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*Capítulo 21*



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Después de la fiesta de cumpleaños de Mia, las cosas habían cambiado para George. Y es que el haberse dado cuenta de que ella era aquella chica muggle por la cual se había sentido atraído, había sido casi como revelación. Cuando conoció a Mia la primera vez en el pueblo, había sido de forma fortuita; solo queriendo pasar una tarde agradable junto a su gemelo, por lo que decidieron pasear y a la vez observar si habría alguna tienda en donde abrir otra sucursal de Sortilegios Weasley.

A pesar de todo lo que estaba aconteciendo en ese entonces en el mundo de la magia, esa tarde había sido agradable. El cielo anaranjado y los destellos dorados, pintaban aquel pueblo dejando pequeños destellos en distintos puntos, lo que lo hacían ver como una verdadera obra de arte de algún famoso museo. La brisa un poco helada, movían las copas de los árboles y ayudaba de forma suave al vuelo de algunas aves que surcaban en el cielo, disfrutando del atardecer.

George disfrutaba en el silencio, sintiendo el viento en la coronilla y en sus mejillas, cerrando por un momento los ojos sin dejar de caminar y por lo mismo, tropezar con su gemelo que se había detenido. Fred se había girado a él observándolo con extrañeza y lo único que pudo preguntar fue:

—¿Haz estado fumando mandrágora o algo así?

Ante aquella pregunta, sintió sus mejillas o partes de sus orejas arder, lo que provocó una risa estridente en Fred, aumentando aún mucho más el sonrojo en George, quien no pudo siquiera responderle a su hermano. Solo siguió caminando observando el pueblo, pero esta vez había sido él quien se había detenido de forma abrupta.

No había sido para seguir observando el paisaje o sentir el viento en su rostro. Había sido por una joven que se encontraba levantando una caja con dificultad, dando solo tres pasos para que la caja se abriera y callera todo su contenido. George quien se encontraba frente a la tienda de periódicos, corrió hacia ella para ayudarla.

—Maldita caja... —murmuró ella levantando todo con algo de agresividad.

—Diría que la caja estaba demasiado llena como para soportar todo el contenido —dijo George provocando que la joven se sobresaltara y lo observara con incredulidad.

George siguió levantando el contenido que había caído al suelo, observando que el periódico y revistas de los muggles, solo tenían una diferencia con la de ellos; las fotografías no se movían. Terminó de recoger lo que quedaba y se lo entregó a ella, para luego tomar la caja y dejarla sobre el mesón en donde la joven le había indicado.

—Gracias. —respondió con una sonrisa.

—Fue un placer. —sonrió

Ese día George sintió algo distinto, la sensación de que solo la vería los dos días siguientes para luego, no volver a saber de ella. Y es que lo que estaba comenzando en ese entonces en el mundo de la magia, provocó que los encuentros fortuitos quedaran de esa manera; lo que para él no fue la excepción. Solo la volvió a ver en víspera de navidad, pasando un rato agradable con sus trucos de magia muggles.

George suspiró y siguió revolviendo su café de esa mañana. Nunca antes había bebido algo como aquello, pero la noche anterior, Mia se lo había sugerido. A pesar de todo, ella siempre seguía presente.

Bebió de su café y volvió su mirada a la carta de su hermano. Ron le había escrito contándole acerca de Australia y de todos los lugares que habían visitado, pero que, a pesar de ello, seguían sin poder localizar a los padres de Hermione. Dejó su carta a un costado de la mesa y siguió bebiendo de su café.

—¡Artemisa no seas insolente! —exclamó una voz femenina proveniente desde el corredor.

George arrugó el ceño, dejando por algunos segundos su taza de café a medio camino de sus labios, para luego posarla en la mesa.

—¡Es que no me entiendes, madre! —exclamó la rubia —. Es por esto que me fui de casa, tu actitud conmigo.

—No digas tonterías, Artemisa. Siempre he querido lo mejor para ti.

—¿Lo mejor para manipular mi vida? Si, siempre has querido eso. —Por un momento hubo silencio. —No comprendo cómo los abuelos pudieron haber tenido una hija como tú. La abuela es una mujer comprensible y el abuelo...

—Nunca lo conociste. No sabes nada de él, Artemisa.

—Sé lo que la abuela me ha comentado, con eso basta. De seguro eres igual a esa parte de la familia que no conocemos.

Volvió el silencio en el corredor y George arrugó el ceño. Al cabo de unos segundos, el sonido de unos tacones alejándose se percibieron hasta ya no oírlos; instantes después, la puerta del departamento del frente se cerraba de forma violenta.

Por un instante George quedó algo pasmado ante el pequeño altercado. Ahora comprendía de donde había sacado esa personalidad la rubia. Se puso de pie y se dirigió a la cocina a dejar su taza ya vacía, en el fregadero; momento en el que tocaron a su puerta.

