Capítulo I
Las suelas de los zapatos resonaban claramente por la acera, sus manos apretaban con fuerza las asas de su bolso, tanto que las puntas de sus dedos se volvieron blancas. Si no fuera por las personas a su alrededor, ya estaría corriendo por las calles de Musutafu.
Las lágrimas en sus ojos verde esmeralda esperaban a ser derramadas en cualquier momento, sin embargo, Izuku parpadeó furiosamente para apartarlas. No iba a llorar, no quería llorar.
Tuvo que detener su caminata apresurada cuando llegó a un semáforo en rojo, aún así, sus pies no permanecieron quietos, se movían ansiosamente en un mismo lugar. Izuku intentó pensar en algo, cualquier cosa, pero sus traicioneros pensamientos lo llevaron a unas horas atrás.
Kacchan había sido tan cruel.
Luego de que Izuku defendiera a un niño de primero de ser intimidado, los matones del colegio fueron a contarle al rubio sin dudar.
Por supuesto, no estuvo nada feliz. Lo acorraló en uno de los salones, jalándolo de la camisa del uniforme y empujando su cuerpo a la pared con fuerza.
Si solo hubiera sido eso, todo estaría bien. No fue nada realmente grave. Pero luego Kacchan abrió la boca y las palabras hirientes y venenosas salieron. Afiladas como un cuchillo y tan despiadadas como el peor de los ácidos. Se clavaron profundamente en su alma, de alguna manera doliendo más que un golpe.
Izuku intentó hablar, defenderse. Sin embargo, como de costumbre, su suave y temblorosa voz fue opacada por los gritos agudos del más alto.
Cuando el veneno verbal acabó, su mochila fue arrebatada, sus pertenencias rodaron por el suelo patéticamente y para su horror tomaron lo único que de verdad le importaba. Intentó quitárselas, no obstante, fue mala idea, porque eso les dejó claro que la libreta era valiosa.
Un vistazo al título bastó para que comenzaran a reírse. Se burlaron de sus sueños y aspiraciones, denigrándolo por no poseer una peculiaridad.
Izuku lo soportó como siempre, pero en algún momento la libreta terminó en las manos de Kacchan e Izuku no pudo evitar aterrarse. Mientras más leía el rubio, más se fruncían sus cejas y más se oscurecía su expresión.
Inevitable estalló.
Tanto él, como la libreta.
Kacchan lo sujetó por los hombros fuertemente mientras gritaba una y otra vez que alguien tan patético como él jamás sería un héroe; que escribir sobre ellos era inútil y estúpido, que sin importar lo que hiciera o cuanto se esforzara, su ridículo sueño era totalmente imposible.
En algún punto empezó a llorar. No importó cuánto luchó por contenerlas, las lágrimas salieron sin su permiso. Las burlas solo aumentaron con eso. Las connotaciones de "llorón", "niñita", "patético" e "inútil", se hundieron en lo profundo de su ser aunque intentara ignorarlas.
Kacchan pareció compadecerse. Frunció los labios con algo similar al disgusto al ver sus lágrimas y lo soltó causando que cayera al suelo con un golpe seco. Izuku secó sus lágrimas como pudo, en medio de sus cosas con un cuaderno destrozado a un lado y un peso incómodo asentándose en el pecho.
"Olvídate ya de ese sueño, Deku. Un nerd patético como tú jamás será un héroe, solo eres un estorbo en el camino de los demás" Kacchan bien podría haberlo golpeado, porque esas palabras dolieron más que una de sus explosiones.
Después se fueron, dejándolo ahí tirado, con las mejillas húmedas, solo y el corazón apretado.
Izuku sacudió la cabeza, apartando los recuerdos de su mente, y caminó rápido por el paso peatonal cuando el semáforo cambio a verde. La mochila se sentía más pesada a cada segundo, la presencia del cuaderno quemado lo hacía sentir miserable.
