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2. El ataúd de cristal y las memorias selladas.

"Maldito seas Milo, nunca te perdonaré". 

Censuraba la exhibición pública de sus emociones. Ese grito escapó por su garganta sin que pudiera reaccionar. Le incordiaba que el esfuerzo por pelear sin remordimientos había sido en vano. No sirvió de nada mantener la calma, amurallar cada parte de su ser interno, convertirse en un muro de hielo. 

En el instante en que su Aurora Execution golpeó sin obstáculos a Milo, el pelirrojo se resquebrajó. 

Milo no merecía nada. Fue débil y eso era imperdonable.

Con pequeños hormigueos recorriendo sus manos, Camus devolvió el cuerpo inerte a la nieve. Sus ojos de rubí se pasearon desde la cabellera rubia hasta los pies. Tuvo que recurrir a todas sus fuerzas para contener un nuevo impulso y mordió su lengua hasta probar su sangre dorada. 

Se enfocó en los fríos hechos. Milo buscó con ahínco esta batalla y el resultado fue parte de su manipulación. Ahora, Camus debía vivir con las consecuencias. 

—  Iré a lavarme. Mientras tanto, pueden adecentar el cuerpo y las ropas de Milo — cerró los ojos y su insoportable voz sin emociones, llegó a los guerreros que aún se encontraban en el lugar —. Cuando regrese, construiré un ataúd de cristal en honor a su coraje en batalla — se concentró en las estrellas con desprecio. 

Aún permanecían en el sitio diez personas. Diez testigos de lo acontecido y que durante la niñez de Camus, fueron enemigos durante sus entrenamientos. Después, forjaron vínculos a pesar de la difícil personalidad del pelirrojo. Hoy, esos diez personajes, tenían emociones divididas.

Shura, Hasgard, Aioros, Dohko, Shion y Odysseus, se mantenían neutrales. Saga y Albafica, estaban a su favor. Sin embargo, Aioria y Kanon, parecían dispuestos a unir fuerzas y matarlo de una vez por todas. 

 ¿Cómo te atreves a insultar la memoria de mi mejor amigo y camarada? — reclamó Aioria rojo de la rabia, apretando los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos. 

Contenía aún las lágrimas que amenazaban con derramarse en cualquier momento. 

—  ¿Primero lo matas y luego lo entierras? — reprochó Kanon empezando a elevar su cosmos —. ¡Eres un maldito cínico, Camus!

El hermano de Saga fue el único que derramó una lágrima por Milo durante el combate y sentía un odio profundo hacia aquél que ya consideraba su asesino. 

Pueden mañana hacer fila para desahogar sus impulsos, pero sólo después de que visite al señor de Milo — aclaró Camus congelando las amenazas —. Daré oportunidad primero a los amigos y después, a los ex-amantes — por el rabillo del ojo controlaba con desdén a los otros dos.  

Las expresiones en los rostros de Aioria y Kanon eran un poema de venganza. Sus cosmos estaban descontrolados por la pérdida, la ira y el dolor. Si se enfrentaban simultáneamente los tres, el pelirrojo estaría en gran desventaja.

De cualquier forma, consideré que les gustaría un bonito ataúd para él  — Camus siguió caminando sin mirar atrás rumbo al río más cercano.

Kanon y Aioria estuvieron a punto de atacarlo por la espalda, pero sus hermanos les detuvieron antes de que cometieran una locura.

Les recuerdo que Camus tiene razón. Si alguien debe vengar a Milo, es su señor — dejó claro Shura con ese tono cortante que le caracterizaba —. Ninguno de nosotros tenemos derecho antes que él.

Y no se mientan — Albafica se echó atrás el cabello con aburrimiento —. Sé que todos esperaban el ofrecimiento de Camus. Un ataúd de hielo impedirá que se marchite la belleza del guerrero. Si no lo decía él, yo se lo hubiera pedido. Así, puedo pensar que Milo está dormido y despertará algún día para reírse de mi quitón o ponerse a mi lado para combatir. Además, bien saben que a él le gustaría ese gesto. Aunque lo negase, su vanidad muchas veces superaba a la de cualquier otro.

Eso pareció calmarlos un poco y generó sentimientos nostálgicos. Mientras se encargaban de adecentar el cuerpo de Milo contando anécdotas sobre sus batallas o mejores momentos, aceptaron en su mente lo que se avecinaba. Camus cometió una imperdonable falta y el dios al que Milo servía, se cobraría con carne y sangre la ofensa. Quizá él lo matara y así, se deshicieran de su presencia. 