Se dirigió a la entrada y abrió. Al verla, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

—Buenos días, Weasley. Me preguntaba si... ¿Podría quedarme unos minutos aquí? —Mia lo observó y agregó —Hay no...Ibas de salida ¿cierto?

—Yo...No para nada —dijo aun sin poder salir de su asombro.

—Entonces...¿Puedo pasar? —preguntó observándolo con las cejas alzadas.

—Claro...Lo siento. Adelante —respondió saliendo del pequeño trance en el que había quedado al verla. Le indicó que se sentará en el sofá mientras el permanecía de pie con ambas manos en los bolsillos traseros de su pantalón. —¿sucedió algo?

Mia suspiró y bajó su mirada a sus libros, cuadernos y bolígrafos. George la observaba sin comprender demasiado, pero siguió esperando la respuesta.

—De seguro oíste la discusión de Artemisa y su madre en el pasillo —Comenzó hablar, mientras George asentía —. Cuando Artemisa se enfada, es de las personas que se encierran en su dormitorio y ponen la música a todo volumen. No tengo nada en contra de aquello, algunas veces también lo hago. Es solo que...Debo terminar algunos deberes y necesito concentrarme...Y...

—Puedes quedarte, Anderson. No tengo problema —dijo interrumpiendo el pequeño monologo de la castaña, quien le sonrió. —¿Desayunaste? —preguntó dirigiéndose a la cocina mientras la observaba.

—No, pero no te preocupes, no quiero molestarte...

—No es molestia —respondió observándola, provocando un leve sonrojo en ella —. Mamá dice que el desayuno es importante, pero mucho más cuando estudias o trabajas. —agregó mientras preparaba todo para el desayuno.

—¿En qué te puedo ayudar? —preguntó dejando sus cosas a un costado del sofá y dirigirse hasta el pelirrojo.

—En nada. —respondió mientras rebanaba el pan.

—¡Oh vamos Weasley! —exclamó observándolo con una sonrisa, para luego comenzar abrir los cajones de la cocina, pero siendo detenida por la mano masculina aferrada a su muñeca.

Esa sensación electrizante que alguna vez escuchó de los labios de algunas de sus compañeras de Gryffindor cuando mencionaban algún encuentro con la persona que les gustaba, era cierta. Nunca fue un completo romántico, más bien, algunas veces le costaba serlo. Siempre tratando ser caballero cuando tenía alguna cita, pero más allá de eso, solo sabía ser el eterno bromista junto a Fred.

George observó como Mia miraba sus manos y levantaba su rostro para devolverle la mirada. Nuevamente volvió a sonrojarse con su mirada, lo que le pareció lo más lindo y tierno al pelirrojo. Por unos segundos sintieron que sus cuerpos no reaccionaban, como si estuvieran congelados en ese momento por siempre. Pero el sonido de la bocina de un automóvil que pasaba por la calle principal, provoco que ese pequeño momento, rompiera el "encanto" en el que se encontraban inmersos.

Mia se alejó unos pasos con una sonrisa nerviosa y volteó para observar la cocina y seguir buscando con la mirada la vajilla; aunque su mente seguía inmersa en lo sucedido segundos atrás.

Por su parte George, volvió su atención a lo que estaba realizando, pero esta vez, con los labios un poco tensos, como si estuviera luchando por permanecer concentrado en realizar el desayuno sin mayores inconvenientes.

El silencio permaneció entre ellos, cada uno inmerso en su propio mundo. George siguió prestándole la debida atención a lo que hacía, ya que cualquier error en la cocina, no podría arreglarlo con magia, literalmente no podía.

Transcurridos algunos minutos, George ya había finalizado en la preparación del desayuno. Se volteó para llevar el pan y algunos utensilios a la mesa; pero al voltear, observó el preciso momento en que Mia se sobresaltaba y daba un paso atrás.

—Se movió... —musitó la castaña sin dejar de observar la fotografía que se encontraba en una pequeña mesa junto al sofá de la sala. —. Se movió... —agregó volteándose a él.

George sintió como todo se derrumbaba a sus pies, como si lo hubieran descubierto en algo realmente malo. Sintió que la boca se le secaba y sus piernas comenzaban a temblar. Caminó con dificultad hasta la mesa dejando sobre ella las cosas que aun tenía en las manos. Se acercó a Mia quien permanecía de pie observándolo aun con asombro reflejado en su mirada.

—¿De que estas hablando? —preguntó tratando de sonar lo más tranquilo posible.

—La fotografía, Weasley. Se movió, lo acabo de ver.

—Debes estar cansada, eso es todo. —mencionó abrazándola por los hombros y guiándola hasta la mesa. —. Algunas veces el apetito, ayuda a que...

