Triskelion
Mentirle a sus padres diciendo que estaba en casa de Nahiara haciendo tarea a altas horas de la noche ya era suficientemente malo para Candy, pero además, aparentemente tenía que estar pendiente de si el prisionero quería hablar o no.
Carol, una de las agentes que vivían en la Base uno, le había escrito a mitad de su horario de clases para avisarle que Ten Yamada había decidido hablar con alguna de sus captoras. Valka y Amelia llegarían más tarde, pues decidieron ocupar la mañana de ese martes para ir a investigar por su cuenta mientras Candy estudiaba.
Eso la dejaría a solas con ese asiático acosador y potencial homicida.
Apenada por dejar plantada a Nahiara afuera de su escuela tan pronto como sonó el timbre, Candy corrió hacia el estacionamiento, donde Gastón ya esperaba, listo para llevarla directo a la Base Uno: ninguno de los dos dijo palabra alguna durante el trayecto. Gastón no era precisamente un amargado, pero tampoco propenso a empezar conversaciones no necesarias con gente que no se veía interesada en hacerlo. Candy apreciaba eso, pues de todos modos, no sabría de qué hablar con él (porque hablar de trabajo le resultaba algo deprimente de todos modos).
Sin embargo, antes de bajarse de la camioneta, se le ocurrió preguntar algo que no podía preguntarle a ninguna otra persona en Alba Dorada, quizá precisamente porque eran sus superiores o sus amigos.
— Disculpa... ¿eres de nuestra edad, no? - Quiso saber ella antes de hacer su verdadera pregunta.
Gastón asintió, asombrado por el hecho de que una agente de Copa Escarlata le hubiese dirigido la palabra en un ambiente casual.
— ¿Cómo sobrellevas esto? Es decir... debe ser difícil tener una doble vida, disfrutar tu vida normal y luego... Alba Dorada. Es una responsabilidad enorme y ni siquiera tenemos veinte años. Es muy arriesgado y...
— ¿Doble vida? - Se asombró Gastón, como si no hubiese considerado eso - No, para nada - La corrigió, sonriendo amablemente - Verás, mis padres murieron cuando yo era un puberto. Ningún pariente quiso quedarse conmigo, por eso fue tan sencillo unirme a Nora en Alba Dorada. No tenía nada que perder y todo que ganar... pero sí puedo decirte algo: no intentes llevar una doble vida. Escoge la que más feliz te haga y deja atrás la otra o no serás feliz con ninguna.
Gastón se abstuvo de añadir un "pero a fin de cuentas es tu decisión" al final, limitándose a quitarle el seguro a las puertas del coche para dejar bajar a Candy.
— Gracias por eso - Dijo ella antes de entrar por la puerta principal del cuartel.
Candy decidió pasar a su casillero para tomar uno de sus uniformes de Copa Escarlata antes de interrogar a Yamada, tratando de lucir lo más profesional y amenazante posible, aun teniendo en cuenta que ella era la menos amenazante de Copa Escarlata, pues Valka y Amelia realmente daban miedo cuando se lo proponían, ambas bastante hábiles en combate cuerpo a cuerpo y a distancia. Ella... Candy ni siquiera sabía con exactitud por qué estaba en Alba Dorada.
Sin embargo, eso no la detuvo de entrar con expresión severa a la sala de interrogatorios de la Base Uno: la habitación estaba pintada de gris oscuro en todas sus paredes. El techo y suelo también estaban pintados de ese color y la única fuente de luz era un foco de luz amarillenta que colgaba del centro del techo, ofreciendo una luz algo tenue a la habitación, con tan solo una mesa (atornillada al suelo) y un par de sillas, la del detenido atornillada también.
— Ten Yamada.
— Candy Castillo.
— Criminal.
— Hipócrita.
Candy sabía que seguir por ese rumbo no la llevaría a nada: decidió entonces preguntarle por qué había decidido hablar ahora después de varios días de silencio. La respuesta de Yamada fue simple:
— Ellas querían que diera un mensaje y yo quiero dar su mensaje.
— ¿Por qué hasta ahora? - Quiso saber Candy, desconfiando de los motivos de aquél hombre.
— Porque este viernes, ellas estarán esperando en un barco atracado en los muelles del distrito comercial de La Ciudad - Confesó Yamada - Creen que les van a tender una trampa a ustedes.
— ¿Cómo sabemos que no nos están tendiendo una trampa a nosotras mediante ti?
— Eres astuta, Castillo - Reconoció Ten Yamada, sonriéndole con una maquiavélica expresión grabada en el rostro.
