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Capitulo 07

—¿Qué dijiste? —Jade la miró confundida.
      —Que perdonaré a Nathan si logra sobrevivir a esos cien latigazos. Que no le guardaré rencor por matar a mi madre... Creo que ya recibió suficiente castigo.
      —En su nombre... te doy las gracias. Sé que es demasiado pedirte que le creas, pero Nathan nunca haría una cosa así a propósito. Fue un lamentable accidente. Tu madre estaba muy débil, le pasa a todos los lobos al alejarse de su manada por mucho tiempo. Cualquier cosa puede dañarlos a gran escala, como pasó con Anett cuando mi padre la arrastró... Y como pasará con...
     La joven no pudo continuar, sus ojos se llenaron otra vez de grandes goterones y los brazos de Anett volvieron a servirle de soporte. El pecho de la nueva Alfa se oprimía, aunque no quería involucrarse de más, no podía ser insensible a aquel dolor y, también sintió la necesidad de consolarla.
      —Saldrá de esto —susurró Zalett—, ya lo veras. Es el Beta de la manada después de todo. El mismo te lo prometió, cada uno sabe lo que puede soportar su cuerpo y él se veía bastante seguro de su capacidad.
       —Creo que esta más asustada por lo que vendrá después —dijo el chico de ojos melosos y Anett le lanzó una de esas mirada de: «los niños no se meten en las conversaciones de los mayores».
       Para Zalett fue muy gracioso, teniendo en cuenta que siendo gemelos, debían tener la misma edad. Sin embargo, logró reprimir su sonrisa para no desentonar entre tanta tragedia.
        —Bien, me parece que es hora de presentarnos adecuadamente. —Su padre hizo un ademán y de detrás de unas cortinas asomó una mujer que, por lo rápido que salió, parecía haber estado escondida tras de ellas.
        Era hermosa, con cabello rizado y algo rojizo. Su mirada, a pesar de ser completamente oscura, cual demonio, irradiaba una intensa calma, igual que la de Míkel. A Zalett le resultó extraño, pero pudo ver con claridad su esencia. «¿Será este otro don lobuno? ¿O tendrá que ver más con mi condición de Alfa?». El aura de aquella mujer mostraba al tipo de persona dedicada en extremo. Sin duda, tenía en ella ese espíritu de quien lo da todo por su familia, de quien antepone las necesidades de otros por encima de la suyas. Zalett pensó que si tuviera que describirla en una sola palabra... sería, ¿infeliz?
      —Zalett, ella es Ahrissa, mi esposa —informó Míkel y la mujer hizo una pequeña reverencia—. Y él es Joshua, gemelo de Anett y también... tu hermano.
      —¡Un abrazo, ¿no?!
      El chico corrió hacia Zalett sin darle tiempo a nada, dejándola atontada con aquel contacto inesperado, pero demasiado cálido.
      —¡Quita, animal! —ordenó Anett dándole un empujón para apartarlo de la Alfa—. ¿No podías ser más inoportuno? —ironizó y Joshua la miró confuso. Hacía las mismas muecas que su hermana, a Zalett le pareció tierno—. ¡Aish, que tenga que explicártelo todo! —gritó y el chico bajó la cabeza avergonzado. —Que está sin ropa, acabada de llegar y enterándose de que existes, bueno, de que existimos. Que tiene toda una familia y que además, es mitad lobo. —Golpeó con fuerza la frente de su hermano y este emitió un quejido—. ¡Jamás, escuchame bien, jamás abrazas a alguien que acabas de conocer!
      —Pero... quería, ¿qué tiene de malo? —expresó el muchacho con la ingenuidad en su estado más puro.
       —A veces no basta solo con querer, pequeño —agregó la madre en tono pausado y acercándose a él—. Deja que las cosas fluyan por sí solas, ¿sí? No es bueno que la agobies. Zalett debe sentirse todavía en una pesadilla, no debemos apresurar las cosas y mucho menos, los sentimientos.
