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Capítulo Diez
Perritos

La primera vez que JooHeon y ChangKyun intercambiaron palabra fue durante el jardín de niños. ChangKyun dibujaba un gatito y JooHeon tenía crayones de todos los colores. ChangKyun quería un gatito morado y JooHeon no quería compartir sus crayones.

JooHeon se encontró recordando ese momento a la vez que miraba de reojo el perfil de ChangKyun y se perdía en el color de sus ojos, iluminados por la luz del atardecer. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver que su amigo no había cambiado mucho desde entonces; al menos sus cosas favoritas seguían ahí, su sonrisa, sus mejillas y ese bonito puchero que hacía de vez en cuando.

La primera vez que lo vio hacer ese gesto fue justamente el día que se conocieron, cuando ChangKyun se acercó con pasitos tímidos a la mesa de JooHeon y le preguntó por el crayón morado. Solía mirar la fotografía que su madre tomó aquel día por lo que le resultaba imposible olvidar que ChangKyun vestía un overol que tenía pequeños corazones rojos bordados en los bolsillo; una playera de manga larga, blanca con delgadas líneas azules. ChangKyun se veía muy bien de blanco.

—¿En qué estás pensando? —preguntó ChangKyun con voz suave, sacando al rubio de sus pensamientos.

—Cuando nos conocimos —respondió—. Eras tan pequeño en ese entonces... Y llorabas mucho.

—¿Cómo no iba a hacerlo? Si tú no querías compartir tus crayones conmigo. Los niños buenos deben aprender a compartir, Honey.

Una risita se escapó de los labios de JooHeon a la vez que bajó la mirada hacia la pequeña piedra con la que había estado jugando desde hace un par de metros atrás. Sus ojos se fijaron en la sombra de ChangKyun y la del samoyedo que los acompañaba, y junto a ellos estaba él. Un chico cuyo corazón revoloteaba cada que veía a su mejor amigo; un chico que no tenía mucho qué ofrecerle a alguien que lo tenía todo, pero que daría todo con tal de sostener su mano un par de segundos.

JooHeon lo quería. JooHeon quería a ChangKyun más allá del cariño que le puedes tener a la persona que te ha otorgado su amistad y apoyo incondicional a través de los años, logrando incluso superar la barrera de la distancia.

Apartó la mirada del juego de sombras para ver el perfil del muchacho a su lado; a veces seguía viendo a ese adorable niño que quería un crayón morado para colorear su gatito. Sus labios rosados se movían articulando palabras que JooHeon no escuchaba porque estaba perdido en la belleza de su nariz y en esas adorables mejillas que tanto le gustaba acariciar.

Luego de unos minutos, habían llegado al parque para perros. Era grande, bastante grande, y había perros de distintas razas corriendo de un lado a otro, agitando sus colas o persiguiendo los juguetes que arrojaban sus dueños. Las orejitas de Maya despertaron al instante y comenzó a agitar su cola esponjada y a dar pequeños brincos en su lugar; ChangKyun soltó una risita al verla porque le recordaba a una niña pequeña que ansiaba por ir a jugar (y de cierta manera lo era).

—No te vayas muy lejos, ¿de acuerdo, princesa? —le dijo ChangKyun mientras le quitaba la correa y la miraba fijamente. Maya acercó su naricita a la mejilla del muchacho antes de irse corriendo.

—¿Quieres un helado? —preguntó JooHeon con voz suave. ChangKyun asintió, sintiendo un cosquilleo en la boca del estómago al ver la sonrisa del rubio— Ya vuelvo, no tardo.

ChangKyun tomó la correa de Maya y caminó hasta una banca cercana. Su mirada viajaba entre Maya y sus zapatillas rojas. Suspiró. JooHeon había estado muy callado en el camino y no pudo evitar preguntarse si quizás había exagerado en su atuendo. «No, no, no, él dijo que me veía bien y Honey nunca dice mentiras —pensó, negando suavemente la cabeza y formando de manera inconsciente un tímido puchero en sus labios—. Aunque él siempre me dice eso...»

