Epílogo
Diez años después
«Aun oigo el sonido de ese tren fugitivo, rueda en mi corazón como los amantes que se evitan. Pero sé que en mi corazón no podemos volver a como estábamos en esa vía fuera de control. Miro en mi alma y sé que eres una mentira. Me dijiste que pierdo el control, ¿Por qué no lo sabía? ¿Simplemente era demasiado joven?, ¿Por qué me siento tan viejo?, si aun soy tan joven...»
Kodaline-All Comes Down
Londres, 2020
...Abrió los ojos y pudo ver la misma mirada de antaño que cuando estudiaba en Oxford. Su reflejo seguía siendo el mismo, solo que ahora era mucho más maduro; la vida y circunstancias lo habían hecho madurar y moldear su personalidad.
Siguió observando su reflejo que le devolvía una mirada sería, pero si observaba más atentamente, podría ver a un hombre de treinta y tres años que ha pasado por varios momentos en su vida, y que aquello, hizo que poco a poco su personalidad se forjara a lo que era en ese momento: un hombre de mirada fría, narcisista, y calculador.
Los años habían pasado, pero a pesar de eso, seguía siendo el Steven McFadden que atraía físicamente a ambos sexos, solo con una diferencia; ahora era uno de los mejores cardiólogos de su generación. Había cumplido con lo que Ivanov le había pedido, seguir con la investigación y ser el mejor en su área, aunque ya habían pasado diez años de aquello.
Desvió su mirada de su reflejo y la poso por un momento a un marco caoba, en donde había una fotografía en donde salían Ivanov, Adam y él mismo. Al observarla, una pequeña sonrisa apareció en su rostro. ¿Qué seria de Ivanov?, después que se había marchado a Rusia, no supo de él...De seguro se volvió el mejor psiquiatra o eso quería pensar.
Steven suspiró y terminó de arreglar su corbata, para luego doblar el cuello de su camisa. Nunca le gustó vestir de etiqueta, pero la ocasión lo ameritaba. Hacía dos meses había sido invitado, junto a Samantha, a la boda de Markus Phelps. No eran amigos íntimos, pero, aunque hubiera sido asi debía acompañarlo ya que contraería nupcias con Chloe Garrigan, prima de Samantha. Un acontecimiento que había sido doloroso pero aceptado por Rose.
Arrugó el ceño al ver que el cuello de su camisa había quedado mal, soltó un bufido en el preciso momento en que Samantha entraba a la habitación de Steven.
—Te ayudo. —dijo ella acercándose a él para arreglarle el cuello de la camisa y corbata.
Steven giró a ella y la observó manteniendo el ceño fruncido. Samantha Smith seguía a su lado, catorce años de relación, con altos y bajos, pero de los cuales habían podido superar, aunque aquello no quitaba que siguiera cuidando a la única persona que no lo había abandonado y que, a pesar de todo, seguía a su lado, al igual que Adam.
Su mirada recorrió a la pelinegra de arriba abajo para luego enarcar una ceja. Lleva un vestido largo que cubría todo su cuerpo, salvo la espalda. Aquello le incomodo de sobre manera al rubio.
—Quítate ese vestido—espetó con tono duro.
Samantha arrugo el ceño a la vez que dejaba de arreglarle la corbata. Steven la observó con su mirada fría y ella con confusión e incredulidad.
—¿Qué?
—¡Ni pienses que iras así, Samantha! —exclamó
—Steven... El vestido no tiene...
—Si lo tiene—espetó— ¿Crees que soy imbécil, Smith?, ¿Acaso crees que no me doy cuenta de tus intensiones?
—¡No tengo ninguna intención! —exclamó ella dando un paso atrás al ver la mirada fría de Steven.
—¿No?, ¿y ese corte tan pronunciado a la espalda? —la tomó violentamente del brazo haciendo que se girara—No me dirás que es solo porque te gusta. —rió de forma fría—No quiero que te observen como lobos hambrientos.
