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★ Las damas enamoradas

Título: Las damas enamoradas.

Personajes: Aoi Kanzaki, Kanao Tsuyuri y Tanjiro Kamado.

Shipps: Aoi x Kanao.

Anime: Kimetsu no Yaiba.

Advertencias: Ninguna, solo que mi historia se inspira en el 1900 fuera del mundo de demonios; es un AU.

Cantidad de palabras: 3.389

Canción utilizada: Line Without a Hook de Ricky Montgomery

Kanao Kamado es una mujer delicada con expresiones constantemente tranquilas, las cuales no dejan mucho de qué dudar teniendo unos ojos tan vacíos como su sonrisa lineal que había aprendido a utilizar gracias a su madre, que ojalá no descansara en paz después de sacar a casi una desalmada como todas las demás señoritas de buena escala. Claramente su apellido fue cambiado a la hora que se casó con aquel bello y amable joven: Tanjiro Kamado, quien supuestamente había conquistado su corazón a la edad de 17 años.

    Es una mujer que se oculta bajo el velo de esposa feliz, finge que le encanta ver a su esposo cuidar de los caballos que tienen para carreras o verlo colaborando con sus hermanos, pero la mayor parte del tiempo no puede pensar en él más que como un chico bueno que no se merecía. Incluso cuando olvidaba seguir las instrucciones de una buena ama de casa, él llegaba con una sonrisa y le pedía que se relajase; el relajo nunca fue una opción bajo una madre estricta. Incluso cuando se encuentran en la cama le es difícil mirarlo a los ojos sin sentirse una desgraciada que no desea estar allí, entre sus brazos... Pero sabía que el cuento barato del amor ideal no existía para ninguna joven de alta sociedad que debían casarse con alguien alrededor de cuatro años mayor —si tenía suerte y no tocaba alguien de unos cuarenta y tantos— que ya supiera manejarse bien como un hombre diestro y derecho.

    A veces, cuando se olvidaba que era una mujer ocupada que no quería tener hijos, observaba al bebé de Shinobu, su hermana adoptiva. Este tenía una piel tan delicada y una sonrisita preciosa a pesar de no tener muchos dientes. Era un bebé con mejillas rechonchas y a nadie se le pasaría por la cabeza que este pudiera salir de un cuerpo tan pequeño como el que esa mujer tiene, menos a su corta edad de diecisiete. Simplemente era la gloria verlo, jugueteando con su cabello o aplaudiendo como su madre le enseñaba. Y caía en que no quería tener hijos con Tanjiro... Deseaba tenerlos con alguien a quien verdaderamente amara, una mujer hermosa de su pueblo que se hacía llamar como su amiga.

    Es mentira que comenzó a abrir su corazón cuando Tanjiro llegó, no había mentira más agridulce que esa; ella comenzó a mostrar más pasión por lo de su alrededor por Aoi Kanzaki, una jovencita de su misma edad que tenía un carácter complicado y un esposo completamente cabeza hueca que solo se manejaba por la fuerza cuando lo veía necesario —es decir, siempre—. Ni siquiera podía dejar en claro cuándo sus sentimientos comenzaron a mostrarse de esa forma, quizás al principio solo resultó una confusión porque era la única mujer que no la trataba de forma delicada por mucho que tuviera un estatus mayor al de ella, no, incluso le sacaba discusión por cada cosa que decía y la tachaba de arrogante. Nunca nadie le había abierto tanto los ojos como Aoi y le iluminaba verla desafiando a su esposo siempre que se comportaba como un desubicado, ella tenía un poder sobre él que la asombraba y la dejaba asombrada. Quería ser como ella... No, quería tenerla a su lado, por mucho que luego la matara por contagiarla de su enfermedad: homosexualidad.