Abrazó sus rodillas, siguiendo a su princesa con la mirada y sonriendo de vez en cuando al ver lo mucho que se estaba divirtiendo. HyungWon tenía razón; había pasado un tiempo desde la última vez que había sacado a pasear a Maya y realmente se había olvidado de lo relajante que era. Maya jugando en el césped fresco con los de su especie mientras él la cuidaba desde una distancia prudente, dejándose acariciar por el atardecer y respirando una efímera sensación de tranquilidad. Salir con Maya implicaba presionar el botón de «pausa» en su vida diaria, olvidarse por un par de horas de la escuela, de sus obligaciones, y más recientemente de lo molesto que le resultaba Jackson cuando pasaba mucho tiempo con JooHeon.

Fue entonces cuando un cono de galleta con una bola de helado de fresa encima apareció frente a sus ojos. ChangKyun parpadeó un par de veces antes de levantar la mirada y encontrarse con los bonitos hoyuelos de su mejor amigo.

—Gracias —dijo con voz suave, tomando el postre y llevándoselo a la boca, dejando un poco de helado en la punta de su nariz—. ¡Está delicioso!

—Me alegra que te guste —dijo JooHeon, limpiando con cuidado el rostro del menor. Se dijo a sí mismo que las mejillas de ChangKyun siempre tenían cierto rubor al atardecer—. ¿Cómo está Maya?

—Al parecer se está llevando bien con ese dóberman de allá. El que tiene el collar azul, ¿lo ves?

JooHeon miró hacia dónde apuntaba el menor, entrecerrando ligeramente sus ojitos por la luz del atardecer.

—¡Ah! Ya lo veo. Maya se ve muy contenta —dijo, agregando una sonrisa al final—. Me pareció verlo llegar con un grupo de perros, hay varios con el mismo collar.

—¡Es cierto! Los maltés de allá también traen el mismo collar —dijo, apuntando a un par de bolitas de pelo que jugaban en el césped, aprovechando para probar otro bocado de su helado de fresa—. Tal vez vinieron con esa chica, la de chaqueta de colores, trae varias correas.

—Es probable —agregó el rubio, comiendo de su postre. Luego de unos segundos de silencio dijo:— Te ves muy lindo con ese suéter.

—Gra-gracias —respondió con voz suave—. Mi madre lo compró para mí hace un tiempo... La última vez que fuimos de compras.

—¿Hablas de esa vez en la que no parabas de escribirme pidiendo ayuda porque te morías del aburrimiento?

—¡De verdad que es increíble! Por más que lo intento, no logro seguir el ritmo de mi madre cuando vamos de compras —suspiró—. Por eso HyungWon se va a la librería apenas llegamos al centro comercial. Voy a denunciarlo por abandono infantil.

JooHeon soltó una carcajada.

—Podrías escaparte de esas salidas si le dices que vas a ir a la cafetería.

—Sería capaz de arrastrarnos a ambos a un maratón de tiendas.

—No me molestaría. Acompaño a mi mamá todo el tiempo.

—¿De verdad crees poder seguirle el paso? —ChangKyun enarcó una ceja, divertido.

—Suena a que me estás retando, ChangKyunnie.

—Tal vez lo estoy haciendo —dijo, sonriéndole divertido.

Ambos se dedicaron a cuidar a Maya con la mirada mientras comían sus helados. La preciosa samoyedo corría de un lado a otro por el parque, siguiendo a los demás perritos y de vez en cuando se recostaba en el césped a descansar.

Ciertamente sería mentira decir que Maya era una perrita pequeña pues le llegaba a los hombros a ChangKyun cuando se paraba sobre sus patas traseras; el muchacho tuvo qué cambiar de una cama de tamaño individual por una mucho más grande porque él y Maya ya no podían dormir juntos en la misma cama sin que alguno de los dos cayera, llevándose consigo las sábanas y el edredón. Pronto HyungWon se encontró cambiando de cama también pues la perrita disfrutaba de dormir en su recámara al mediodía; a HyungWon no le molestaba porque le hacía compañía a Dolly cuando él no estaba. Aún así, Maya siempre sería la cachorrita de ChangKyun, su pequeña bolita de pelos que llegó en una caja de color morado brillante y con un collar del mismo color.

Woof. Woof.

ChangKyun levantó la mirada de sus manos y se encontró con su preciosa mascota caminando hacia ellos con la lengua de fuera y un brillo en los ojos que decía: «¿Jugamos? Quiero jugar. Vamos a jugar. Juguemos con la pelota». Maya recargó su cabecita en el regazo de JooHeon, mirándole con esos ojitos de cachorro a los que era imposible resistirse.

