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9. Un traje a la medida.

Hi~ Tardecito porque la vida adulta a veces es enemiga de la felicidad, pero de todas maneras llegamos al día de hoy, es bien dual este capítulo porque si bien, es muy dulce, deja expuesto los conflictos más vulnerables tanto de Ash como de Eiji, así que sí, es un paso importante en su relación.

Mil gracias por el apoyo y espero que les guste~

Sus ojos se repasan de arriba hacia abajo con un asco visceral, sabe que las luces del probador tienen algo que intensifica la dismorfia corporal convirtiendo los defectos más ínfimos en un cristal bajo un tipo de microscopio con un aumento surreal, la sensación le recuerda a cuándo decidió que sería un descubrimiento fantástico verle la cara a una mariposa a través de una lupa para quedar llorando al medio de los campos de centeno y llamando a Griff desconsolado, ríe alisando la tela bajo sus manos y preguntándose si él será un caso similar, si quiénes alaban y glorifican su belleza lo hacen al nunca haberlo visto de cerca, porque apenas lo hacen...

Automutilación. Trauma. Hambre.

—No les gustaría. —Dice para sí mismo frente al probador, trata de sostener el contacto visual, falla.

Realmente es incómodo mirar a un desconocido.

Ja.

Ni siquiera debería sentirse tan ajeno, ha jugado antes y vino junto al resto de los atletas para acabar de darle terminaciones a los uniformes, la antigua carrera consistía en probarse y modelar conjuntos que los hombres de Dino le traían y si bien en un inicio lo disfrutó poco a poco se volvió más evidente lo que querían plasmar a través del lince. Era bestial aunque obsceno. Aristócrata y aun así sometido por quienes podían pagar la tarifa, una joya vendida a la cremé de la cremé y odió cada puto segundo de eso.

—¿Ash? —De cualquier manera, que Eiji se asome a través de la cortina del probador ayuda a acallar la intrusión y bajar la catástrofe—. ¿Estás listo?

—Sí. —Le da risa que pregunte porque puede mirarlo por sí mismo—. No creo que necesite de ajuste ni otra clase de cambio, está bien.

—¿Te quedó bien así?

—Creo. —Concluye evitando el espejo—. ¿No lo parece?

—Parece quedarte un poco ancho de los hombros.

—Ah.

—¿Deberíamos hacer algo? Si quieres llamo a la modista.

Eiji vino porque Ash confía más en él que en la propia modista y aprovechando que todos los equipos realizan sus uniformes con la misma fábrica fue una suerte tenerlo acá, no cree haber sobrevivido a pesar de haber confrontado a Arthur y al resto de los neandertales, okey, admite que declararle una guerra a su propio equipo no fue lo más inteligente que podría haber hecho con su flamante cerebro.

—Deberíamos llamar a la modista para que lo compruebe, no podrás jugar bien si te queda flojo, no quieres caerte de cara en medio de un partido ¿verdad?

—¿No puedo ponerle los alfileres yo mismo? —Se queja—. En serio detesto que me toquen, la gente desconocida... no me gusta.

—¿Qué ocurre con el niño rico? —Gritan de fuera, saborea la ironía, ¿cómo reaccionarían si supieran que vivió en una cabaña que literalmente se cae a pedazos?—. Nos está retrasando a todos, hombre.

—Tienen razón. —Se rinde—. Supongo que debería estar acostumbrado, no es gran cosa, les puedes decir a las costureras que pueden entrar a medirme.

No debería ser gran cosa, se dice a sí mismo.

Ha hecho cosas peores y mucho peores.

—¿Te incomoda que yo lo haga?

—¿Eh?

—¿Te incomoda que yo te mida? —Eiji se saca un par de alfileres de su propio uniforme incluso sino está terminado el suyo y a Ash se le aprieta el corazón ¿por qué es así? Lo hace sentir tan importante.

—No me incomoda. —Balbucea.

—Con permiso. —Eiji lo acomoda frente al espejo—. Dime si te sientes incómodo y te soltaré apenas lo pronuncies, no me enfadaré, ni te pediré explicación pero por favor, dime que no ¿te quedó claro?