     —Descuide, señora, aunque no lo crea, su abrazo es lo menos apresurado en este día —replicó la mencionada.
      —De todas maneras me disculpo en su nombre. —Míkel se acercó y el instinto de Zalett la hizo dar dos pasos atrás. La mano que el hombre había destinado a tocarla quedó solitaria en el aire, así que la cerró y la bajó con lentitud, mientras intentaba ocultar su tristeza—. Tranquila... —balbuceó después de unos segundos—, por ahora ve con Anett a que te dé algo de ropa.
      La novata asintió sin más y miró a su hermana que le indicó que la siguiera, a través de las mismas cortinas por donde había salido Ahrissa. Atrás quedaron los demás susurrando un par de cosas, quizás continuaban intentado dar ánimos a Jade... Lo primero que vio Zalett al franquear la oscura tela colgadiza, fue un gran salón con un fallido intento de cocina americana en un costado. El comedor quedaba en el centro, con una rústica mesa ovalada y varios muebles alrededor, todos de madera. Anett se dirigió a lo que parecía un pasillo al final del salón y ella la siguió sin dudar. A cada lado habían varias puertas que, supuso, eran habitaciones. La anfitriona se detuvo justo en la del medio, a su derecha. La invitada la imitó y vio después como introducía una llave en la cerradura.
     —Quizás no tengamos tantas comodidades como en Dinamarca, pero... te ofrecemos todo de corazón.
     —Anett, ¿dónde estamos? —El semblante de la mencionada se endureció de pronto y Zalett pudo notar como se mordía el labio inferior, nerviosa. Miró a todos lados, intentando evadir la respuesta, mas la chica no se rindió—. Sé que no es Dinamarca, no soy tonta. Pero no tengo ni la menor idea de a dónde me han traído.
     —No puedo decirte, no todavía. Por favor, no me obligues.
     —¡Pero ¿a quién demonios le sigues temiendo?! —alzó la voz la mayor sin poder evitarlo. La desesperaba que todavía siguieran los malditos secretos—. ¡Yo soy tu nueva Alfa, es a mí a quien le debes lealtad, no a ellos!
     —Baja la voz, te lo suplico. No se trata de lealtad sino de supervivencia. Es por tu propio bien que no te digo —rogó Anett tomando las manos de su hermana—. Esta tierra es mágica... y poderosa. Y en el momento en que sepas donde estas, te centrarás en descubrir sus secretos y utilizarlos para tu beneficio, olvidándote de tu verdadera meta como han hecho otros. Esa es la peor traición que le podrías hacer a la diosa Luna. Te daría la espalda... Y definitivamente perderías en la batalla que nos importa en realidad.
     —¿Conoces la leyenda de los hijos de las lunas?
     —¿Quién no?
     —No es algo que a los Black les convendría contar.
     —Y claro que no lo han hecho. Pero las historias se filtran de generación en generación. En mi caso, ha sido mi padre quien me ha contado todo... —Se acercó más a su Alfa y aunque el primer impulso de esta fue apartarse, logró contenerse. «¿Cómo podría alejarme otra vez de ella?, pensó Zalett. Todo lo que había deseado estaba justo en frente. Al fin tenía una hermana, ¿cómo podría odiarla?—. Nunca quise traicionarte, Zalett, te lo juro, nunca...
     —Shhh... Enterremos eso en el pasado.
     Y la novata abrazó a aquella chica como había estado deseando todo el día. A pesar del caos, las mentiras y el dolor que le había causado, Zalett no podía alejarse de ella y, ahora, entendía por qué. Su vínculo estaba destinado a ser inquebrantable, magnífico. Eran más que simples hermanas, eran... ¡una manada...! Un pequeño sollozo proveniente de Anett, hizo que la Alfa la apartara un poco. Con suavidad levantó su rostro por el mentón y le habló.
