Capítulo XXVI
Capítulo XXVI
En las fauces del infierno descendía un misterioso ser, iba caminando con parsimonia mientras descendía los peldaños que eran de cuerpo humanos o lo que quedaba de ellos.
—Pobres infelices. —se regocijaba al verlos en ese deplorable estado. —No saben el verdadero significado de dolor.
Siguió bajando hasta que llegó a una mazmorra, esta estaba recubierta de unas llamas negras. Atravesó un túnel y un olor nauseabundo saturo su sentido.
—Olor a muerte. —susurro mientras asentía con la cabeza.
Finalmente llegó a una celda, estaba custodiado por un ente que al verlo se asombró.
—¡Pero...pero cómo es posible que usted esté aquí...!
—Cállate y aléjate de aquí.
—Pero no puede...
—¡Qué te largues dije!
El ente al escuchar esa orden no tuvo más remedio que retirarse de su puesto. Con un movimiento de manos abrió la celda y un chirrido se escuchó al abrir la puerta.
Frente a él se encontraba un demonio que estaba siendo torturado, estaba encadenado y al parecer lo había azotado en varias ocasiones.
—Vaya, vaya, vaya así que sigues con vida.
—Tu... —fueron las únicas palabras que artículo, se le estaban acabando las fuerzas.
—Nunca pensé que resistieras tanto Astaroth, esto es digno de un juez del infierno.
—Como te atreves a estar aquí...
Esas últimas palabras parecían como si la vida misma de ese demonio se le estaba escapando, como si al final todo fuera oscuro en su endeble mundo.
El misterioso ser retomó la palabra.
—Mejor dicho como fue que tú te atreviste a intentar quitarme la vida. —siguió caminado con tranquilidad con las manos hacia atrás viendo detenidamente el lugar. Hacia una mueca de desagrado.
—Yo solo quería...
—Por lo visto tu solo querías matar al hijo de Dios. —chasqueó la boca y movió la cabeza en negación. —Astaroth como fue que te atreviste a tan mas grande estupidez.
—Lo siento, yo...no...yo no quería, lo hice por lucifer...
El juez encadenado se empezó a retorcer mientras se lamentaba tal osadía.
—No metas a nadie en esto, fueron tus actos lo que hablaran por ti. —hizo un movimiento de manos y libero al juez. Este cayo de bruces e intentó levantarse pero no podía. No disponía de fuerzas para hacerlo.
—Señor Jesús juro que no fue mi intención...
—No juraras en nombre de Dios en vano. —de nuevo otro movimiento de manos e hizo que se incorporara Astaroth. —Si esa no era tu intención entonces cual era.
El hijo de Dios se aproximó lentamente hacia él, camino en círculos mientras lo escrutaba.
—Por favor déjeme libre y traeré a esos malditos guardianes de vuelta...
—Tus súplicas me conmueven y se agradece tu buen acto de fe, pero antes te diré algo.
Se tomó unos segundos mientras caminaba y se alejaba un poco del juez.
—Por favor se los entregare vivos o muertos a esos bastardos de los guardianes...
—¡Silencio! —sentencio con una mirada al escuchar esas últimas palabras. —Ya veo que el ir en las arenas del tiempo no funciono, pero al menos no funciono del todo ya que tenemos a uno de esos ineptos guardianes. —el hijo de Dios levanto uno de sus brazos y por ende Astaroth se elevó también. —Sin embargo me sigue faltando uno.
—Se lo entregare, se lo entregare pero por favor bájeme, confié en mí. confié en mí.
Las súplicas seguían y seguían, pero estas se hacían más intensas conforme se elevaba.
—Solo hay una forma de extraerles el alma a los guardianes. —dio un paso hacia el juez. —Solo hay una manera de sacarles la esencia de Dios a ellos y sabes cuál es.
—No...no sé cual...
—Es de esta manera. —el hijo de Dios sonrió de medio lado. Algo en el ambiente cambio, algo se había fragmentado, algo había transmutado, algo se había alterado.
Jesús seguía viendo el cuerpo en el aire de Astaroth pero este no decía nada, estaba inmóvil, sin hacer nada, se había quedado estático. Dio unos caminos a su costado y pudo observar mejor su hazaña.
