Capítulo 18
♪ Adam ♪
En mis noches más oscuras,
en mis días más grises,
cuando la tormenta acecha,
solo tú logras hacerme sonreír.
Solo tú.
Solo tú.
Con tu mirada hechizante,
con tu boca sabor cereza,
con tu cálida sonrisa.
Solo tú.
Solo tú.
Amo estar contigo,
las horas se vuelven segundos,
y todo mi mundo se tiñe de color.
Porque solo tú logras hacerme sonreír.
Solo tú.
Solo tú.
Rasgué los últimos acordes de la canción. Me gustaba cómo sonaba. Se me escapó una sonrisa al pensar en a quién estaba dirigida la letra. Evoqué nuestro último encuentro, cómo la había dejado a unos metros de su casa, la sonrisa que me había regalado. ¡Qué ganas tenía de mostrarle la canción! Pero, al mismo tiempo, me daba tanto miedo.
Estaba claro que iba a ser muy cursi y que ella se iba a reír de mí.
Tenía tantas ganas de tenerla entre mis brazos, de besarla y de decirle todo lo que me hacía sentir que no podía aguantarme. Cada día me costaba más y más actuar con normalidad, porque lo que sentía por ella parecía una traición directa a Lizzie. Sky y ella se llevaban tan mal que todo lo que provocaba en mí me parecía prohibido.
¿Por qué debo fijarme en lo que no me conviene?
¡Ella es para ti!
Me tiré del pelo. Si algo había aprendido esas últimas semanas era a tener paciencia con Sky. Si iba muy rápido, se asustaría.
Justo cuando dejaba con mimo la guitarra en su funda, me llegó un mensaje suyo.
«¿Estás despierto?»
Se me dibujó una sonrisa por el leve rastro de timidez. Sky era cualquier cosa menos tímida.
«Son pasadas las nueve. Claro que estoy despierto, luciérnaga.»
«Bobo 🙄.»
«Me rompes el corazón 💔», escribí y, segundos después, añadí: «¿Ocurre algo?»
«Solo quería hablarte. Me siento muy cómoda contigo.»
No sé por qué, pero esas simples palabras hicieron que mi corazón brincara a un ritmo por encima de lo normal.
«A mí también me gusta que hablemos. Me caes bien, Sky.»
«¿Incluso mi peor lado?»
Me gusta todo de ti, me habría encantado decirle, pero en su lugar escribí:
«Eres un poco gruñona y, al mismo tiempo, encantadora.»
«Dirás encantadoramente venenosa.»
Solté una carcajada. ¿Podía ser más mona?
«¡Qué linda eres! Ahora quiero achucharte.»
«Ni se te ocurra.» Pasaron un par de minutos antes de que volviera a recibir otro mensaje: «¿Qué haces?»
Le envié una fotografía de mi guitarra. La funda estaba abierta y se veía perfectamente el instrumento.
«Estaba componiendo una canción.»
«Uy, ¿es para alguien especial? 👀»
No pude evitar sonreír como un tonto. Claro que lo era. Mucho.
«Puede.»
«¿Es una chica?»
«No voy a contártelo.»
«¡No seas malo! ¿Quién te gusta?»
Le mandé el emoticono del ángel antes de guardar el teléfono y, como bien supuse, el misterio hizo que ella me llamara. Perfecto.
—No voy a contártelo —repetí.
—Eres una mala persona. Esas cosas no se hacen. ¿No puedes contárselo a tu amiga?
Ummm, cómo me gustó el tono meloso de su voz, aterciopelado.
—Lo siento, pero no. Es un secreto.
Hizo un ruidito muy mono con la garganta que me envió una sacudida directa a mi entrepierna.
—Si no me lo cuentas, no te diré lo que estaba haciendo.
—Chantajista.
Se carcajeó.
—A mucha honra, hoyuelos.
—¿Qué hacías? No estarás estudiando, ¿verdad, cerebrito?
Incluso en la distancia pude sentirla sonreír.
—Puede. Pero en mi defensa diré que es súper interesante. ¿Sabías que...?
Y lo siguiente que sé es que estuvimos al menos dos horas hablando sobre distintas cosas hasta que sentí que ella bostezaba al otro lado de la línea. Le deseé las buenas noches, pero nos quedamos otra media hora charlando. Un par de minutos después de colgar, recibí un último mensaje suyo:
«Tú también me caes muy bien. Me alegra que seamos amigos.»
