Capítulo 29
Mica
- No puedo creer que estás por irte y dejarme sola-. Dijo Ana, haciéndome reír aunque sentía un poco de nostalgia irme de aquel lugar y alejarme de ellos indefinidamente.
- Si gano el concurso, te aseguro que andaré por todo Europa y en esa travesía me haré varias escapadas a su casa, así que más que extrañarme, en algún momento te hartarás-.
- Eso nunca, Mica. Siempre será un placer tenerte con nosotros. No es cierto, ¿Ed?-. Haciendo ciertas caricias a su hijo que en los brazos de su padre miraba extasiado a todo lo que se encontraba a su alrededor, quedó inerte cuando la voz de una mujer me llamaba para acordar mi vuelo.
-El momento ha llegado-. Susurré, antes de levantarme y darle un abrazo. Poco después su marido y Ed también lo hicieron y con toda el dolor y la ansiedad del mundo abordé aquel vuelo ir me llevaría de nuevo a la ciudad de Buenos Aires.
Horas después
—Señores pasajeros, en unos segundos estaremos tocando suelo argentino. Por favor, permanezcan en sus asientos y abrochen sus cinturones—. Sintiéndome más ansiosa de lo que ya estaba, miré por la ventanilla la imponente ciudad de Buenos Aires. Por fin había vuelto a casa.
Poco después, cuando el avión había aterrizado y todos pudimos salir del avión, pasé por migraciones para que sellaran mi pasaporte y felizmente me dirigí a buscar mi maleta para salir rumbo a la sala donde me estaría esperando mi hermano y Melisa.
No faltó mirar dos veces para ver mi nombre escrito en un cartel. Riéndome por sus ocurrencias, me acerqué y los abracé con ganas.
—¡Al fin en casa!—. Dejando que me ayudaran con el equipaje, salimos al estacionamiento para luego subir a su auto, pero lo que no me esperaba era que me venderan los ojos.
—¡Esto no se vale!—.
—Claro que sí y más si es una sorpresa—. Dijo mi hermano antes de arrancar.
—¿Me pueden dar una pista?—.
—No seas impaciente, cuñada—. Agregó Melisa haciéndome reír. No sabía que la relación con mi hermano iba tan en serio. Quizás pronto habría boda.— Por cierto, ¿qué tal Ana y Harry con el bebé? Vi las fotos en la revista y me morí de la ternura. Sin duda, Edward sacó los genes de su padre—. Volviendo a reír, le di la razón aunque sabía que el bebé también tenía muchos rasgos de su madre. No todo era de la genética Styles.
—Bien, llegamos—. Sorprendiéndome con el viaje tan breve, aguardé a que me guiaran y fue así que luego entramos a un ascensor. ¿Habían hecho una fiesta sorpresa en el apartamento y no querían que vieran nada? Me pregunté.
—Es hora de la sorpresa—. Dejando que mi hermano me sacara la venda, abrí los ojos para encontrarme con un magnífico living. ¿Había remodelado la casa? Prestando más atención al lugar, me di cuenta de que era otro lugar.
—Oye, este no es nuestro departamento—. Esperando una explicación de su parte, él sonrió.
—No, este es tuyo—. Quedándome sin habla, me mantuve así por un segundo hasta que procesé la información. ¡Tenía un departamento!
—Yo... ¡No lo puedo creer!—. Exclamé, antes de abrazarlo nuevamente.
—Y la sorpresa no termina aquí, hermana—. Sintiendo que alguien tapaba mis ojos, giré mentalmente para encontrarme con mis padres, quienes me abrazaron fuertemente.
—Te extrañamos un montón, hija. No veíamos la hora de que volvieras—. Sonriéndoles, dejé que estos también saludaron a Erick y a Melisa.
—También los extrañé, pero ahora que ya estoy de vuelta,no van a decir lo mismo dentro de unos días—. Haciéndolos reír, seguimos hablando un rato más hasta que Erick nos invitó a comer en un restaurante cercano y entre risas y anécdotas de mis padres, todo parecía marchar de maravillas, pero en cuanto lo ví entrar por la puerta, todo cambió.
—¿Sucede algo?—. Cuestionó mi hermano al ver mi cara. Negando la cabeza traté de restarle importancia, pero en cuanto estos se acercaron a nuestra mesa para tomar asiento en la contigua, supe que todo sucedería.
—Creo que... tengo la culpa de que esté aquí—. Dijo Melisa después de un rato.
—¿Por qué lo dices, amor?
—Porque cuando estaba hablando contigo para venir, él estaba en la cocina y seguramente escuchó nuestra conversación.
—No fue tu culpa, Mel—. Alcancé a decir antes de que todo empeorara. Poco después, él coqueteaba a más poder con la chica y eso me rompía el corazón. Tratando de pasar aquel mal trago, decidí ir al baño.
—No pude ser que ahora suceda esto—. Murmuré, viendo cómo mi cara estaba desprovista de color. Suspirando largamente, me arreglé y volví a salir para dirigirme a la mesa, pero su voz me detuvo.
— Así que te aburriste de las cámaras y volviste—. Tratando de no seguirle la corriente, volví a caminar unos pasos, pero en cuanto me agarró del brazo supe que no había venido con la bandera de la paz.— Si pensaste que saliste del todo el daño que le hiciste a Sara, estás muy equivocada. Quizás ella no te guarde rencor, pero yo sí—. Acercándose aún más, susurró: Pueden suceder muchas cosas en el concurso. Te recomendaría cuidarte de los accidentes—. Sin decir nada más, se alejó como si nada, pese a la mirada asesina que recibía de mi hermano. ¿Acaso me había amenazado?
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