I
Durante los días siguientes, Bianca no salió de la casa de Lisey en ningún momento. Sus llamadas a cadenas importantes de televisión fueron un éxito, gracias al valor que tenía su apellido. Así como en su momento de auge los medios se disputaban unos a otros la primicia del exorcismo de sus padres, ahora la historia se volvía a repetir gracias a la única hija de los Connor. El primer lugar que le confirmó una entrevista en directo fue el Oprah Winfreys Show, y Bianca se mantuvo expectante hasta el día de ir al canal. El programa era uno de los más antiguos de la televisión estadounidense, y había ganado varios premios al rating más alto. Si no generaba un impacto importante con ello, no lo haría con ningún otro.
Lisey le tuvo que comprar algo de ropa formal para asistir a la entrevista aquella noche, ya que todas las prendas de Bianca aún se hallaban en la cabaña. La llevó en su propio coche hasta la puerta del canal y la acompañó hasta el set de grabación, llevando el acta bajo el brazo. Al llegar, la propia Oprah Winfreys, conductora del programa, fue quien las recibió con un beso en cada mejilla y durante la siguiente media hora, le dio a Bianca las indicaciones pertinentes antes de comenzar a transmitir en directo. Antes de tomar su lugar en el palco del público, Lisey le apoyó una mano a Bianca en el hombro, y hablándole un momento unas breves palabras de aliento, le dio un abrazo y le cedió el acta antes de retirarse. Entonces, Bianca fue acompañada tras bambalinas, y esperó a que el show diera comienzo, mientras le colocaban el pequeño micrófono prendido a la solapa de su chaqueta.
Pendiendo del techo, había un cartel luminoso de led rojo, con un cronometro en quince segundos que comenzó a retroceder. Las luces del set atenuaron y las cámaras se encendieron. El murmullo de conversación entre el público enmudeció, y al llegar a cero, se escuchó el sonido de la presentación del programa. Luego de aquello, Oprah Winfreys ingresó al set desde un costado, saludando con las manos al público, que aplaudió y silbó. Tomó asiento en uno de los sillones de terciopelo rojo, dispuestos en ronda, mientras la cámara le hacia un primer plano.
—¡Buenas noches a todos, mi gente bella! —exclamó, y todos aplaudieron. —Hoy tenemos un programa de lujo, y una invitada muy especial. Ella ha pedido que no reveláramos su identidad hasta el momento en que estuviera con nosotros, pero les voy a decir que es alguien muy interesante. Sus padres fueron los parapsicólogos y demonólogos más renombrados del siglo actual, y dejaron todo su legado a una sola persona, ¡Bianca Connor!
Tras la escenografía, Bianca vio la indicación del director y salió, caminando apoyada en su bastón ortopédico y sosteniendo el acta bajo su brazo izquierdo. Los focos la iluminaron y las cámaras la enfocaron, mientras la gente la aplaudía fuertemente. En aquel momento, sintió como un vacío en la boca del estómago, como si de repente hubiera soltado todo el aire y se sintiera demasiado pequeña. Los nervios le consumían, mientras intentaba sonreír. Tomó asiento en el sillón opuesto a la conductora del programa, y dejó el bastón a un lado para colocar el acta encima de su regazo.
—Muchas gracias —respondió ella, sonriendo.
—Cuando te comunicaste con nuestra producción, dijiste que tenías muchas cosas que contar. Y viendo el tamaño de libro que has traído contigo, creo que nadie puede dudarlo —dijo la conductora—. Por lo que nos has dicho antes de venir, todo esto comienza desde tus padres, ¿no es verdad?
—Así es —convino Bianca—. Me crie sin tener el mínimo interés de ser psíquica. Sabía cuál era su historia, sabía por lo que habían tenido que pasar en el momento en que permanecieron encerrados dentro de la mansión Luttemberger. Pero mi vida transcurrió de forma muy lejana a ellos, hasta que falleció mi padre primero, luego mi madre, y ella fue la que me dejó todo como herencia, junto con una carta.
—¿Una carta?
