Capítulo 2: Fiesta en Casa de los Roberts
Estaba intentando aprovechar la clase para escribir algo. No había logrado más que decidir los nombres de los personajes el jueves y ese día ya era viernes... o escribía algo en ese momento o empezaría el domingo, retrasándome más de lo que ya estaba.
¿Qué querrían ver los alumnos y padres en una obra escolar? ¿Crítica social? ¿Romances trágicos? ¿Teatro absurdo?... ¡Shakespeare, si escuchas mis pensamientos... dame una señal, por favor!
—Señorita McCabe, ¿en qué hemisferio se encuentra el archipiélago de Fiyi? —preguntó mi profesora.
—Hemisferio sur —respondí, sin pensarlo demasiado.
La profesora de geografía se quedó en silencio un momento, como procesando mi respuesta.
—Correcto —dijo de una vez, volviendo a lo suyo.
¿Qué podía decir? Me gustaban los mapas y las enciclopedias. Cuando niña en vez de leer cuentos leía un atlas, todo gracias a la influencia de mis padres y su amor por los viajes y las distintas culturas.
—Señorita McCabe...
¿Cuál era su problema conmigo? Había otros cuarenta y un alumnos en la sala, ahí, solo existiendo.
—Ya que tanto le gusta la geografía, ¿cuántos continentes hay en la Tierra?
—Cinco. Seis si contamos la Antártica.
—Dígame un país de cada uno sin contar la Antártica.
—Puedo decirle veinte de América, Asia, Europa y África, y trece de Oceanía.
En todo el salón sonó un "Uh".
—Entonces hágalo —me desafío.
Me demoré dos minutos en decirle los respectivos países, incluso pude haberlos dicho con capitales, pero hubiera sido excesivo y me hubiera quitado más tiempo que podía dedicar a mi escritura.
La profesora había quedado contenta con mi respuesta, al menos sabía que algo tenía en la cabeza, pero al mismo tiempo me había mirado con algo de recelo. Ella era nueva, nunca me había hecho clases antes, por lo que no sabía que era una de las mejores de la clase en geografía e historia.
Cuando la clase terminó, Harry se acercó a mi puesto.
—No sabía que eras tan cerebrito. Quizás si puedas ganarle en el concurso a la ratita de laboratorio.
—Sabes que soy buena en geografía e historia, no en... —me quedé pensando—. ¿Obras teatrales?
Ni si quiera recordaba cómo se llamaba la persona que escribía obras dramáticas... Creo que "drama" algo.
Harry se quedó pensando un momento, quizás no recordaba mi gusto por la historia y la geografía, ya que yo no solía participar en clases por voluntad propia o hablar con él de esos temas. Además, él era tan disperso y despistado que dudaba que retuviera mucha información en su cabeza, en especial información tan irrelevante.
Después de unos segundos, Harry me revolvió el cabello.
—Quizás lo eres, ¿quién sabe? —me guiñó el ojo y se marchó junto a su grupo de amigos hipócritas.
—Yo lo sé... —di un suspiro—. Aún no puedo escribir la maldita primera escena.
De pronto, Corah estaba ubicada frente a mí. ¿En qué momento se había levantado de su asiento?
—¿A qué hora nos juntamos en tú casa?
—¿A las siete? Así nos vamos a las ocho y llegamos ni muy temprano, ni muy tarde.
Corah tenía esa obsesión con nunca llegar a la hora, no lo hacía porque no pudiera, sino porque le gustaba llegar cuando ya había acción.
—¡Hecho!
Corah salió de la sala dando brinquitos de felicidad. Ella amaba las reuniones sociales más que yo, quizás porque también tenía muchos amigos más, la mayoría deportistas o animadores.
Estaba apuntó de salir, cuando noté quien estaba sentado al fondo en su puesto, mirando la pantalla de su celular, sin nadie cerca.
Miré hacia todos lados para cerciorarme de que estábamos completamente solos en la sala y cuando lo comprobé, me acerqué lentamente a Cory.
—H-hola —inmediatamente comencé mal.
Cory levantó la vista y me dio una sonrisa amable.
—Hola.
—¿V-vas a ir a la fiesta hoy?
—Sí... ¿Tú vas? —asentí—. Creo que nos vemos allá entonces.
—Claro.
Cory tomó sus cosas y se levantó de su asiento.
—Adiós —se despidió, dándome una de sus maravillosas sonrisas.
—Te amo... —susurré cuando salió de la sala.
[...]
Media hora después de salir de la escuela, estaba en mi dulce hogar. Mis padres estaban trabajando aún a esa hora. Ellos tenían una agencia de publicidad que habían constituido cuando eran solo mejores amigos, más de veinte años atrás. Linda historia, pero innecesaria de agregar en esta historia.