Se podía ver cómo había separado cada parte de ese nefasto espectro.
Eran como capas que estaban seccionadas, en la primera la piel, la segunda los tendones y músculos carcomidos, tercera órganos necrosados, cuarta venas y arterias con un líquido negro, quinta huesos fracturados, sexta una masa amorfa que era su corazón maligno y finalmente la séptima donde estaba su efímera alma.
El hijo de Dios lo contemplo por unos segundos, dio media vuelta y mientras salía menciono.
—Si sobrevives a la fragmentación divina será un completo milagro, si es así búscame que ahora estarás renacido y mejorado. Espero que estés listo por que se espera una gran guerra.
*
—¿Estás seguro que así fue como saliste?
—Si Metatrón así fue como sucedieron las cosas.
—Es que parece tan inverosímil toda esa odisea.
—Fue mucho más que eso Rafael, mucho más que eso.
Mario narro como había salido, sin embargo sus ojos solo estaban puestos en una persona. Ella al percatarse de su mirada se sonrojo.
—Dios santo Alpha me preocupaste, no lo vuelvas a hacer. —dio un golpecito en el hombro, lo había hecho de una manera juguetona.
—¿Así que saliste corriendo a buscarme?
—¡Sí!
—Y estabas dispuesta a todo por mí.
—Claro que sí.
—Y lloraste mucho.
—Alpha deja de jugar que esto fue serio. —Viki dio la espalda y se cruzó de brazos. Por un momento pensó que lo perdería no solo en ese ciclo de vida, sino por siempre. —Pues discúlpame por preocuparme por ti, y tu besándote y haciendo quien sabe que más cosas con esa maldita demonio.
—Te refieres a Lilith. —respondió Mario dando un paso al frente para estar más cerca de ella.
—¡Si a ese zorra! Mira que cuando la vea otra vez sabrá quién soy y de lo que soy capaz.
—Tranquila que ya estoy aquí. —Mario la abrazo por la espalda, pudo oler su cabello, era una fragancia dulce como si fueran flores, sintió su cuerpo tenso pero al contacto se relajó, era como un bálsamo para ella. Su piel era tersa tan solo la rozo con sus labios.
—Eres... —las palabras se le entrecortaron, y se giró para estar frente a Mario. Lo vio a los ojos y sintió que se perdía en su mirada. Tan eléctrica y magnética como la primera vez que lo había visto. —Eres lo más importante para mí.
—Y tú para mi Delta. Siempre lo serás.
—Armonía sideral.
—Armonía sideral.
Se fusionaron en un eterno abrazo, era el reencuentro de dos seres que perecían y renacían, como una fuerza ígnea en un bucle infinito, el amor y cariño los unían en un eterno paroxismo, uno donde su amor era infinito.
—No me vuelvas a dejar Alpha. No lo vuelvas hacer.
—Nunca más Delta, nunca más.
Sus cuerpos se aproximaron más, era una fuerza intrínseca que los unía, Mario sintió como el cuerpo de ella se estremecía al abrazarlo, sintió el calor que emanaba su cuerpo, en cambio ella estaba embelesada por esos bellos ojos, sentía como el corazón se aceleraba y desaceleraba. Era como estar en un completo frenesí de emociones por querer estar así por siempre.
Ambos inclinaron la cabeza, sus labios estaban a escasos centímetros de fusionarse, un leve sabor a miel los embargo, era el aliento que los envolvía, cerraron los ojos y dejaron que su alquimia hablara sin palabras.
No lejos de donde estaban escucharon que alguien se aclaró la garganta.
—Recuerden que están en la casa de Dios. No en la tierra. —menciono Gabriel desviando la vista hacia otro lado.
—Dios santo y en ellos depositamos nuestras esperanzas. —agrego Miguel sacudiéndose la armadura de arena.
—Humanos y sus instintos salvajes. —citó Gabriel que no dejaba de verlos con desaprobación.
—Al menos están vivos y es esa energía la que los impulsa a seguir combatiendo el mal.
—Gracias Rafael y al menos tu eres el único que nos toma en cuenta. —dijo Viki sonriendo mientras se separaba un poco de su compañero.