—Nunca comprendí tus celos, y creo que nunca lo comprenderé. Además—dijo zafándose de su agarre— estaré contigo, ¿eso te deja más tranquilo?
Steven se acercó a ella y la tomó de las muñecas, apretándolas fuertemente.
—Así será, estarás conmigo toda la noche—dijo para luego soltarla de forma brusca. —Ya sabes. —dijo observándola para luego girar y volver a mirar su reflejo.
(...)
La ceremonia estaba por dar comienzo, a pesar de que la tarde transmitía un aura llena de afecto y felicidad, Steven se sentía amenazado. Y es que observó como algunos hombres fijaban su mirada en su novia como si fueran unos leones esperando para atacar. Bufó mientras observaba como dos hombres de la fila que estaba a su izquierda, hablaban y no dejaban de observar a Samantha. Enarcó una ceja y los miró de forma amenazadora, para cuando se dieron cuenta de su gesto, dejaron de hablar en el preciso momento en que Chloe entraba a la iglesia.
La ceremonia del matrimonio de Chloe y Markus siguió su curso. Muchas mujeres hablaban sobre el vestido de la novia, de lo hermoso que era y de lo maravillosa que se veía ella. Entre esas mujeres, se encontraba Samantha, quien no dejaba de sonreír y murmurar lo lindo del vestido. Steven la oía atentamente con una ceja alzada. Si esa era una forma de lanzarle indirectas, pues no estaba surgiendo efecto en él. A pesar de que amaba a Samantha, McFadden no era del tipo de hombres que pensara en el matrimonio, mucho menos en el formar familia; pero tampoco se cerraba a ello por completo, solo no quería repetir la historia de sus padres.
Observó como Samantha saludaba entre murmuro a un hombre de no mas de treinta años, que se encontraba en la fila del lado derecho a ellos. Era uno del personal del área de patología, a quien le atraía Smith. Eso lo sabía muy bien, ya que había oído una conversación de Stevenson junto al hombre en donde confesaba aquel sentimiento. Aquello, hizo que McFadden comenzara a sentir cierta incomodidad, pero por, sobre todo, celos por lo que estaba presenciando.
—¡Deja de coquetear! —exclamó entre dientes tomándola de forma agresiva una de las muñecas.
—Solo lo estaba saludando, Steven. —dijo en voz baja observándolo, para luego fijar su mirada en como el rubio apretaba cada vez mas su muñeca. —suéltame, me estas lastimando.
—¿Para estos querías que viniera? —preguntó ignorándola sin dejar de apretar la muñeca femenina. —dime.
—No es momento para discutir...
Pero Steven seguía apretándole la muñeca para que respondiera, con toda la fuerza que tenía de seguro le dejaría marcas, de eso estaba completamente seguro McFadden. Pero no le importaba, Samantha siempre encontraba la solución a como esconderlas. Ella lo tenía claro.
Samantha zafó su muñeca de su agarre de forma rápida y violenta, provocando que el tapado que llevaba cayera a un lado de sus hombros. Lo arregló y siguió observando la ceremonia, mientras que Steven apretaba sus puños para reprimir la ira que comenzaba a sentir.
Al finalizar la ceremonia Steven junto a Samantha se dirigieron a despedir a los novios, para luego dirigirse al automóvil de McFadden y tomar camino hacia la recepción. El trayecto fue en completo silencio, ninguno de los dos deseaba hablar. Ese era el único momento de "paz" que tendrían. Y es que después de las discusiones habituales entre ellos, preferían mantenerse en silencio, y si fuera posible, ignorarse mutuamente hasta que haya pasado suficiente tiempo como para que el problema fuera olvidado, en parte. Si, no era una estrategia sana, el no afrontar los conflictos, llevaba a que las próximas discusiones fueran mucho peor entre ellos. Pero la dinámica ya estaba instaurada en la pareja, por lo cual, muy difícilmente saldrían de ese círculo, a no ser que uno de ellos tomara la iniciativa.
