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XXVII: Todo saldrá bien

Eife

Lissan había dormido con ella ese día porque aunque la chica aparentara estar bien, era obvio que no iba a estarlo después de lo ocurrido. Así que él se encargó de dar mimos y hacerle compañía a la nueva reina para que esté triste el menos tiempo posible. Gracias a ello pudo dormir algo.

Eife se sentía muy cansada y aunque habían ganado, se sentía derrotada tras esa batalla, pero ahora tenía que seguir adelante y ser más fuerte que nunca, tenía que liderar un ataque y salir victoriosos para que les dejen en paz de una vez por todas, la muerte de su madre no sería en vano. Por suerte tenía al chico perfecto tumbado a su lado, que además de ser inteligente, le brindaba suaves caricias en el rostro y en el pelo, relajándola.

—Buenos días, Lis... —murmuró bajo abriendo los ojos y estirándose poco a poco, acurrucándose en sus brazos de forma perezosa.

—Buenos días, reina. —dijo algo inseguro sobre si debería usar ese apodo ahora que ya no era una princesa si no la reina. Eife le miró con una mueca algo difícil de descifrar. Se arrepintió de inmediato. —L-lo siento... No debí...

—No te preocupes, es un hecho. —interrumpió con una pequeña sonrisa, acariciando de vuelta al mayor. —También puedes llamarme prometida, por ejemplo, me gusta más. —propuso con una sonrisita al recordar aquello. Lissan se sonrojó levemente por ello y asintió de acuerdo.

—Suena bien. —dejó un beso en su frente. —¿Cómo te encuentras?

—Mejor que ayer. —suspiró cansada. —Pero ahora lo importante es planear el ataque, y tu me ayudarás con eso.

—¿Yo? —preguntó sorprendido señalándose a sí mismo. —Solo soy un mayordomo.

—Sí, pero uno inteligente. Y ya sabes, dos cerebros piensan mejor que uno. Así que te necesito. —le sonrió. Lissan sonrió también. —Ah y eres más que un simple mayordomo. —dijo dándole un pico antes de ponerse en pie, dejando al mayor tumbado con una boba sonrisa.

Joliven

—Está todo muy silencioso... ¿Verdad? —preguntó Merilas rompiendo el silencio cómodo entre los dos. Ambos chicos estaban en la habitación del mayor pasando el rato. Merilas sentado en la cama y Joliven apoyado en la ventana con su vista fija en algún punto del exterior.

—Lo está. —coincidió. —La ausencia de la reina se nota, ha dejado a todos un poco consternados. —después de eso el menor se puso en pie y llegó hasta Joliven para darle un abrazo desde el lado. —¿Y esto? —preguntó abrazando al pelirrojo de vuelta y acariciando su pelo con una sonrisilla, no iba a quejarse por un abrazo de su chico favorito. Merilas se separó un poco para mirarle desde abajo.

—¿Es que ya no puedo mostrar afecto a mi sexy novio? —preguntó alejándose con una ceja alzada y una mano en el pecho, tenía que hacerse el ofendido ahora. Joliven se rió.

—Hey, hey, hey. En esta relación solo puede haber un dramático, y ese soy yo. —se quejó dramáticamente también. Merilas intentaba aguantar la risa, fallando cuando Joliven de pronto le abrazó desde atrás, levantándolo y tirándolo a la cama.

—¡Ah! —gritó cuando el pelinegro le empezó a hacer cosquillas. —¡Para! Por favor... —decía entre risas tratando de apartar las inquietas manos del contrario. Joliven paró, aunque debía admitir que le gustaba ver al adorable chico retorciéndose bajo él... Y escuchar su bonita risa, eso también.

—Paro si me acompañas a un lugar. —dijo a centímetros del contrario. Merilas ya estaba perdido en sus ojos negros, fuera lo que fuese lo que le iba a pedir, aceptaría sin dudarlo. Joliven sonrió teniendo una idea del efecto que causaba en el menor y le robó un besito rápido. —Vamos a robar comida. —esa propuesta sorprendió un poco a Merilas, esperaba algo más... Sucio. Vamos, era Joliven, obviamente esperaba algo así viniendo de él. Sin embargo no se quejó.

—De acuerdo. Vamos. —asintió dispuesto a levantarse, pero Joliven se lo impidió poniendo una mano bajo el cuello del chico, agarrándole con cuidado para guiarle de nuevo a la cama y darle un beso más apasionado. —Dios mío... No hagas eso sin avisar. —rió un poco cuando se separaron y pudo coger aire. Joliven le sonrió y se alejó de él por fin.