—Sí.

Es extraño, la gente suele querer algo a cambio de Ash, sea estatus por sus clientes, protección sobre las otras residencias por parte de la pandilla, un hijo al que presumir por Max, un hermanito que sea su orgullo, un bro con quien hablar pero nunca hablar en serio, todos quieren algo de Ash y Ash sabe que este mundo funciona así, nadie hace las cosas gratis, más ¿por qué Eiji hace lo que hace? El alma le salta hacia la garganta cuando sus palmas empiezan a delinear sus hombros, él puede ver el reflejo de los dos al otro lado del espejo, Eiji tiene la lengua afuera y el entrecejo rígido por la concentración.

Su cuerpo se relaja progresivamente, Eiji se siente tan seguro.

Pero Ash no quiere confiar en Eiji, ni en nadie.

Ha estado en ese escenario antes y desglosa exactamente cómo irán las cosas, empezará fingiéndole tomar las medidas de manera profesional como siempre pasa, más, la gente no tiene autocontrol al estar encerrados con él y tienden a aprovecharse sabiendo que no está en posición de reclamar, por eso Eiji inevitablemente se desviará demasiado abajo y de repente sus toques gentiles serán bruscos e insistentes, Ash quedará hecho mierda y ambos fingirán que nada pasó puesto que está necesitado de amigos y se lo presentó a su hermano, Eiji puede abusar de su relación y Ash tendrá que tolerarlo.

—¿Está mejor así? —Pero Eiji no hace nada de eso, a diferencia de los otros diseñadores con quienes trabajó sí toma sus medidas con suma cautela, le clava los alfileres justo para que calcen cual guante, pero no para que lo muerdan o le hagan daño—. ¿O me falta todavía?

—Así está bien. —Balbucea aún incrédulo cuando sus palmas abandonan su espalda, nada más pasó.

—Bien.

¿Cómo te atreves a pensar así de tu amigo? Lo reprocha la voz en su cabeza.

Mereces un castigo.

—Se parece a la foto que me mostró Griff. —Solo acá, Ash eleva sus jades para percatarse de lo que Eiji quiere decir, efectivamente el uniforme evoca la misma vibra que las ligas infantiles.

—Creo que amará verme así de ridículo. —Entonces el nipón ríe entre dientes y Ash no memora eso que estaba pensando antes, nada más importa en este minuto además de su risa—. ¿Me veo guapo?

—Bastante para un nerd. —Bromea de brazos cruzados, apartándose al extremo que tiene la cortina en el probador, todavía se escuchan ajetreos afuera, no han concluido, probablemente no terminen durante un rato—. En verdad te ves distinto con uniforme, me sorprendes.

—¿Por qué mi uniforme es tan completo y el tuyo apenas te cubre? —Chasquea posando la atención en los pantaloncillos cortos y la musculosa que luce sus torneados brazos.

—¿Quieres batear pelotas en shorts?

—No, pero. —Su cara se caliente y su reflejo está rojo—. ¿Cómo puedes saltar con eso? No entiendo.

—Saltando. —Dice encogiéndose de hombros—. No es ciencia, Einstein.

—¿Acabas de faltarme el respeto?

—¿Algún problema? —Claro que le saca la lengua en un despliegue de madurez.

—¡Tú! —Gimotea—. No puedo creer que te pedí ayuda a ti.

—Deberías agradecer que no te clavé ningún alfiler, podría haberlo hecho. —Entorna los ojos ¿acaso no tiene idea de con quién se está metiendo? Claro que no—. Pero te necesito en una pieza si vas a ser mi guía en la biblioteca.

—¿Entonces siempre se trató de eso? ¿Interés? —Bromea—. Hieres mi corazón, onii-chan.

—Me atrapaste. —Eiji le sigue el juego—. Pero volviendo al tema inicial, el traje a medida se ve bien.

—G-Gracias. —Está ansioso—. El tuyo también se ve bien.

