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Cerré la puerta de un azote. Hacía tantos días no había vuelto a nuestra... A la casa. La fastidiosa voz de Jennie aún resonaba en mi cabeza, su voz irritante al gritarme por lo que había hecho. Dijo que me echaría el maldito mundo encima. Dijo que me despediría incluso. Como si eso me importara un poco siquiera. Solo estaba muerta de celos porque no firmé el divorcio. No quise escucharla más. Le dejé las llaves del auto y me fui caminando hasta llegar aquí. Nuestra casa por largos seis años. Nuestro hogar. Lleno de alegrías y tristezas. Necesitaba pensar. Aún no entiendo por qué no lo hice. Yo mismo me encuentro confundido. ¿Quizá mi resentimiento se fue al verlo tan decidido a él? ¿O quizá fue por lo que preguntó antes de irse?
Cuando sus ojos me miraron de esa forma tan pacífica y sus labios pronunciaron esas palabras, me hizo recordar tantas cosas buenas de nosotros mismos en el pasado. Me hizo recordar como mi corazón latió mil veces al aceptar casarse conmigo una vez más, cuando creí tal vez tendría miedo nuevamente, cuando creí por un momento, que me rechazaría otra vez. Esos eran tan buenos recuerdos...
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Febrero 14, 2013
Día de los enamorados. Un día perfecto. Gasté todos mis ahorros en un sencillo pero significativo anillo para ambos. Quería que fuera oficial puesto que a pesar de haber aceptado, había sido en medio de la playa donde nadie nos veía. Quería sacarlo de su zona de confort. Ese sería, otro gran paso para los dos. Sonreí mirando los anillos en mi mano y luego los guardé en el bolsillo izquierdo de mis pantalones antes de salir de casa. En la calle, antes que el semáforo cambiara detuve la mirada en la floristería. ¿Sería demasiado cursi llevarle un ramo completo? Sonreí por mi estupidez y compré una única rosa amarilla hermosa y perfecta para él. Pagué y agradecí antes de volver al camino hacia la preparatoria.
No era nada extraño, todos llevaban flores, chocolates y regalos incluso para sus mejores amigos ese día. Apenas estacioné la motocicleta en su lugar entré con una gran sonrisa que nada ni nadie me quitaría de la cara. Fui directamente al salón de artes plásticas donde era su club y donde seguramente estaría un martes. Para mi mala suerte, no estaba allí.
Pregunté a sus compañeros si lo habían visto y afortunadamente su amiga Lisa me dijo dónde podía encontrarlo. Agradecí y ella, al ver la rosa que traía me deseó suerte. No supe que decir, solo sonreí. Quizás solo intuía astutamente lo que pasaba entre Jimin y yo en ese entonces, apostaba a que Jimin no le había dicho nada sobre nosotros ni a nadie más. Tal vez solo ella lo sospechaba sin confirmación al igual que algunos otros.
Caminé lejos del salón, atravesé el pasillo, bajé las escaleras nuevamente y lo busqué en el patio del receso. Estaba sentado en la orilla del árbol como siempre solía hacerlo al dibujar o pintar. Comprobé que los anillos estuvieran en mi bolsillo antes de respirar y avanzar. Admito, que estaba nervioso puesto que el patio estaba bastante lleno de alumnos e incluso uno que otro maestro caminaba hacia alguna otra parte distraídamente. Anduve hasta detenerme frente a él. Jimin miró mis pies y subió después hasta mi rostro para después sonreirme, eso, un momento antes de que volviera a desvanecerse al entregarle la flor entre mis manos. Su mirada dudó.
— ¿Qué... Qué es esto? —preguntó.
— Feliz día de los enamorados Jimin. —le dije. Nuevamente esa duda. Él miró alrededor.
— Yoon... —vaciló.
— Yoon nada, Jimin. Basta ya de esto. Te amo. No me importa si alguien aquí lo sabe, no me importa si se enteran... —hablé claro. Muchas personas nos miraron al escucharme. Al diablo. Me agache frente a él y metí la mano a mi bolsillo.
— YoonGi... ¿Qué haces? ¡Levántate! —masculló entre dientes. Saqué los anillos. Sus ojos se llenaron de pánico. Todos nos estaban viendo para ese entonces.
— Quiero que todos aquí presentes escuchen lo que diré. Amo a Park Jimin, estoy malditamente enamorado de él desde hace tanto. Y quiero pedirle, ante todos ustedes... —le miré a los ojos conteniendo mis nervios. — Cásate conmigo. —me declaré.
