Juro que si prestara más atención a la pizarra, al profesor y a mi cuaderno mis calificaciones seguramente serían un poco mejor.

— ¿Está distraída otra vez, señorita? —preguntó el profesor y todos mis compañeros rieron.

Me avergoncé tanto que tuve que esconder mi rostro tras mi cabello.

— No, señor —respondí pasando a la pizarra a hacer el ejercicio que me ordenó.

Estaba nerviosa y no exactamente porque me hubiesen avergonzado delante de mis compañeros, sino porque sabía que Jeon también me estaba mirando. 

Y yo sólo me volvía vapor cuando esos ojos negros tan inocentes me miraban.

— Te va a venir descubriendo un día —bromeó mi mejor amiga a la salida —como sigas así de distraída viéndolo.

— Pero es que Jeon tiene esa...

— ¿Que yo qué?

Mi mejor amiga echó a correr dejándome sola con la mitad de mi cerebro muerto a causa de los nervios. Jungkook me había escuchado.  

— ¿Yo qué? —preguntó dulcemente —Te cargo el bolso a la puerta, vamos —dijo amablemente pero yo estaba estática sin poder decir nada.

— Jeon Jungkook.

— ¿Sí?

— Es todo tu culpa —él sonrió divertido y se marcaron unas rayas alrededor de sus ojos haciéndome ver que su sonrisa era genuina.

— Te juro que si no tuvieras esa sonrisa tan bonita mis calificaciones no serían tan malas.

— Entonces habrá que hacer algo. ¿Vamos a mi casa a estudiar? 

Y juro que ese día no me sentí culpable por haberme distraído en clases ni por haberme perdido en su sonrisa porque ahora podría verla más de cerca durante toda la tarde.

— Sí... vamos.