—Sí. En ella me decía que debía enmendar un error que habían cometido. Con el tiempo, comprendí que ese error consistía en que se confiaron mucho al incendiar la mansión. Creían que, al quemar la casa, la historia terminaría allí. Pero mi investigación posterior me demostró que, en realidad, debían haber quemado con sal los restos físicos del nigromante.
—Y comenzaste a investigar por tu cuenta, ¿verdad? —preguntó la conductora. —¿Cómo hiciste para encontrarlos?
—En realidad ellos me encontraron a mi —respondió Bianca—. Los miembros del Poder Superior no querían que aquello se revelase.
—¿Esa era la secta que lideraba el famoso asesino y nigromante Ulrike Luttemberger?
—No era, es. La secta sigue funcionando, a día de hoy. Y ellos fueron quienes me hicieron esto —dijo Bianca, señalándose a sí misma—. Sus asesinos mataron a Ellis, mi pareja, y están viviendo impunes entre nosotros hoy día.
El murmullo entre el público no se hizo esperar. Lisey, desde su lugar, asentía con la cabeza y sonreía admirando la valentía que esa mujer desplegaba al estar allí, sentada frente a varias cámaras que transmitían a millones, relatando aquel horror sin titubear. La niña que había visto crecer, era una incansable luchadora como lo habían sido sus propios padres.
—Lo que estás diciendo es una fuerte declaración, Bianca —dijo la conductora, mirándola interesada—. Estás denunciando que esta gente convive entre nosotros, ¿no es así?
—Es correcto.
El murmullo entre el público creció, y la conductora hizo un gesto indicando que calmaran los ánimos.
—Sin embargo, nos urge conocer tu historia completa —dijo—. ¿Qué pasó, cuando te encontraron?
—Unos hombres me interceptaron una mañana, saliendo de un supermercado, me subieron a un furgón y me noquearon. Cuando desperté, no sabía dónde estaba. Me habían llevado a un sótano de algún lugar, y me habían atado a una silla.
—¿Qué sucedió después?
—Comenzaron a preguntarme que sabían mis padres, y yo no entendía a que se referían. Luego me comenzaron a torturar, me golpearon y me arrancaron uñas de las manos. Por último, me violaron, hasta que pude escapar.
El público murmuraba y opinaba consternado, la conductora del programa asentía con la cabeza y la miraba con empática pena.
—Cuando escapaste de tus captores, ¿qué hiciste luego?
—Intenté pasar desapercibida mientras investigaba todo lo referente a las preguntas que me hacían, quería saber porque me habían secuestrado, quienes eran esas personas, y que tenían que ver mis padres precisamente en todo esto —explicó Bianca—. De todas maneras, no tenía forma de denunciar a quienes me habían hecho eso, ya que no tenía ninguna prueba a mi favor, fueron muy cuidadosos. Con el tiempo comencé a comprender en donde se habían equivocado mis padres, y porque me habían formulado esas preguntas cuando me secuestraron. Así que comencé a investigarlos, sin saber que ellos también me estaban buscando a mí.
—Fue una situación muy difícil que podía llevarte al aislamiento total, sin embargo, continuaste con tu búsqueda.
—Sí, no podía lamentarme, el daño ya estaba hecho y debía hacer algo al respecto.
—¿Continuaban persiguiéndote?
—No descansaron en ningún momento, pero con el tiempo comencé a tener visiones sobre un bosque, desconocido para mí en ese entonces. Allí fue cuando comencé a investigar sobre la ubicación de la sepultura de Luttemberger, ayudada por Ellis, mi pareja.
—¿Tenías visiones, igual a como tus padres habían reportado en su primer caso de conocimiento público?
—Así es.
—¿Qué paso después?
—Ellis me propuso ir a vivir con él, pero estos hombres nos encontraron por segunda vez. Yo había asistido a clases de tiro, y aún conservaba el Winchester que me había heredado mi padre. Nos tirotearon la cabaña, y nos defendimos como pudimos, pero Ellis murió apuñalado en el vientre, por protegerme a mí.
—Una tragedia tras otra... que horror —comentó la conductora.
—Por desgracia, sí. Quienes asaltaron la cabaña eran dos hombres y una mujer, así que me tomé el tiempo de revisar el cuerpo de la mujer, para quitarle el collar que llevaba con la insignia de la secta, y una identificación. Pensé que lo mejor sería falsificar la tarjeta, hacerme pasar por miembro de la secta y destruirlos desde adentro.