Candy casi podía escuchar los engranajes de su cabeza trabajando a toda velocidad: no tenía ningún sentido que Yamada trabajase para las chicas del Triskelion si las iba a traicionar en cuanto lo apresaran. Además, parecía sincero al decir que ese era su mensaje original. No hacía sentido tampoco que trabajase con ellas si no había una justificación de cómo las había conocido.
— No trabajas para ellas, ¿o sí?
Ten Yamada sonrió ampliamente, demostrándole que había dado en el clavo: si no trabajaba para ellas, aun así estaba la duda de cómo es que ellas estaban recibiendo financiamiento.
— ¿Quién les da trabajo?
— Todo empezó como un levantamiento armado en Oaxaca - Divagó Yamada - Yo llegué aquí por ser considerado muy débil para pertenecer a la Yakuza... no querían basura entre sus filas, ¿sabes? Pero aprendí un par de cosas, así que el señor Carmesí me ha tratado bien. Él me contrató. Contrató a muchos mercenarios también, sobre todo a los que tienen su historia contra Alba Dorada.
— ¿Qué tiene el barco en el que estarán ellas? - Inquirió Candy, tratando de no perder el poco control que tenía en la conversación.
— Son pequeños regalos - Sonrió Yamada - Recién comprados en los Yunaites, un regalito de Armada Escarlata para las ciudades del Golfo.
— ¿Y por qué me dices todo esto?
Ten volvió a sonreírle, ahora señalándola con el índice derecho, como si estuviese dando golpecitos a un objeto invisible frente a él.
— Quizá el señor Carmesí está harto de ellas. Quizá necesita sacrificarlas para distraer a Alba Dorada. Quizá ya no le son de utilidad. Nadie lo sabe amiguita. ¿Qué harán? ¿Van a ir a detenerlas? Estarán solas casi la noche entera, hasta las cuatro de la madrugada, cuando llegará gente a descargar la mercancía del barco. Pueden capturarlas a ellas y ya o pueden también frustrar a los traficantes de armas. Pueden no hacer nada y dejar que se escapen a otra parte del país. Pueden...
Candy se levantó de su lugar. Ya había tenido suficiente de Yamada por un día.
Ignorando los gritos del detenido intentando llamar su atención, Candy rezó porque sus amigas llegaran pronto a la Base Uno.
Los planes habían sido meticulosos.
Ten Yamada fue enviado a la prisión vertical el día después del interrogatorio y para el jueves, los guardias de la prisión confirmaron su llegada.
Ahora era viernes y tres chicas con uniformes de blindaje ligero en colores rojo y negro estaban de pie frente al muelle, contemplando la mole atracada enfrente, con las escaleras, rampas y plataformas de concreto situadas a escasos centímetros del carguero. Adhara se encontraba en la base, pendiente de los auriculares mientras que Carol esperaba en el automóvil que las había traído junto a Gastón.
El pequeño puerto de La Ciudad lucía bastante vacío esa noche: una vez más, Candy le había dicho a sus padres que estaría en casa de Nahiara, aunque esta vez, se dignó a avisarle primero a su amiga.
Ninguna de las tres se atrevía a dar el primer paso, aunque por razones diferentes. Candy no se sentía capaz de confrontar directamente a sus amigas. Valka no quería hacerlo aunque sabía que era necesario. Amelia sí quería, pero sabía que se iba a exceder con Tenebra, Niambi y Noah aún peor que cuando le dio una golpiza a Yamada y probablemente sus amigas no se tomarían a bien que dejase sin nariz a Niambi o algo por el estilo.
Aun con esos pensamientos en mente, de nuevo fue Amelia la que tomó la iniciativa.
Sin temblar o dudar ni un poco, Amelia comenzó a andar hacia la rampa más cercana, lista para abordar la embarcación. A falta de una buena excusa para no seguirla, tanto Valka como Candy se apresuraron tras ella: una vez las tres pusieron un pie en la cubierta del carguero, decidieron dividirse para abarcar más terreno.
Permaneciendo juntas todavía, descendieron a la bodega de carga, donde cajas de metal del tamaño de un pequeño departamento estaban encimadas unas contra las otras en aquél piso de más de seis metros de altura.
De repente, las tres pudieron ver la sombra de una persona atravesar uno de los corredores a toda velocidad. Otra sombra salió por la puerta detrás de ellas, en el extremo opuesto de la espaciosa habitación.
— Yo voy de ese lado - Avisó Valka apuntando a la puerta que llevaba a las escaleras de donde venían ellas.
— Yo voy por allá - Indicó entonces Amelia, en dirección a lo que bien podría ser la sala de máquinas.
Y así, Candy quedó sola en la bodega de carga.
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