    Kanao sabía que estaba mal lo que sentía, bajo el contexto de la época en la que vivía, y que probablemente sus sentimientos destrozarían el corazón de su esposo, quien era tan débil que no sería ni un poco capaz de levantarle la mano o pedirle que olvide lo que habitaba su corazón... Lo único que haría sería pedirle de rodillas que no haga nada que pudiera dejarla como alguien enferma porque no podría soportar perderla; se sentía como un deja vú, lo conocía a la perfección desde la primera mirada que se dirigieron. Lo lamentaba tanto, lamentaba no poder amarlo ni saber cómo esconder bien sus sentimientos, porque Aoi la volvía loca de una forma que nadie más sería capaz.

    Pronto sus ojos tonos purpura se instauraron en aquella mujer que otra vez se cruzaba en la iglesia con su rostro serio. Qué bonita se veía con el vestido blanquecino que tenía puesto o cuando debía de llevar las ofrendas hacia donde se encontraba el padre. Simplemente iba en su contra no pensar algo de su belleza y que su sonrisa no se curveé como la joven enamorada que era cuando su mirada se pegaba a ella. Aunque pronto quitaba esa expresión un poco distraída para centrarse en que se encontraba en una iglesia y sería una falta de respeto hacia su señor pensar tanto en una mujer... Igual no le importaba nada fuera de la iglesia, pero con el poco respeto que le quedaba hacia ese sitio intentaba contener todo lo que pasaba por su cabeza llena de ideas calmas y alborotadas a la vez.

    Aoi llegó a su lado, dándole un breve saludo para luego seguir las palabras del padre en frente suyo, aquel que parecía tener una audiencia lo suficientemente grande como para que se escuchase las voces de todos respondiendo "te lo pedimos señor". Jesús no era una figura divina para Kanao, ella creía firmemente que el fanatismo arruinaba todo y hacían ver a aquel hombre como alguien sumamente grandioso y puro cuando había cometido sus debidos pecados y los intentó resolver con buenas actitudes que nadie realmente consciente de su alrededor tendría. Era un pobre hombre, solo eso para una mujer de poca fe como Kanao. Su pensamiento contrastaba mucho con el de Aoi que ponía sus manos en fuego por él, pero eso nunca le molestó, porque tenía tantas diferencias en cuanto a ideales con ella que ya no era una sorpresa.

    Ambas salieron en pleno silencio de sus bancas en cuanto la ceremonia dio por finalizada; Kanao no rezó en un solo momento, solo repitió las palabras que decía su acompañante. Pero a la de ojos tonos oscuros se le olvidó despedirse como era debido y fue regañada por Aoi, quien le dijo que repitiera lo que ella hacía. Oh, esa mujer notaba cuán falsa creyente era y se sentía tan bien de recibir su mirada que no puede desaprobarla de ninguna manera.

    —Sabes... Hace mucho no te veía, ¿dónde estuviste? —el tono de Aoi al salir de la iglesia sonó ligeramente molesto, como si no pudiera irse sin su permiso.

    —Un viaje para visitar la familia de Tanjiro... Ya sabes cuánto duran con un hombre tan dulce como él que los ama tanto —confesó, haciendo pensar a su acompañante que sus ojos brillaban por ello cuando era todo lo contrario.

    A Kanao le causaba ternura Tanjiro, pero hasta ahí, no podía excitarse con él ni mucho menos alegrarse por verlo otra vez en su hogar. No era a quien esperaba, deseaba a otra persona que pudiera hacerla entrar en peligro, aunque ese no fuera el deseo de cualquier dama y solo parecía una loca por querer tanto en tales tiempos difíciles que vivían. Y sí, quizás esa mujer estaba un poco cuerda aún, pero miles de ideas pasaban por su cabeza para poder concluir con el plan de escaparse de esa vida; hasta que claro pensaba una vez más en su hermosa Aoi y la veía riéndose a carcajadas con todos los de su alrededor, y se replanteaba la idea de quedarse viéndola incluso si debía ser en lejanía o cercanía respetuosa para que su secreto no salga a la luz, arruinándola a su vez.

    La muchacha de ojos oceánicos sonrió un poco perdida para luego preguntar con poca intriga cómo había resultado el viaje. No le interesaba en realidad, pero tampoco quería ser una egoísta como todas y hacer oídos sordos. Cada paso que daban marcaba el camino al que realmente se estaban dirigiendo, aún ambas notándolo siguieron por este, saludando a los que se encontraban cerca y actuando como damas que tienen cuidado con sus palabras.

