
1.
Tal vez sea la cantidad de cosas que callamos, todo el ruido que provocan en nuestro interior. Tal vez sea que las gotas hayan colmado el vaso y sea la hora de actuar. Tal vez sea el efecto que hicieron nuestras palabras en otra persona, o el efecto que las palabras de otra persona tuvieron en nosotros.
Tal vez, y solo tal vez, haya sido por voluntad propia. Y no me juzgues porque entre tantos tal vez se esconde la verdad, una verdad que tú y yo sabemos bien y que me llevó a hacer esto. No te diré la razón, eso tendrás que descubrirlo o en su defecto suponerlo, porque lo que importa no es lo que lo provocó, sino lo que pasó. Y tal vez, nada de lo que te cuente sea cierto, porque de mentiras estamos hechos.
***
Ya el reloj había pasado de las dos con cincuenta y en la casa solo se escuchaba el sonido que hacían las teclas al ser golpeadas por mis dedos, tanto silencio iba a acabar con mi existencia, me levanté de la incómoda silla de madera en la que estaba sentado y me acerqué a la ventana desde donde podía ver parte del jardín lateral. Las hojas ya estaban tomando el color, entre amarillo y naranja, que representaba el otoño, se mecían en un lento vaivén, lo que yo suponía que era la más hermosa danza de ballet jamás hecha en la historia de la humanidad; algunas de las hojas se desprendían con el viento al que escuchaba susurrarme "muerte, muérete Jack" con la voz más macabra que en mi vida había escuchado, seguido de una risa chillona. Sentí como si una corriente de aire fuera a desprender la ventana y a clavarme todos los cristales rotos en el pescuezo para matarme.
Negué con la cabeza, cerré la ventana de golpe y evité el deseo de llevarme la mano al pecho en un vano intento de calmar los latidos frenéticos de mi corazón, seguro que eran alucinaciones mías, a pesar de que no había consumido ningún tipo de droga. Fui a la cocina en busca de un vaso de agua para tomar y terminé echándome el líquido en la cara para salir de la paranoia que me carcomía, nunca había deseado con tantas ansias que llegara alguno de mis padres de su trabajo. La bombilla parpadeó tres veces y la madera crujió bajo mis pies.
—"Cálmate, Jack, es solo el viejo vecino moviendo los cableados eléctricos." —El problema radicaba en que el viejo vecino, como todo el vencidario llamaba a Bob, no se encontraba en su casa a estas horas de la tarde y eso era lo que más me preocupaba. Posiblemente la falta de sueño estaba jugando con mi cerebro o había visto demasiadas películas de terror la noche anterior.
Un toque seguido de otro se escuchó en la puerta principal, asustado arrastré mi cuerpo por el pasillo pegándolo de la pared tratando de hacer el menor ruido posible. Llegué a la sala y todo estaba en orden, los sofás en su lugar y ni un atisbo de brisa entraba por las ventanas. El toque volvió a escucharse, pero esta vez le siguió un fuerte empujón o tal vez una patada que derribó la puerta sin reparos.
Grité como nunca había hecho en mi vida, sintiendo como se rasgaban mis cuerdas vocales y se me escapaba el aire de los pulmones.
Creo que ese fue el momento donde todo ocurrió, donde el hilo rojo empezó a quebrarse, donde se escribió lo que pasaría después. Ese momento donde quedé sordo por unos instantes, solo con un molesto pitido desbaratandome el cerebro y magullando mis huesos. He de decir que no había tanto sentido miedo en mi vida y faltó poco para que me orinara encima.
Un halo de luz plateada entró por la puerta abierta y quien sea que había entrado antes gritó con voz trémula:
—¡Abajo! —sin siquiera darme tiempo a digerir lo que estaba pasando se lanzó sobre mí, derribandome en el acto. Disparos, como los de una metralleta resonaron por todo el lugar, agujereando la madera de la casa.
.
Meses, semanas, días, horas, minutos después, no lo sé con certeza, desperté en una habitación blanca que parecía irreal de tan pulcra e inmaculada, pensé que era una ilusión óptica ya que, cada tanto, la cabeza me daba vueltas y tenía que recostarla en lo que sea que había atrás de mí. Me entró curiosidad de saberlo e intenté incorporarme, pero no puede porque tenía correas en los brazos y muñecas, en la cintura y en las piernas.
No tenía gracia, nada de gracia.
Por la paredes empezó a correr un líquido rojo muy espeso que, sorprendentemente, no manchó las paredes sino que dejó a su paso un conjunto de letras que chorreaban y temí lo peor, ya que parecía sangre. Se leía MAYBE TOMORROW.
Desvíe la mirada hacia mi lado derecho y choqué con unos ojos desorbitados e inexpresivos. Juré que estaba muerta, ese era el destino que me esperaba, moriría igual que ella, y no quería. Si había alguna manera de escapar lo conseguiría, me aferraría a la esperanza de seguir viviendo, lucharía hasta mi último soplo de vida.