Ni siquiera pudo evitar que lo destruyeran, Kacchan tenía razón. Era tan patético.
Parpadeó una vez más, cruzó por una esquina familiar y se irritó ligeramente al notar que todavía se encontaba lejos de su hogar. Izuku se detuvo un segundo a respirar, necesitaba calmarse, no quería ponerse a llorar en medio de la calle. El ruido de los autos y bocinas, a pesar de ser algo común en su día a día, por alguna razón se escuchaban mucho más fuertes y desagradables en ese momento.
Demasiado.
Decidiendo que enfocarse en eso no lo llevaría a ninguna parte, Izuku agitó la cabeza con dureza, mirando a su alrededor con la esperanza de encontrar algo que lo llevara mágicamente a su casa.
No lo encontró, por supuesto.
Pero, ¿cuándo las cosas se daban cómo Izuku quería?
Se obligó a caminar otra vez, controlando su respiración lo mejor que podía y esforzándose por ignorar el ruido a su alrededor. Faltaba poco, solo unas cuadras más y podría encerrarse en su pacífica habitación sin preocuparse por el mundo que lo rodeaba.
El largo toque de una bocina causó que Izuku se estremeciera, pero continuó y giró a la izquierda. Para su gran alivio, la hermosa salvación apareció en forma de panadería.
Al lado del pequeño emprendimiento se encontraba un callejón, que si Izuku no recordaba mal, conducía a la calle lateral que daba a las alcantarillas. Si entraba en ellas el camino hacia su hogar sería mucho más corto y pacífico. Izuku no estaba emocionado por el olor, pero valía la pena, así que dándose la vuelta, cruzó la calle y se metió por el callejón.
El olor a humedad lo invadió, pero no redujo el paso, después de unos cuantos metros sus pies bajaron por las escaleras y los familiares arbustos secos le dieron la bienvenida.
Supo que algo andaba mal antes de que lograra cruzarlos.
Voces enojadas se alzaron por el siempre silencioso lugar, los zapatos rojos de Izuku se clavaron firmemente en el suelo, nervioso por quienes se encontraban detrás del matorral.
¿Compañeros de la escuela? No, no podían ser ellos. Este lugar era un atajo por una razón, ellos no lo conocían. ¿Entonces quién?
Izuku suspiró, solo quería llegar a su casa rápidamente, ¿era mucho pedir?
La respuesta fue un rotundo sí cuando las voces se volvieron más violentas e Izuku distinguió entre ellas una voz aguda y asustada.
El peliverde hizo una mueca incómoda, entendiendo la situación. El propio Izuku había pasado por eso más veces de las que le gustaría, acababa de huir de una y, como este chico, nadie vendría a su rescate. A nadie le importaba lo suficiente el Deku con sueños demasiado grandes.
Solo que... Esta persona no era él, era diferente, ¿no es así? Seguro tenía muchos amigos, amigos que estaban dispuestos a ayudarlo y seguramente, tal vez, no se encontraban en el lugar por alguna razón justificable. En cualquier otro momento, esta persona recibiría la ayuda de cualquiera que se detuviera un segundo a mirar. En una circunstancia en la que no estuviera solo, en un lugar solitario y rodeado por chicos mayores que él.
¿Cuándo fue exactamente que Izuku asomó la cabeza por los arbustos? Eso era un misterio, ahora solo podía concentrarse en el chico de cabello celeste que parecía menor que él, tirado en el piso con los brazos en la cabeza y encogiéndose a pesar de que ya era bastante pequeño.
Y cuando vio sus ojos...
La imagen fue tan familiar que dolió. Por un instante, las palabras crueles que soltaban los chicos se convirtieron en las típicas frases ácidas que le lanzaban sus matones en el día a día, los rostros de los adolescentes se distorsionaron y formaron caras oscuras con sonrisas malignas que lo llamaban Deku.
Un destello de ojos rojos apareció e Izuku salió de la seguridad de las ramas.