—Parece que alguien quiere jugar —dijo el rubio, acariciando las orejitas del animal. Le regaló una sonrisa a ChangKyun antes de levantarse y sacar una pelota de su mochila. Los ojitos de Maya brillaron al ver el juguete—. ¿Quieres jugar, Maya? ¿Quieres la pelota? ¿La quieres?

ChangKyun rio por lo bajo al ver las divertidas expresiones de Maya. Estaba casi seguro que en su cabecita decía: «La quiero. Quiero la pelota. La quiero, la quiero, la quiero. De verdad quiero la pelota.»

JooHeon le sonrió a la samoyedo y después lanzó la pelota; Maya salió corriendo tras ella, dando un brinco para tomarla con su hocico. Después regresó con trotes elegantes hasta el rubio, quien tomó la pelota una vez más y la lanzó un poco más lejos.

—¡Ven, Kyunnie, vamos a jugar! —exclamó con sus ojitos convertidos en dos finas líneas curvas, mostrando su preciosa sonrisa y aquel par de hoyuelos que volvían loco a su corazón.

JooHeon era un chico realmente encantador a los ojos de cualquiera, pero en especial lo era para los ojos de ChangKyun.

—Apuesto a que puedo lanzarla más lejos que tú —dijo el menor, subiéndose un poco las mangas de su bonito suéter.

JooHeon rió.

—Ya lo veremos, ChangKyunah~

Maya volvió a los pocos segundos. ChangKyun tomó la pelota y la lanzó mucho más lejos que JooHeon, quien lo miró socarrón.

Y así se llevaron el resto de la tarde, entre juegos y mimos hacia la pequeña Maya y competencias amistosas como las que siempre solían hacer. A ojos desconocidos eran un par de muchachos jugando con su perro, pero si uno miraba lo suficiente se daría cuenta de las mejillas sonrojadas de ChangKyun cuando JooHeon lo abrazaba por sorpresa y de cómo el muchacho de cabello rubio trataba y cuidaba del pelinegro como si fuera lo más precioso del mundo; la manera en la que le acomodaba sus salvajes mechones de cabello detrás de la oreja, como lo ayudaba a limpiarse las pequeñas manchas de helado de la mejilla, y sobre todo la manera en la que lo miraba como si no existiera nada más en el mundo salvo él y su preciosa sonrisa.

Eso fue lo que pasó con alguien que los miraba a lo lejos, a un par de metros de dónde estaban jugando con la samoyedo, quien, en medio de sus pequeñas travesuras, terminó desviándose hacia un viejo pastor inglés que descansaba al pie de la banca donde estaba aquel muchacho. El pastor inglés, de apariencia sencilla y con un simpático collar de color rojo, miró a la perrita curioso, ladeando su cabecita cuando ella dejó la pelota frente a su nariz.

—Creo que alguien te está invitando a jugar, MinJun —dijo el muchacho, su mirada yendo de su perro hacia Maya, quedándose en ella un poco más al ver su simpática expresión—. Perdónalo, preciosa, ya es un perro viejo. ¿Cómo te llamas? —Mientras acariciaba las orejitas de la samoyedo, revisó la placa que colgaba de su bonito collar púrpura—. Te llamas Maya, ¿eh? Qué lindo nombre. ¿Dónde están tus dueños?

—¡Maya, ahí estás! —exclamó ChangKyun, recargándose sobre sus rodillas al llegar frente al muchacho en la banca; Maya levantó sus orejitas al verlo y se acercó agitando la cola—. Una disculpa, normalmente no se aleja cuando estamos jugando.

—Está bien, no te preocupes —dijo con una amigable sonrisa—. Parece que quería jugar con MinJun, pero el pobre parece ya no tener energías. Soy Lee HoSeok, mucho gusto.

Extendió su mano. ChangKyun la tomó.

—Chae ChangKyun.

—¡ChangKyunah~! ¿La encontraste? ¿Eh? ¿Wonho? Qué sorpresa encontrarte por aquí —dijo JooHeon, acercándose para darle un abrazo rápido al pelinegro.

—¿Se conocen?

JooHeon asintió.

—Es amigo de Shownu y un cliente frecuente en la cafetería los fines de semana —dijo con una sonrisa—. No sabía que venías a este parque, ¿vives cerca de aquí?

—Ah, no, vine aquí a pasear con los perros del refugio.