—¿Lo suficiente para llevarlo a nuestra cita de estudio? —Lo dice para ocultar su vergüenza, pese al tono pícaro y la pregunta audaz está rojo hasta las orejas y mirando el piso—. No era verdad, perdón.

—¿Ah?

—Debe incomodarte que alguien a quien le gusten los chicos bromee con esas cosas, no lo haré más.

—Es una cita de estudio. —Ash lo frena antes de que la catástrofe escale—. Y deja de disculparte, si eres mi amigo es por algo, no te has convertido en una persona diferente por lo que me dijiste.

—Oh. —Eiji impresiona al borde del llanto—. Cierto. —Ash otra vez se pregunta ¿quién lo trató mal?

࿐♡

Ash adora la biblioteca pública de Nueva York.

No es que las de la universidad estén mal, de hecho, en el campus hay seis divididas por especialidad, sin embargo, desde que se mudó a la ciudad esta ha sido su zona segura, aquí es donde va a sentarse, en silencio, sereno, alejado del mundo de la violencia y la lucha, pero solitario y con una soledad tan sublime como indescriptible, no porque sea recio a dejar entrar a los demás, más, son contados esos lugares en dónde se permite ser él mismo sin fachada o sobresfuerzo, acá puede dejar que la mierda fluya sin sentirse culpable y al mismo tiempo, quitársela de encima. Con Eiji se siente genuino, infiere que ese es motivo suficiente para dejarlo entrar, claro, espera que valore dicho gesto y que se sienta afortunado.

—Ah. —Más, Eiji repasa la biblioteca como sino fuera nada, se han sentado en una de las espaciosas mesas con barniz brillante y lámparas de fundas tradicionales—. Así que es esto.

—No te escuchas impresionado.

—Es una biblioteca. —Repite—. No sé, me la esperaba más ¿interesante?

—Voy a pedirle a la bibliotecaria que te saque si sigues blasfemando de mi lugar sagrado. —El rostro de Eiji es un poema escrito con nervios y pánico que lo relaja, de pronto, sus hombros no se profesan pesados y sus zapatillas están deslizándose por las baldosas magnánimas.

—No quise faltarte el respeto. —Le gusta que sea tan honesto—. No quiero que pienses... me hablas con mucho cariño de este lugar, por eso quise conocerlo, me gusta saber cosas de ti.

—Oh. —La confesión se le sube a las mejillas—. Quieres saber cosas de mí.

—Así es.

—¿De verdad?

—Claro, somos amigos. —Concluye por simpleza—. Se supone que los amigos hacen esas cosas ¿no?

—Lo dices como si lo hubieras leído en un manual, no como si lo hubieras experimentado. —Se debe morder la lengua, no lo dijo con afán de lastimarlo, no obstante, le preocupa—. ¿En Japón no poseías amigos? —Carajo, eso sonó mucho peor de lo que esperaba.

—Tengo una hermanita menor. —Eiji empieza, está jugueteando con la portada de un libro que sacó al azar, no hay nadie alrededor, no están molestando—. La tuve que cuidar para ayudar en mi hogar.

—Creo que entiendo eso. —Musita—. Creo que le pasó a Griff.

—Antes de venir mi padre murió. —Ash abre los ojos de golpe y suelta la novela—. Me debatí mucho si debía venir o quedarme allá, al final, mi mamá me alentó a tomar la beca, se veía tan culpable por todos los errores que cometió conmigo y con la familia en general, fue duro tener que dejarlo apenas lo enterraron, pero las clases comenzaban y debía adaptarme.

—Por eso estabas llorando cuando te conocí. —Recuerda—. Tu papá acababa de morir. —El corazón le duele como si lo estuvieran apuñalando y rajando por la indiferencia que mostró—. Perdón, actué como un idiota contigo, debí ser más amable.

—Ash, no sabías.

—Perdón por no ser más cálido cuando veía que tú... —Sus uñas se incrustan en su frente, se siente como una olla a presión que está a punto de explotar por el odio a sí mismo—. Lo siento.

—Está bien. —Pero no, nada está bien.

