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Capítulo 44.1

Esa mañana, tras un rápido desayuno, Gabriel la llevó a recorrer la superficie. En este caso, ya con su nueva ropa para el sol. El paseo duró poco más de quince minutos, pero le parecieron horas de sufrimiento sudando bajo la ropa, con las gafas de sol para poder ver algo y con problemas constantes para respirar. El intenso calor la dejó, en ese escaso tiempo, temblorosa y al borde del desmayo. Le dieron de nuevo agua tibia para reponer líquidos que le desagradaba sobremanera, pero que le venía bien igualmente.

El comienzo de ese paseo fue en coche, hasta estar a cierta distancia de la ciudad dónde habían instalado las grandes placas solares; a partir de ahí, el recorrido fue a pie. Era un increíble espacio de cientos de hectáreas de tierra cubiertos de placas y protegidos por cristales de varios metros de altura. La estructura creaba un entramado de habitaciones de cristal, pero sin techo. Gabriel le explicó que eran cubículos unidos entre sí con diversas puertas y paredes de cuatro metros de altura que protegían las placas solares de los daños que pudiesen ocasionar las tormentas de arena. Le contó también que incluso se desplegaban cristales corredizos en el techo en cuanto se anunciaba la llegada de las tormentas. De esta manera nunca sufrían daños graves y no se quedaban sin energía.

— Esta obra es colosal. Habéis debido tardar mucho tiempo en construirlo —exclamó Siena sorprendida por lo que veía desde lo alto de una duna cercana y que le daba una visión increíble de la amplitud de la construcción.

— Bueno, se fue construyendo poco a poco. Se ha ido ampliando con nuevos cubículos según se fueron teniendo más paneles solares. Como son nuestro tesoro más preciado por lo complicado que es hacer placas nuevas, no escatimamos en tiempo, mano de obra o materiales para asegurarnos de que no sufran daños. Cada vez que se pide gente para hacer algo aquí, casi todo el mundo quiere ayudar —explicó Gabriel—. Sé que os estáis esforzando mucho con vuestra cúpula, pero cuando solo se construye entre trescientas personas se tarda más que si se hace entre tres mil. Eso es lo que nosotros tenemos bueno, que al ser muchos más, los tiempos de producción y construcción de algo se reducen significativamente.

Gabriel tenía razón, la cúpula podría estar ya terminada si se construyese entre tres mil y no con los trescientos que se dedican a ello de forma especializada. Le enfadaba darse cuenta de que había tenido a su civilización en un pedestal toda su vida hasta ahora que tenía con qué compararla. Incluso se había dado cuenta de que sufrían por mero capricho y podrían haber tenido una vida mucho más fácil si hubiesen tenido la información que tenían los del Sol.

— ¿Por qué no habéis compartido con nosotros lo que sabéis sobre reproducción? Si hubiésemos sido más podríamos haber avanzado más rápido y mejor y no acarrearíamos ahora el problema de consanguineidad. Podríamos haber tenido portadoras y bebés mixtos, como vosotros —preguntó sin comprender cómo podían haberse callado esa información mientras eran conscientes de los graves problemas a los que la Noche se enfrentaba.