     —Escúchame, Anett, confío en ti, ¿sí? Y te prometo que no te obligaré a nada. No quiero ser ese tipo de líder. Pero sí necesito un pequeño favor tuyo.
      —Lo que sea. Daré mi vida por ti si es necesario.
      —No hay que llegar a tanto, sé defenderme sola. Lo que quiero es mucho más sencillo. —Se acercó de nuevo y susurró—: Quiero a tu amigo. Quiero que convenzas a Nathan para que se una a mi manada.
      —¡Estas loca! —gritó la joven y la otra bufó—: ¡No! ¿Qué rayos tiene eso de sencillo? ¡Es mucho más que difícil! ¡Dificilísimo! No, ¡es improbable! ¡Imposible...! ¡Sencillamente imposible! ¡Inalcanzable, eso sí!
      —Ya deja de chillar. Es más fácil de lo que crees, pero hay que hacerlo pronto. Ahora que estará enojado con su Alfa, decepcionado de él.
       —Zalett, no entiendes nada —dijo la chica negando con la cabeza, más calmada y con cierto deje de lastima en sus palabras—. Un Beta vive por la voluntad de su Alfa, pero lo de Nathan... Lo de Nathan va mucho más allá. Él nunca traicionaría a Julian. Nunca se apartaría del único que no lo despreció por ser huérfano y de un clan inferior. Ellos son más que Alfa y Beta, ellos... Ellos son hermanos.
     —Entonces... ¿el vinculo de una hermandad es más poderoso que el de una manada?
      —Técnicamente no, pero el Alfa, bueno Julian, nos ha demostrado que los vínculos de sangre e incluso de sentimientos, son mucho más poderosos que el deber que puedas tener para con un miembro de tu manada. Él y su Beta son uno, y no porque los obliga un código de rango, sino porque ellos así lo han decidido. A lo largo de la historia muchos Betas han traicionado a sus Alfas, pero la lealtad que han demostrado los hermanos, ya sea de sangre o de palabra, es única.
     —Estaba tan equivocada. Pensé que con solo ostentar el título de «Gran Alfa», todo sería fácil y conseguiría el poder del que tanto habla la leyenda. Pero lo único que he conseguido es terminar desnuda y hacer el ridículo delante de un pueblo de hombres lobos en medio de... de no sé qué lugar perdido en el mundo.
     —¿Eso es lo que crees?
     —¡Mírame, Anett! No tengo absolutamente nada. Si yo fuera la diosa Luna, no apostaría por una patética Alfa que ni siquiera toma precauciones antes de su primera transformación.
     —Algo como eso no va a molestar a la diosa. Ella te escogió y sé que tiene planes extraordinarios para ti. Lograrás todo lo que te propongas y estoy segura porque... —Se acercó de nuevo y acarició el rostro de la novata con ternura—, no solo confío en ti por ser mi Alfa, sino porque por encima de eso, eres mi hermana mayor. Nunca me decepcionarías.
     —¡Estas loca! No vuelvas a decir eso. No confíes en mí con esa ceguedad absoluta. No quiero ni pensar qué hubiese pasado si no te hubiese podido salvar.
     De solo pensar en ello, de nuevo un miedo terrible se apoderó de Zalett. «Demasiadas responsabilidades en tan poco tiempo», se decía aterrada la chica.
      —Sabía que lo lograrías, ya te lo dije, eres mi hermana... —Por un segundo se miraron y la paz que sintió Zalett fue tanta, que le hizo comprender que a partir de ese momento, cualquier lugar en el mundo sería seguro si Anett estaba a su lado. Si estaba al lado de su hermana—. Ahora entra, esta será tu habitación —dijo con una amplia sonrisa y la otra asintió—. Voy a buscarte algo de ropa, puedes asearte si quieres. El baño está aquí al lado.