    —Kanao... ¿Te gustaría que vayamos a mi casa? —preguntó finalmente, a pesar de que estaban a unos pocos pasos de esta— Inosuke no te molestara como siempre lo hace porque está en un quinto sueño en la casa del "gran" Agatsuma.

    —Déjame adivinar, ¿salió a correr todo un día y volvió pensando que lo recibirías con carne y fue con una tarta de verduras?

    Aoi rió bajito, tapándose con la mano y dedicándole una mirada divertida a su acompañante, quien se sintió bendecida en el momento en que su mano fue agarrada por un momento para luego solo acomodar el sombrero que llevaba por el sol. Sintió una explosión de emociones ante ese roce y resultaba estúpido pensar eso, pero todas las veces que alguna parte de su cuerpo rozaban parecía algo mágico y explosivo que acababa demasiado pronto; simuló sus sentimientos bajando un poco su sombrero delicado para que hiciera sombra y esa mujer de orbes azulinos no capte su ligera vergüenza.

    —Eres cruel, Kanao Tsuyuri.

    —Soy Kanao Kamado hace ya un año —mencionó recibiendo un torpe asentimiento.

    —Claro... Somos mujeres casadas. —Su tono vaciló triste, causando intriga en Kanao—. Y con esposos que son los mejores amigos, qué coincidencia.

    —Gracias a ello podemos vernos cada mes —comentó intentando animar el ambiente, pero solo consiguió una pequeña mueca que no logró ver al girar su vista hacia un pequeño perrito.

    —¿Ha habido avances con Tanjiro? Ya sabes... Me has dicho que no te sientes cómoda con él y quizás con esto del viaje pudieron reforzar la relación.

    —Es lo mismo de siempre, no lo veo como mi esposo sino que incluso a veces me atemoriza compararlo con un hermano.

    —Eso solo debe ser por el momento.

    —Ya llevamos un año... Esto no es normal —confesó frenándose en frente del hogar de la muchacha. No podía ser que no se diera cuenta de lo que siempre intenta decirle—. Pero puedo seguir con esto aunque todo fuera una farsa. Todo está bien porque tú seguirás aquí.

    —¡Pero claro que lo haré! ¿Qué te hace creer que podría alejarme?

    Gesticuló intentando admitir lo que estaba rondaba sus pensamientos: mis sentimientos, pero solo le salió una sonrisa monótona mientras asentía y comenzaba a caminar por la entrada de esa casa pintada con tonos celestes que se distinguía de las casas blanquecinas que se ensuciaban ante el mínimo rastro de suciedad. Le agradaba la frescura de la pintura que allí estaba, pero mucho más ser recibida por las miles de flores esparcidas por tanto la entrada como el jardín, trayendo consigo aromas agradables que se mezclaban. La llenaba de alegría que ella hubiera aceptado tan gustosa sus regalos naturales y que incluso los cuidara tan bien.

    En cuanto entró al hogar de la muchacha, observó sin mucho placer las pequeñas decoraciones que tenía alrededor. Algunas eran estupideces colocadas por su esposo, así que poco le importaba realmente esa parte. Además, no parecía haber muchas cosillas bonitas que Aoi colocaría como gran apasionada por los objetos de sumo valor que la hacían sentir orgullosa de lo que era su hogar... ¿Ese hombre le habrá quitado todo?

    Su ceño se frunció ligeramente al ver una cabeza de jabalí colgada, iba a vomitar si se seguía encontrando con pieles de animales grotescos. Su madre le había enseñado muy claramente que el hombre mandaba en la casa y se hacía lo que él quería, incluso si a ella le causara dolor, porque estaba en una posición inferior, pero para su amiga eso fue al revés de alguna forma, consiguió a un esposo estúpido a quien regañar y con el que se peleaba bastante seguido, llegando al punto en el que tenían que esconderlo todo detrás de la cortina para que las damas no llegasen a dudar de que ocurría algo tan extraño entre ambos; quizás Inosuke había logrado conseguir su espacio... Todos los hombres eran iguales, de alguna forma estaba segura que algo le hizo a esa delicada mujer que se quitaba el vestido delante de ella como si nada en el baño espacioso. No le molestaba en absoluto verla desnuda, pero la calmaba notar que no había marcas de golpes por ninguna zona como pudo suceder tiempo antes.