–¡Ya basta! ¡D-déjenlo en paz, no les está haciendo nada! –el grito tembloroso probablemente no sirvió para dar una imagen intimidante, pero Izuku no se detuvo a pensar en eso por su propio bien.
Los cinco chicos que, ahora que los miraba bien, eran mayores que él, lo voltearon a ver por un segundo asustados, solo para verse confundidos y luego burlones cuando lo vieron allí parado temblando.
–Oye, niño, métete en tus propios asuntos si sabes lo que te conviene –advirtió el más alto del grupo, cabello azul y rostro afilado. Por la arrogancia y la sonrisa petulante que mostraba fue obvio que era el líder. Izuku no pudo evitar notar las branquias a ambos lados de su cuello que se movían al ritmo de sus palabras.
No debió quedarse demasiado tiempo mirándolas porque lo siguiente que supo fue que el chico se acercaba a zancadas con el rostro sombrío y mostrando dientes innecesariamente puntiagudos.
Izuku dio unos pasos hacia atrás para alejarse pero el más alto lo sujetó por el cuello de la chaqueta antes de que llegara demasiado lejos.
–Observar a los demás de esa manera es espeluznante, ¿te lo han dicho? –gruñó entre dientes, agarrando con más fuerza la prenda–. ¿Ese enredo de hojas que tienes por cabello no deja que las palabras lleguen a tú cerebro o simplemente eres estúpido? Dije que te metieras en tus propios asuntos.
Izuku fue empujado al suelo de manera violenta, las palmas de sus manos se rasparon al intentar detener la caída pero ese no fue un detalle relevante cuando tenía a los cinco adolescente frente a él con miradas maliciosas.
–Y-yo solo... N-no quise ofenderte o algo, pero es que ustedes están... Y yo quería... –Izuku no podía formar una sola oración sin tartamudear. Se regañó así mismo por ser un cobarde. ¿Por qué tenía que encontrarse con estás personas en este momento? Justo cuando quería desesperadamente esconderse en su cuarto y no salir por al menos un mes.
Tan mala era su suerte que se las había arreglado para terminar en la misma situación de intimidación en menos de una hora.
La mente de Izuku estaba en completo caos. Todavía se sentía vulnerable, sus manos temblaban y sentía que el corazón saldría en cualquier momento de su pecho por lo rápido que latía.
Fue consciente de que le hablaban, pero no podía descifrar de forma correcta las palabras cuando sus pensamientos se cruzaban unos con otros y su cuerpo se sentía como si fuera a estallar.
Izuku no tardó mucho en darse cuenta de lo que le pasaba y eso hizo que temblará más. No ahora, no en este lugar. Solo le había pasado una vez antes y sinceramente esperó que nunca más tuviera que pasar por esa horrible y angustiante situación.
Esto era lo último que necesitaba, tener un ataque de ansiedad rodeado de matones.
Un dolor agudo cruzó inesperadamente por la cara de Izuku y su espalda alcanzó el suelo. ¿No había estado allí antes? ¿Lo levantaron del piso y no se dio cuenta?
De todas formas, esas preguntas no llevarían a nada, lo único que en verdad importaba era que el golpe lo devolvió a la realidad nuevamente. Al menos por ahora.
–¿Te parece divertido ignorarnos? –la pregunta hizo que mirara hacia arriba. Los cinco chicos se veían irritados y muy molestos.
–Yo no... –intentó decir Izuku, pero su voz salió rota y temblorosa. Tomó una respiración larga y profunda para luego mirar detrás de ellos con disimulo.
El niño de cabello celeste los observaba con miedo y nerviosismo, sin embargo, lo desconcertó la preocupación en sus ojos.