Sus ojos evadieron los míos, podía ver que parecía querer llorar, pero no de alegría. ¿Quizá vergüenza?
Todo se fue a la mierda cuando uno de esos estúpidos compañeros suyos se le acercó y lo abrazó. Jimin no pudo estar más incómodo y yo molesto por como lo tenía abrazado del cuello.
— ¡Woow! Miren eso... —dijo burlón. — Tanto resguardar tu instinto marica para que vinieran a pedirte matrimonio en medio de la escuela. ¿Qué dices Jiminnie? ¿Te casarás con este valiente? —escupió. Jimin lucía realmente avergonzado, indignado, y de cierta forma, era mi culpa. — Venga, Jimin, no lo hagas esperar y contéstale. —dijo empujándolo hacia mí y chocando. Su respiración estaba entrecortada. Jimin me miró con los ojos cristalizados.
— ... No. —susurró apenas. ¿Qué?
— Jimin no tienes que... —intenté acercarme pero él retrocedió, negando con la cabeza.
— Yo... No sé en qué estabas pensando con esto... E-eres mi mejor amigo... A mi, no me gustan los chicos.
— ¿Que mierda dices? —espete, sujetándolo del brazo, él se soltó.
— Perdoname, pero alejate de mi. —dijo sin verme a los ojos.
— Eres un imbécil. —murmuré. No valía la pena dar un espectáculo.
No podía creer lo que me estaba diciendo. ¿Por qué lo hacía? ¿Tanto le importaba lo que los demás dijeran?
— Que triste escena... —se burló Nattan.
No aguanté las ganas de lanzarle un golpe y así lo hice. Lo golpeé en la cara, justo en el pómulo y me detuve antes de descargar mi coraje en él sabiendo que me reportarían los maestros que habían visto todo. Me largué antes que me arrepintiera y también le dijera a Jimin todo lo que había en mi pecho. Imbécil, cobarde. Estúpido.
Eran tan buenos esos recuerdos... Hasta que me decepcionaste.
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¿Que mierda tiene el mundo en contra de amar a alguien del mismo sexo? ¿Qué mierda le importa a todos? Que jodida mierda le pasa a quien impone prejuicios... y más jodidos los que los llevan a cabo creyendo que no deben amar a alguien por el maldito qué dirán.
Me sentí decepcionado. Tan decepcionado de él, sin importar el tiempo, aún sigo sintiendo resentimiento guardado desde entonces. Él no hizo nada. No dijo nada. Sólo miró y calló. Mintió. Y si no hubiera sido por mi maldito amor hacia él y mi orgullo tragado, al volver a intentarlo, nunca nos habríamos casado, ni vivido juntos... Ni herirnos como lo hemos hecho.
Si tan solo me hubiera dado por vencido, si no lo hubiera vuelto a buscar, nada de esto nos habría pasado. Él viviría atrapado su perfecta mentira en la que era un hombre sin defectos, al que sus padres haría sentirse orgullosos tal vez casándose con mujer y dándole nietos mientras por dentro muriera poco a poco siendo quien no era.
Por mi, él cambió. Por mi, él tuvo amigos. Gracias a mi, él tuvo todo el amor que pude dar, gracias a mi, él se amó y aceptó tal como era. Yo le di la fuerza, el valor, el apoyo, el amor. Todo lo que hice fue dar... ¿Y que recibí a cambio?
Nunca pude olvidarlo, nunca superé aquel día. Quizás nunca lo perdoné del todo, pero intenté darle lo que pude, intenté hacer que mi amor pudiera más que mi orgullo y volví a caer. Realmente pensé que podía olvidarlo, pero todo regresó ese día. El día en que comenzó a trabajar en el jardín de infantes, el día en que lo vi desde lejos en mi auto, como guardaba su argolla de matrimonio a la llegada de los padres de los niños. ¿Qué padres estarían tranquilos de dejar en manos de un tipo gay a sus pequeños hijos?
Las personas son perjuiciosas. Pero tu no eres perfecto Park Jimin, eso lo supe desde hace mucho tiempo. Tú no eres el bueno, así como yo no soy el malo. Ambos nos lastimamos, tanto como nos amamos. No mentí cuando dije que no quería que las cosas terminaran como lo hicieron. Ni siquiera yo mismo entiendo como caí tan bajo. No siento nada por Jennie. Solo quería vengarme. Lo sé. Fui un imbécil, lo merecías. Y aún con todo lo idiota que hemos sido, no puedo evitar seguir amándote. Que tan jodido es eso.
Te odio... y te amo.
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MIN∆BRIL
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