—Una idea muy osada.
—Lo sé.
—¿Y resultó?
—Por un momento, sí. Sin embargo, fui contactada por un sujeto que se hacía llamar Alpha. Él era un miembro del Poder Superior, pero me ofrecía ayudarme ya que también quería destruirlos por motivos personales.
—¿Y le creíste? —preguntó la conductora.
—No tenía más remedio —asintió Bianca—. Me mostró que la identificación tenía una marca de agua que no podría falsificar por mi cuenta, así que no tuve otra opción que aceptar su ayuda. Fue así como emprendimos juntos el viaje a Schlangen, y confirmé mis sospechas sobre el bosque de mis visiones. La tumba de Luttemberger estaba allí, en una catacumba en medio del bosque, custodiada por ellos.
—Imagino que fueron los peores días de tu vida. ¿Cómo te sentías allí?
—Pues, fue difícil... Por un instante me sentía como si estuviera traicionando mis principios, y no solo los míos, sino los de mis padres también. Ellos habían peleado durante muchos años por una causa justa, contra estas personas y entidades. Habían dado su vida, también. Y allí estaba yo, sentándome a la mesa con asesinos, fingiendo ser una persona que no era realmente. Me sentía como si fuera una traidora más.
—Comprendo...
—Todo el tiempo vivía con miedo de que pudieran descubrirme, y he visto cosas que no podría decir aquí —Bianca rio, y se encogió levemente de hombros—, aún estamos en horario de protección al menor. Solo te diré que allí dentro no había ley alguna, y no solo convivían los miembros del Poder Superior, sino que también los Ilmagrentha.
—¿Y esos quienes son, precisamente?
—Quienes gobiernan al Poder Superior, son la élite global que controla todo lo que conocemos, desde los presidentes de las potencias mundiales, hasta la economía, la sociedad, las culturas, todo.
El público comenzó a murmurar, desconcertado, y la conductora abrió grandes los ojos.
—Lo que estás diciendo es una delicada acusación, algo que, si se comprobase su veracidad, trastocaría el mundo entero. ¿Tienes alguna prueba contigo? —preguntó. Bianca asintió con la cabeza.
—Esta es el acta de miembros que robé, luego de haber quemado los restos de Luttemberger y haber escapado del bosque. Aquí están los nombres, apellidos y cargos de cada uno de los miembros de la secta, de cada Ilmagrentha y cada jerarca alrededor del mundo, involucrado en esta sangrienta historia. Pero si me permites, déjame terminar de contarte lo que pasó.
—Claro, adelante —dijo la conductora. El ambiente en el canal había cambiado, la algarabía general que caracterizaba al público en casi todos los programas, no existía en aquel momento. Todos estaban en silencio, escuchando con atención y asombro lo que Bianca contaba.
—Al llegar al bosque de Kirchlengern fui traicionada por este sujeto que decía querer ayudarme. Todo había sido parte de una conspiración que había ideado para que el espectro de Luttemberger me poseyera y volviese a gobernar la secta por mano propia. Sin embargo, las cosas no le salieron bien y acabo muriendo junto con todos los que le seguían.
—¿Has tenido que asesinar para sobrevivir?
—Sí.
El público emitió un murmullo asombrado, y la conductora prosiguió.
—¿Qué pasó luego? —preguntó.
—Descendí a la cripta, y encontré la tumba de Luttemberger. Al quemar sus restos, las llamas se descontrolaron y todo se incendió, así que corrí sin detenerme hasta poder escapar. Solo tuve un momento para tomar algunas de mis cosas junto con el acta, antes de escapar huyendo en la misma camioneta con la que me llevaron a la localidad —respondió Bianca—. Al llegar a la autopista me interceptaron algunos vehículos, y me persiguieron durante algunos kilómetros, hasta que pincharon mis ruedas y volqué en el camino. Tuve que batirme a tiros con los hombres que me perseguían, recibí dos impactos de bala, y muy mal herida pude llegar a la ciudad de Kohlstädt. Allí, un grupo de médicos del hospital salió a mi socorro, junto con algunas enfermeras. Mi camioneta había chocado contra un mercado, ya que los últimos metros conduje casi inconsciente debido a la pérdida de sangre.