¿Preocupado por qué exactamente? ¿Por él? Lo dudaba. Pero aún así, ¿por qué no corría? Le había dado tiempo para eso, todavía podía huir mientras Izuku los entretenía, no sabía cuánto tiempo exactamente, pero el suficiente. Al menos, eso es lo que hacía la mayoría cuando Izuku se metía en una pelea para defender a alguien, entonces, ¿qué estaba esperando?
Otro golpe en la cara hizo que desviara la mirada, el chico con dientes puntiagudos estaba encima de él con el puño levantado y el rostro rojo por la furia. Izuku cerró los ojos cuando vio la mano bajar de nuevo y el dolor se manifestó en su nariz.
–¡Ya me tienes harto, cabeza de pasto! ¡¿Te crees mejor que nosotros, eh?! –los golpes continuaron e Izuku cubrió lo mejor que pudo su rostro con los brazos. Unas extrañas náuseas lo invadieron, estas no tenían nada que ver con los golpes, e Izuku apretó los dientes.
¿Creerse mejor? No, nunca se ha creído mejor que nadie, la mayoría del tiempo solo siente celos hacia los demás. Creerse mejor que alguien está mucho más allá de él.
¿Por qué la gente continuaba pensando eso? Kacchan lo decía al menos tres veces a la semana, que Izuku se creía mejor que él, lo cuál no tenía ningún sentido, él solo era...
Una patada en el estómago causó que el aire se le fuera de los pulmones. El chico de las branquias debió levantarse en algún momento porque ahora estaba de pie mirándolo, proyectando sombras que solo hacían que se viera más intimidante. Otra patada en el mismo lugar hizo que Izuku se encogiera y soltara un grito ahogado.
¿Por qué siempre terminaba en la misma situación? Si fuera más fuerte o más valiente, Izuku podría proteger a los demás y como consecuencia, defenderse a sí mismo. Pero, como siempre, con esto se demostraba que lo que decían los demás era cierto.
Solo un Deku inútil y escalofriante.
Pero, si el niño de pelo celeste escapaba, al menos esto habría valido la pena. El chico estaría a salvo e Izuku podría reconfortarse con eso.
–¡Ya déjenlo, idiotas! –por supuesto que no huyó. Izuku soltó un sonido de angustia y apartó un poco las manos de su cabeza para ver al niño de pie a unos metros de él, temblando y con los puños apretados.
Izuku intentó decir algo, tal vez que se fuera, pero lo que salió fue un ataque de tos y saliva por las constantes patadas que recibió en el estómago.
Los matones voltearon a ver al niño por un segundo antes de estallar en carcajadas.
–En serio, ¿hoy es el día en que los fenómenos se defienden entre sí? ¿O acaso se han enamorado? –las risas fueron más fuertes, el chico de pelo azul, sin embargo, no se rio–. Porque de verdad, lo último que necesitan es agregar más rarezas a ustedes mismos. ¿No te parece, Ryokō-kun?
–Yo no soy raro, mi peculiaridad está bien –se defendió el niño, aparentemente llamado Ryokō con voz vacilante. Por la mirada de sorpresa del otro, fue más que obvio que no estaba acostumbrado a que el niño se defendiera.
–¿De verdad? –se burló irritado–. Entonces, ¿por qué no funciona?
–¡Sí lo hace! ¡Los doctores dicen que es muy difícil activarla porque gasta mucho mi cuerpo!
–Pff, esas son solo excusas patéticas. ¿Esperas que nos creamos tus mentiras? –el peliazul avanzó y Ryokō retrocedió inconscientemente. La sonrisa arrogante regresó a su cara y giró la cabeza para mirar a sus amigos-. Oigan, chicos, ¿y si continuamos lo que dejamos antes?
En el suelo, Izuku notó como Ryokō se estremecía ante la declaración del otro, el niño retrocedió otro paso cuando las risas afirmativas llenaron el lugar.