—Creo que no es momentos de besos o abrazos, creo que es momento de reagruparnos y pensar en una estrategia, una para acabar de una vez con todo el mal que se encuentra no solo en la tierra si no en los diferentes planos del universo.
—Tienes razón Miguel. —contestó Mario seguro de sus palabras dando un paso al frente. Si había un momento idóneo era ese.
—Con la información que nos dio Alpha de los diferentes círculos del infierno, podemos llegar y hacer un ataque sorpresa en el tercer círculo, allí donde esta una fisura, un puente adimensional para atacarlos. No esperaran ese ataque.
—Bien dicho Landon, bien dicho. Pero antes de eso tenemos que...
Las palabras de Mario quedaron truncadas a ver un ser puramente de luz, Dios se había hecho presente, les daba una cálida sonrisa, y una sensación de bienestar, como si nada importara a su alrededor, era el amor que emanaba, amor puro que llenaba los corazones y sanaba las heridas.
Esa era la esencia de Dios.
Todos quedaron callados y lo escucharon mientras se posaba ante ellos.
—Ese es un plan muy arriesgado.
*
—Lilith, tenemos que decirle que se ha escapado.
—No, bueno...es que...¡Mierda! —vociferó la madre de los demonios al no estar concentrada y seguir pensando en ese guardián. Al parecer el solo estar a su lado había intensificado heridas que nunca cerraron. Seguía caminando de un lado a otro sin prestar atención a las palabras.
—Lilith entiende.
—Lo sé Samael, lo sé. —tragó saliva y dejó de caminar, era momento de ir enseguida y rectificar la estrategia, no se podía permitir una falta como la que había tenido. Los sentimientos la traicionaron y sentía odio y querer por ese maldito guardián.
—Mierda iré con lucifer a informarle...
En ese momento se abrió la puerta de su aposento y entro un ser perfecto y bello.
Se trataba del mismísimo príncipe de las tinieblas.
—¿Qué me tienes que informar?... ¡¿que dejaste libre a uno de los guardianes?!
*
Todos en el paraíso quedaron en silencio escuchando con atención aquellas palabras que había dicho Dios.
—Hijos míos sé que es un plan muy arriesgado, que ponemos mucho de nuestra parte, que ir al Infierno parecería una medida desesperada por acabar el mal, sin embargo no me queda otra opción que hacerlo.
—Pero señor está seguro de eso. —menciono Rafael con un poco de desdén ante esa propuesta.
—Sí, creo que es la única opción de terminar con esta lid que nos ha sangrado por eones. El bien y el mal siempre han estado en una batalla eterna, batalla por tener el control supremo de los diferentes planos, así ha sido desde el comienzo del universo.
—Pero esto es muy arriesgado señor.
—A tiempos desesperados, medidas y decisiones desesperadas hijo. Tú como jefe de los ejércitos celestiales sabes bien que esa la única opción de erradicar todo este mal. Mal que hasta a mi primogénito ha infectado y corroído hasta su alma.
—Pero señor omnipotente no tendremos otra opción para restablecer el orden cósmico.
—Lo siento Gabriel pero esa es la única opción que podemos tener. Si fracasamos todo lo que hay en el mundo perecerá, seres humanos, vida animal, los árboles, los océanos, el viento, y ya no abra más ilusión y quedara oscuridad.
—Y si triunfamos.
—Y si triunfamos amada hija, la maldad, el pecado se erradicara de una vez por todas del orbe, podremos vivir sin esa bruma que nos acecha, sin atrocidad, sin perversidad, sin oscuridad.
Todos en la gran sala quedaron callados al escuchar esas palabras, era tiempo de tomar una decisión la decisión de terminar con todo el mal.
*
—¡Así que se esfumó de entre los círculos como si nada! —Jesús estaba colérico al escuchar como la madre de los demonios lo había dejado escapar.
—Lo siento señor no fue mi intención.
Lilith estaba agachada con una rodilla en el suelo, tenía la cabeza agachada y esperaba lo peor. En ese lugar se encontraban todos los jueces y demonios de alto rango, entre ellos estaban, Paimon, Belial, Leviatán, Samael, Amdusias, Jezabel, Sargasso, entre otros.