—Que atrocidad...
—Antes de caer desvanecida, les pedí que llamaran a Lisey y sacaran el libro de la camioneta, temía que se lo llevaran y me quitaran de las manos la única arma que tengo contra estas personas.
—Bueno, aunque hoy compartes tu historia con nosotros en forma breve, imagino que habrás pasado por momentos increíblemente difíciles a lo largo del camino.
—Puedes apostar a que sí —asintió Bianca.
—¿No te atemoriza que puedan encontrarte de nuevo? —le preguntó la conductora.
—Realmente no. He realizado copias del acta, y las he escondido en lugares que nadie sabría, salvo un selecto grupo de personas y yo. Si algo me pasara a mí, esas personas sabrían que el momento de revelar las copias habría llegado, y actuarían en mi nombre —respondió. Bianca se mostró realmente convincente, pero la verdad era que no tenía más que una sola copia, y la única que sabía de su ubicación era Lisey.
—¿Y dices que estas personas, pueden ser cualquiera de nosotros? ¿A qué nivel escala esta afirmación? —preguntó la conductora. —¿Se podría decir que estamos hoy, aquí, siendo testigos de un acto terrorista en pleno suelo norteamericano?
—Va mucho más allá de Norteamérica, Oprah. Estamos hablando de una élite global, como bien te decía anteriormente. Esta gente puede ser cualquier persona de nuestra sociedad, desde el barbero de la esquina hasta el senador en la más alta política, y jamás te darías cuenta de ello. Cada guerra que hubo no solo en este país, sino a nivel mundial, ha sido organizada por estas personas. Cada gran conquista del ser humano, cada epidemia, todo lo controla el Poder Superior, y por encima los Ilmagrentha —Bianca giró en su asiento, y miró hacia el público, para dar énfasis en sus palabras. Luego miró a una de las cámaras—. Mientras estas personas sigan en libertad, nadie será libre.
—¿Inteligencia sabe de esto?
—Aún no, pero supongo que ya lo sabrán en algún momento. La gente compartirá este programa en sus redes sociales, se hará viral, o al menos eso quiero creer. Eso ocasionará un efecto de bola de nieve imposible de detener, y lo denuncio aquí y ahora, de esta forma, porque ir a las autoridades es inseguro.
—¿Por qué?
—Es simple —dijo Bianca—. Estas personas tienen muchos contactos e influencias en todos los sitios, y si entregaba el acta a las autoridades, nadie me daba la seguridad de que no lo ocultarían en un archivador, o se lo devolverían a los líderes de la secta. Luego de eso, créeme que a estas alturas ya estaría muerta.
—Es sin duda un razonamiento muy inteligente de tu parte, y muy acertado. En este programa no solo denunciamos infidelidades, problemas familiares, abusos y temas de actualidad, sino que también apelamos a la justicia. ¡Y haremos justicia por ti! —exclamó, mientras una de las cámaras le hacia un paneo a ambas mujeres, y el público aplaudía a rabiar.
—Antes de venir aquí, he seleccionado completamente al azar algunos nombres, para que evalúen el nivel de organización de esta secta de asesinos —dijo Bianca, y luego miró nuevamente a una de las cámaras, con gesto aprehensivo—. Señora, señor, ustedes que están viendo el programa en directo desde sus casas, tengo una pregunta que hacerles. ¿Saben quién es realmente el maestro de sus hijos en el colegio? ¿O la empleada doméstica que limpia el edificio? ¿Tienen conocimiento de que hacen los representantes políticos cuando ustedes no observan? Pues déjeme revelarle algunos de sus nombres —Bianca abrió el libro y hojeando algunas páginas, comenzó a nombrar: —Jayden Logan, director del Commonwealth de las Naciones Unidas. Elijah Smith, vicepresidente ejecutivo del Hospital Oncológico de Massachussets. Henry Grace, director regente del Sistema de Defensa y Armamentística de Canadá, Jaideen Ferdinand, ministro de relaciones exteriores de Bélgica, Dante Vettorazzi...
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