El corazón de Izuku se apretó de nuevo, no obstante, no por las razones de antes. Izuku no quería... No quería que los demás pasarán por lo mismo. No quería ver a nadie estremeciéndose, bajando la cabeza sumisamente o encorvando los hombros para verse más pequeño, para ser un objetivo más pequeño... No quería que nadie viviera eso. Era suficiente con él, ¿verdad?
El pecoso ignoró el dolor en su costado y se apoyó en sus brazos mientras se sentaba de rodillas, los matones ya no lo miraban a él.
Nadie miraba a Izuku por demasiado tiempo.
–Neh, Ryokō-kun, ¿qué tanto te gusta tu cara? –uno de los adolescentes habló, arrastrando las palabras y diciendo el nombre de una forma dulce y enfermiza. Ryokō tragó saliva, empezó a temblar en su lugar, ya no se atrevía a moverse–. No debe ser mucho, después de todo, siempre te dejas golpear.
Las risas hicieron eco en las alcantarillas, cinco pares de pies se dirigían al peliceleste e Izuku ya no estaba de rodillas.
–Debiste huir cuando tenías la oportunidad –se burló el líder. Su sonrisa hacía resaltar sus dientes puntiagudos mientras caminaba hacia él con paso lento y decidido–. También pensar mejor las cosas antes de hacerte el héroe. ¿Con ese quirk tan patético de verdad pensaste que podías hacer algo? Déjame decirte algo, las personas con una peculiaridad como la tuya nunca lograrán nad...
El sonido particular de un puño contra la carne resonó por el lugar, un silencio incrédulo le siguió.
Todos voltearon a ver a Izuku con las bocas abiertas, este respiraba con dificultad y mantenía su puño arriba con los ojos verdes brillando.
–No sé cuál es su peculiaridad... –Izuku miró al grupo con las rodillas temblando pero una expresión decidida adornaba su rostro–. ¡Pero estoy seguro de que es absolutamente genial!
No fue un grito, no del todo, pero todavía causó un eco en las paredes y sacó del estupor a los demás.
Ryokō miró con total asombro y admiración a Izuku, muy diferente a las miradas que le lanzaron los demás.
–Estás muerto –sonrió desquiciado el de pelo azul, sujetando su mejilla golpeada con fuerza.
Izuku tembló en su lugar pero no hizo ningún movimiento. Solo esperaba que Ryokō sí corriera esta vez.
Por unos segundos nadie se movió ni respiró, solo por unos angustiosos y maravillosos segundos no pasó absolutamente nada...
Luego un puño se estrelló contra la cara de Izuku y lo mandó al suelo. Un quejido se escapó de sus labios, el sabor metálico de la sangre llenó su boca y el golpe lo mantuvo aturdido.
Una nueva patada en el estómago hizo que por primera vez en el día Izuku gritara de dolor. No sabía si era mejor cubrir su cabeza o su costado, fuera como fuera, el dolor no se detendría.
–No eres muy valiente ahora, ¿eh? –soltó el peliazul dando otra patada–. ¡La próxima vez piensa mejor lo que haces, idiota!
–¡Ey! ¡Ya déjalo! –el grito de Ryokō no hizo nada para que las patadas se detuvieran–. Tú problema es conmigo, ¡¿no?! ¡Detente!
Izuku maldijo en su mente al ver varias piernas moverse hacia al niño, maldijo en su mente mientras las lágrimas picaban en los bordes de sus ojos por la impotencia. Las patadas en sus costillas no se detuvieron.
–¡¿Quién está allá abajo?! –preguntó alguien desde arriba. Los arbustos secos y las grandes paredes impedían que la gente pudiera ver hacia abajo, una de las razones por las que Izuku tomó este atajo. ¿Quién diría que eso sería un inconveniente ahora?
Los matones se detuvieron de inmediato, quedaron como estatuas de piedra, mirando hacia arriba de forma cómica.
–Jodidos mocosos, siempre metiéndose en lugares en los que no deberían –rezongó la voz–. ¡Voy a bajar! ¡Quédense allí!