—Entonces no sería tan divertido, principito. —rodó los ojos aún con una sonrisa de satisfacción y le tendió la mano para ayudarle a levantar.

Se escabulleron hacia la cocina en silencio, tan solo compartiendo miradas cómplices. Dentro había solo unas dos señoras mayores preparando a saber qué cosa y charlando tranquilamente entre ellas.

Intentaron pasar desapercibidos, pero no fue posible cuando Merilas tropezó literalmente con el aire y luego chocó contra una mesa con ollas y trastes de cocina que hicieron ruido, mucho ruido. Joliven se carcajeó mientras el menor estaba rojo de la vergüenza; cabe decir que las señoras se habían asustado.

Luego de intercambiar algunas palabras con ellas, las mujeres les dieron unos pastelillos de nata y chocolate. Y una vez ya felices con comida emprendieron su camino hacia ''su lugar''.

Era realmente sorprendente como dos personas que parecían ser tan diferentes y opuestas, se llevaban en realidad tan bien. La conexión que ambos sentían con el otro era algo que nunca habían experimentado con alguien más, y eso les abrumaba de una buena forma.

—¿Tú estás bien? —preguntó Merilas dando un bocadito a uno de los pastelitos y sonriendo por el sabor. Joliven le miró algo extrañado sin saber porqué la pregunta. —Por la reina...

—Oh... Es cierto que prácticamente ella y Eife salvaron mi vida, debería haber estado ahí y haberle salvado. —reflexionó en voz alta. Merilas le miraba atento.

—¿Pero estás bien? Antes te veías algo desanimado. —insistió en ello. Joliven le sonrió.

—Ya sabes, siempre estoy bien... Casi. —respondió añadiendo lo último sin estar seguro de admitirlo. Merilas levantó las cejas.

—¿Casi? ¿Ya no es siempre? —preguntó sorprendido por aquello. Recordaba perfectamente que el mayor le había dicho varias veces que siempre estaba bien. Joliven rió. —¿Ha sucedido algo para ese cambio?

—Tú. —respondió tranquilo como si no hubiera creado un zoológico en el estómago del menor.

—¿Yo? —murmuró avergonzado sin poder esconder su asombro. Joliven se rió de nuevo. Merilas era tan adorable a sus ojos. Con el índice, cogió nata de su pastelito y lo untó en la naricita del pelirrojo, ahora se veía más apetecible.

—Ajá. —respondió entre risitas de ambos. Merilas se quitó la nata de la nariz y como contraataque le tiró un pastelito de chocolate a la cara a Joliven, dándole justo en la frente. El mayor abrió la boca sorprendido. —No acabas de hacer eso. —dijo antes de lanzarse contra él y empezar a forcejear aún riendo.

—¡Lo siento! Ten piedad. —pidió antes de que Joliven consiguiera estampar un pastelito de nata en su cara. El pelinegro frenó sus acciones, pero volvió a mojar el índice en nata dispuesto a ponerle un poco de esta en las adornadas mejillas del menor. Pero Merilas agarró su muñeca para que no lograra hacerlo, y en cambio metió el dedo en su boca. Lamió el índice hasta no dejar ni un poco de nata y sin romper el contacto visual. Esa acción había hecho estragos en Joliven.

—Vas a acabar conmigo maldito bastardo. No se como aún no he perdido la cordura y no te estoy haciendo el amor aquí mismo. —dijo negando mordiendo su labio inferior. Merilas seguía con esa mirada traviesa no muy propia de él. Se movió lentamente hasta acabar en el regazo de Joliven.

—Vaya... —murmuró removiéndose un poco sobre el pelinegro. —¿Tan rápido te has excitado? —preguntó con una mirada inocente acompañada de un leve puchero. Joliven mordió su labio y agarró a Merilas de la cintura.

—Ya sabes, siempre estoy listo. —respondió tirando de él para besarle. El beso era intenso, incluso algo sucio. —Así que deja de provocar.

—Está bien... —rodó los ojos a la vez que recobraba el aliento. —Hey... —habló, Joliven paseó su mirada por la maravillosa expresión en la cara de Merilas. —¿A qué te referías antes con que he sido yo lo que ha sucedido? —se acomodó en el regazo de Joliven, con las manos sobre sus hombros.

—Ah eso... No estuve bien cuando te alejaste de mi. —confesó. Merilas se sintió mal al recordar aquello y le abrazó.

