Capítulo 14
Ho Seok dejó caer su cabeza sobre la almohada del sillón pensando en lo que acababa de ver. Jin parecía cansado también, por lo que no le prestó demasiada atención a la actitud de su compañero.
—Espero dormir y no despertarme en la madrugada porque cierta persona está roncando...
Sin escuchar lo que había dicho el castaño, Ho Seok se metió dentro de sus pensamientos y se preguntó algunas cosas. Ese chico pelinegro debía de estar involucrado seguramente con Tae Hyung y esos "asuntos" de los que le hablaba pero nunca le revelaba. Lo conocía hacía un largo tiempo, a pesar de que era parte de un grupo de cazadores, la atracción que sentía hacia el joven lo convertía en esclavo de sus acciones y peticiones. Todo lo que Tae necesitaba, él se lo daba, a veces pidiendo explicaciones y otras sin rechistar. Jin le advertía que todo era a causa de que fuera un moroi, pero Ho Seok nunca lo escuchaba.
—¿Estás despierto?—Jin alzó la voz, buscando la atención del otro quien en un segundo volvió a la realidad.
—Ese chico tiene un anillo como el de Tae—dijo, mirando al castaño con el ceño fruncido—.No es uno de ellos, estoy seguro, pero... ¿Por qué llevaría algo tan valioso?
Jin abrió los ojos sorprendido por lo que oía salir de la boca del otro. Él sabía que cada familia tenía sus propias reliquias; podían ser tanto anillos como collares o demás accesorios, siempre adornados con alguna piedra preciosa de inimaginable valor.
Los moroi eran muy pocos en ese tiempo, los únicos de aquellas cercanías eran ellos, los Min. Los conocían bien porque en el pasado trataron de exterminarlos, especialmente Jin. Él no era más que un muchacho con mucho dinero heredado por sus familiares, curioso por las historias de criaturas como vampiros y brujas fue como conoció a Ho Seok y lo convenció para que lo dejara unirse al grupo de cazadores.
—¿Cómo lo sabes? —se acomodó dejando su espalda recta contra el respaldo del asiento.
—Lo vi cuando quitó su abrigo. Quizás él estuvo con Tae Hyung, pero es imposible que le haya dejado su anillo.
—Claro que es imposible —afirmó—.Debe tener algo que ver con el otro, su hermano. ¿Recuerdas qué nunca lográbamos encontrarlo? Era un dolor de cabeza.
Ho Seok recordaba bien, Min Yoon Gi no era como Tae Hyung, lo sabía. Escuchaba en boca de éste lo mucho que le irritaba ver que su hermano era una persona tan débil, sin interés por asesinar y tomar sangre de otros. Era como escucharlo hablar de un humano normal y corriente infiltrado entre la familia de sanguinarios vampiros. Pero a pesar de estas cosas, Ho Seok nunca dejó de sentir envidia de él; aquel peligris era el punto principal en las conversaciones que tenía con Tae, siempre era el primero en nombrar y tampoco era extraño oírlo decir cuanto lo amaba.
—Es probable, sí —Ho Seok miró hacia un costado, evitando la mirada de Jin que sólo le decía "otra vez aparece su nombre en nuestras conversaciones"—.Debería preguntarle por qué lo tiene.
Jin se encogió de hombros, no queriendo opinar demasiado. Para él era más fácil quitárselo y usarlo como un anzuelo para cazar a los otros.
La familia Min, por el momento, no estaba primera en la lista; tenían una especie de acuerdo con el joven Tae Hyung, quien les daba información sobre otros vampiros que habían estado formando un grupo para realizar asesinatos en más ciudades y quedarse con el territorio. Este grupo era grande y muchos estaban repartidos por diferentes lugares. Varios fueron atrapados y eliminados por ambos y con ayuda de otros pocos cazadores.
Todo eso era una ventaja para Tae Hyung y su familia ya que los demás clanes querían desaparecer a los moroi.
—¿Crees que siga despierto? Su rostro se veía cansado, seguramente se haya quedado dormido ¿Por qué no esperas?
—Pero puede que se haya marchado cuando despertemos.
—No digas tonterías, todo está cerrado. Nadie puede entrar ni salir.
Claramente, así era. La casa estaba cerrada por completo, encadenada de puertas y ventanas, si alguien pretendía salir, debía de buscar las llaves y sólo las tenía él encima. Jung Kook no saldría de la casa por más que quisiera, se convertiría en el prisionero de aquellos dos hasta que aclarara las dudas de por qué portaba ese anillo en su dedo.
Las horas en la madrugada fueron pasando rápidamente, sobre todo cuando todos quedaron profundamente dormidos debido al cansancio. Pero Jung Kook, en aquel silencioso cuarto, comenzó a despertarse cerca de las cuatro, molesto por un sonido que venía de afuera.
En la ventana que estaba cercana a la cama, se oía un golpeteo como si un viento azotara las persianas y el vidrio. Por ello, se levantó e inspeccionó entre las cadenas qué era ese ruido.
Por un momento se detuvo y otra vez todo quedó en silencio, pero a los pocos segundos comenzó a sonar de igual forma la puerta, la cuál se fue abriendo poco a poco dejando escuchar un horrible chirrido.
Inmóvil y un poco desorientado por el sueño, Kook se fijó detenidamente en quien estaba parado en la puerta, empujándola levemente con la mano.
—Así que te escondías aquí.
La voz de Tae Hyung entró en sus oídos generándole un escalofrío en la nuca. Volvía a ver a ese chico de nuevo, quien lo miraba enojado sin desprender más que odio, envidia, celos...
Jung Kook dio un paso atrás queriendo proteger su espalda, pero el castaño fue rápido y lo empujó de forma violenta, haciendo que chocara su cabeza con alguna de las cadenas de la ventana. Al hacerlo, debido al anillo, Tae Hyung sintió un punzante dolor, pero no era más fuerte que sus ganas de vengarse porque le quitara el amor de su hermano.
—¿Qué quieres? Déjame.
El pelinegro sintió su piel arder cuando Tae Hyung lo apretó y arañó con sus dedos sobre su camisa, queriendo lastimarlo. Le mostró una sonrisa de oreja a oreja que dejó ver sus colmillos afilados, listo para probar su sangre. Por más que la protección del anillo tratara de impedirle el ataque, Tae Hyung no se iba a detener, mordería su piel y si era necesario se la arrancaría y dejaría que muriera ahogándose en su propia sangre. Pero la ansiedad por hacer algo que lo perjudicara, lo llevaba a pensar miles de cosas y todas ellas las quería hacer.
—¿Qué tan dulce sea tu voz al gemir? —le habló al oído entre dientes—¿Es eso lo que le gusta a Yoon Gi, hmm? Debería probarlo y contárselo luego, ¿no crees?
Antes de poder escapar de sus garras y de lo que fuera a hacerle, Jung Kook quiso pedir ayuda, pero fue demasiado tarde. Había sido empujado a la cama y su boca tapada con fuerza. Sus ojos se perdieron en la mirada de Tae Hyung, en una sádica mirada llena de desesperación por dañarlo.
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