–¡Mierda! –susurró el matón con un pie encima de Izuku. Miró a sus compinches con miedo y ordenó:
–¡Vámonos de aquí! –se apartó de Izuku sin mirarlo y corrió sin verificar siquiera sí sus amigos lo seguían.
Izuku gimió en el suelo sin querer moverse. Su costado dolía horrible y no quería averiguar cómo se sentiría dicho lugar sí se moviera. Los pasos apresurados de Ryokō lo sacaron brevemente de su viaje de dolor. El niño se veía ileso, gracias al cielo, su ropa desordenada le dijo a Izuku que lo habían atrapado y el peliceleste se había resistido.
–¿Estás bien? –le preguntó el pecoso con la voz débil. Podrían haber golpeado al niño en un lugar no visible.
–¡¿Qué si estoy...?! ¡Tú eres el que está tirado en el suelo! –gritó Ryokō incrédulo, también parecía un poco molesto.
–Oh... bueno sí, tienes razón –Izuku no quería moverse, la verdad no, pero si quería ver al chico a la cara debía hacerlo–. Pero eso no responde mi pregunta.
–¡Claro que estoy bien! Tú solo... ¿Por qué...? –Ryokō se detenía en cada oración, como si no supiera que decir–. ¡Estás loco!
Izuku soltó una risa seca, luego deseó no haberlo hecho, el dolor aumentó.
–Tal vez lo este, sí –susurró apoyando sus manos en el suelo para sentarse de rodillas. Con esto pudo ver correctamente el rostro del niño, sus ojos mostraban preocupación e Izuku trató de no estremecerse por ello.
–Ya se fueron, ¿no? –desvió la mirada el peliverde–. Puedes irte ahora, estás a salvo. La próxima vez trata de regresar a tu casa con un amigo y estarás bien. Los chicos como ellos no se atreven a hacerte nada sí vas acompañado.
Hubo silencio por un rato, los pasos de la persona que intentaba bajar a las alcantarillas se escuchaban cada vez más cerca.
El corazón de Izuku todavía latía con fuerza, sentía que su piel picaba y no era por las heridas.
Un familiar sonido causó que Izuku lo volviera a mirar y abrió los ojos asustado cuando el niño se tiró a llorar.
–No, no. Por favor, no llores. Todo está bien –Izuku alzó lo brazos sin saber muy bien que hacer, por un momento se olvidó hasta del dolor–. No me mentiste, ¿verdad? ¿Estás herido en algún lado? Si es así, puedo...
–¿Por qué eres así? –sorbió por la nariz Ryokō con lágrimas bajando por sus mejillas–. Ni siquiera te conozco y tú... No es justo, basta, yo estoy bien. Deja de preguntar eso –pasó sus manos por el rostro tratando de secar sus lágrimas–. Tú eres el que está herido, yo debería preguntar si estás bien, no llorar como un tonto.
Izuku se quedó con la boca abierta sin saber que decir mientras el niño se levantaba del suelo todavía sollozando. Los pasos estaban solo a unos metros de ellos.
–¿Por qué...? ¿Por qué me ayudaste si ni siquiera te conozco? –Ryokō lo miró desde arriba, Izuku permanecía arrodillado.
El peliverde miró sus manos y tragó saliva con sabor a hierro, convirtió sus manos en puños y volvió a mirar al niño. El pobre parecía tan perdido. Los ojos del peliverde se suavizaron, recuperando un poco el color verde de siempre y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Hoy fue un día horrible y muy cansado pero...
–Parecía que estabas pidiendo ayuda.
Salvó a alguien. Por lo que valió completamente la pena.
Algo con lo que Izuku jamás dejaría de sorprenderse es de la capacidad que tienen las palabras para causar que una persona llore. Ni siquiera el dolor físico puede causar tantas lágrimas como lo que unas palabras hirientes o motivadoras logran sacar de una persona.