—Lo siento, sé que fui un completo idiota y que no te merezco. —susurró en su oreja. Joliven lo alejó para verlo a los ojos y negó.

—No digas eso, tonto. —ambos sonrieron. —Lo importante es que ahora confiamos el uno en el otro. —hizo una pausa pensativo. —¿Te pondrías frente a una diana y dejarías que lance flechas?

—Sí. —rió sin si quiera dudarlo. —Obviamente. Sé que no fallarías, eres el mejor en eso. Tonto. —golpeó su frente juguetón.

—Me alegra saberlo. —volvió a apretar a Merilas contra él, tumbándose en el suelo y el menor acabando arriba de él. Se miraron a los ojos antes de volver a besarse, más lento. ¿Cómo era posible sentir tanto amor hacia alguien?

Una tos hizo que se separaran algo asustados y alerta por aquella interrupción repentina, Joliven tirando a Merilas hacia un lado.

—No os preocupéis por mi. Seguid, sin prisa. —dijo Kafette riendo cruzada de brazos mientras observaba la escena. Ambos respiraron tranquilos al verla. Si hubiera sido cualquier otra persona podría haber acabado muy mal.

—Has interrumpido una muestra de amor, estarás contenta. —se quejó Joliven levantándose ya con Merilas a un lado, poniéndose en pie también y sacudiendo sus ropas. Kafette se rió.

—Lo siento. —rodó los ojos. Les echó un vistazo más detenidamente. —Deberíais lavaros un poco. Tenéis... ¿Nata? ¿Chocolate? Lo que sea, es asqueroso. Además venía a informar que hay una reunión en unos minutos para planear el ataque. —dijo dándose la vuelta. — Y sed un poco más cuidadosos para la próxima, tortolitos. —dijo antes de irse de verdad.

—¿Nos duchamos juntos? —preguntó Joliven dándole un golpecito con su hombro. 

—No me fío... —dijo entrecerrando los ojos. —No quiero que lleguemos tarde a la reunión. —dijo recogiendo las cosas.

—¿Y por qué íbamos a llegar tarde? Solo vamos a ducharnos. —dijo haciéndose el tonto Joliven.

—No me hagas responder, ya lo sabes. —respondió ignorándole y pasando por su lado para irse de allí.

Joliven le miró mordiendo su labio... Como me gusta, pensó antes de trotar hacia él para alcanzarle.

Eife

La joven reina estaba nerviosa. Había pasado casi todo el día ideando un buen plan junto a Lissan, y el plan parecía ser bastante fiable, no tenía porqué salir algo mal. Aún así seguía sintiéndose nerviosa al tener que liderar ese ataque, pero era su deber ahora y estaba en su mano cumplirlo con éxito.

Su madre siempre insinuaba que Eife no estaba preparada para ser reina, no aún al menos, y que aún le faltaba mucho por aprender. Sin embargo ahí estaba, con un montón de gente delante esperando sus órdenes, esperando a que explique como y que harán a continuación. Deseaba que Lissan le diera un buen apoyo pues ella sola no se veía tan capaz, pero sí más de lo que su madre habría imaginado.

Un largo rato después, Eife hubo explicado todo y respondido varias preguntas que surgieron a medida que relataba dicho plan. Saldrían pronto el día siguiente y emprenderían el viaje hacia Meluvnia, estaba un poco lejos pero en un día y medio llegarían seguro, claro que tendrían que acampar por ahí en medio del camino, pero todo para que llegaran descansados y listos para luchar y vencer. Lo único que debían hacer era deshacerse del líder, una vez hecho eso, podrían controlar de forma sencilla al pueblo pues no quedarían muchos.

—Has estado muy bien, no te preocupes por nada. —le dijo Lissan a Eife una vez quedaron solos en la habitación. Eife estaba sentada en una silla y con la cabeza apoyada sobre en la mesa. La levantó y miró al mayordomo, que estaba a su lado de pie con una cálida sonrisa.

—¿Seguro? —preguntó con un puchero.

—Por supuesto. Parecía que tenías años de experiencia como líder de ejércitos. —afirmó muy seguro de ello, llenando a Eife de confianza en un segundo. La chica se rió y se levantó para darle un abrazo que fue inmediatamente correspondido.

—Lo dices porque te tengo loquito. —se burló sacando la lengua. Lissan se rió mientras despeinaba su pelo.

—No negaré eso que dices, pero de verdad lo has hecho muy bien. —dijo de forma sincera. —Todo saldrá bien.

—Eso espero.

~

Se viene 😶‍🌫️

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