No me di cuenta que mis ojos se habían quedado clavados en aquel agujero negro y si no hubiese sido por las correas hubiera saltado al infinito cuando los inexpresivos me devolvieron la mirada con un leve parpadeo. No era posible, nada de lo que estaba sucediendo era humanamente posible.
Esa vez las cosas habían ocurrido como en esos libros que mi madre solía leerme cuando era niño, donde los protagonistas no se creían especiales ni nada por el estilo, pero eran elegidos para lo que sea que ocurriese o todo les pasaba a ellos. No me gustaba, yo no era como aquellos protagonistas, hubiera dado lo que fuera por donarle mi papel a quien lo quisiese, ni siquiera me molestaría en hacer que firmen un absurdo contrato con la condición de que tuvieran venas de hierro.
Aún seguían dando vueltas en mi cabeza aquellas palabras pintadas en la pared y, no solo eso sino que, seguían ahí torturándome y enviando escalofríos a todo mi cuerpo, podía decir que sentía el poder de las palabras en sentido literal. La presencia de la muchacha media moribunda también me estaba afectando, temía que se muriera y la dejaran pudriéndose a mi lado, o eso creía creer. Intuía que si no hubiera sido por ella, justo en ese momento yo hubiera estado en su lugar, porque aunque no me había dicho ni una palabra suponía que ella me había derribado.
Una puerta, de la que no había reparado su presencia porque se confundía con las paredes al ser del mismo color, se abrió dando paso a una cortina de humo. Dejé de respirar unos segundos y cerré los ojos temiendo que fuera nitrógeno o algún otro gas nocivo. Sin embargo, unas manos se posaron sobre mi pecho y lo presionaron haciendo que volviera a tomar aire de nuevo, inhalé el frío gas y deseé morir allí mismo cuando sentí como me helaba los huesos.
Si hubiera contado las veces que había sentido o deseado morir, de seguro que pasaba de las vidas de un gato, de la veces que se me había ido la mirada tras un buen tren, ya saben esa jerga que se usa para calificar a las personas o decir que están buenas como si fuesen comida.
No había reparado en que mi ropa había sido sustituida por un camisón de hospital verde marino, al menos no era blanco, hasta que las mismas manos con dedos de pianista deslizaron un frío metal sobre mi estómago provocando que abriera los ojos de golpe y torciera el rostro en una mueca de dolor. Intenté gritar como lo había hecho antes, pero mis cuerdas vocales no respondieron.
Rata de laboratorio, experimento... Eran las únicas palabras que cruzaban por mi mente y no estaba preparado para eso. No me había pasado unos miserables años en el instituto para terminar convertido en un sujeto de prueba.
El preciado líquido vital se escapó de la raja que me había hecho y, aunque no lo estaba viendo, sentí como se corría por mis costados hasta perderse en el camisón. ¿Dónde rayos había quedado la anestesia? Sé que sonará estúpido que en un momento como ese yo estuviera pensado en anestesia, pero es que dolía y mierda que sí. Escuché la misma risa macabra que había escuchado en mi casa antes de que todo pasara, pero esta hizo eco en las paredes y las ondas sonoras se quedaron vagando en el pequeño espacio por un buen tiempo, y mientras eso pasaba un paño con olor a cloroformo fue puesto en mi rostro embrigandome en el acto.
.
En lo primero que reparé fue en que ya no estaba atado a nada. La cabeza me martilleaba como si un tren bala me hubiera pasado por encima algunas diez veces seguidas sin siquiera darme tiempo a asimilar lo que estaba pasando. Mi estómago... ¡El estómago! Me llevé las manos al estómago y sentí los hilos que sostenían mi piel para que los órganos no se salieran de su lugar, no quería imaginar que pasaría si los hilos se soltaban y se me salían las tripas. Al menos habían tenido la decencia de coserme. Intenté ponerme en pie pero me caí al acto, no tenía fuerzas ni para sostenerme y tampoco había comido nada.
Muchas veces había pensado en como sería una tercera guerra mundial, una invasión alienígena o hasta un apocalipsis zombies, pero no estaba seguro de cuál de todas estaba pasando en ese momento y tampoco sabía si yo había sido el único agraciado. Sin embargo, no faltaba mucho para que conociera las respuestas.
Hello everybody!
Ya sé que debería estar haciendo tareas o ve tú a saber qué cosa debería estar haciendo en el momento en el que lo leas y yo esté por aquí escribiendo o por allá, leyendo. Nadie sabe.
Pero bueno, tal vez se pregunten por qué rayos me pongo a publicar cosas en vez de escribir lo que debo, pues... PORQUE PUEDO, y la vida es hermosa así.
Espero que si les gustó le den manita arriba que no cuesta nada, dejen sus hermosos comentarios, los estaré leyendo, y compartan si creen que a otros también les puede gustar.
#MuertealosLectoresFantasmas
Los amodoro, pero no más que a la nutella y el chocolate.
Tchau!
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