—¿Del refugio? —preguntó ChangKyun, curioso.

HoSeok asintió.

—Soy voluntario en un refugio de animales que está cerca de aquí. Así que yo y unos cuantos chicos más venimos aquí a jugar con los perritos entre semana.

—¡Ya veo! Suena genial. ¿Entonces este amiguito de aquí es del refugio? —dijo ChangKyun, poniéndose de cuclillas frente al perro de expresión cansada con Maya por un lado.

—Sí, él es MinJun. Uno de los amiguitos más viejos del refugio. Lo encontraron en el estacionamiento de una bodega, dormía detrás de unos contenedores de basura y tenía la patita rota. Ha estado con nosotros por mucho tiempo, pero no hemos podido encontrarle un hogar —agregó HoSeok, su voz cargada con sutiles notas de tristeza—. Aún así, ninguno de los dos pierde la esperanza, ¿verdad que no, MinJun?

Los muchachos sonrieron al ver al mayor haciéndole mimos al gran y viejo perro, quien sólo atinaba a mover lentamente la cola y a devolver las caricias con su pequeña nariz húmeda. Maya también se había acercado al pelinegro en busca de mimos y caricias, sorprendiendo a ChangKyun en el proceso pues Maya no era muy afectuosa con desconocidos; había algo especial en ese chico Lee HoSeok que le agradaba, tanto a él como a su pequeña Maya.

—¡HoSeok, ya es hora de irnos! Ya casi es hora de cenar —llamó un chico alto, de cabellera rubia. A ChangKyun y a JooHeon les recordó a un golden retriever.

HoSeok se puso de pie y tomó la correa de MinJun.

—Ya debo irme. Fue agradable encontrarme con ustedes, chicos, y haber conocido a esta princesa tan preciosa. —Maya se sentó a un lado de ChangKyun; sabía cuando alguien hablaba de ella y sobre todo sabía cuando le decían cumplidos—. Nos veremos después, supongo. Sigan disfrutando de su cita. ¡Adiós!

Las mejillas de ambos muchachos se tiñeron de un suave color rosa. Si HoSeok se hubiera quedado lo suficiente, tal vez se habría dado cuenta del gran parecido que había entre el rostro sonrojado de ChangKyun y el del chico de cabellos rizados que se había adueñado de su corazón.

ChangKyun y JooHeon intercambiaron miradas rápidamente antes de que el rubio dijera con voz tímida: «Se está haciendo tarde, ¿deberíamos volver ya?» Así, como una pregunta, como si no quisiera que aquella tarde nunca terminara. Como si no quisiera volver a una realidad en la que ChangKyun y él sólo eran mejores amigos y en la que debía estar constantemente reprimiendo los sentimientos que habían nacido, como los capullos del rosal de su madre, por el chico que conoció gracias a un crayón morado.

🐝 🌥 🐕 🐺

Aquella escena era algo clásico y siempre había más del 85% de probabilidad de encontrarla apenas abrieras la puerta del dormitorio de Yoo KiHyun; una habitación suavemente iluminada por la lámpara del escritorio, con las cortinas cerradas y una atmósfera de tranquilidad y concentración cortesía de su playlist favorita de música lo-fi. Sobre el escritorio hay una pila de tres libros, ordenados por tamaño, y uno más abierto en una página cualquiera con palabras resaltadas en tintas de diferentes colores y anotaciones al pie de página con una tinta azul que era claramente ajena a la tinta negra de la impresión. En su libreta a rayas se encontraba la tarea de biología, acompañada por pequeños dibujos e impresiones cuidadosamente recortadas, toda la información escrita en tinta azul y con una caligrafía tan pulcra y fina que dejaría impresionado a cualquiera.

En la pantalla de su computadora se leía información concreta sobre un tema de física; KiHyun no era de las personas que gustaban de tener muchas pestañas abiertas en su navegador, sin embargo, esa noche en específico sería la primera excepción. Pues mientras dedicaba veinticinco minutos a leer y escribir sobre su proyecto de física, pasaba otros cinco minutos buscando ideas de vestimentas para salir en una cita, soltando de vez en cuando una sonrisa que podría calificarse como «soñadora» cuando recordaba las palabras de HyunWoo. Oh, HyunWoo. El hecho de recordar algo como eso lograba pintar sus mejillas de un precioso color rosado.