El mundo estaría mejor sin ese traidor... 

En la ladera del monte, el pelirrojo llegó a la ribera del río sin más contratiempos. Se desprendió de los jirones de sus ropajes y se introdujo desnudo al agua corriente. La suciedad de su cuerpo fue desprendida por el líquido cuya temperatura helaría a cualquier otro. A Camus le pareció perfecto para calmar su humor. 

Se acercó a la pequeña cascada con paso lento hasta que el agua cayó por sus hombros y espalda. De su boca emanó su aliento y elevó la mirada al cielo recordando la vez que había conocido a Milo. 

En esos momentos, sus enemistades y rencillas eran constantes, pero se resolvían rápidamente y sin pasar a mayores eventos. Todo era tan diferente hoy.

«Por supuesto, sólo éramos unos niños» razonó.



Hace muchos años atrás...


¡Vamos Aioria, el que llegue al último, hará las tareas el otro! — gritó alguien haciendo un alboroto tremendo. 

Camus entrenaba con Saga cuando notó que alguien se acercaba por su espalda. Con celeridad volteó y sus ojos captaron a un chico rubio que no prestaba atención a su entorno al estar enfocado en un castaño que le seguía. 

El pelirrojo se hizo a un lado evitando el choque de cuerpos y por maldad pura, en cuanto pasó por delante suyo, le metió el pie. El rubio tropezó y terminó cayendo directo en la fuente que se encontraba a pocos pasos frente a ellos, empapándose de cabeza a pies. 

Los labios de Camus ocultaron su malsana diversión. Ladeó la cabeza y levantó una ceja cruzando los brazos frente a su pecho. 

Deberías fijarte por dónde vas, podrías caerte — resaltó lo obvio con malicia.

Saga en cambio, elevó la comisura de su boca en una mueca arrogante. 

Es increíble cómo algunos buscan pretextos para bañarse antes de tiempo — explicó el de cabellos azules.

Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Saga y se reflejó en sus ojos viridian. A veces, su humor era tan retorcido, como el de su compañero de entrenamiento.

¡Le pusiste el pie a propósito! — reclamó el castaño que venía detrás. 

Por su altura y facciones, no debía tener más de seis años, pero señalaba belicoso con su índice la nariz del pelirrojo. Tenía un temperamento valiente y un ánimo combativo digno de admirar.

No sé de qué me hablas — respondió el acusado con gesto indiferente —. Él fue quien perdió el equilibrio — ocupó el tiempo para mirarse con aburrimiento las uñas de su mano izquierda.

El rubio se limpió el agua del rostro y cabello. Sacudió sus manos y se puso en pie con una idea divertida para él.

¡Esto es guerra! — gritó echando el contenido de un balde hacia los que discutían. 

Aioria lo conocía y esperaba este movimiento. Esquivó con habilidad dando un salto atrás, pero el pelirrojo estaba tan concentrado en el castaño y su mano, que terminó con las ropas de entrenamiento empapadas a la altura del tórax y parte de las caderas. 

Camus exclamó por la sorpresa. Aspiró apretando sus párpados para mantenerse sereno. Sus puños se cerraron hasta ponerse blancos, reprochándose por descuidarse y caer en ese tonto truco. 

¿Cómo te atreves a...? — empezó a decir con tensión en la voz. 

Sus ojos de rubí se dirigieron al culpable. Si las miradas mataran, el rubio estaría caminando al Inframundo. 

Al sentir que perdía el control, Camus se mordió la lengua hasta que pudo probar su sangre dorada, aspirando profundo para enfriar su carácter.

El rubio, escurriendo en agua, se paró frente a él con una radiante y vengativa sonrisa. 

¿Me atrevo a...? — le provocó a sabiendas de que el otro se contenía.

Ser tan vulgar e infantil — completó la frase con desprecio sin atreverse a mirar su rostro. Sus labios se fruncieron.

Oh, vamos. ¿Cuántos años tienes? ¿Ochocientos? — se mofó el rubio entre risas poniendo las manos a las caderas sin importarle estar mojado de pies a cabeza —. Tienes mi edad o quizá un año menos. Y yo ya tengo diez.

Tienes diez, pero te comportas como un nene de cinco — desvió la mirada hacia un lado. Sus ojos estaban cerrados sintiéndose superior. Se cruzó de brazos. 

¡Lo dice quien me puso un pie para que cayera! — se burló el rubio moviendo negativamente y con vigor la cabeza empapada. Se divertía con algunas gotas que se desprendían de su cabellera y caían sobre el otro.

