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CAPITULO 42

CAPITULO 42:

-Eso suena interesante –rio.

El timbre apago la risa de las dos, eran las seis con quince minutos apenas, ¿Quién sería? Ambas nos miramos extrañadas.

-¿Esperas a alguien? –me pregunto Lala.

-No que yo sepa –negué con la cabeza y luego Salí de mi habitación para abrir la puerta.

Lala fue detrás de mí y cuando abrí la puerta lleve una gran sorpresa al ver a Cameron allí. Los ojos casi se me salían de las orbitas.

-¿Tanner? –articule, claramente sorprendida.

-Ay, yo pensé que habíamos dejado las formalidades –bromeo y luego miro por encima de mi hombro a Lala, quien lo miraba embobada.

Se pasó sin que le dijera que lo hiciera y le sonrió a Lala.

-Hola –le dijo-. Soy Cameron –le extendió la mano.

-El novio de Madison –dije, cerrando la puerta de mala gana. ¿Por qué nunca dejaba bien claro quién era?

-Hola –dijo Lala, tendiéndole la mano también-. Laura.

-No, yo soy Cameron –dijo este.

Lala rio.

-No, no, digo que yo soy Laura, pero dime Lala.

-¡Oh! ¡Lala, claro! He odio hablar tanto de ti –dijo-. Me da mucho gusto conocerte al fin.

Me aclare la garganta, haciéndome notar.

-Lala, emmm... el manual en mi habitación, amm... podrías guardarlo, ¿por favor? –farfulle, recordando que habíamos dejado las fotos al descubierto y regadas en la cama.

-Claro –capto rápidamente el hilo de mis palabras y salió disparada a mi habitación.

Mire a Cameron, aunque no quería admitir que estaba encantada de que estuviera allí trate de permanecer seria.

-¿No es muy temprano para que vengas? –trate de sonar lo más normal posible, pero el pánico no se podía ocultar muy bien detrás de mi voz.

-Sí, pero ya que mañana será la fiesta del señor Vittore, quiero saber que vamos a hacer mañana o a qué hora nos iremos –su mirada gacha bailo fugaz.

-Pero...

-¡Listo! –Lala me interrumpió, saliendo de mi habitación con su sonrisa bríllate en el bello rostro.

En ese momento agradecí al cielo de que ella se encontrara allí; así al menos no me veía tan obvia, no sería tan torpe al hablar con él. Y mi razón mantendría calmado mi corazón.

Lala y Cameron conectaron enseguida, ambos eran muy sociables y la plática entre ellos fluyo de manera rápida, aquello me alegro.

Cuando Madison llego junto a Alexis sonreí de manera significativa, aunque me doliera en lo más profunde de mi alma ver juntos a Cameron y Madison sabía que aquello me servía para ponerle freno a mis absurdos sentimientos.

Luego de que Alexis y Lala se fueran, me encerré en mi habitación como de costumbre, pero no paso mucho tiempo cuando oí que llamaban a mi puerta, el murmullo de voces había desaparecido del exterior y solo los golpeteos en la puerta, algo apagados, se oían en aquel silencio sepulcral.

Salte de la cama y abrí la puerta, la cara de Madison no era la misma, estaba bastante triste, podía notarlo.

-Mad, ¿Qué pasa? –pregunte, preocupada.

-Necesito hablar contigo –me dijo y se sentó en mi cama.

No solo su rostro estaba triste, su voz parecía haber dejado la alegría también.

-¿Sobre qué? –inquirí ahora nerviosa, ¿sospecharía acaso que yo estaba enamorada de su novio?

Me quede de pie, mordiéndome el labio inferior y espere a que hablara.

-Es Cameron –dijo.

El corazón se me paro por un segundo.

-¿Qué... que pasa... con Cameron? –dije torpemente.

-Ya no es el mismo de antes –bajo su cabeza y las hebras de cabello se amoldaron a la posición, cayeron finas en dirección al suelo.

-¿Qué quieres decir? –me senté a su lado.

-Casi no está conmigo, ya no me llama todos los días y cuando vengo del trabajo se va rápidamente. Lo noto distraído cada vez que hablamos, como si su mente estuviera en otro en lugar –confeso.

Abrí los ojos de par en par, aquello sí que no lo esperaba. Es decir, desde que conocí a Cameron como la pareja de Madison, se veía claro que la quería muchísimo, estaba siempre al pendiente de ella y yo era a veces testigo de sus demostraciones de amor. Pero justo al desconcierto la culpa comenzó a aflorar.