      Sin darle tiempo ni a darle las gracias, Anett se marchó con rapidez dejándo a su hermana mayor sola en aquella habitación tan tosca como vacía. Apenas tenía una cama y una pequeña mesita de noche, pero nada le incomodaba ya. Zalett había  decidido aceptar su nueva vida, seguir adelante con ella... Y eso haría.

                                 

                              
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Al terminar de bañarse se puso la ropa que Anett había dejado colgada en la manija de la puerta. Era un vestido negro, no muy corto, sencillo y con mangas aglobadas. Nada que ver con sus gustos, pero acorde al luto que guardaba en su alma. «Quizás por eso lo hizo», fue el pensamiento que cruzó por la mente de Zalett al salir al pasillo y encontrar también, una especie de pantuflas. Eran de un material que nunca había visto, algo muy parecido al cartón pero más duro. Se las puso y se adaptaron a sus pies enseguida, eran más cómodas de lo que se veían. Caminó con cautela rumbo a la sala, los susurros continuaban después de casi quince minutos que, era lo que había tardado según sus cálculos mentales.
     «¿No hay ni un solo reloj en toda esta casa?», se preguntó.
     Ninguno advirtió su presencia a pesar de su sonora, aunque pequeña expresión de asombro, al ver que todos estan pegados a la ventana, observando hacia las afueras con insistencia. Se acercó a ellos, ya no se sentían los latigazos, pero alcanzó a escuchar una voz proveniente del centro de la plaza, bastante melódica, pero lo suficiente grave como para asegurar que venía de un hombre: «¿Interrumpo algo?», cuestionó el dueño de dicha voz, sin recibir respuesta audible. «¿No me digas que el gran pacificador y conquistador de las cuatro manadas del norte, se atrevió a castigar a su Beta?», volvió a escuchar y esta vez, intentó mirar por la ventana, mas Jade no se lo permitió.
     —¿Quién llegó? ¿Por qué no me dejan ver? —indagó Zalett con rapidez.
     —Un aliado —respondió Jade con sonrisa triste.
     —¿Aliado?... ¿De quién exactamente?
     —Pues nuestro, hermana —intervino Anett—. ¿De quién va a ser? Es alguien que no simpatiza con Dakho, pero admira el carácter y el compromiso del nuevo Alfa.
     —Es también un Alfa, Zalett —comentó Jade asomándose de nuevo por la ventana.
      La novata se acercó en un segundo intento, esta vez le fue permitido. No obstante, aunque la ventana era bien amplia, no cabía nadie más entre el brazo de Joshua, la espalda de Míkel y el abultado cabello rizado de Ahrissa. Sin mencionar a las dos amigas que parecían siamesas pegadas a la última sección de la persiana.
      —Es un Alfa sucesor igual que Julian, para ser exactos —explicó Joshua—. Del clan Reddish. Su padre, Haru, perdió a su esposa en la batalla de White Moon...
      —En la masacre querrás decir. —El tono fuerte y un tanto sarcástico de Míkel hizo estremecer a Zalett.
      Hasta el momento no lo había visto alterarse por nada, pero era de esperar que el recuerdo de aquel suceso le hiciera sentir, por lo menos, rencor.
      —Masacre, batalla, ¿qué diferencia hay? —comentó Ahrissa con un atisbo de cansancio en la voz—. El caso es que murieron muchas personas sin necesidad y no queremos que se repita.
      —¡Exacto! —puntualizó Jade y miró a la novata con un poco de ternura, casi lastima, para después continuar—. Haru perdió a su esposa y mi padre le ofreció la mano de su hermana, mi tía Ahlissa, en matrimonio. Allí y hace veintidós años, comenzó este periodo de... «falsa paz» creado por Dakho Black.
     —¿Y el aliado? —indagó Zalett confundida.