La recepción y la fiesta había sido un momento para olvidar en parte lo sucedido entre ellos en la ceremonia. Pero, aun así, Steven se sentía enfadado y por más que intentó disimular ante las personas que se encontraban en su misma mesa, poco pudo hacer. Y como siempre, Samantha contribuyo ayudando a salir del paso, diciendo que habían tenido algunos problemas en el trabajo esa semana. De esa forma, McFadden respiró algo mas aliviado y solo pudo observar a Samantha, mientras que los dedos de una de sus manos, acariciara parte del brazo femenino. Samantha lo observó y solo pudo suspirar algo más tranquila.
La conversación en la mesa seguía su curso, Samantha entablaba algunos temas médicos con una de las enfermeras que había sido invitada a la ceremonia, mientras que Steven oía atentamente y bebía un poco de su vino tinto, para luego agregar algunos puntos a la conversación de las dos mujeres. Pero aquel momento fue interrumpido por la vibración de su teléfono móvil. Lo sacó del bolsillo interno de su chaqueta, y observó la llamada. Era del hospital.
—Si me disculpan...—dijo levantándose de su puesto bajo la atenta mirada de Samantha y de algunas personas que compartían con ellos. Salió a los jardines del recinto para poder hablar tranquilo. —¿Qué sucede? —preguntó al momento de contestar la llamada.
—Doctor McFadden, perdón que lo moleste, pero, su paciente que fue intervenido durante la mañana ha empeorado. Se le administro los medicamentos que dejó estipulados, pero no responde ante la medicación.
—Bien...—suspiró y cerró los ojos por un momento. —Iré para allá. Volveré a llamar en cuanto vaya en camino.
—Claro. Estamos en contacto.
—Adiós.
Cortó la llamada y observo su teléfono móvil por un momento. Lo mas probable es que Samantha no quisiera dejar aun la fiesta que se estaba llevando a cabo. Observó su reloj de pulsera y arrugó el ceño al ver que aún era relativamente temprano.
Volvió a entrar al recinto y se dirigió a la mesa en donde Samantha aun se encontraba compartiendo y hablando animadamente. Steven se acercó a ella y le habló al oído.
—Debemos irnos...—le murmuró. Samantha lo observó con extrañeza. —Uno de mis pacientes no esta en buen estado, debo ir al hospital.
—Pero...
—¿No pretenderás que te deje aquí, sola? —inquirió para luego observarla de forma amenazante. —Vienes conmigo, Smith. Toma tus cosas.
—¿Sucede algo? —preguntó uno de ellos.
—Nosotros debemos retirarnos. —comenzó a decir Steven a las personas de su mesa—Emergencia en el hospital. —aclaró con una pequeña sonrisa.
—Si nos disculpan...—dijo Samantha saliendo junto a Steven quien se despedía de los demás.
—Claro, adelante. —dijo una de las invitadas.
Steven abrazó de la cintura a Samantha durante todo el trayecto, hasta que se perdieron de la mirada de los demás invitados, y él apartó su mano del cuerpo femenino de forma brusca, hasta en esos pequeños detalles, McFadden era cuidadoso.
Ninguno de los dos decía nada, solo dejaban que la pequeña brisa de viento, acariciaran sus rostros y con ello, poder bajar en parte la tensión que había entre ellos.
Al llegar al lugar donde había estacionado su automóvil, Steven desactivó la alarma y abrió las puertas, pero al percatarse que Samantha lo observaba unos pasos más atrás, apretó la mandíbula y la observó de forma seria.
—¿Qué esperas? —espetó con una ceja alzada, mientras mantenía la puerta abierta del copiloto.
—preferiría quedarme un rato más, Steven. —respondió no muy convencida de lo que acababa de decir.
—Ya te lo dije —dijo acercándose a ella. —no va a suceder, Samantha. ¡No te dejaré sola en este lugar! —exclamó.