A veces era triste ser hija única y no tener a alguien con quien compartir experiencias familiares, pero esa idea se me quitaba en el momento que mis padres me traían miles de regalos de sus viajes o llegaba el día del niño, el cual seguían celebrándome porque siempre sería su única niña pequeña.
Ahora, si bien me consideraba una hija única consentida, no creía ser una malcriada. Mis padres no toleraban cualquiera cosa, por lo que debía comportarme, ser respetuosa cuando correspondía y saber aceptar una negativa de su parte.
Casi de inmediato después de cruzar la puerta principal, entré a mi cuarto y me tiré en la cama de dos plazas. Amaba mi cama, amaba el cobertor rosa y las almohadas rosas... en general, amaba el rosa y los colores pasteles.
Luego de descansar mi existencia por unos minutos, revisar Instagram y WhatsApp, me digné a levantarme y buscar el outfit que usaría para esa noche.
¿Casual o formal? ¿Vestido o pantalón? ¿Zapatos altos o zapatillas?... Era una fiesta de adolescentes, llena de alcohol, drogas y sexo... Casual sería entonces.
Unas zapatillas blancas, un top corto de color rosa y jeans claros (rotos en las rodillas porque le daba el toque de rebeldía y estilo necesario). Dejé todo sobre la cama y me volví a acostar.
Dormí una siesta hasta las seis y media, me di un baño y luego, junto a Corah, fuimos a la famosa fiesta organizada por los populares hermanos Roberts.
La fiesta había empezado a las siete. Había pasado una hora y media, y ya había semidesnudos, algunos vomitando y unos teniendo sexo en los baños. Una verdadera fiesta adolescente.
—¡Usen condón! —le gritó un chico a una pareja que se metió a uno de los baños.
Recuerden siempre usar condón. Sin gorrito, no hay fiesta.
La casa de la familia Roberts era inmensa, pues eran quizás una de las familias más adineradas de la escuela. Tenían una casa blanca, moderna, de dos pisos, con un patio enorme y una piscina rectangular con luces de colores. Desde la primera vez que había ido, amaba pasar el tiempo en esa casa y aprovecharme de los lujos que tenía la familia.
Mis padres tenían dinero, tenían bastante dinero, pero lo gastaban en grandes vacaciones, paseos y experiencias, más que en cosas materiales. ¿Si yo disfrutaba eso? Claro que sí. Desde niña soñaba con viajar a todas partes del mundo y mis padres me ayudaban a agregar al menos un lugar a mi lista cada año.
En eso que caminábamos entre la gente, nos topamos con el principal organizador de la fiesta: Jack Roberts.
Jack era el hermano mayor de Harry. Un chico que un metro ochenta y cinco, con musculatura trabajada, algo estúpido según la opinión pública, pero de muy buen corazón; algo difícil de encontrar en una persona tan popular como él. Solía pasar que la gente popular era desgraciada y egoísta... Mi teoría: tener fama y reconocimiento te subía el ego a un nivel en que ya nada más que tú y tu bienestar importan. La gente desagradable y sin carisma no se volvía popular (a menos de que habláramos de la gente con miles de haters), pero el exceso de atención les parecía afectar el cerebro.
—Hola, chicas —nos saludó.
—Hola, Jack —Corah se acercó y le dio un beso en la mejilla. Luego yo hice lo mismo.
—Si ven a mi hermano, díganle que cierre su cuarto con llave o que asuma las consecuencias —dijo con una risa.
—Eso haremos —le aseguré.
—Muchas gracias.
Nos dio una última sonrisa y siguió caminado entre el tumulto de gente que había en el lugar. No tenía idea de si habían invitado a toda la escuela o algo así, pero definitivamente era una fiesta demasiado grande.
Jack y yo convivíamos a veces por distintas situaciones. Como Harry y yo nos conocíamos de niños, yo también había conocido a Jack desde casi toda la vida, pero al no estar en la misma clase, pues no pasábamos tanto tiempo juntos. En cuanto a su relación con Corah, bueno, ella era porrista y él era capitán del equipo de futbol; se veían las caras todo el tiempo y al menos cruzaban palabras una vez al día.
Corah también nos conocía a todos desde niña, pero, a diferencia de mí, tenía una relación más cercana con Jack que con Harry.
Corah y yo, fuimos hacia la mesa con todas las bebidas alcohólicas y vasos, y comenzamos a servirnos lo que queríamos.
Mientras tomaba del vaso, puede ver a Jason entre la multitud. ¿Desde cuándo Jason aparecía en fiestas? Pero eso no fue lo más extraño: estaba acompañado de una chica.