Me llevé el teléfono al pecho y, con el corazón desbocado, cogí una hoja de papel y empecé a escribir la letra de otra canción.
❦ ❦ ❦ ❦ ❦
Esa misma noche sentados en la mesa del comedor, mamá preguntó:
—Te he visto despedirte de Sky desde el porche. Sabes que puedes invitarla cuando quieras. Me cae muy bien.
Papá se limpió con una servilleta tras beber un sorbo de agua.
—Ah, la famosa Sky. Tengo muchas ganas se conocerla. Tu madre no deja de hablar de ella.
Sentí cómo se me secaba la garganta. Aparté la vista durante unos segundos para serenarme y que no vieran el calor arremolinado en mis mejillas. Observé la pared blanca llena de fotografías familiares de los tres y los cuadros que mi padre había pintado cuando era unos años mayor que yo.
Me aclaré la garganta.
—Solo somos amigos.
Mis padres se lanzaron una miradita cómplice y me sonrieron como si fuera un niño pequeño que no sabe nada de la vida. Papá enarcó una ceja.
—Con que amigos... ¿Es así cómo se le llama hoy? Porque traer a una chica a casa y que tu madre te pille a punto de darle un beso no es que sea mucho de ser amigos.
Abrí los ojos de par en par.
—¡Papá! —exclamé. De los nervios se me cayó el tenedor al suelo y, para mayor humillación, me di un cabezazo con la mesa de cerezo oscura de la que volvía a mi lugar.
Mamá negaba con los labios curvados hacia arriba.
—A mí no puedes engañarme. Sé que esa muñequita te gusta mucho más de lo que te gustaría. ¿A qué le temes? Es un encanto de mujer.
Me pasé una mano por el pelo. ¿Cómo decirles que lo nuestro no podía ser? Éramos totalmente opuestos, como el agua y el aceite. No me gustaba su actitud fría frente a todos ni que se escondiera.
Aunque, por otro lado, me derretía los momentos en los que me dejaba verla tal cual era: la chica dulce y divertida que podía opacar hasta al mismísimo sol si se lo proponía. No era la reina malvada que tanto se esforzaba en ser.
Pero, claro, no podía decirles eso a mis padres. Ellos no conocían a su lado más perro. Mamá había tenido la suerte de pillarla con la guardia baja y haber presenciado a la Sky que tanto me atraía.
—Es complicado, mamá.
Sus ojos castaños se me clavaron como dagas afiladas.
—No entiendo nada. Con lo fácil que es decirle que te mueres por ella. Esa chiquilla está coladita por ti.
La miré sin pestañear.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque te mira de la misma forma que yo miro a tu padre.
Papá me dio un apretón en los hombros.
—Lánzate. Lo peor que puedes hacer es quedarte con la duda. ¿Y si al final ella es la chica que va a poner tu mundo patas arriba?
Sentí que se me estrujaba el corazón.
—¿Cuándo te das cuenta de que estás enamorado?
Papá me revolvió el pelo.
—Cuando en lo primero que piensas nada más levantarte es esa chica especial y la última persona con la que hablas es ella. Cuando sientes que has perdido el control de tu cuerpo, que tu estómago se vuelve una montaña rusa llena de loopings y que te mueres por tomarle de la mano. Cuando la abrazas y sientes que estás en casa.
¿Era así cómo me sentía? Pensé en todas las veces que habíamos quedado, cuando la veía en el instituto. Evoqué su risa, su forma de ver las cosas, esas ganas que tenía por saberlo todo. Nuestra conversación de antes, que no pudiera dejar de componer canciones para ella.
¿Podía estar enamorado de Sky?
Entonces recordé la primera vez que la vi, el flechazo que tuve nada más verla al otro lado de la puerta de su casa, con el uniforme bien puesto y una diadema a juego con la corbata en el pelo.
Sky era la chica más guapa que conocía. Puede que pareciera una princesita del mal, pero yo conocía su lado más bondadoso, su humor característico, sus gustos, sus sueños. Se me había metido muy dentro de mi piel y ya no podía sacármela de la cabeza.
Allí, cenando con mis padres, entendí que ya no podía frenar lo que esa rubita provocaba en mí, ya no podía esconderlo más. Quizás era hora de que expusiera mis sentimientos, de que me lanzara al vacío de una vez.
Porque, como papá bien me había dicho, solo la necesitaba a ella para sentirme seguro, para saber que todo iba a salir bien.
Sky era la otra pieza de mi puzzle.
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