Sabe que las cosas han cambiado y que el Eiji de ese entonces no es el mismo que tiene enfrente, lo ha aprendido a conocer y a querer y eso ha sido un proceso mutuo, lo ha visto florecer y marchitarse, lo ha visto irradiar luz así como ser una noche, lo ha visto llorar, reír, patear enfadado, hablarle horas de ese horrible pajarraco, cocinar con un adorable delantal en la cintura, volar, caer, ha visto lo lindo y puro que es su corazón así como también las grietas por donde sangra y cuando lo conoció no veía nada de eso pero ahora que lo hace desearía haberlo sabido, desearía haberlo abrazado, prometerle que estaría bien, qué él lo cuidaría y no se iría de su lado, que sería su amigo.

Y un amigo de verdad, de esos que merece, es que Eiji, carajo, Eiji merece el mundo y se jura indigno.

—¿Ash? —De pronto se percata de que está llorando, no por algo que le pasó ni por los traumas de los que suele burlarse, está llorando porque Eiji no le da peso a lo mucho que sufre—. No fue...estoy bien, ya superé el tema. —Mentira, si lo hubiera superado no se vería tan triste.

No me dejes afuera de lo que te está pasando, no traces una sonrisa sino estás bien, te querré incluso sino sonríes, creo que te querré incluso más.

—Debió ser muy duro pasar por eso solo. —Eiji abre los ojos conmocionado—. Lamento que pasaras por eso tú solo.

—No fue tan malo. —Dice pero su voz es muda.

—No es justo que tú siempre veas el dolor de los demás ¿quién ve el tuyo?, ¿quién te cuida a ti, Eiji?

Yo, yo quiero convertirme en esa persona.

—Para. —El nipón le ruega cubriéndose los ojos—. Por favor.

Ninguno dice palabra alguna, ambos fingen estar leyendo diferentes libros, no obstante, Ash aprieta la mano de Eiji por debajo de la lámpara y Eiji lo apretuja como si su vida dependiera de dicha caricia.

Es ridículo ¿verdad?

Ash ha soportado violencia desde crío y sigue siendo funcional, ha lidiado con acoso, cosificación, la manipulación de un magnate y el entierro de sus amigos, él ha visto lo más feo del mundo y aprendió a normalizarlo como si fuera cotidiano, sin embargo, ver a Eiji sufrir lo mata, así de simple, en verdad desearía quitarle su dolor, si pudiera se heriría a sí mismo con tal de garantizar que Eiji no sufra pero comprende que no puede y aun si pudiera probablemente Eiji se negaría, así que se queda a su lado.

Cara a cara.

Alma a alma.

Apretándole la mano fingiendo que leen un libro mientras que Eiji no puede dejar de llorar e intentar amortiguar sus sollozos para no molestar a nadie, joder, en verdad es un misterio cómo un chico tan roto como Ash que no sabe nada del amor puede amar tanto a Eiji. Porque sí. Ama a Eiji. No es capaz de ponerle un apellido a ese amor y asegura que no es romántico, más, ¿una vida sin Eiji? Sería aquel pingüino que va a las montañas desolado a morir o ese leopardo congelado puesto que no puede ni quiere imaginarse una vida sin este terco que estornuda nombres y vuela sin alas.

¿Cómo te lo explico? ¿Cómo te lo transmito? ¿Cómo te correspondo la vulnerabilidad?

—Hay una montaña en el Kilimanjaro, a 19.710 pies de altura, lleno de nieve. Los Maasai llaman a la cumbre occidental «la casa de Dios». —Entonces entona, ha abierto el libro de memoria puesto que si de algo sabe es Hemingway y el odio—. Cerca de la cima yace marchito y congelado el cadáver de un leopardo, ¿qué hacía tan arriba? Nadie es capaz de explicarlo.

Eiji luce más desconcertado que triste (al menos está funcionando para animarlo), Ash no comparte su mundo interior, le da miedo que la gente entre ya que le da miedo que sus dolencias ganen y Ash acabe muerto y la gente que ame acabe sufriendo, pero le deja verlo y es lo menos que puede hacer.

—Cuando pienso en mi muerte, me acuerdo de ese leopardo.

