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Observó a su padre en la cocina, por la ropa que llevaba puesto, podía deducir que acababa de llegar. Logan alzó la mirada y notó a su hija, le saludó con una sonrisa y luego continuó cortando las rebanadas de pan. Keyla pudo detallar la camisa que llevaba, no se la colocaba mucho y dudaba que había salido al mercado con ella.

—¿Estabas en una cita?—le preguntó a su padre, Logan se rio por su comentario.

—¿Por qué crees eso?

—No lo has negado—se acercó al mesón en donde él se encontraba—. Traes ropa elegante.

—Es la ropa que me regaló tu tía en navidad.

—Exacto, ropa elegante—respondió ella. La idea de que su papá estuviese saliendo con alguien no le molestaba, pero quería saber si era cierto o no—. No me molesta si estás saliendo con alguien.

Su papá dejó el cuchillo en el mesón y se mantuvo en silencio por un momento, como si estuviera pensando en qué iba a decirle. Miró a su hija y le tendió un poco de pan que había cortado.

—Siempre estaré enamorado de tu madre, quiero que sepas que eso nunca cambiará—confesó, Keyla asintió.

—Lo sé, pero ya han pasado muchos años desde mamá, puedes ver a nuevas personas.

—Gracias cariño—respondió.

Cuando era pequeña le encantaba escuchar la historia de sus padres, le gustaba escuchar a su papá contando todas las veces que se encontró con su madre antes de realmente ser amigos y luego cómo fue poco a poco enamorándose de ella. La primera vez que lo entendió fue cuando tenía catorce años, logró comprender lo que era el amor, pudo reconocerlo en los ojos de su padre y supo que había pasado por muchas cosas cuando ella se había marchado.

Por eso quería poder verlo feliz con alguien. Sabía que a veces su padre se encerraba en el trabajo y en ella para no sentirse solo.

—Estoy conociendo a alguien del trabajo—confesó él, Keyla lo miró atenta—, es dos años más joven y está divorciada.

—Eso es genial, ¿te gusta?

Su padre rio por su pregunta.

—Me gusta lo que estoy teniendo con ella, pero nos estamos conociendo—le dijo—. Luego de cierta edad y ciertas experiencias, empiezas a valorar mucho lo que es la otra persona, la esencia y cómo te nutre. No es solo algo físico.

—¿Y sientes que ella te nutre?

—Lo siento, sí—respondió—. Tiene un hijo de tu edad.

—¿Cuándo me la vas a presentar?

—Pronto.

...

—Puedes pasar, llama al ascensor y marca el piso cinco—mencionó el vigilante luego de llamar y confirmar que conocían a la chica.

Keyla le agradeció e hizo lo que le había indicado. Cuando llegó al piso cinco pudo notar que una mujer de cabello oscuro estaba en el pasillo mirándola.

—Eres Keyla, ¿cierto?—le preguntó, ella asintió. La mujer sonrió alegremente y tomó la mano de la chica—. Que alegría verte, Querida. Soy Adora, la madre de Gastón.

—Un placer, señora.

—Oh, por favor, nada de señora, puedes decirme Adora—le dijo y caminó con ella hasta el apartamento—. Ven, vamos.

Ella miró a la mujer y tenía cierto parecido a su madre. El color de cabello era oscuro como el de él y pudo notar un par de pecas sobre su nariz. Era una mujer muy guapa y resplandecía como si tuviera brillos sobre ella.

—Estoy terminando de preparar el café, ¿quieres un poco?

—Claro—asintió y miró la sala al entrar—. Tiene una linda casa.

—Gracias, cariño—respondió ella—. Eres igualita a cómo Gastón te describió, muy guapa.

Keyla se sonrojó un poco en las mejillas con sólo la idea de Gastón hablando con su madre sobre ella. ¿Qué le habría dicho?

Escuchó unos pasos caminando hacia la cocina y pudo notar al mismo chico que molestó a Gastón en la universidad una vez. Era su hermano mayor.

—Oh, Keyla, ¿cómo estás?—preguntó el chico y se acercó a saludarla con un abrazo.

—Bien ¿y tú cómo estás?

—Estresado porque no me sale una mezcla de colores—rio—, pero lo superaré—se acercó a su madre—. ¿Está listo el café?

—Déjame terminar de servirlo.

—¿Gastón sabe que estás aquí?—le preguntó el chico nuevamente a ella.

—No creo—rio—, no le dije que venía.

—Ohh, deberías llegarle a su habitación y sorprenderlo—se rio, tomó dos tazas de la repisa y las colocó en la mesa.

Keyla sintió el olor del café y tuvo ganas de tomar un poco. Adora sirvió las tazas y le entregó una de ellas.

—Espero que tomes café.

—Sí, me gusta—le dijo—. Muchas gracias, Adora.

La mujer le sonrió y luego le entregó una taza a su hijo.

—Llévasela a tu hermano, creo que está dormido.

—No me extraña—respondió Dean y tomó la taza para irse de la cocina.

Adora comenzó a hablarle sobre una receta de galletas que había encontrado en internet y que posiblemente intentaría esa semana, Keyla la escuchaba atenta, la madre de Gastón era muy amable y simpática, algo completamente diferente a su hijo.

—¿Qué haces aquí?—escuchó la voz de Gastón, ella volteó a verlo.

—Vino a buscarte, hijo—respondió su madre por ella—. No ves que ella te extraña y tu durmiendo como si nada. Así no puedes tratar a tu novia.

Que su madre nombrara a Keyla como su novia le hacía recordar que no se lo había preguntado antes.

—Es cierto, disculpa Key—se acercó y le dio un beso en la frente—. No sabía que ibas a venir, me hubiese acomodado un poco.

—Así estás guapo—dijo sin pensarlo y luego se dio cuenta de lo que había dicho gracias a la risita cómplice de Adora.

—Bueno mamá, llevaré a Key a mi cuarto; no haremos nada malo pero necesito mi privacidad.

—Ajá, igual vas a dejar la puerta abierta del cuarto querido. ¡Diviértanse! —dijo para terminar de servir el café, Gastón tomó la mano de Keyla y la llevó hasta su habitación.

Al entrar Key se tomó un tiempo de observar todo el lugar, quedó un poco impresionada al verla y es que no era algo que se esperaba de él.

— ¿Qué tanto le miras a mi cuarto? —preguntó.

—No esperaba que tuvieras un cuarto tan...

— ¿Tan de chico listo? Soy alguien ordenado Key, ¿por qué creíste lo contrario?

—No sé, solo no me cuadra con tu personalidad—se encogió de hombros.

Gastón aprovechó que estaba distraída para darle un beso corto en los labios. Se separó de ella y le sonrió dulce para luego volver acercarse y besarla una vez más. Esta vez fue lento, juntó sus labios con mucho cuidado, como si quisiera conservar ese momento con él y no alejarse de ella.

—Avísame cuando vengas—le dio un beso en la mejilla—. Quiero verme guapo para ti.

—Ya lo estás—ella lo besó también.

—Tú estás guapísima—se inclinó un poco hacia ella—. ¿Quieres ir mañana a cenar?

—¿A cenar?

—Sí, quiero llevarte a un lugar bonito.

«Y pedirte que seas mi novia»—pensó.


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Aquí tenemos un recuerdo de cuando llegué al top 3 de Historia Corta 🧡

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