Te lo habías ganado. ¡Deja de moverte así que salpicas! — puso las manos al frente de su rostro para retener las gotas.

Eres quisquilloso y no tienes sentido del humor — notó el rubio —. ¿De chiquito tu mamá te mandó de una patada a lo alto de una montaña para que te congelaras porque no te soportaba? — le mostró la lengua y su índice jaló la piel de su pómulo izquierdo formando una mueca irreverente y burlona.

Camus sintió formarse una pequeña sonrisa de autosuficiencia en sus labios. Ladeó la cabeza con una expresión de párpados caídos y arrogancia absoluta. 

Oh, ¿Quieres ver qué tanto me congelé, bicho? — susurró con malicia.

¿Bicho? ¿Ese es el mejor insulto que puedes pensar? — interrogó y las risas del rubio estallaron de pronto. El pequeño castaño le hizo segunda. Ambos chicos se morían de la diversión —. ¡Eres malo con los apodos! ¿Te lo han dicho?

El pelirrojo sintió que el carácter de su padre arañaba la superficie. Sus mejillas adoptaron la misma tonalidad de sus cabellos por el bochorno ante los insultos y burlas. 

¡Es suficiente! Hay que enfriar los ánimos — y tras eso, sujetó la mano del irreverente mirando con satisfacción cómo se congelaba cada gota de agua en su cuerpo.

El rubio abrió los ojos como platos sorprendido por la acción. Sintió que todo su cuerpo bajó su temperatura de golpe y sus cabellos se escarcharon. Los dientes castañearon y de su boca salió vaho a pesar del calor. En ese instante, sus ojos aguamarina chispearon con fiereza y dejó a relucir su mal carácter.

¡Hasta aquí llegaste, cabeza de tomate! — le conectó a Camus un derechazo a la mandíbula que lo hizo caer de espaldas en el piso —. ¿Con quién crees que te metiste? — reclamó subiéndose encima del pelirrojo, con una pierna a cada lado de su cuerpo para dominar la situación. — ¡Soy Milo y seré dios guerrero de Ares! — aclaró conectando un izquierdazo en el pómulo.

Camus rugió de rabia. Su padre le heredó un mal carácter que mantenía enterrado bajo el hielo. Sin embargo, este rubio, el tal Milo, lo sacó de quicio. Se encontró atrapado, humillado y casi vencido. El dolor le dio el impulso para agarrarlo de los cabellos, empujarlo con su cuerpo y cambiar las tornas, quedando en la misma posición con que el rubio le había castigado.

— ¡Pues yo soy Camus! — le devolvió el puñetazo en el pómulo —. ¡Y seré dios guerrero de Poseidón! — le rompió el labio con el siguiente golpe. Antes de dar el tercero, le atraparon de la cintura y lo levantaron. Volteó a su derecha, encontrando el rostro ceñudo de Saga. — ¡Suéltame, déjame aplastar a este bicho de una vez por todas! — sacudía los pies y manos intentando zafarse del agarre de su compañero de entrenamiento sin éxito.

Milo se puso en pie para arremeter de nuevo y descubrió que una mano de Saga en su frente, era suficiente para detenerlo en seco. La increíble fuerza del de cabellos azules le impedía llegar al pelirrojo. Se frustró más cuando dos pequeños brazos se anclaron a sus caderas. Aioria también ponía de su parte para detener la pelea.

A pesar de los esfuerzos, era difícil mantener al par de chiquillos lejos.

¡Basta! — se escuchó un bramido en el lugar y los chicos voltearon asustados hacia el que los interrumpía. A toda carrera se acercaba Dohko, el encargado por los dioses para entrenarlos.

De inmediato, Camus se obligó a controlarse porque no podía permitir que el mayor le mandara de regreso a su casa. Su padre lo mataría si volvía por un pleito infantil. Cuando lo soltaron, se paró al lado de Saga tragando pesado mientras veía llegar a su maestro. 

¿Qué se creen que son? ¡Parecen gigantes pegándose como idiotas! — les reprendió Dohko con vigor, agarrando del brazo a cada chico —. ¡Y tú!  se dirigió a Milo — Apenas llegas y ya estás metiéndote en problemas.

Rubio y pelirrojo, fueron obligados a ponerse frente a frente sin oportunidad de rebelarse. Los ojos de Camus pasearon por el labio roto del otro, sonriendo con satisfacción al notar rastros de sangre dorada en él. Por supuesto, Milo tenía el mismo gesto al ver que el pómulo y la mandíbula se hinchaban en el rostro de su rival.