—Ash. —Eiji acuna su palma con las dos suyas, la brecha corporal lo hace sonreír y le genera ternura.

—¿Por qué escaló tanto la montaña? ¿Se perdió cazando a la presa hasta que llegó a un punto en el que no podía volver? ¿O subió y subió, poseído por algún instinto y se desplomó intentándolo? —El agarre se torna más fuerte—. Pienso en qué dirección estaba su cadáver.

Y le da miedo que Eiji no comprenda la profundidad de lo que anhela decirle, más se arriesga y sigue.

—¿Estaba intentando bajar? ¿O subir más alto? —Traga duro, baja la mirada hacia sus dedos todavía entrelazados, es la primera vez que le da la mano a alguien y el pensamiento hace que tenga muchas ganas de llorar, no quiere morir aún—. De cualquier manera, ese leopardo sabía que no volvería.

Entonces mira a Eiji y sus ojos cafés, joder, están tan llenos de cariño como de preocupación, Ash se pregunta si Eiji también lo amará como persona, no debe ser romántico, ni familiar, ni amistoso, Ash siente que las etiquetas sobrarían entre ellos.

—No pongas esa cara. —Ríe ansioso—. Nunca le he temido a la muerte, pero tampoco la he deseado.

—Bien, me alegra escucharlo. —Eiji dice, ha dejado de llorar—. Porque los humanos pueden cambiar su destino, tienen sabiduría que los leopardos no.

—Supongo.

—Además, tú no eres un leopardo. —Sus ojos revolotean hasta atraparlo totalmente—. ¿Verdad?

Bastardo, realmente es un bastardo.

—Verdad.

—Nosotros somos pingüinos. —Se burla volviendo a ser el Eiji de siempre.

—Los pingüinos no pueden volar. —Ash medita para sí mismo—. Bueno, los humanos tampoco, creo que no debería extrañarme a estas alturas que tú puedas hacer esas cosas.

—Ash. —Eiji acerca el agarre de manos hacia sus labios—. Gracias. —Es todo lo que musita antes de volver a la lectura y esta vez de verdad—. Gracias.

Eiji tampoco necesita decir más, esa es la cosa.

ೃ࿐♡

Van a comprar perritos calientes al carrito más refinado de la ciudad, Eiji coloca una mueca asqueada observando cómo el vendedor le añade más y más mostaza (a petición de Ash, por supuesto) cuando el pedido está listo se arrastran hacia las escaleras que dan a las estatuas de leones, esas que salieron en los cazafantasmas y Griff quiso ir a ver jurando que era una atracción turística apenas se mudaron, el sitio le trae buenos recuerdos y su cuerpo lo manifiesta, pronto sus converse están apoyadas sobre los escalones de granita y su espalda encorvada para que pueda devorar mejor el hot dog.

—¡Está demasiado picante! —Eiji es un bebé que se aprieta la nariz y llora, no logra creer la dualidad de este hombre—. Esto apesta.

—Lo dice al que le gusta el natto.

—El natto no apesta. —Entonces Ash alza una ceja con tanta indignación que debe admitir que todos esos platillos tradicionales huelen peor que los calcetines de Shorter—. Es un gusto adquirido.

—Ajá.

—¡Es verdad! —Patea el escalón y se golpea el talón—. Lo comemos mucho en mi prefectura, ya es costumbre.

—En Tokio. —Eiji niega—. ¿No eres de Tokio? —Vuelve a negar—. ¿Cómo es Japón?

—Mhm. —Su compañero deja de lado el perrito caliente, Ash intenta no tomárselo como una ofensa personal—. Hay mucha gente y autos.

—¿En serio? Entonces es igual que aquí.

—Bueno, Tokio sí. Mi ciudad natal no es así. —Hay algo sumamente suave e indescriptible en la voz de Eiji al hablar de su pasado, es como querer atrapar una estrella usando solo las manos, recolectar los pétalos de un diente de león que ya se encuentra en las nubes o hacer colores con blanco y negro.

