24
Jungkook.
— Ah —sí, me alivió y a la vez desilusionó por completo— Era eso.
— ¿Por qué lo dices con ese tono?
— Por nada. Por mí puedes acosarlo todo lo que quieras.
— No es acoso. Y esta vez hemos quedado, ya te lo he dicho —bufó y yo asentí, fingiendo que me lo creía. Se habían dado tantas veces esta situación, que no me sorprendía en absoluto. Probablemente Taehyung se declararía por centésima vez, Jimin le pediría dinero para comprarse un refresco, el mayor se lo daría y luego recibiría su centésimo rechazo. En el fondo sentía pena por él, pues el enano acababa con toda la dignidad de mi amigo— Mierda, la directora.
Eché un vistazo a mi espalda y pude comprobar como aquella figura se acercaba exactamente a la puerta en la que nos situábamos. Se nos había pasado el timbre por completo, y como no tenía ganas de recibir siquiera una reprimenda, me despedí rápidamente de Taehyung y tiré derecho a mi clase.
Por suerte cuando llegué aún seguía sin ningún profesor en su interior, y como era de esperar, un completo alboroto en su lugar.
NamJoon y Chanyeol estaban lanzándose un móvil de lado a lado de la clase. Por el riesgo que suponía el juego, supuse que el dispositivo electrónico, y solo me hizo falta ver la cara de uno de los chicos de clase para saber que era suyo.
Parecía tan agobiado que ni siquiera me reí, pero aun así no intervine. No era mi asunto.
Por suerte para el chico, el profesor no tardó en llegar, y el arriesgado entretenimiento de mis amigos se detuvo de inmediato, cogiendo uno de los dos el móvil y devolviéndoselo a su dueño. Él fingió una sonrisa, pero nada más le dieron la espalda, comprobó con agobio que funcionase y lo volvió a guardar inmediatamente. Ahí sí que sonreí al saber que probablemente no volvería a sacarlo en todo lo que quedaba de curso.
Las dos horas de clase pasaron rápido, y para mi suerte sin ningún asalto de Yoongi. Nunca se me acercaba cuando estaban los del grupo cerca, y en cierto modo no me extrañaba. Al fin se había dado cuenta del peligro que suponía para él acercársenos siendo una diana de bromas tan perfecta. Tan solo intentó hacer contacto visual un par de veces, pero todas y cada una de ellas conseguí esquivarlas.
Finalmente, cuando sonó la campana del descanso entre clase y clase, agarré mis cosas y salí por la puerta. Yoongi de nuevo intentó agarrarme disimuladamente de la chaqueta, pero fingí no haberlo visto y me fui a paso rápido de allí.
Mark y algunos más me esperaban para marcharnos, no tenía ganas ni tiempo que desperdiciar con el rarito, además de que no había nada que discutir o hablar.
En el patio me encontré con Wonho, Bambam y Mark, quienes también iban con sus cosas preparadas. Junto a ellos había un chico alto, rubio y musculoso. No era del grupo, pero me sonaba haberlo visto anteriormente por los pasillos. No nos presentaron hasta que el último de nosotros saltó la valla y todos estuvimos fuera del recinto.
— Este es Jackson—presentó Mark al desconocido. No me hicieron falta más de tres segundos para saber que ese chico era la nueva víctima de nuestro amigo. Adoraba cuando los beneficios de Mark nos incluían, como en este caso— ¿No es guapo? Nos va a invitar a todos una barra libre.
— E-eh, sí, bueno... —murmuró no muy convencido el chico. Solo hizo falta una sonrisa del rubio para que asintiese con firmeza. Definitivamente caer en las redes de Mark era lo peor que podía pasarle a tu billetera y dignidad.
A pesar de todo yo terminé denegando la oferta, principalmente porque tenía que estar volviendo a casa en tres horas y no quería que la primera imagen que se llevara mi hermana de mí después de no vernos en meses, fuese ebrio. Igualmente el nuevo terminó pagándome tres cervezas, obviamente por empuje de Mark.