Entonces cuando Ryokō se volvió un completo lío de lágrimas y saltó de su lugar para abrazarlo, Izuku estaba más que preparado para consolar. Su madre era una experta en ese sentido, Izuku aprendió de la mejor.
Los pasos se escuchaban detrás de los arbustos en los que estuvo hace unos minutos.
Izuku extendió sus brazos para aceptar el abrazó.
¿Era su imaginación o todo se movía muy despacio?
Ryokō estaba a unos centimetros de tocarlo. ¿Por qué era tan lento?
Bueno, no importaba. Una vez que termine aquí, Izuku se encerrará en su cuarto y no saldrá el resto del día. Curará sus heridas, llorará, tal vez comerá algo o tal vez no y escribirá en cualquier libreta que no fuera la que se escondía en el fondo de su mochila. Luego llorará más.
Sí, eso suena como un buen plan.
El peliceleste por fin lo tocó y por un segundo todo fue paz, solo un abrazo común y corriente. Izuku incluso lo disfrutó a pesar de que el contacto físico lo incomodara un poco. Fue reconfortante tanto para él como para el niño.
Como siempre desde que tiene memoria, la paz se fue tan rápido como llegó.
Unas terribles náuseas lo invadieron y se apartó del abrazo como si quemara. Su estómago parecía un revoltijo de todo lo que había comido en la semana y su cabeza palpitaba de dolor. Eso, combinado con las heridas que tenía en el cuerpo solo significaban sufrimiento.
Izuku se encogió en su lugar, ¿qué le pasaba? Esto era absolutamente insoportable. Pequeñas lágrimas asomaron por la comisura de sus ojos, su cuerpo soltaba espasmos involuntarios y todo a su alrededor daba vueltas como una montaña rusa.
De la nada algo golpeó la espalda de Izuku, las náuseas y casi todo el dolor desaparecieron después de eso.
El alivio inundó sus sentidos. Un suspiro/sollozo salió de sus labios y su cuerpo tembló ligeramente una vez más.
Cerró los ojos en algún momento de todo esto y cuando Izuku quiso abrirlos parecían sellados con cemento.
Oh, mantenerlos así no haría daño a nadie, ¿verdad?
El bullicio que vino después de ese pensamiento fue su respuesta.
Fueron voces. Muchas voces. Todas hablando al mismo tiempo y con lo que parecía ser pánico.
Izuku no tenía la energía para descifrar que decían. Sabía que era muy inapropiado permanecer tirado en el piso (ah, la espalda de Izuku golpeó el suelo, no el suelo a él) y más cuando preocupaba a las personas a su alrededor pero él...
Estaba tan cansado.
Cansado por todo lo que pasó hoy, cansado por las cosas que ya pasaron y cansado de solo pensar en lo que pasaría en el futuro.
Izuku solo quería un descanso de una hora y luego... ya lo pensaría después.
–¡¿Ese es Midoriya?! –gritó una voz desconocida.
–¡Claro que no, Ashido! ¡Midoriya está justo ahí!
–¡¿Es acaso la loca que chupa sangre?! –preguntó otra voz.
Ok, Izuku tal vez se golpeó la cabeza, esto no tenía sentido.
–¡Tengo entendido que el quirk de Himiko Toga no funciona así! –contestó una voz... ¿robótica?–. ¡Este Izuku es mucho más joven!
–¡Que alguien llame a Aizawa-sensei!
–¡Koda ya fue por él!
Izuku soltó un quejido. El ruido le causaba un dolor de cabeza insoportable.
–¡Se movió!
–¡Ya basta Kaminari! ¡Quítate de encima!
–Está todo golpeado...
–¡Todoroki, congélalo!
–No pienso hacer eso –la última voz sonó tan calmada y baja que Izuku tuvo que agradecerle en su mente. Además el nombre le parecía familiar.