—¿Dónde es? —Acá entiende a lo que se refiere Eiji cuando dijo que quería venir a la biblioteca ante el mero deseo de conocer a Ash, es mutuo, definitivamente lo es.

—Izumo-shi, en la prefectura de Shimane. —De pronto, se están mirando cara a cara y los hot dogs han dejado de importar, Ash está boquiabierto—. Izumo es la tierra de los dioses.

—¿Gizmo? —Repite, más, Eiji ríe y es una risa suave.

—No, eso es de los Gremlins. —El japonés se inclina levemente hacia Ash y su corazón da un vuelco por semejante cercanía—. Es I-zu-mo. —¿Existe algo más adorable que Eiji explicándole japonés? Él apuesta que no, por ende, se inclina con una sonrisa tonta intentando repetir las sílabas.

—I-zu-mo.

—Sí, sí. —Eiji está orgulloso—. Hay ocho millones de dioses en Japón, incluso hay uno para los baños. Y uno que te hace pobre.

—Espero que no me visite. —Bromea—. Japón ¿eh? Me gustaría ir algún día.

—Me encantaría llevarte.

Eiji le confiesa con una sinceridad inocua atrapada en sus pupilas, con sus mejillas tiernamente rosas y una sonrisa deslumbrante, su cabello se encuentra esponjoso por la humedad, más, eso solo logra que luzca mucho más adorable, no rompen el contacto visual, ninguno quiere dejar ir este momento en donde se están sonriendo con complicidad, con un secreto entre ellos que Ash todavía no descifra del todo, pero quiere tomarse su tiempo para comprender, esa es otra de las cosas maravillosas con Eiji: puede tomarse su tiempo para ser él mismo y está bien.

—Gracias por lo de hoy. —Eiji es el primero en romper el ambiente, no es brusco ni violento, lo hace con esa suavidad propia de Eiji para hacer todas las cosas—. Por todo.

—¿Recuerdas lo que me dijiste borracho?

—A-Ah. —Eiji tartamudea—. Lo recuerdo todo.

—Pues quiero quererte por quién realmente eres. —¿De dónde le nació decir semejante cursilería? No lo sabe, más, cree que Eiji necesita desesperadamente que lo quieran por quién es y pese a quién es—. Somos amigos y sé que es difícil hablar de cosas personales, a mí me cuesta, me cuesta mucho.

—Ash.

—Pero si finges que las cosas están bien cuando obviamente no lo están me siento excluido, es alzar un muro que no sé cómo cruzar y me desespero, no te presionaré a que me cuentes nada pero sí te prometo que no te miraré diferente por lo que me cuentes.

—Tú... —Otra vez sus ojos se cristalizan, no llora, ninguno lo hace, pero le preocupa tener un talento especial para lastimar al japonés—. Es lo mismo para ti, Ash.

—¿Eh?

—Quiero quererte por quién eres. —Espeta con determinación—. No quise decirte nada en casa de tu hermano, pero era tan obvio que algo te pasaba y no sé, si algún día quieres hablarlo con alguien me tienes acá, lo digo en serio, no como cuando la gente te dice que puedes hablar con ellos y luego se enfadan porque vas con ellos, te prometo que te escucharé, incluso si no sé qué hacer.

—¿Y qué pasa si te cuento algo muy malo? —Sus jades penden a sus muñecas—. ¿Qué pasa si es en verdad algo horrible?

—¿Qué pasa si yo te cuento algo muy malo? —Lo contradice—. Es lo mismo.

—Eres un terco sin remedio.

—Muchas gracias.

—¡No era un cumplido! —Gimotea indignado—. En serio eres increíble.

—Prometámoslo. —Eiji le extiende un meñique—. Pase lo que pase, podemos confiar en el otro. —Ash lo aprieta de vuelta.

—Es una promesa.

Pronto nos meteremos a un mini arco bien tenso y que tira un poco en la cara los traumas de Ash, así que vayanse preparando mentalmente, pero mañana tenemos una charla con el otro suegro que esa nos hacía falta, veamos si Ash es aprobado como boyfriendo material o no.

Nos vemos mañanita~

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