—No estoy loca, Weasley —lo interrumpió observándolo de forma seria. —. Se lo que vi, esas fotografías se movieron.

—¿Esas...dices?

—Sí.. —respondió con el ceño fruncido mientras se sentaba —. La que esta junto al sofá y colgada en la pared del frente...

—Imposible, Anderson. —habló rápidamente, mientras se dirigía a la cocina y traía las cosas restantes. —. Realmente imposible.

—Piensas que estoy loca, ¿no? —la observó con el ceño fruncido, mientras dejaba todo en orden para el desayuno —¡Genial, ahora creerás que debiese estar en un hospital psiquiátrico!

«¿Hospital psiquiátrico? ¿Qué es eso? De seguro por el tonto de su voz, un lugar que no es agradable. »

—Yo no he dicho eso, ni menos lo he pensado —aclaró sentándose a un costado de ella. —. Lo que, si creo, es que debes estar cansada y con apetito.

George la observó por un momento y ella suspiró con resignación. Al pelirrojo no le agradaba mentir, para nada, pero, ¿Que más podía hacer en ese momento? Aun no estaba muy seguro de como ella tomaría su secreto o si tan solo le creyera cada palabra. No era simple decirle a una persona que toda su vida creció y creyó que el mundo de la magia solo era "fantasía"; para que, de un momento a otro, su creencia fuera derrumbada. El ministerio de la magia hacia excepciones solo en un caso: Hijos nacidos de muggles. Además, se sentía realmente cómodo en el mundo muggle y no pensaba en un futuro cercano volver.

Mia solo asintió y observó el desayuno que George le había preparado. Sonrió de forma débil y comenzó a comer en completo silencio, bajo la mirada de él.

El desayuno transcurrió en silencio y tranquilidad, pero, aun así, George no estaba tranquilo. Cada vez que ocultaba su verdadera procedencia a Anderson, sentía que cada vez sería mucho más difícil ser completamente honesto con ella.

—¿Sucede algo?

—No... ¿porque lo preguntas?

Mia se encogió de hombros y limpio sus labios.

—Tal vez por qué has estado algo callado, mucho más de lo normal. —mencionó observándolo por un instante. —Weasley, si necesitas algo...Puedes confiar en mí. —agregó con una pequeña sonrisa.

—Gracias —musitó. Bebió de su café con su mirada fija en algún punto de la mesa. Sintió la mirada de Mia en él. La observó y ella le sonrió para luego beber también de su café y toser por un momento. —¿Estas bien?

—Si...si. Solo me quemé. —respondió con los ojos algo llorosos. George se levantó y se dirigió a la cocina. Al llegar, le tendió un vaso de agua —. Gracias.

Mia bebió un tanto avergonzada por la situación, pero George seguía ensimismado en su propio mundo, y es que lo sucedido en el corredor hace un momento atrás, lo había dejado algo intrigado, y no solo por la situación, sino más bien, por las palabras utilizadas por Artemisa.

—Anderson, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro... —respondió mientras dejaba el vaso sobre la mesa.

—¿Thompson siempre se ha llevado mal con su familia? No lo tomes a mal, pero...Me llamó la atención lo que decían —agregó encogiéndose de hombros.

Mia se tomó un tiempo antes de responder. Saboreó sus labios, mientras observaba su taza de café, mientras que George esperaba alguna confesión acompañada de algunos pequeños rayos de sol que iluminaban parte de la mesa, posándose entre su mano izquierda, lo que le permitía sentir el débil calor sobre esta.

—No sé mucho acerca de la familia de Artemisa, ella nunca habla de ellos. —ladeó un poco su cabeza —. Salvó de sus abuelos. Lo único que sé de ellos son las historias que ella me ha comentado. —se encogió de hombros.

—Ya veo...Te preguntaba porque, me llamó la atención sus palabras. —arrugó el ceño y Mia lo observó pidiéndole que sea más específico —. Cuando dijo "Una parte de la familia que no conocemos" ¿no te parece...extraño?

—Tal vez si para las personas que conocemos a la mayoría de nuestros familiares, pero como digo algunas veces: "Toda familia es un mundo" ¿no lo crees?

—Tienes razón.

Pero George sabía que algo más sucedía, que aquellas palabras escondían secretos que la propia Artemisa y sus padres, desconocían. 










Nota de Autora:

¡¡Porfin actualicé!! (yayy!! Jajaja) Traté de que el capítulo fuera mucho mas largo, pero no hubo manera, ademas, debía de dejar en suspenso cierto tema... En fin ¿Qué les pareció esta actualización? ¿Se esperaban esos momento de Georgie y Mia? Personalmente yo ya extrañaba escribir algo asi. 
Como siempre, me encantaría leer sus impresiones, y sus votos son bienvenidos :) 

Caro.

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