    —¿No morirás de calor con ese corsé tan apretado, Kanao? —preguntó, siendo ayudada por la mencionada para no ensuciar su vestido blanquecino que apenas sí había usado.

    —No, honestamente ya estoy acostumbrada a él —mencionó restándole importancia al hecho de que podría estar apretándole tanto que el aire se le escapaba, pero como era costumbre ya no lo notaba ni le molestaba.

    —Esto es lo que causan los padres exigentes ¿eh?

    —Mis hermanas también están acostumbradas.

    —Es que las tres son las bellezas de la ciudad, no pueden descuidarlas tan fácilmente —dijo con un ligero recelo Aoi, observando unos segundos en el espejo que tenía en frente—. Recuerdo haber escuchado a tu esposo cantando "ella es una, ella es una dama y yo soy solo un chico"... Él te ama tanto que incluso ha hecho una canción solo para ti.

    La calma con la que transmitía cada una de esas palabras, mirando adolorida el espejo del baño como si allí se encontrase su mayor pesadilla, perdida en la marea sin que nadie pueda rescatarla, ni siquiera la muchacha que se acercaba a ella y la abrazaba por la espalda, ya siendo ambas conocedoras del cariño que se tenían la una a la otra. Kanao solo pensaba en la idea de si pudiera dejarlo todo atrás la sacaría de la marea que sus propios ojos formaban entre lágrimas.

    Kanao no terminaba de entender el motivo por el que esa joven y sensible mujer lloraba, pero sentía que algo roto había dentro de ella y le traía el visible recuerdo de cuando la vio llorando en el lago; "¿fue algo que te dije que te hizo sentir una carga?" recuerda haberle preguntado, tras la discusión que habían tenido en ese momento. Siempre, de alguna forma, ella era la causante de esas gotas salinas que descendían y esta vez no parecía estar fuera de culpa.

    La azabache observaba en silencio como esa mujer reprimía los sollozos tal como una dama debía y apretaba sus manos pequeñas que le rodeaban el vientre desnudo, aquel que estaba ligeramente hinchado pero había intentado esconder con los vestido grandes. Kanao no sabía realmente cómo consolar a las personas, pero quería hacer algo por esa mujer, por quien pudo haber sido su mujer en otra vida lejos de prejuicios y condenas de muerte.

    —Oh, Kanao, soy un desastre cuando estoy lejos de ti —confesó respirando dificultosamente—. Realmente te necesito para quedarme...

    —Me voy a quedar todo el tiempo que lo desees —mencionó ligeramente entristecida, odiaba verla de esa forma—. Sabes que rompería mis huesos si te viera llorando otra vez por mí.

    —No necesitas llegar a ese punto... Yo te quiero sana, no soportaría verte herida y lo sabes.

    Y las dudas que invadía a esa mujer de ojos tono lilas, las cuales eran bastantes crueles a la hora de quererlas preguntar, se resolvieron con esa frase mientras intentaba calmar los sollozos casi inaudibles con suaves caricias, hasta que ella se dejó caer en sus brazos por completo, ambas quedando sentadas en el frío suelo, viéndose finalmente las una a la otra. Quizás esta vez Kanao había sido demasiado clara con su afecto, generando que su rostro se torne rojizo mientras intentaba limpiar los rastros de lágrimas de esa chica que cariñosa se dejaba incluso rozar con las manos de ella.

    I don't really give a damn about the way you touch me

    When we're alone

    You can hold my hand

    If no one's home

    Do you like it when I'm away?

    If I went and hurt my body, baby

    Would you love me the same?