¿Quién en su sano juicio podría ser amiga o salir con un engreído como él? Incluso me daría miedo escribirle un mensaje, pues lo más probable sería que me terminaría dando una clase de gramática y ortografía. Lo único atractivo que tenía él era su apariencia, pero eso no lograba ser más fuerte que su desagradable personalidad.
—Hola, chicas —la voz de Harry me sacó de mis pensamientos.
—Hola —lo saludé.
—Tu hermano dice que cierres con llave tu cuarto —le dijo Corah—. A menos de que quieras una sorpresa.
—Ya lo hice. Mejor prevenir que lamentar —dijo, sirviéndose un trago.
—¡Uh! —exclamó Corah, de pronto—. Summer, mira a tu derecha.
Giré mi cabeza disimuladamente y me topé con la belleza inhumana de Cory junto a grupo de personas. Se veía aún más perfecto que con el uniforme escolar o el uniforme del equipo de futbol.
—Ve a hablarle —me dijo Corah.
Negué.
—Me veré como una estúpida —eso era lo que siempre pasaba.
Harry, al no entender de quién a hablábamos comenzó a mirar al grupo de personas, como intentado descifrar quien era.
—¿Andrew? —preguntó.
—No, no te metas —le dije.
Corah soltó una risita.
—Solo es Harry, podemos decirle —me dijo.
Miré a Harry intentando pensar si era buena idea o no. Él hablaba en exceso y tenía un montón de amigos y conocidos con los que podía soltar información por accidente.
—No, no podemos.
—Quizás te pueda ayudar —me propuso.
—No.
—¡Vamos, Summer! —insistió.
Rodé los ojos. En realidad, tal vez me podía ayudar de alguna forma.
Mire hacia todos lados para asegurarme de que nadie fuera a oír.
—Cory —susurré.
—¡¿Cory?!
Le tapé la boca con mi mano y lo miré amenazante.
—Baja la voz.
Harry asintió y saqué mi mano de su boca.
—Lo siento... Es solo que Cory no parece tú tipo.
—¿Y cuál es su tipo según tú? —le preguntó Corah, curiosa.
—Jason.
Escupí en mi vaso el alcohol que había en mi boca.
—¿Quién? —pregunté para asegurarme.
—Jason... Cabello rubio, ojos cafés claro... —comenzó a describirlo como si no recordara que éramos compañeros de clase hacía años.
—Sé quién es Jason... —lo detuve—. ¿Por qué él?
No podía encontrar una razón lógica por la cual, en un universo, Jason fuera mi tipo.
—Cuando te inscribiste en ese ridículo concurso de obras literarias, todos pensamos que lo hacías para llamar su atención.
Negué repetidas veces.
—¿Quiénes son todos? —pregunté, asustada.
—Toda la clase menos Corah y tú.
—Wow, no lo había pensado de esa manera —comentó Corah—, pero tiene algo de sentido.
—¿Sentido? —pregunté, alterada—. ¡Tiene de todo menos sentido!
—En realidad...
Interrumpí a Harry.
—No me gusta Jason y jamás me gustará alguien como Jason.
Al decir eso, comencé a mirar en todas direcciones para asegurarme de que Jason no estuviera ahí. Podía no ser de mi agrado, pero escuchar a una persona decir algo así de ti, podría causar problemas de autoestima, tristeza o lo que fuera, pero nada bonito. Para mi suerte, no estaba por ahí.
—Cory me gusta desde que llego a nuestra clase —le expliqué.
Aun podía recordar el momento exacto en que había cruzado la puerta y se había robado mi corazón.
—¿Hace cuánto llegó? —preguntó Harry, quien parecía estar intentado recordar.
—Hace dos años, imbécil —le dije, algo molesta.
A veces era desesperante tratar con Harry. O no recordaba nada o no te estaba escuchando o simplemente no entendía porque su cerebro parecía funcionar de una forma distinta al de todos los demás.
—Ah, lo recuerdo... creo —no había sonado muy seguro.
—Tú fuiste el primero en hablarle —le recordó Corah.
—No puedo recordar todos los sucesos de mi vida, ¿ya?
—El punto es que me gusta —dije, volviendo al tema.
—En ese caso, relájate y aprovecha que Cory está acá. Quizás con un poco de alcohol en la sangre saque personalidad y puedas logar una conversación con él —me dijo Harry, con una sonrisa traviesa, para luego marcharse.
—Quizás debería intentarlo...
Una cosa era hablarle en la escuela y otra muy distinta era en una fiesta con alcohol, la música fuerte y donde la mayoría no sabía lo que estaba pasando a su alrededor. No tenía porqué ponerme nerviosa, ninguna persona estaría preocupada de lo que yo hacía en ese contexto.
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