Al notar esas muestras de alegría, el puño cerrado de Dohko impactó en las molleras de las cabezas infantiles como si fuera un martillo enterrando un clavo. La fuerza impresa en esa llamada de atención, los hizo ver estrellitas. Los chicos gimieron fuerte y se quejaron del dolor. Se llevaron las manos a la zona adolorida con pequeñas lágrimas amenazando con escapar. 

Sin embargo, las contenían a pura fuerza de voluntad... o terquedad.

¡Dejen de mirar al otro como si fueran rivales, par de tontos! — exigió indignado el maestro. Se mesó los cabellos con ganas de acogotarlos ahí —. Ambos son dioses menores. A diferencia de los mortales cuya sangre es roja, por sus cuerpos corre el icor dorado. Son parte del Olimpo. Comen ambrosía y beben néctar — les hizo notar para que se dieran cuenta de sus similitudes.

Dohko les tomó de la nuca y los empujó hasta que sus narices se tocaron. Su intención era que no perdieran de vista al otro. 

Camus, pon tus ojos en Milo. Él será tu compañero de armas y peleará a tu lado contra los enemigos del Olimpo — Dohko le obligó a pensar en eso —. Milo, aquí está Camus. Él será quien protegerá tus espaldas contra cualquier ataque que quiera arrebatarte la vida. Metan eso en sus cabezotas huecas. Serán dioses guerreros y mientras el Olimpo siga peleando contra los Titanes, serán aliados y su vida quedará en manos del otro. ¿Entendido?

Camus clavó sus ojos rubí en los aguamarina del otro y frunció los labios desviando la cabeza con la mirada perdida hacia el horizonte. 

 Está bien, maestro — cedió cruzando los brazos.

Milo resopló y se desordenó los cabellos rubios de la nuca con fastidio. Sus ojos aguamarina se plantaron en el cielo. 

 Entendido, no vuelvo a decirle cabeza de tomate — sonrió con malicia.

El pelirrojo volteó con ánimos asesinos. Milo dirigió su cabeza inocentemente hacia el rostro de Dohko. Automáticamente, Camus se obligó a enfriar el ánimo enterrando las uñas en las palmas. Iba a ser muy difícil convivir con este... bicho.

¡Bien! Ahora se darán un beso y durante los siguientes dos meses, van a vivir juntos — sentenció el maestro.

¡¿QUÉ?! — dijeron al unísono.

No quiero repetirlo. Así aprenderán a conocerse y a mantener la calma con el otro. Se dan el beso perdonando las ofensas y no quiero encontrarlos peleándose o notar que estén lastimados porque yo mismo les voy a enseñar lo que es el dolor. Aprenderán a respetarse y cuidarse entre ustedes. ¿Entendido?

El rechinar de dientes fue parejo. Los dos voltearon hacia el otro y con frustración, se dieron por vencidos. Aún haciendo cara de asco, Camus puso las manos en las orejas de Milo y le dio un beso en la frente conforme a la tradición.

Le tocaba el turno a Milo. El chico tomó las orejas del otro y con una sonrisa enigmática, le estampó un beso...

En la boca.



¡Hola de nuevo!

Advertí que esto era un AU en las etiquetas, pero me siento con la responsabilidad de repetirlo. 

Como viste en este capítulo, Milo y Camus, así como varios de los personajes secundarios, son dioses menores y sirven a un dios mayor en particular (Zeus, Poseidón, Hades, Ares, en fin). 

Sé que ahora mismo, puedes no estar conforme (o quizá sí) con que Camus sirva a Poseidón y Milo sea guerrero de Ares, pero todo irá aclarándose. 

Por otro lado, pensé que al ser Camus y Milo con personalidades tan diferentes, no todo en su vida había sido miel sobre hojuelas. Mucho más si no se conocen. Por eso, es que su primer encuentro es... particular xD.

Sólo te pido que mantengas la calma, porque todo irá cayendo en su lugar pieza por pieza.

Por cierto, sé que no se abusa de los Flashbacks, pero tendré que hacer uso de este recurso algunas veces debido a que en este caso, enriquece un poco más. Sobre aviso no hay engaño.

Ah, advierto que esta historia va a tener lemon (no sé qué tanto todavía), intentaré avisar un capítulo antes, pero de antemano aviso que sorry not sorry.

Considero que eso también le da su lado picante.

De cualquier forma, me encantaría saber tu opinión y dudas al respecto, así como tus sospechas de qué está pasando con la trama. 

Leeré todos los comentarios y los responderé porque me encanta saber lo que piensas.

Terminadas las aclaraciones, espero que te haya gustado hasta aquí y...

¡Hasta la próxima!

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