    Ambas sabían en secreto que se amaban, pero ese sentimiento estaba tan adentro de sus corazones que las hacían sentir unas idiotas al no poder confesarlo y solo observarse. Aoi no podía admitirlo por su devota creencia en aquel Dios que todo lo ve y oír los rumores al respecto de que nunca las aceptaría como hijas si hiciera algo mal; Kanao porque no puede expresarlo todo con palabras, no es de las mujeres charlatanas que todo lo puede, solo se deja guiar por los estímulos que resultaban de su cuerpo, y gracias a ellos en ese momento besaba de forma juguetona sus mejillas, recibiendo risitas que recomponían su alma.

     Nunca podrían admitirlo delante de todo el mundo, no serían capaces de decirse "te amo" por lo que esas palabras conllevaban consigo; no querían atar sus corazones de una forma tan cruel, incluso si solo sonase como un simple miedo torpe hacia la idea de lo que demostraba dos simples palabras. Llevaban fingiendo torpeza cuando se acariciaban o besaban en secreto porque de lo contrario se podrían encontrar con la verdad de que una de ellas está realmente enamorada de todo lo que conformaba a la otra y podría destrozar en unos simples segundos la relación sin nombre que habían formado durante incluso su niñez, cuando fueron marcas por el nombre de la "amistad" hasta cuando Aoi parecía detestar a Kanao por todo lo que estaba mal en ella y nadie le decía.

    La de anterior apellido Kanzaki necesitaba mostrarse débil delante de una persona que la comprenda y seque sus lágrimas; claramente Inosuke nunca fue una opción. Y la única persona que había aceptado su lado vulnerable era aquella que besaba delicadamente sus labios casi sin intenciones reales de hacerlo más que para distraer su mente. Oh, y cuanto deseaba que ese momento durara sin tener que volver a caer en la realidad de que todas las noches se acostaba y se dejaba tocar por un hombre con manos ásperas que no tenía ni la mínima delicadeza... Solo quería quedarse un momento más en ese refugio que intenta tocarla de una forma que le duela o le moleste. Allí con esa mujer que la comprende y genera que su mente se tranquilice luego de haber pasado tanto tiempo sin nadie que dejase fluir su llanto por detestar tanto la vida de esposa.

    "She's a, she's a lady, and I am just a boy"

     He's singing, "She's a, she's a lady, and I am just a line without a hook"

     Tanjiro sabía la razón por la que cantaba esa canción de una forma tan nostálgica, porque estaba claro que él era solo un chico para su hermosa esposa que ya tenía alguien a quien amar. Conocía que él no era nada de lo que ella quería realmente y lo confirmaba al momento de verla llegar a su hogar, viendo por primera vez una lágrima caer de sus ojos que parecían tan inertes al notarlo espiando.

    —Aoi está embaraza... ¿No es eso maravilloso? —dijo luego de toda la visita que había hecho a ese hogar.

    —Sí, es algo maravilloso, Kanao —mencionó como si no supiera realmente por qué sus ojos gritaban tanto dolor para luego acercarse y recibirla en un cálido abrazo—. No sabe lo mucho que me alegro y espero que también usted logre lo que ella ha podido.

    Hizo oídos sordos al ligero sollozo que soltó su mujer, quien intentó esconderlo todo aferrándose a él y con la excusa de que su alegría se desbordaba en lágrimas. En ese momento, donde Tanjiro la consoló, conoció lo doloroso que era amar cuando uno era correspondido pero no en las condiciones que lo permitieran; y no, no lo decía por haberlo vivido sino por su amada que tan mal se sentía. 

    Kanao aceptaba en su ser que era una enferma con vestido rasgado y apretado; pero nunca podría declararlo delante de la sociedad porque destrozaría a su amada con su partida, porque no dudaba de que sería exiliada en cuanto todos se enterasen. Y, otra vez, admitía en silencio que quería un hijo con Aoi, aquel al que ahora solo la consagrarían como una clase de tía, aquella que le dejaría la historia de su amor como reflexión.

     Esperaba que algún día, ella ya no fuera una dama y no necesitara oír a su adolorido esposo con sus expresiones de desamor a través del canto.

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