Durante la tarde nos dedicamos a cantar, ellos a beber y volver a cantar. Jackson, así resultó llamarse el nuevo, tan solo estaba sentado en un sofá con un vaso de wiski entre sus dedos, aún casi entero.
No parecía muy cómodo, y lo único que parecía disfrutar era la presencia del Mark, sonriendo cada vez que le miraba. Solo pude compadecerme de él en silencio, pues todas sus esperanzas pronto se verían tan pisoteadas como sus sentimientos.
Por otra parte, Wonho desapareció durante casi media hora y al rato volvió con un grupo de chicas de la cabina de al lado. Todas casi tan borrachas como Bambam. Seguimos bailando durante un rato, invitándolas —a cuenta de Jackson— a más bebida.
Cuando llegó, quien parecía ser la madre de una, y las sacó a todas, yo junto al nuevo éramos los únicos sobrios. Al final se formó un alboroto y nos terminaron echando del local.
— ¡Vieja aburrida!—exclamó Wonho al grupo de chicas que se alejaban en contra de su voluntad, pues a juzgar por sus expresiones no se habrían separado de nosotros ni un centímetro si no llega a ser por la madre, a quien solo le faltaba ponerle una correa a su hija y amigas para sacarlas de allí— Bueno, ¿y ahora a dónde vamos?
— ¿Ahora?—miré mi reloj y chasqueé la lengua al ver la hora que era. Debía haber salido hacía como veinte minutos. Suspiré y me abroché el abrigo, guardando el móvil en el bolsillo de este— Yo a mi casa. Se me ha pasado la hora.
— ¡Oh, vamos Jungkook!—me rodeó con un brazo y yo negué. Ni siquiera aun teniendo tiempo me dejaría embaucar por Wonho borracho. A saber en qué tipo de problemas terminaba metiendo a los presentes antes de que acabara la noche— Quédate un rato más.
— Mi hermana ha venido de visita, no puedo faltar.
— Tú hermana está tremenda—le fulminé con la mirada y el rió, quitándole importancia al asunto. No me habría molestado tanto de no ser porque hace dos años me los encontré montándoselo en la cocina. Fue tan desagradable que comí en el salón durante casi cuatro meses— Dile que se venga.
— Jackson—el rubio me miró sorprendido y asintió, expectante de mis palabras. Yo tan solo señalé a los del grupo y puse una mueca— ¿Te encargas de ellos?—asintió apresuradamente y yo sonreí, siendo consciente de la responsabilidad que le acababa de poner encima. Se lo comerían vivo— Nos vemos entonces.
Lo último que escuché antes de cruzar la esquina fue la voz de Wonho pidiéndome el número de mi hermana y mi mente calculando las posibilidades que había de que recordara al día siguiente si le había dado una paliza o no. Me decanté por seguir mi camino y no arriesgarme.
Yoongi.
Era tan emocionante andar solo por la noche. Mis padres no solían dejarme, poniendo excusas como que era muy despistado, inocente o demasiado adorable como para exponerme a los peligros de las calles a oscuras, y en mi lugar solían mandar a mi hermana a todos los recados.
Según ellos, Yongsun era totalmente confiable porque a diferencia mía, sabía dar un buen puñetazo. Si me hubieran dicho que apuntarme a clases de saxofón en vez de a lucha libre, como mi hermana, influiría en un futuro, me lo habría pensado dos veces.
De cualquier forma, esta noche mí hermana y padre estaban malos, y mi madre en el trabajo, así que cuando nos percatamos de que la leche se había acabado y no tendríamos con que desayunar mañana, yo me convertí en la única y última salvación. Ya de paso me añadieron a la lista una caja de té y pañuelos. Me sentí tan realizado que la sonrisa con la que salí por la puerta me abarcaba todo el rostro.