— Cuando mi civilización se cruzó con la tuya ya habían pasado muchos años del cataclismo. Quizá más de cien, incluso. Años en los que los míos habían recorrido la Zona Neutral recogiendo todo lo que les parecía útil y, entre todo ello, las muestras de la clínica que te comentó ayer mi hermana. Al cruzarse con los de la Noche se les propuso una unión de ambas, pero no estuvieron de acuerdo y se dividió la Zona Neutral por la mitad, para su conservación. Durante otros cien años aproximadamente, no hubo nuevos acercamientos entre ambas civilizaciones, preocupadas cada una por salir adelante sin preocuparse mucho por cómo le iría a la otra. Nosotros empezamos a usar las reservas de semen al ver cómo iban apareciendo los primeros indicios de anomalías genéticas. Desde ese momento, en cada generación, siempre hay alguna mujer que se convierte en portadora, incluso se casan y los maridos crían a esos hijos como propios, puesto que aquí se considera un honor criar un bebé con sangre de los Antiguos. Supone la renovación genética que nos libra de esos problemas tan serios que tú bien conoces. Tiempo después, hubo un nuevo acercamiento en el que se intentó una unión que quedó en nada, como supondrás. Para ese momento, vosotros ya habíais comenzado una gran mutación que os aclaró la piel, el pelo y os confirió esos ojos que ven en la oscuridad. No tanto como ahora, claro, pero la evolución ya había comenzado. Por ese motivo os negasteis siquiera a valorar la opción de uniros a nosotros, incluso se os informó de las muestras de esperma que usábamos aquí, pero tampoco les resultó atrayente a tus antepasados aceptar ADN Antiguo para limpiar la decadente genética que ya comenzaban a portar. Aquello se tomó como un desprecio hacia nosotros y hubo un gran alejamiento que tardó tiempo en concluir y crear meros acuerdos comerciales. Aunque, por supuesto, mis antepasados jamás volvieron a proponer una alianza siendo conscientes del desprecio que tu civilización ha demostrado y demuestra hacia la nuestra.

— No creo que nosotros os despreciemos —contestó en un hilito de voz acongojada. Si lo que contaba era cierto, era lógico que pensasen eso.

— La historia está ahí y es lo que indica. Por no hablar de otro hecho obvio: nuestra familia real ha ido a la Noche en varias ocasiones mientras que aquí jamás viene vuestra familia real. Hasta ahora, al menos, que te han nombrado a ti, lo más cercano de la Reina que nos han mandado hasta la fecha. Muchas veces le he dicho a mi padre que no fuese, que os mostrase el desprecio que vosotros nos prodigáis, sin embargo, no quiere nombrar ningún diplomático. Considera que, ya que solo tenemos unos vecinos, quiere ocuparse él mismo —dijo mostrando cierto asqueo por una situación recurrente y la negativa de su padre.

— Yo no soy cómo los demás de mi civilización. Yo sí quiero conoceros y hallar el camino para entendernos y acercarnos y, quizá, unirnos como una única civilización. Creo que todos ganaríamos con ello —contestó ella con fervor y animada por la idea.

— Eso es lo que vimos en ti y nos gustó tanto. Por ese motivo estás abajo, dónde ningún antecesor tuyo ha estado jamás. Porque desde que te vi supe que tú eras diferente a los demás, que no tendrías prejuicios y que ver esto te llenaría de una sensación de pertenencia como la que tengo yo. No habría odio ni envidia en tu mirada, como así estoy comprobando. Solo ganas de conocer y curiosidad. Me alegra que no nos estés decepcionando —le dijo ya entrando en la nave de nuevo, escapando del sol y bajando al primer nivel—. No es culpa tuya lo que hicieron tus antepasados y no te culpamos por ello. Por ese motivo te muestro todo lo que os hemos ocultado durante cientos de años.

— Es increíble que no haya habido entendimiento hasta ahora entre nosotros —comentó ella más para sí misma.

— Contéstame a una pregunta con sinceridad, por favor. ¿Cuánto hace que sabes sobre el cataclismo y los Antiguos? —preguntó mirándola a los ojos para confirmar la verdad que intuía en su mirada de antemano.

— Poco más de una semana, la verdad —contestó con sinceridad y cierta vergüenza.