     —Ah, Haru y mi tía  tuvieron un bebé hermoso que... —Jade se detuvo y miró a través de las persianas por enésima vez, Zalett no alcanzaba a comprender qué o a quién buscaba—, que definitivamente ya no tiene nada de bebé... Él se dio cuenta de lo que mi padre estaba haciendo y le ofreció un trato a mi hermano para cuando ambos llegaran a ser los Alfas regentes de sus respectivas manadas. Supongo que escogió el día de hoy para reunirse. Así me deja una oportunidad para escaparme a ver como está mi amado.
      —Shhh —Anett hizo un millón de muecas y mímicas. Esta vez, su hermana mayor no pudo evitar sonreír al recordar cuan feliz le hacían siempre sus locuras—. Si tu padre te escucha estamos todos muertos. ¿No te parece que fue muy arriesgado lo que hiciste? ¿Pedir clemencia por el Beta de la manada, así, sin más? Juegas con balas de plata, Jade, y te pueden herir.
      —Tenía que hacer algo. No podía simplemente dejar que lo azotaran sin intentar, al menos, defenderlo.
      —Pero ahora le has puesto una guillotina al cuello —agregó Míkel—. Tu padre no es para nada tonto, creo que ya lo sabía y hoy les puso una trampa.
      —Trampa en la cual caíste —se permitió puntualizar Zalett y la chica se mordió el labio con impotencia.
      —Dakho ya no es el Alfa y sé que mi hermano aprobará mi relación con Nathan —respondió Jade intentando aparentar toda la seguridad que pudo—. Él ama a su Beta, ¿quién mejor que Nathan para ser mi compañero?
      —Eso solo lo sabe la diosa Luna —comentó Anett y de momento, sus ojos tomaron un brillo especial—, pero ya deja de hablar de ustedes y dime, ¿no te parece hermoso su primo?
     —¡Anett! —exclamó su padre irritado.
     —Déjala, cariño. Si se lo prohíbes será peor —aconsejó su esposa y lo tomó de la mano para llevárselo—. Vamos a descansar un rato, ya no hay mucho que podamos hacer por hoy.
      —Yo también me voy —casi gritó Joshua con una expresión bastante asqueada—. Ahora se pondrán con sus cuchicheos hormonales y a mí me dejarán fuera.
      Ante el puchero del chico, sus padres no pudieron evitar una carcajada y después de que los tres se marcharan, Jade jaló el brazo de la recién llegada y la pegó a la ventana, como lechuga en medio de sandwich, entre Anett y ella.
     —Zalett, mira a aquellos dos conversando con mi hermano: el que está a su lado, es nuestro primo, el aliado del que te hablamos y el otro...
      —¡Es el amor de mi vida! —suspiró Anett y se tocó el pecho con dramatismo, en el lugar del corazón—. Lo extrañé tanto en estos dos años.
      ¡Al fin la invitada pudo ver a través de la dichosa ventana! Junto a Julian, estaba un joven alto, atlético, de piel blanca y más o menos su edad. Esbozaba una sonrisa encantadora. Su cabello castaño, semi largo y recogido en una pequeña coleta a la altura de la nuca, lo hacía ver demasiado atractivo. La chica podría decir que se parecía mucho a su primo, pero el recién llegado era más... Más...
     «¿Tu tipo?», soltó Selene y todo el interior de Zalett se removió. La piel se le puso de gallina y su loba le hizo olfatear el aire, gruñiendo desde lo profundo de su garganta. «No me caben dudas, solo hay un olor que puede hacer que nos retorzámos de deseo y ganas de morder a un lobo de esa manera tan... fogoza: el de nuestro Mate. Jeik Reddish, el Alfa que acaba de llegar... es nuestro compañero eterno».
     —¡No me jodas!

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           Hola, hola, cerezos míos.

¿Cómo les va?
Espero que muy bien.
Yo, feliz de haberles podido actualizar :) De verdad no saben lo alegre que me pone cuando puedo llegar a tiempo. ¡¡¡Gracias por ser tan pacientes conmigo y por no abandonarme!!!
No se olviden de votar.
Los amooooo, Kim kisses.

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