El camino no era muy largo, pues había un supermercado veinticuatro horas a unas dos calles de distancia, pero sí que era cierto que la iluminación era escasa. A penas había cuatro farolas por calle, y en lo que llevaba recorrido ya había contado dos que estaban fundidas y una parpadeando incesablemente.
No iba a negar que daba un poco de miedo. De hecho, con el tercer tramo que tuve que recorrer totalmente a oscuras, aceleré tanto el paso que casi me tropecé con un bordillo.
Por suerte no sucedió nada, y minutos después me encontraba a salvo dentro del supermercado, con una dependienta excesivamente maquillada más pendiente del libro entre sus manos que de mi presencia.
— Hola —saludé alegremente. Ella levantó la vista, me echó un vistazo de arriba abajo y enarcó una ceja. No parecía muy contenta. Incluso la forma en la que mascaba su chicle era aburrida.
— ¿Necesitas ayuda?
— Eh... n-no, creo...—murmuré desconcertado— Solo saludaba.
— Ah.
No dije nada.
— ¿Vas a comprar algo?
— ¡Ah, sí, claro!—sonreí avergonzado e hice una pequeña inclinación como disculpa— Voy a por ello.
Volví a despedirme, sonriendo de oreja a oreja, y desaparecí entre la multitud de estantes con productos que inundaban la tienda. La chica tan solo suspiró y bajó su vista de nuevo al libro. Al rato toda la comida basura que inundaba las estanterías me tapaban su visión, y tan solo podía escuchar el mascar del chicle.
— Leche, leche, lechita...—comencé a recorrer los pasillos, murmurando una y otra vez aquella palabra mientras mis ojos buscaban un frigorífico. Lo divisé al fondo de la tienda, y casi salí corriendo en su búsqueda— ¡Aquí estás! —exclamé con orgullo.
— ¿Ocurre algo, niño?
Me asomé por uno de los pasillos, encontrándome la cara de la chica al fondo. Negué y señalé la leche, haciéndole ver que ya la había encontrado. Ella suspiró y levantó el pulgar antes de volver a su lectura. Yo sonreí y también seguí con mi propósito, pues aún me quedaban dos cosas que tachar de la lista.
Los pañuelos estaban junto a las revistas. Agarré una caja verde de ranas. En la tapa ponía que era extra suave, pensado para la higiene íntima, pero no le di mucha importancia a eso cuando la escogí, pues en realidad me impulsó lo bonita que era la caja.
En cambio para mi decepción en el té tuve que escoger una roja. Aún recordaba las palabras de mi padre: "Té rojo. Rojo, Yoongi, no el verde! ¡Yoongi, no me ignores! ¡Yoongi!" que había soltado antes de que saliera de casa.
Una pena, pues la caja verde también era muy bonita.
En la caja, preparado para pagar, terminé sucumbiendo a la tentación de una bolsa con bolitas de chocolate. Eran una especie de bombones pequeñitos, casi como lacasitos, solo que sin los colores.
Le pregunté a la chica si estaban buenos y ella se encogió de hombros sin prestarme mucha atención, más pendiente de cobrar mis productos que de mis palabras. Añadí la bolsita de dulces y sonreí, ansioso por probarlos.
— ¿Cómo se titula el libr...
— Son seis mil wons —me interrumpió, tendiéndome la palma de la mano abierta. Pestañeé sobrecogido por su brusquedad y asentí de inmediato, buscando torpemente un billete y tendiéndoselo. Las vueltas me las guardé en el bolsillo trasero y agarré la pequeña bolsa de plástico en la que había metido todos los productos— Adiós, vuelva pronto.
— ¡Adiós!—respondí sonriente. Ella también sonrió hasta que se cerraron las puertas, momento en el que su expresión cambió por completo y bajó la vista de nuevo a su libro. Pude percatarme de ello porque las puertas eran transparentes. Volvió a mirarme y me despedí otra vez, aunque en esta ocasión no recibí respuesta. Tan solo me encogí de hombros y proseguí mi camino.