—¿Qué debería usar...? Tengo una chaqueta parecida a esta, pero no estoy seguro de si tengo una camisa así... —Suspiró—. ¿Debería cortarme el cabello?

—¿Con quién estás hablando? —enunció una voz suave cerca de su oreja, tomándolo por sorpresa.

KiHyun dio un ligero brinco en su silla antes de girarse hacia su hermano con un adorable puchero y un ceño fruncido parecido al de un hámster.

—Sí toqué —se defendió YoonGi.

—Claro que lo hiciste —refunfuñó KiHyun, girándose sobre su silla. Minimizó la ventana con fotografías de ropa para volver su atención hacia su proyecto—. Creí que estarías en tu habitación, dijiste que tenías sueño después de la cena.

—Dormí un rato, después decidí venir a hablar con mi hermanito favorito —dijo él, recargándose sobre el escritorio.

—Soy el único hermano que tienes.

—Y por eso eres al que más quiero. —KiHyun puso los ojos en blanco antes de volver la vista a la pantalla del ordenador—. Vamos, Kiki, acabo de llegar y me estás ignorando.

—Estoy ocupado.

YoonGi enarcó una ceja.

—Has leído el mismo párrafo unas cinco veces, ¿por qué no mejor me dices sobre lo otro que estabas viendo?

—Son sólo ideas para renovar mi guardarropa, no es la gran cosa —dijo con voz tímida.

—Ajá. ¿Y desde cuándo ese tipo de páginas tienen un encabezado enorme que dice «Diez ideas de outfits para tu primera cita»?

KiHyun desvió la mirada. YoonGi sonrió victorioso mientras se acercaba al ordenador y maximizó la ventana que su hermano recién había ocultado, notando su adorable sonrojo en el proceso. Deslizó por la pantalla unos segundos, analizando cada fotografía del artículo.

—¿No crees que es demasiado?

—¿A qué te refieres?

YoonGi se aclaró la garganta y leyó:

—«Las camisas con cuello son casi siempre imprescindibles para una primera cita. Para una cena acogedora, elije una camisa abotonada con un estampado clásico...», a ti no te gustan esas camisas.

—Pero podría probar algo nuevo, tal vez termina gustándome y se vuelva parte de mi estilo.

—Sí... no lo creo. Además, mira estas fotografías, ninguno de estos atuendos se siente como algo que tú usarías. —YoonGi cerró la computadora y se sentó sobre la cama, KiHyun mirándolo desde la silla—. Mira, cuando vas a salir con alguien por primera vez no hay nada mejor que ser tú mismo. Seguir tu propio estilo es algo que refleja tu seguridad, tu personalidad, y si la otra persona te invitó a salir debe ser porque le gustas por quién eres, no por lo que intentas aparentar imitando modelos de internet. Verás, la primera vez que salí con Hobi estaba muy nervioso, tanto que no pude dormir la noche previa a la cita, y me vestí siguiendo mi propio estilo, pero al día siguiente me sorprendí al no ver a Hobi con alguno de sus atuendos coloridos o usando los pantalones que tanto le gustaban. No parecía él y lo notaba muy incómodo. No quiero que te sientas así, hermanito.

KiHyun jugaba con los dedos de sus manos. Suspiró y levantó la mirada hacia los pequeños ojos de su hermano mayor.

—¿Pero... Y si a HyunWoo no le gusta cómo me veo con ropa diferente al uniforme?

YoonGi sonrió.

—Estoy seguro de que le gustará. Pero sabes que si necesitas algo, para eso estoy aquí.

—Gracias, YoonGi.

—Ahora, ¿qué tal si me cuentas más sobre este chico HyunWoo? Debe gustarte mucho como para que despegues la nariz de los libros un rato —dijo. Las mejillas de KiHyun se encendieron al instante—. Háblame de él. ¿Es alto, bajo, estatura media? ¿Cómo se conocieron? ¿A dónde van a salir?

—¡Aaaah, eres peor que MinHyuk! Sal de aquí. —KiHyun tomó a YoonGi por el abrazo y lo arrastró a la puerta de su dormitorio—. ¡Fuera, fuera, fuera! Se acabó el horario de visita, vete o llenarás mi cama de piojos.

—Pero mira tus mejillas, ¡te ves adorable, Kiki!

—Y tú te ves como un bobo, así que sal de aquí o me vas a contagiar. ¡Fuera, fuera, fuera! ¡Largooo!