Los gritos continuaron y tenía el presentimiento de que seguiría así por un buen rato. Así que Izuku, con los sentidos aturdidos, intentó abrir los ojos.
El silencio se apoderó del lugar en seguida. Pero Izuku captó raros movimientos antes de que la luz repentina lo cegara. Parpadeó un poco para que sus ojos se acostumbraran y luego observó todo con ojos cansados.
Oh, bien... Si no estuviera tan desorientado, probablemente se hubiera sorprendido o asustado más.
Izuku no estaba en las alcantarillas, no. Él estaba... ¿en una sala? Si, esa era la palabra. Su cerebro funcionaba muy lento. La sala era grande. Había muebles, sillas y mesas; en ellas vio objetos variados de diferentes colores y formas (Izuku no podía recordar los nombres aunque sabía que eran cosas comunes). Todo encajaba con facilidad en el lugar y se veía hogareño, lo que significaba que muchas personas vivían ahí.
Las paredes también eran muy lindas, sus colores claros hacían... No, esperen. Algo en él no funcionaba bien, ¿verdad? ¿Por qué pensaba en la decoración? Eso no era importante.
Izuku estaba en un lugar desconocido y no sabía cómo y porqué estaba ahí. Debería tener miedo o algo, levantarse y preguntar dónde estaba o simplemente correr.
Solo que... Izuku no quería hacerlo.
Su cuerpo pesaba, las heridas ardían y el piso empezaba a sentirse como su cama. Hasta respirar se sentía difícil. No quería lidiar con más problemas hoy. Pasaron muchas cosas ese día, Izuku quería llorar de solo pensar en cualquier cosa que no fuera descansar. Solo tenía ganas de envolverse en sus sábanas de All Might, soñar héroes salvando el día y, ¿porque no?, soñar con él mismo convertido en un héroe.
Si, ese era un buen plan.
Izuku comenzó a cerrar los ojos sin prestar atención a las figuras a su alrededor. Ya se disculparía mañana por ser tan grosero y dormir en el piso de la casa sin preguntar.
Algo en su cerebro gritaba escandalizado. No debía dormirse en un lugar desconocido y con gente desconocida, decía. Pero Izuku lo calló, mañana pensaría en eso.
La inconsciencia lo alcanzó a penas cerró los ojos, sus oídos todavía escuchaba ciertas cosas: pasos bajando las escaleras y un grito que causó que sus instintos le advirtieran que se levantara.
–¡¿Por qué mierda hacen tanto ruido?! ¡Estoy tratando de estudiar extras...! –la voz pareció ahogarse, luego, en un grito más furioso que antes, exigió–. ¡¿Que coño es todo esto?! Tú, nerd de mierda. ¡Explica!
Sin embargo, Izuku siguió en el suelo.
Mañana se ocuparía de todos los problemas que seguramente tendría.
Izuku esperaba que su madre no se preocupara tanto.
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¡Hey! No estoy muerta XD
Nueva historia. Un regalo de cumpleaños muy atrasado para la hermosa y maravillosa sunshimita.
Lo siento por la tardanza linda, ¡pero aquí está! El primer capítulo. Espero que lo disfrutes y te guste.
Ahora, aclaraciones. Está historia... Será totalmente diferente a lo que hago normalmente. Izuku fue enviado al futuro, eso es obvio. Y justo en la época en la que todos están atentos a cualquier cosa alarmante. (Festival cultural) y que de la nada aparezca un niño que se parece a Deku no es exactamente algo agradable para los héroes profesionales.
La experiencia no será muy linda para el pobre Izuku. ¡Pero mejorará! Lo prometo. No funciono muy bien escribiendo cosas fuertes. Me gusta lo ligero, bonito y la comedia.
Ahora, mil gracias a Amy-Chan14 por ayudarme a corregir ciertas cosas. Eres maravillosa.
Y la verdad espero que ciertas personas no lean esta historia. No voy actualizar ni porque lo lean diez veces.🤨
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