Al fin de cuentas no había sido tan mala experiencia. Nadie me había atracado como decía mi madre, o violado, como decía mi padre, o raptado y vendido como esclavo en alguna tierra desconocida del espacio, como decía mi hermana. Todo había ido perfectamente y ahora me encontraba volviendo a casa mientras disfrutaba de unos deliciosos mini bombones de chocolate.
Pero entonces le vi.
No me hizo falta más que su silueta a lo lejos para distinguirle. Y tampoco requerí más de un segundo para echar a correr, ilusionado por las casualidades de la vida que habían hecho que nos encontráramos. O bueno, que habían hecho que le viera a tres calles de distancia.
— ¡Jungkook!—exclamé con la respiración agitada por la repentina carrera y una sonrisa decorando mi rostro. Cuando se giró hacia mí y me miró, esta última no hizo más que aumentar. Me acerqué rápidamente, aprovechando que se había detenido, y tomé aire durante unos segundos antes de seguir hablando— H-hola.
— ¿Yoongi?—me echó un vistazo y enarcó una ceja— ¿Qué haces en la calle a estas horas?
— Bajé a comprar leche—respondí con orgullo, levantando fina bolsa de plástico frente a su rostro— También compré té y pañuelos—asentí, satisfecho lo bien que había cumplido mi trabajo— ¡Ah, y estos bombones! —le tendí la pequeña bolsita y sonreí— ¿Quieres?
— No, gracias.
— ¿Estás seguro? —me metí un par más en la boca, disfrutando de su dulce sabor. Haría mil veces la compra si en cada una de ellas pudiera hacerme con esos duces— Están buenísimos.
— Seguro que sí, pero no tengo ganas—sonrió no muy convencido e inesperadamente acercó su dedo a mi comisura izquierda y limpió un pequeño rastro de chocolate. Me apresuré a limpiarme la boca con la manga y él mientras tanto lamió su pulgar manchado de chocolate— Deberías volver a casa.
— Eso hacía —le informé alegremente. Entonces me percaté de que él no tenía ninguna bolsa de la compra, por lo que esa opción estaba descartada, y tampoco había muchas más que yo conociera para hacer por la noche— ¿Tú vas a tu casa también?
— Sí.
— ¿Vives cerca?
— No, pero cogeré un taxi. Es lo único que hay a estas horas.
Quise ofrecerle que se quedara en mi casa, pero solo había que ver su tono y expresiones para anticipar el rechazo. Llevaba toda la mañana intentando hablar con él, pero no había podido, y ahora entendía el porqué.
Simplemente él no quería. Había perdido a mi Jungkook favorito incluso estando a solas.
— E-entonces yo ya me voy...—forcé una sonrisa y apreté con fuerza el asa de plástico de mi bolsa. De nuevo me encontraba mal. Quería llorar— Hasta mañana.
No esperé a que él se marche. Tan solo me giré y seguí mi camino, al cual había añadido otras tres calles por la estúpida idea de ir a perseguir a Jungkook. Estas eran las consecuencias de actuar por impulso, ninguna de ellas buena.
— ¡Eh! —me giré sorprendido hacia la voz y topé de frente con el pelinegro, chocando con él y casi cayéndome por la sorpresa. Me sujetó durante un segundo y cuando estuve equilibrado de nuevo, soltó mi brazo y apartó la vista, hablando sin mirarme a los ojos— Ya, vámonos.
— ¿Eh?—le miré confundido y él soltó un bufido, asustándome ligeramente. No entendía sus reacciones, sobretodo en esos momentos en los que lo único que yo había llegado a hacer era respirar.
— A tu casa. Te acompaño —abrí la boca, incrédulo y extremadamente feliz a partes iguales, pero antes de poder decir nada agarró mi bolsita de bombones y me metió un puñado de ellos en la boca, llenándola entera de chocolate— Date prisa que no tengo toda la noche.
De alguna forma los bombones en ese momento supieron mejor que en cualquier otro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro