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Cap. 16: Casualidades retratadas

La vida es extraña, se expresa como le da la gana, a su antojo, a su manera, llevándonos a riendas como marionetas en un espectáculo subliminal que a donde nos muevan es un caso seguro que sufriremos en el camino escogido.

Si, sufriremos mucho de una u otra manera, pero dicen que ya dependerá de nosotros si ese sufrimiento valdrá la pena o nos consumirá hasta que desaparezcamos con el último rayo de sol. Ese día estuve a punto de desaparecer, de hundirme en la oscuridad y rendirme al sufrimiento, pero entonces una luz alumbró mi camino y fijó el rumbo al final de un túnel, dándome una segunda oportunidad de seguir.

De seguir andando y despertar en el mundo, su otro mundo en específico. Uno que se ganó más de uno de mis dolores de cabeza, pero que había valido aguantar hasta el final que no era el final, sino el inicio de algo nuevo.

Si me preguntan, esta historia me recordó mucho a esas películas donde pareciera que el destino estaba a favor de los protagonistas para rejuntarlos, tal como lo hizo con Asim y conmigo, a su más inusual forma de aparecerse en nuestros caminos por segunda vez.

Aunque suene muy cursi, si me gustaría pensar que el destino fue quien nos juntó, más aún no sabría para qué. Quiero pensar que fue para acabar lo que inició y retaran lo que el chico sin nombre había dicho antes de irse cuando le pregunté si de verdad no lo volvería a ver y respondió: Al menos que el destino lo quiera, no creo.

"¿Me oyes destino? ¡Quiero saber!". Elevé mis brazos, como si así pudiera comunicarme con esa fuerza misteriosa que mueve las riendas de la vida.

Más, ¿quién sabe que hay detrás de todo esto? El silencio en la sala de estar no aporta muchas respuestas que digamos, pero si el ambiente adecuado para refrescar la memoria y recordar un poco a ese enigmático chico y relajarse en el proceso; o eso planeaba hacer cuando un pinchado en mi frente me hizo arrugarla y ver con el ceño fruncido a mi hermana mayor, que llevaba medio minuto tratando de llamar mi atención.

—¿Deseas algo? —indagué, fastidiada.

—¿Piensas quedarte aquí encerrada? —Elevé mis cejas, como respondiendo: "¿Qué más haría?". May gruñó—. ¡Vamos! ¡Tenemos toda una ciudad que conocer antes de la exhibición!

—Estoy cansada del viaje, May, ve tú —Entornó sus ojos, implorándome que cambiara de idea—. Llevo días sin dormir por terminar el cuadro para el señor Jaramillo, quiero soñar un rato antes de esta tarde —E incluso con sus protestas me tiré en el sofá, acostándome de lado sobre él.

Mayriol bufó exasperada, llevaba días esperando la oportunidad de conocer España y ahora que estábamos yo hacía de todo para quedarme en casa, bueno, el hotel donde nos hospedábamos durante unos días.

Resulta y acontece que luego de regresar a Miami lejos de querer salir de mi hogar me encerré en mi cuarto, solo por dos días, después que mi hermana me arrastró a ver el mundo. «¡Ya no lo soporto! ¡Necesitas salir! ¡Ya estás pálida!» Irónico, estuvimos más de una semana en una isla donde recibimos más sol que, ¡Imposible! Y apenas estábamos regresando al gélido clima estadounidense.

¿¡Que no podía dejarme sola!? ¡Necesitaba pensar! Había recibido demasiada información de golpe: Asim, el chico sin nombre.

Y no fue solo recibirla, si no la forma en que me la dio: Una foto.

¡Una foto! Una que al verla se me alteraron los nervios, por alguna razón, y luego entendí gracias a ese momento extraño, parecido a una ilusión, un sueño despierta, que se manifestó la noche antes de irme, antes de disculparme con él y hacer las paces. Ese momento elocuente donde vi a mi yo del pasado y a él pelear por algo que no soñé, que no vi, que no sentí que hiciera falta.

¡Qué tonta! ¡Esa era la llave que buscaba! De estar pendiente de Asim no me fijé en ese detalle que ahora recuerdo con claridad, igual que todo mi pasado.

—Oye, desconocido —pregunté.

—¿Sí? —Puso su atención sobre mí.

—¿Aún vive tu cámara?

—Sí, ¿por?

—¿Puedo tomarte una foto y verla? —Partió en risas.

—Buen intento, eres pésima no hacer ver tus intenciones.

—¿Al menos tengo algo por el intento?

Su sombra giró hacia mí procesando su respuesta con un «Mm» resonando entre sus labios.

—Si... ¿Qué tal si nos tomamos una foto?

—¿Pa' que? Si no podré verla seguro —Quedó callado como si lo meditara.

—Hagamos algo —Se acomodó sobre el capó—. Tomemos la foto, me la quedaré y si en algún siglo de nuestras vidas nos volvemos a ver, te prometo que te la daré y sabrás quien soy.

—Es lo mismo que decir: "Si el destino nos vuelve a juntar, tal vez te diga quién soy".

Exaaaacto —Rió—, ya me estas entendiendo.

—Eso es trampa —Crucé mis brazos.

—Tómalo o déjalo —Vi su silueta entre la oscuridad, haciendo de mis labios un puchero.

—Pero si no sé cómo eres, ¿cuándo sabré si te reencontré y deba reclamar la foto?

—Lo harás, porque te la daré, ¿entonces? ¿Qué dices?

—Bien que te urge mi respuesta.

—Es que quiero guardarte en mis recuerdos —dijo, más para él, pero igual iba dirigido a mí.

Lo pensé bien y acepté, como una trampa, una vez tomada la foto pretendía tomar la cámara, él se dio cuenta por la alejó de mí, aprovechándose de mis brazos cortos, desatando una batalla para ver quien se ganaba la foto, pero la batería se adelantó y ya muerta se apagó, dándome la derrota.

Luego contamos estrellas chocando en la cuenta, tal como pasó un año después. Oh... Ese año después, no lo olvidaré. No podría sabiendo que dejé un asunto pendiente que aún sigo sin concluir, sin dejar de pensar, ¡de darle vueltas!

—Necesito respuestas...

Recosté mi cabeza del mango del sofá y tapé mi cara con uno de los cojines. Ya estaba de nuevo con lo mismo que carcomía mi subconsciente desde que me fui de la isla, me agobia, me descoloca.

Ya me estresé.

Resople desesperada, ¡me estaba volviendo loca! Y parecía una idiota fastidiándome con el mismo tema.

—Suficiente... —Levanté mi cuerpo del mueble de un salto, volví a ponerme mis zapatillas favoritas color añil, tomé mi chaqueta y mis llaves, y fui hasta la puerta.

—¿A dónde vas? —preguntó mi hermana, mirándome, recostada del mueble pegado a la ventana.

—A tomar aire fresco —Abrí la puerta—. Vuelvo antes de la exhibición.

—¿Ahora si quieres? —Alzó sus sensuales cejas—. Bipolar.

—No molestes.

—Otra vez pensabas en él, ¿me equivoco?

Me detuve. Odiaba que me conociera tan bien, ya hasta sabía que excusas ponía cuando necesitaba cambiar de ambiente, o en otro idioma, necesitaba dejar de recordarlo.

—¿Cuánto piensan seguir así?

—No sé, ¿cuándo me vuelva a hablar y me explique que fue todo eso? —Cerré la puerta.

—¿Le has intentado hablarle tú al menos?

—¿Tu no me dijiste que no tenía teléfono? —Me crucé de brazos, recostándome de la puerta.

—Y comprar uno en Venezuela cuesta esta vida y la otra para sus residentes, ¿cómo espera que te hable entonces pues?

—No sé... ¿Internet? ¿Las redes?

—¿Y por qué no lo haces tú? —Me sonrojé, había dado justo en el clavo.

—Intenté y no me contestó —Mentí, en realidad nunca me atreví con miedo a no saber que decirle.

—¿Intentaste de nuevo? El internet por allá es un asco todavía, ¿eh? Puede que no le llegaran los mensajes.

—Mayriol, ¿lo estas defendiendo?

—No... —La miré mal y partió en risas—. ¡Es que son tal para cual! ¡Los dos se complican demasiado!

—¿Los dos? —Murmuré sin comprender. Unos segundos después de ver como mi hermana mayor se contenía de la risa, abrí la boca encontrando la indirecta—. ¡Es que has hablado con Asim!

—Sí, mami —Siguió riendo por lo bajo, escondiendo su enorme sonrisa con la mano sosteniendo su mentón—. Con él y con Reik. Varias veces, y cuando te menciono, Asim pone las mismas escusas que yo te estoy poniendo y después dice que tiene algo que hacer cortando la comunicación, pero sé con certeza, por Riki, que solo lo hace para escapar y luego toda la noche se la pasa viendo las estrellas desde el capó de la camioneta vieja de su casa —Me miró con picardía—. Siento que espera que aparezcas en ese lugar en algún momento...

—Arrecha tú —Le di la cara, aunque estuviera muy roja por la influencia de su insinuante mirada—, si ni siquiera quiere saber de mí, ¿por qué me esperarías?

—Por la misma razón porque pasaste de ser fracasada en el trabajo, a fracasada en las relaciones.

—No si, que jode. Aún sigo con... —Hice una mueca—. Ah no, ya me terminó Fred.

—Una semana, no menos, tres días saliendo.

—¡Fue una semana! No me venga con cuento chino.

—La de tres días, ¿cual fue pues?

—Esa fue con Marcus —Hice una mueca de asco—, y porque solo me utilizó para acercarse a ti.

—Pinche Marcus, el putito ese —Imitó mi mueca—. en fin, ¿En que estábamos? —Vio a la nada, buscando la respuesta—. Ah sí, deberían hablar, no importa quién inicia la conversación, necesitan arreglar este asunto y aclarar lo obvio.

—¿Lo obvio? —Asintió lentamente con una sugerente sonrisa que decía mucho, y a la vez nada—. ¡Ah! No importa.

—Claro que importa.

—Es pasado.

—¿Lo dice la chica que se montó un viaje para recuperar su pasado? —De nuevo, clavó en el lugar correcto.

—Es... —No sabía que más excusa podía usar.

—Nada, esa noche marcó algo importante para ustedes.

—¿Ah? —No entendí y suspiró, estaba perdiendo la calma.

—¿Por qué lo buscabas, Mili? —Me miró con seriedad—. ¿Por qué buscabas al chico sin nombre?

—Para recordar —aseguré—, y se lo dije.

—¿Segura que era solo eso? —insistió y rodé los ojos.

—¿Por qué el interrogatorio?

—¡Mili!

—¡May!

Bufamos, esto no iba a ningún lado.

—Ya no importa, May —susurré, no quería continuar con esta discuta sin sentido.

—El silencio habla cuando el corazón calla —murmuró.

—¿Qué?

—Nada, aprende a escuchar.

No entendía que me quería decir, y no esperaría respuestas, no me las darías y yo en serio necesitaba salir. Desvié la mirada al suelo, May era malvada a veces, le encantaba dejarme en intriga cuando sabía algo que yo no. Era muy fastidiosa con eso.

—Como sea... Me voy.

—¿A dónde, mija? Si la exhibición es en una hora.

—¿Qué? —Miré el reloj de la habitación. Me había agarrado el tiempo, tenía que vestirme, pero ya, si quería llegar a la hora en el local donde ocurriría el evento en el que era invitada principal.

La suerte había caminado conmigo estos últimos años luego de unos cuantos días de meditación; llegué a parar en una librería donde casualmente encontré una zona exclusiva de materiales e instrumentos para pinturas en lienzo. Me llamó mucho la atención recordando a Alexis y sus cuadros, y me llevé un par de lienzos, pinturas y pinceles para empezar con algo simple que se me había ocurrido.

Llegué a casa y Mayriol a ver lo que traía se emocionó, ya recordaba porque y lo confirmé cuando me trajo una vieja carpeta de dibujos, de debajo de mi cama en el que había cientos de dibujos que había hecho en algún periodo de mi vida, o mejor dicho el último año en que estuve en la isla antes de emigrar —Tenía otros, pero tuve que dejarlos en casa—, eran de esa noche en que conocí al chico sin nombre.

Estudié la carpeta con todas mis ganas puestas y al rato se me dio por recrear uno que se convirtió en mi favorito, más no me quedó del todo como llegué a querer. Por lo que me aventuré y tomé una decisión, ya estábamos por terminar el año y se me ocurrió la loca idea de iniciarme como artista.

Al principio me costó un poco volver a agarrar la práctica que antes tuve, pero luego de varios talleres y unos cuantos años estudiando artes plásticas y bellas artes, aparte de graduarme, profesionalmente me dediqué al arte. E increíblemente me fue bien. Ahora mis viejos dibujos parecían los de uno de primaria comparado con los que ahora hacía.

Hace unos meses uno de mis antiguos maestros de la universidad me contactó enterado de lo bien que me iba, me felicitó, me alagó, y por último me dio la gran noticia de que un amigo suyo que programaban una galería mundial lo había llamado a él, buscando a su mejor ex alumno para una exhibición de jóvenes artistas que tendría lugar en varias partes del mundo y quería que yo fuera.

Como no podía negarme a tan gran oportunidad —Y porque mi hermana lo escuchó y ya me hacía ojos de querer matarme si lo hacía, si tan solo lo intentaba—, nos alistamos y emprendimos el siguiente viaje de nuestras vidas. Visitamos varios lugares Debido a eso, y en respectivos tuve el desafío de crear una obra por cada ocasión para alguien diferente. Ese día tendríamos la oportunidad de visitar un lujoso salón de eventos en un hotel de Madrid, en la capital de España.

—Wou... —Se sorprendió May al ver el salón—. Es más bonito que en las fotos.

—No lo discuto, está increíble...

—Bienvenidas —Oímos a alguien detrás de nosotras, sonreí al reconocer a mi último cliente.

—Señor Jaramillo, buenas tardes.

—Buenas tardes.

—Qué bueno encontrarlo —Estreché su mano—. ¿Recibió el cuadro?

—Oh sí, sí —Asintió dos veces—. Fabuloso, debo decirle, exquisita obra. La mandé a enmarcar y la traje a la exhibición —Entreabrí mi boca ensanchando una sonrisa—. ¿Desea verla?

—Me encantaría —contesté entusiasmada.

—Perfecto, por aquí entonces.

Nos guió entre los estantes, persianas, muchos cuadros y algunas esculturas vanguardistas hasta llegar a la entrada principal del evento, donde mi último gran trabajo estaba siendo expuesto al público. ¿Cómo es que no lo vi cuando entré?

—¡Wou, Mili! ¡Te luciste! —exclamó mi hermana. Es cierto, tuve tan poco tiempo de prepararlo que no la dejé pasar a mi recamara ni una vez mientras lo terminaba.

—¿Tú crees?

—Digo, no, lo aseguro.

—En efecto, señorita —intervino el señor Jaramillo—, es una pieza brillante digna de detener a todo aquel que ingrese por aquí.

—Me alaga, señor Jaramillo, pensaba que pude haber hecho mucho más, pero al parecer gustó mejor de lo que creí.

—Nunca presida lo que otras mentes puedan pensar, no se subestime su talento, podría sorprenderse del resultado —comentó el señor.

—Anotado, muchas gracias de nuevo por la oportunidad.

—El placer es mío.

Y tan pronto como apareció se retiró con el llamado de alguno de los de adentro, mientras que nosotras decidimos despejar la entrada para que los espectadores que apenas llegaban y deseaban ver las primeras obras pudieran disfrutar también de la exhibición.

May estaba más emocionada que yo, a ella le impresionaba lo que la gente podría crear, el talento nato que cada uno mostraba sobre el lienzo o imaginaba en su escultura, cada una era única, cada una era ejemplar, no encontraba una que no me gustara y me atreviera a mirar durante largas horas. Detenerme era fácil, era magistral la perfecta armonía visual, el color y la estructura, todo iba en una sola línea a la maravilla. Me sentía en el paraíso.

Un paraíso que no terminaba al aguantarme en una pared y, alucinada, vi un marco de una curiosa fotografía que no había notado en las trece vueltas que le había dado al salón. Se trataba de una vista panorámica desde un mirador al cielo y la ciudad, solo resaltaba las luces artificiales y las estrella, en cuanto lo demás se afinaba en penumbras nocturnas. Era una imagen sencilla que resaltaba por su simpleza, parecía que podrías tocar la foto y traspasarías tu cuerpo a ese lugar tan bonito.

—Linda, ¿no? —Asentí sin ver al sujeto, ya sabía que lo vería por aquí al trazar el mismo camino.

—Realmente hermoso —respondí, volteando hacia Alexis.

—¿Saben de su autor? —preguntó aniñada su compañera—. Llevo rato preguntando y nadie me contesta.

—Lee la tarjetita abajo, Katherine —señaló el artista—, es anónimo.

—¿Anónimo? —Miró la tarjetita—. Si, es verdad, pero, Alexis, que pena —Puso una expresión de desilusión—. ¿Cómo es que una foto así no tiene autor?

—Debe ser uno de esos artistas que no creen tener el talento suficiente para seguir en este mundo.

Pude sentirlo, todos me miraban al haber intervenido de pronto sin despejar la vista de la fotografía enmarcada. Tenía un serio presentimiento de ella, había algo oculto tras ese cielo familiar, me creaba un nudo en el estómago.

—Oh, querida Mili, es más que eso —dijeron detrás de nosotros.

—¡Profesor Navarro!

El profesor que me había metido en este viaje estaba detrás de nosotros, sonriente, con esa pasividad peculiar que lo rodeaba cada vez que entraba en una sala; la carita la tenía poco arrugada para sus cincuenta años de época, las canas alcanzaban más del sesenta por ciento de su cabello liso, peinado hacia atrás, y sus brazos abiertos me decían solo una cosa.

—Al final vino —Lo abracé.

—No me lo perdería —Me correspondió, separándose para mirarme a los ojos—. ¡Ya miré tu último cuadro! Estoy realmente orgulloso de lo que has logrado en tan poco tiempo.

—Gracias, profesor.

Nos soltamos y dejando formalidades en el pasado les presenté a dos de los artistas que habían marcado mi vida, como verdaderos amigos que se mantuvieron en contacto a pesar de la distancia. Igual ellos, se presentaron ante el viejo tutor de artes del que les había hablado tanto en los últimos años. Basta las presentaciones, instintivamente me volví a la fotografía y me dirigí a mi profesor.

—Profesor Navarro, ¿decía algo sobre esta foto?

—Ah, sí —sonrió como solo él sabía hacerlo—, conozco a su autor, yo traje esa fotografía en su lugar. No es un artista rezagado de sus habilidades, pero su corazón está en otra travesía, una que refleja esa foto, por cierto.

—Dice que le gusta las estrellas en otras palabras —concluyó Alexis, arreglándose las gafas.

—De un modo que llevo siglos sin presenciar, nunca olvidaré a ese joven y su pequeña historia, sin duda era de otro mundo.

Algo se estrujó dentro de mí, perdí la consciencia de mi sistema respiratorio por breves segundos y un brillo visual de mis ojos se reflejó en el vidrio que protegía la fotografía. Esto me sonaba algo extraño...

—Si no es mucho pedir... —Vi hacia Navarro—. ¿De qué iba esa historia?

—Como no —Me sonrió y volvió a la fotografía encantado—. Una noche sin luz él fue a revisar la casa de sus abuelos fallecidos y encontró a alguien sentado en su lugar favorito, el capó de la camioneta de su abuelo. Y no era cualquier persona, era alguien de cuya timidez nunca logró acercarse y empatizar con ella, pero esa noche decidió arriesgarse y lo logró, pasó una bonita velada con la chica que siempre le había robado el sueño.

—¿Eso de donde me suena...? —susurró Katherine intrigada, no había dado con la respuesta que ya estaba en el rostro de todos.

"No podría ser...". Tragué saliva.

—Señor Navarro —habló mi hermana—, de casualidad, ¿recuerda cómo era ese chico?

—¿Físicamente? Pues... —Sujetó su barbilla entre arrugando el ceño, pensando—. Si no mal recuerdo... Fue en un viaje al extranjero en vacaciones, en el sur de Latinoamérica, Venezuela sin mal no me equivoco, pero no tenía pinta de ser de ahí, aunque llevara el acento, su piel era muy clara, no más de veinticinco/veintiseis años, de tu edad en ese momento, Milagros, tenía ojos claritos, así como el mar al amanecer, era más o menos de mi altura, tal vez un poco más, su cabello oscuro y... Personalmente, era bastante callado...

—Mili, ese no es...

"Asim...". Concluí la frase y miré de nuevo el cielo de la fotografía. No había duda, se trataba del mismo que solo con él parecía de otro mundo.

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