—Sentirlo no soluciona nada Lilith. —agrego Lucifer poniéndose la armadura de serpiente que estaba a un lado de él. —Creo que debemos de prepararnos. ¡No es momento que se queden como estúpidos allí sin hacer nada, tenemos que actuar!
—¿Prepararnos para que señor? —la madre de los demonios levanto la cabeza trémula de ver a esas dos figuras de autoridad sobre ella.
—Prepararnos para lo inevitable. —menciono el hijo de Dios con una sonrisa ladina al ver como de entre las sombras salía un ente. Asintió con la cabeza al ver que se ponía a un lado de los demás jueces. No tenía que pensar mucho de quien se trataba era Astaroth que había emergido de la muerte.
Todos guardaron silencio, después de unos segundos y al tener completa la armadura menciono el príncipe de las tinieblas eufórico y lleno de vitalidad por sangre y promesas.
—¡Nos prepararemos para una inevitable y final guerra!
*
—En ese caso iremos y aniquilaremos esa fuerza del mal.
—Alpha tengo miedo. —musitó Viki al escuchar esa propuesta de enfrentamiento. No se había percatado pero había tomado la mano de Mario por inercia.
—No tienes que temer siempre y cuando estemos juntos. —sonrió al decir estas palabras, de nuevo esa mirada que lo decía todo.
—¿Y si algo pasa mal?
—No tienes que tener eso en mente delta. Cuando menos pienses estaremos de nuevo en la tierra y si eso pasa te invitare algo delicioso.
—¿Qué es eso tan delicioso que me invitarías? —los ojos de Viki se llenaron de ilusión al escuchar esas palabras.
—Te invitare un rico helado de piña.
—¡Es en serio Alpha, con eso no se juega, son mis favoritos!
—Te lo prometo.
Sin decir nada se volvieron a aproximar, ahora estaban más juntos que antes, sus cuerpos reclamaban esa unión, esa pasión, ese delirio por estar unidos, por volar sin tener alas.
Sus labios se juntaron, se unieron como tantas veces lo habían hecho en el pasado, tantas vidas y ciclos vividos, tanto amor que se habían entregado, no solo en ese momento sino desde el inicio del tiempo, desde ese momento que estuvieron en el paraíso.
Adán y Eva, Eva y Adán unidos por toda una eternidad.
—Te amo Delta. —musitó Mario al separarse un poco de esos delirantes labios que lo hacían divagar entre las estrellas.
—Y yo a ti te amo mi Alpha. —susurro Viki recostándose en el pecho, escuchando los latidos que le decían eso mismo que ella sentía. Amor puro. —Mi Alpha, mi amor, mi todo.
Se quedaron abrazados por un corto lapso pero estar así para ellos era como si el tiempo se detuviera. Después de unos momentos caminaron tomados de la mano para dirigirse al creador.
—Señor estamos listos. —mencionaron los guardianes al unisón haciendo una reverencia.
—Mis hijos, mis guardianes, mis más grandes y preciados seres, ustedes como saben son parte de mí, son parte de mi esencia primaria, de mi cuerpo, de mi alma y de alquimia que se encuentra en cada átomo de las galaxias. Tengan mucho cuidado, el infierno no es un lugar como este, allí encontraran tentaciones, sufrimiento, pero sobre todo muerte.
Los guardianes seguían haciendo la reverencia y escuchando con atención, si iban a morir, serian juntos y poniendo el nombre de Dios en lo más alto.
No había poder más grande que el amor, esa luz que iluminaba todo, ese aire que enervaba todo a tu alrededor, esa ilusión por sonreír pleno de felicidad.
—Ahora es tiempo que acudan, ustedes mis guardianes, Adán, Eva. —menciono para que lo vieran a los ojos. —Ustedes son mi mayor secreto y tengo fe en que el bien triunfara ante el mal.
El paraíso se estremeció en los diferentes círculos, al parecer Lucifer y Jesús también habían tomado sus medidas.
Sin perder tiempo los guardianes se dispusieron a salir, volaron a una inminente guerra que podría salvar o destruir todo lo que había en los planos.
Luz y oscuridad, bien y mal en una infinita guerra..
FIN DE TEMPORADA
Muchas gracias a todos por haber leído nuestra historia
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