KiHyun lo sacó del dormitorio, cerrando la puerta tras de sí.

Meow Meow tonto —dijo en voz baja.

—¡Te escuché, ardillita!

KiHyun le sacó la lengua desde el otro lado de la puerta y volvió a su silla, tomó fotografías de su proyecto de física para enviársela a sus amigos y dio un último suspiro antes de volver a abrir el navegador de su computadora, cerrando las pestañas relacionadas a la que sería su primera cita con HyunWoo.

🐱 💻 🐹

MinHyuk no podía dormir. Algo curioso si se toma en cuenta que terminaron su proyecto de física apenas KiHyun les hizo llegar su parte del trabajo y prepararon todo para la entrega final; también habían ayudado a la señora Chae a preparar la cena y habían avanzado lo suficiente en su tarea de biología gracias a la gran colección de libros de la familia Chae. ChangKyun incluso se sorprendió al verlo jugar con Maya después de la cena.

Aún así, Lee MinHyuk no podía dormir y en el fondo, muy en el fondo de aquel hermoso rosal que había crecido en su corazón, sabía la razón.

HyungWon no lo dejó ir a casa esa noche y estaba seguro de que sería lo mismo si se llegara a quedar en casa de KiHyun. No le molestaba, al contrario, agradecía que sus amigos tuvieran ese detalle con él. Sin embargo, eso no borraba el hecho de que su habitación seguiría llena de pinturas y lienzos vacíos apilados en las esquinas y cubiertos de una ligera capa de polvo. No cambiaba el hecho de que tarde o temprano le abrumaría el eco de sus pisadas o de que se ponía nervioso cuando el reloj marcaba las once las noche... Tal vez por eso ninguno de sus amigos lo dejaba ir a casa en estas fechas.

Se encontraba sentado en la banqueta que había en la ventana de la habitación de HyungWon, con la barbilla descansando sobre el cojín que había abrazado desde hacía un par de minutos —tal vez horas, en realidad no llevaba la cuenta de cuánto tiempo había estado ahí— y su mirada se paseaba de manera ocasional entre las luces de la calle, la pequeña casa de Dolly y los floreros de cristal con las flores que HoSeok dejaba en el escritorio del más alto cada mañana. En algún momento cruzó por su cabeza la idea de que HoSeok y KiHyun podrían llevarse bien al ser un par de románticos empedernidos.

Hacía frío. Sus coloridos calcetines no eran apropiados para una noche así.

Su teléfono vibró una vez más sobre la banqueta, rezando su nombre en la pantalla. ¿Por qué insistía? ¿Por qué seguía escribiéndole aún cuando sabía que no le respondería?

Sin embargo, esta vez fue diferente. Normalmente dejaba de escribirle después de quince mensajes, pero esa noche se había atrevido con una llamada que logró sobresaltarlo.

El teléfono cayó de la banqueta, despertando levemente a HyungWon.

—¿MinMonggie...? ¿No puedes dormir? —preguntó con voz perezosa. MinHyuk sonrió al ver que ni siquiera se había molestado en abrir los ojos.

—Para nada, sólo me levanté por un poco de agua —dijo con voz suave, acercándose a la cama e intentando que su amigo volviera a dormir acariciando su cabello—. ¿Quieres que te traiga algo?

—A... HoSeok... Quiero a... HoSeok... —musitó entre bostezos hasta que se volvió a quedar dormido.

MinHyuk sonrió con ternura. A esos dos les tomaría mucho tiempo antes de que confesaran sus sentimientos.

El castaño tomó su teléfono y lo dejó sobre el escritorio, asegurándose de apagarlo antes, e hizo caso a su propia mentira y bajó a la cocina por un vaso con agua.

🐶 🌙 🐢

¡Hola, solecitos! ¿Cómo están?
Muchas gracias por leer este capítulo y sobre todo quiero agradecerles por todo su amor y todo su apoyo, realmente me motivan a seguir escribiendo esta bonita historia.
Gracias infinitas por todo. 🤍

¿Ya escucharon The Dreaming? ¿Cuál es su canción favorita? A mí me gustaron mucho Blow Your Mind y The Dreaming, pero todo el álbum es una joyita preciosa. Los chicos nunca decepcionan en su trabajo, son increíbles.
🥰✨

¡Gracias por leer!

Les mando montones de amor.
🤍 🤍 🤍

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