estaba metiendo en un problema?

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