-Hable con Alexis sobre esto –continuo, ahora mirándome, sus grandes y oscuros ojos no tenían mucha luz.

-¿Con Alexis? –casi no podía creerlo.

-Sí, es su hermano, digo, ¿Quién podría conocerlo mejor? Pero solo me dijo que Cameron es así de raro, que me quería y dejara de preocuparme.

-Eso es cierto, Mad. Mira, Cameron y tu son la pareja perfecta –dije, aunque me costara aceptarlo-. Cameron te quiere, créeme. Eso se nota –pase mi brazo por su hombro.

-No tanto –resoplo.

¿Qué podía decirle? Yo me sentía culpable, no es que tuviera el ego muy grande ni nada de eso, pero sabía a lo mejor él porque del comportamiento de Cameron.

-Mira, tranquila, ¿sí? –La anime-. Mañana iremos a la fiesta esa de tu jefe, relájate, trata de no pensar en eso. Veras que tarde o temprano, Cameron volverá a ser el mismo –dije, mientras en mi cabeza ya pensaba en la fecha en la que partiría.

Esa noche, trate de dormir, pero lo cierto es que no pude pegar los parpados durante un par de horas. Madison ya había comenzado a notar que Cameron estaba extraño, por supuesto, ella no era para nada tonta y tarde o temprano se daría cuenta de la razón de su comportamiento. Tenía que irme, tenía que irme pronto. Antes de que esto se complicara más, me iría y dejaría que Cameron y Madison volvieran a sus vidas antes de que yo llegara a Venecia. Por mi parte, yo intentaría olvidarme de él, seguiría con mi vida como había sido antes, llamaría a Madison todos los días y si acaso, solo pediría que saludara a Cameron de parte mía.

Huir esa lo mejor. Lo mejor hasta ahora.

No sé porque me encontraba nerviosa desde que me desperté, Madison estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.

-¡Te espero abajo junto con Cameron! –me grito Madison desde el exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta-. No tardes –me sonrió.

Lucia hermosa con ese vestido purpura que había comprado para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus largas piernas. Llevaba su cabello liso, más de lo que ya lo tenía y suelto cayendo libremente por sus hombros desnudos.

-Ya voy –dije-. Solo me pongo el vestido.

Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.

Suspire, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de mí alrededor. Tome el vestido que Cameron me había elegido y me lo puse, intentando no despeinar mi cabello, que lucía rizos anchos que caían como carrieles hasta mi espalda.

Trate de subir el cierre del vestido que se ataba atrás de mí, pero me costaba un poco de trabajo poder alcanzarlo.

-Demonios –farfulle.

Salí de i habitación, Madison había apagado las luces del apartamento y solo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba por la ventana y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entre abierto. Intente subir el cierre de nuevo, pero fracase en la maniobra.

De pronto, la puerta se abrió, Madison podría llegar a ser muy desesperada.

-¿Tienes problemas? .pero esa no era la voz de Madison.

Me quede inmóvil al reconocer a Cameron, luego me gire avergonzada. Aun en la oscuridad, podía verle. Llevaba puesto un esmoquin negro, ajustado a su perfecto cuerpo; su camisa blanca era del mismo color que el moño. Su figura me quito el aliento.

-Emm... no puedo subirlo –musite, atolondrada-. ¿Podrías...? –manotee en la oscuridad, señalando el cierre de mi espalda.

-Claro –se acercó hasta mí, su perfume bailoteo por mi nariz.

Me gire y le di la espalda para que pudiera subir el cierre y recogí con una mano mi cabello, haciéndolo a un lado.

Sentí sus manos en mi espalda, tratando de subir el cierre; el tacto hizo que la piel del todo el cuerpo de me erizara. El sonido de la cremallera encajando lentamente quebranto el silencio, no se oía nada, excepto nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior. El cierre encajo por completo, pero no me moví. El aun sujetaba con sus manos mi espalda.

Y de pronto, sentí como acurruco su nariz entre mi desatado cabello y como su respiración los traspasaba golpeando con delicadeza mi cuello. El corazón se me acelero, tanto que me pregunte si él podía oírlo.

-Cameron... -murmure, ¿Qué estaba haciendo?

Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera, que la piel se me erizara y que toda cordura huyera.

-¿Chicos por qué tardan tanto? –la voz de Madison me hizo pegar un brinco.


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