— No puedes comprender miles de años de evolución pre aniquilación, más el cataclismo, más mil años de supervivencia de dos civilizaciones, en una semana. Nosotros lo aprendemos desde niños, durante años es lo que nos muestran para que sepamos lo que tuvimos y a lo que aspiramos como sociedad. Nos muestran miles de vídeos de distintas cosas y ahí aparecen gran parte de nuestros inventos, de niños que quieren construir algo o tener algo que ven ahí y así escogen su futuro. Un futuro en el que desarrollan tecnología de forma creativa y adecuada a nuestras necesidades y no hablamos solo de máquinas de ciudad, sino también en las cosechas. Cuando las veas te darás cuenta de que nuestros labriegos son increíbles y han desarrollado máquinas que compiten con las de los Antiguos. Aquí es tan importante el que trabaja en el campo y nos abastece de comida como aquel investigador que trata de desarrollar una fábrica eficiente de algún material que necesitamos producir o como ese artesano que maneja el acero como nadie y te fabrica las piezas que necesitas para cualquier avance. Incluso mi padre, aparte de ser Rey, tiene su oficio anterior al que dedica gran parte de su tiempo libre. Pero para vosotros, solo la Reina importa, solo vuestra ciudad y no entera. Los que viven en palacio son los ciudadanos de primera. Sin embargo, solo unos pocos tienen el privilegio de conocer el pasado. No se puede conocer los porqués de todo lo ocurrido en una semana y yo no voy a explicártelo. Ya lo aprenderás. Solo espero que no te aleccionen contra nosotros y pases a odiarnos y rehuirnos como los demás.

— Sé que me falta formación y conocimientos del pasado y por eso es posible que mis preguntas te ofendan, pero no es mi intención. Te aseguro que me pondré al día lo antes posible con ello. No quiero cometer los mismos errores. Me gustaría que esta alianza salga bien, por fin. Creo que lo que tenéis aquí es increíble y que, cualquiera que lo viese, querría venir. Lo que hemos montado en la Noche parece un mero apaño comparado con vuestras infraestructuras y vuestra calidad de vida.

— Me alegra que pienses así, en serio —contestó cambiando su postura ligeramente agresiva, o a la defensiva, a un tono suave y amable—. Creo que juntos podríamos hacer grandes cosas y que tú puedes ser esa persona que abra la puerta a todas esas posibilidades.

Más contento y relajado la guio abajo de nuevo para que llevase sus ropas para el sol al dormitorio. Le escuchó hablando fuera con alguien mientras ella se cambiaba de ropa y se refrescaba rápidamente. Estaba terminando de vestirse cuando escuchó que llamaban a su puerta.

— ¿Estás lista? —preguntó Alyssa sonriente, mirándola, apoyada en el marco de la puerta.

— ¿Y Gabriel?

— Es un aburrido. Le he dicho que se marche, que seguiré yo con la visita. Creo que te resultará más entretenido venir conmigo —dijo sonriendo pícaramente, como una niña maquinando una chiquillada.

— Me parece perfecto —contestó sonriendo. Estaría más días aún, podía divertirse un rato sin remordimientos. Además, seguro que seguía aprendiendo con ella igual que lo haría con Gabriel, ya que no conocía nada sobre cómo vivían.

Le cogió de la mano y, riendo, la llevó hasta el ascensor para bajar al décimo nivel. Apenas hablaron hasta que entraron en el gran laboratorio. Era diez veces más grande que el de Maissy y parecía ser mucho más avanzado tecnológicamente, sin duda. Le enseñó su puesto, dónde ella trabajaba con células madre para lograr desarrollar órganos sanos para trasplantes, así como investigaba sobre otros posibles usos de esas células. La explicación se alargó, sobre todo cuando tuvo que empezar por explicarle lo que eran las células madre. Se sentía cada vez más avergonzada de su falta de conocimientos y lo poco preparada que se veía para el puesto de diplomática que debía ejercer. Quizá esa poca información que había recibido les hubiese servido a sus antecesores, que no llegaron a bajar nunca y que iban un par de días cada diez años. Pero no era suficiente para la inmersión completa que estaba realizando ella. Les daban mil vueltas en casi todo y eso le sorprendía tras siglos de creencias erróneas. Tras siglos creyéndoles unos bárbaros tribales, resultaba que eran ellos mismos los bárbaros subdesarrollados y tribales. 

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