—Solo te necesitan a ti... No tengo nada que hacer en el hospital.
McFadden rió con ironía, a la vez que cerraba de forma fuerte la puerta del vehículo provocando que Smith se sobresaltara de miedo. Steven volvió acercarse a ella, pero esta vez de forma amenazadora, sin apartarle la mirada.
—Lo tengo claro, cariño. Tú te quedarás en casa mientras yo estoy en el hospital viendo a mi paciente. ¡Ahora sube! —agregó con tono autoritario, lo que hizo que Samantha comenzará a temblar, no lo solo por el frio, sino que también, por el miedo.
—No. —respondió dando un paso atrás. —No me iré contigo en ese estado. —aclaró observándolo para luego bajar la vista.
—Si tan solo subieras al auto... —apretó la mandíbula y las manos —Yo no estaría así de exaltado...Por última vez, ¡sube al auto!
Pero Samantha no lo hizo y solo volvió a dar un paso atrás, quedando un poco más alejada de él. Steven frunció aun mas el ceño mientras que su semblante se tornaba aun más osco y frio. En ese momento, los sentidos se le nublaron y solo pudo reaccionar tomando la de la muñeca de forma agresiva y obligándola a subir. Solo pudo reaccionar en el momento en que su teléfono móvil volvió a sonar.
—Solo....Estabilícenlo, llegaré lo mas rápido posible. —respondió a la llamada para luego cortar. Volvió su mirada a Samantha, quien no se movió de su lugar.
A esas alturas, Steven ya se había dado cuenta que por más que le exigiera o gritara, Samantha no cambiaría de opinión. Tan solo deseaba que sus miedos e incertidumbres del momento no se volvieran realidad.
La observó por última vez esa noche, se acercó y le dio un pequeño beso en los labios, frio y distante, a la vez que Samantha soltaba el aire que había retenido en sus pulmones producto del nerviosismo que sentía en ese momento.
McFadden subió al auto y lo hizo partir, a la vez que observaba a Samantha quien se cruzaba de brazos y observaba como él se alejaba raudo por la carretera.
En ese momento, los recuerdos de Steve McFadden comenzaban a aflorar. No sabía por qué uno en especial, había llegado a él. Tal vez, fuera el momento que acababa de suceder entre él y Samantha o; tal vez por el hecho de que su miedo más profundo comenzaba a jugar con él de esa forma.
—¿En que piensas? —preguntó sin dejar de observarla a la vez que la atraía más a él.
—En el futuro. ¿nunca te has preguntado que sucederá en diez años más?
Steven arrugó aun mas el ceño, para luego volver su mirada a la película
de zombis que observaban. Hizo una pequeña mueca con sus labios y siguió meditando la respuesta por algunos segundos más.
—No, nunca me he preguntado por el futuro —respondió serio —pero ahora que me lo preguntas, supongo que...En diez años me visualizo siendo el mejor cardiólogo de todo Londres y Oxford; obviamente seguiremos juntos. —agregó volviendo su mirada a ella y observó un leve sonrojo en su novia.
—¿En serio quieres seguir conmigo? —respondió emocionada, separándose levemente de él
—No pretendo dejarte, Smith. Nunca. —musitó acariciando los labios femeninos con su pulgar—eres lo mejor que me ha sucedido—respondió recordando cada palabra que había oído en otra película.
—Te amo Steven McFadden—dijo ella con sinceridad.
Lo que no sabía Steven en ese momento, era que, aunque no quisiera, su mayor temor estaba por volverse realidad. Mientras Samantha quedaba de pie observando el trayecto de su automóvil, a lo lejos, un hombre de la misma edad de McFadden y familiar de Markus, había permanecido observando en todo momento lo que había sucedido, prestándole el máximo de atención a ella y así comenzar una batalla, ya que, El amor es una batalla en donde todos lloran. Y peor aún, cuando el amor es una droga.
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